Los silencios de El Asad y las sospechas sobre sus armas químicas

Damasco mantiene en pie tres de las 27 instalaciones de producción ese tipo de armamento según el organismo de verificación de la ONU

Belén Domínguez Cebrián
Madrid, El País
¿Qué fue de la famosa destrucción de armas químicas del régimen sirio? Tras la masacre de Guta en agosto de 2013, donde el régimen de Bachar el Asad mató a más de 1.400 civiles mediante el uso de armas químicas “a gran escala”, según la ONU, y bajo las amenazas del entonces presidente de EE UU, Barack Obama de intervenir en el conflicto, el régimen sirio se comprometió ante el mundo entero a eliminar todo su arsenal químico, considerado de los más grandes y potentes del mundo. La ONU fijó como fecha límite mediados de 2014, pero las decenas de fallecidos en Jan Sheijun el martes demuestran, tres años más tarde, que en Siria aún hay munición química letal suficiente para entender que esta guerra está lejos de terminar.


La Organización para la Destrucción de las Armas Químicas (OPAQ, por sus siglas en español), con sede en La Haya pero con presencia en Siria, alertó nada menos que el pasado 23 de marzo —tan solo 12 días antes del ataque de la localidad cercana a Idlib, controlada por los rebeldes— que tres de las 27 instalaciones de producción de armas químicas que había declarado El Asad aún no habían sido destruidas.

Las localizaciones de estas infraestructuras no son públicas, pero ya en julio de 2016 la OPAQ se veía “incapaz” de verificar las declaraciones del régimen de El Asad en cuanto a su arsenal, su destrucción —o no— y su localización. Pese a que el arsenal químico declarado por el Gobierno de El Asad fue destruido, los elementos químicos para producirlas y otras armas seguían, pues, en el país y la OPAQ encontraba cada vez más difícil creer la versión del Gobierno sirio.

La organización, en su último informe mensual sobre el estado de destrucción de armas químicas sirias del 23 de marzo de 2017, afirma que “la situación en materia de seguridad sigue impidiendo un acceso seguro" a otras instalaciones a cielo abierto denominadas Barzah y Jamrayah, ambas pertenecientes al Centro de Investigaciones Científicas de Siria (SSRC, por sus siglas en inglés) y que Business Insider las ha calificado como centros de producción de armas químicas. La de Barzah se encuentra a tan solo 40 kilómetros al noreste de Jan Sheijun, donde se produjo el ataque el pasado martes y en el que hubo al menos 86 muertos, entre ellos alrededor de 30 niños.

La OPAQ, “extremadamente preocupada” por los indicios que indican un aumento de la utilización de armas químicas en Siria, solicitó el pasado enero al régimen El Asad el acceso, dos veces al año, a ambas localizaciones: Barzah y Jamrayah. Pero el 27 de enero, apenas 48 horas antes de la inspección, las autoridades sirias denegaron la entrada a los expertos de la OPAQ y quisieron “posponer” dicha visita un mes más sin dar más detalles. La inspección preliminar se pudo finalmente llevar a cabo, pero las conclusiones de los análisis de las muestras recogidas aún están por llegar.

Las “graves preocupaciones” de la OPAQ surgieron en 2014, cuando el régimen debía haber destruido todas sus instalaciones y todo su arsenal químico que quedaba dentro del país. En 2015, esta organización confirmó un ataque químico en las localidades de Talmenes, Qmenas y Sarmin perpetrado por las fuerzas gubernamentales. También en Marea, esta vez de manos del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) el 21 de agosto de 2015. Existe en la ONU una preocupación “grave” de que actores no gubernamentales —es decir, el ISIS y otros grupos armados rebeldes— puedan hacer uso de estas armas químicas que, según se ha demostrado recientemente, están aún en el interior del país, o al menos tres instalaciones para producirlas.

La destrucción en el exterior

Gracias a las presiones de EE UU tras el ataque de Guta, Siria cedió y se comprometió a entregar su arsenal químico para que la comunidad internacional (en este caso la OPAQ) gestionase la salida del armamento del país y verificase su destrucción. Los cargamentos salieron del puerto de Latakia, controlado por el Gobierno. De ahí, varios barcos se llevaban los componentes al puerto italiano de Gioia Tauro donde se trasladaban cuidadosamente a un buque estadounidense, el MV Cap Ray, que ya en aguas internacionales del Mediterráneo procesaba la mercancía letal mediante la disolución con sosa cáustica, un proceso que consiste en la neutralización de los efectos mortales del gas (que en realidad se utiliza en estado líquido).

Del Mediterráneo, los cargamentos se dirigían a Finlandia, Reino Unido, Alemania y EE UU para que las empresas que ganaron en 2014 un concurso internacional de destrucción de armas químicas de Siria (se presentaron 14, entre ellas una española) procesaran la sustancia para convertirla en agua casi residual y procedieran a su entierro. Entonces, El Asad declaró unas 1.400 toneladas que —esas sí— han sido totalmente destruidas, según la OPAQ.

Fechas límites para la destrucción de armas químicas dentro de Siria:

31 de marzo de 2014 para las armas sin munición.
31 de diciembre de 2013 para los agentes de gas mostaza.
5 de febrero de 2014 para otros agentes químicos.
1 de marzo de 2014 para el isopropanol (que al mezclarlo con difloruro de ácido metilfosfónico produce gas sarín, uno de los más letales, según fuentes de la OPAQ).
1 de marzo de 2014 para contenedores que contenían previamente gas mostaza.
15 de marzo de 2014 para la destrucción de todas las instalaciones de producción de armas químicas.

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