Erdogan convierte el referéndum presidencial también en una consulta sobre Europa
El Ejecutivo turco, que en el último año se ha acercado a Rusia, acusa a la UE de inmiscuirse en su política interna
Andrés Mourenza
Estambul, El País
La Unión Europea ha estado muy presente en la campaña del referéndum que este domingo dirimirá si Turquía se convierte en república presidencialista. Pero no porque se debata la integración en el club comunitario –con el que Turquía negocia su adhesión desde 2005 en un proceso moribundo desde hace años-, sino como argumento para descalificar a los rivales. El presidente, Recep Tayyip Erdogan, ha asegurado este sábado, en el cierre de la campaña electoral, que de ganar el sí se allanaría el camino para reintroducir la pena de muerte y volvió a criticar a la Unión Europea. "Este domingo es el día en que nuestro pueblo va a dar una lección a aquellos países europeos que querían intimidarnos", ha afirmado en un mitin en Estambul.
Los europeos “han visto lo que este sistema (presidencialista) traerá a Turquía. Han visto que Turquía está creciendo, está dando un salto adelante. Y eso les vuelve locos”, dijo Erdogan en un mitin en la ciudad de Esmirna el pasado domingo: “Tras el (referéndum del) 16 de abril pagarán por lo que han hecho”. El líder turco ha buscado transformar el referéndum en una suerte guerra de la independencia en la que los patriotas turcos luchan contra las conspiraciones tramadas por las potencias occidentales. Así lo cree también Ibrahim Karagül, columnista estrella del diario progubernamental Yeni Safak: “No se trata de una cuestión de política interna, sino de una lucha histórica contra aquellos que quieren hundir nuestro país. Una lucha por convertir este país en una fuerza global y para liberarnos de los vestigios del colonialismo del siglo XX”.
Pero, ¿por qué esta vehemencia contra la UE por parte de un gobierno que, hace no mucho, hacía de la adhesión europea una de sus principales promesas políticas? “Es un modo de atraerse el voto nacionalista. Erdogan está haciendo todo lo posible para que gane el sí en el referéndum y ha utilizado su enfrentamiento con Europa para ganar uno o dos puntos porcentuales”, sostiene Faruk Sen, director de la Fundación de Estudios sobre Turquía y Europa, entrevistado por EL PAÍS. Sin embargo, no cabe dudad de que se ha producido un cambio de eje estratégico en las relaciones exteriores del Gobierno turco: “Tras años de crecimiento y reformas positivas, Erdogan inició en 2013 una política dura contra la oposición que le labró muy mala imagen exterior. Eso, unido a una serie de malas decisiones diplomáticas, como inmiscuirse en la guerra de Siria, ha provocado malas relaciones con nuestros vecinos”.
Pese a presidir un país miembro de la OTAN, durante el último años Erdogan ha vuelto sus ojos hacia la Rusia de Vladimir Putin, un país al que ve como un aliado más cómodo pues no crítica sus decisiones de política interna. Sin embargo, hay varias cuestiones que aún separan a Moscú y Ankara, la primera de ella que ambos sostienen a bandos enfrentados en la guerra de Siria. No en vano, el Gobierno turco fue uno de los primeros en aplaudir el reciente ataque estadounidense a la base aérea siria de Shayrat. Rusia tampoco termina de fiarse de Turquía pues no olvida los meses de tensiones que siguieron al derribo de un caza ruso por las Fuerzas Aéreas turcas en noviembre de 2015 tras lo cual Erdogan llamaba a la OTAN a impedir que el mar Negro se convierta “en un lago ruso”. “La alianza entre Turquía y Rusia es frágil porque hay muchos temas que los enfrentan. Moscú, de hecho, aún no ha levantado todas las sanciones decretadas contra Turquía y los turcos, que son muy dependientes del gas ruso, están buscando fuentes de suministro alternativas en Catar y el Mediterráneo Oriental”, apunta Felix Schmidt, de la Fundación Friedrich Ebert.
No pocos en Ankara han puesto sus esperanzas también en la Administración Trump, confiados en que, al contrario que Obama –al que acusan de los desastres en Oriente Medio e incluso de estar tras el intento de golpe de Estado del pasado 15 de julio-, se adecuará a las líneas de actuación turcas en la región. Pero hay pocos signos de que el nuevo inquilino de la Casa Blanca vaya a modificar de cabo a rabo la estrategia heredada de su antecesor y deje de apoyar a las milicias kurdas en Siria o deporte al archienemigo de Erdogan residente en Pensilvania: el clérigo Fetulá Gülen. “Si nos acercamos a Rusia, sufrimos problemas por parte de EE UU, si nos acercamos a EEUU, los problemas vienen de Rusia”, lamenta el experto en seguridad y estrategia Ibrahim Çevik en declaraciones a EL PAÍS. La cuestión es que el conflicto entre grandes potencias por defender sus intereses en Oriente Próximo “afecta directamente a la seguridad de Turquía” y eso ha provocado que la población y las autoridades turcas vean con recelo cualquier movimiento extranjero.
El gran interrogante es si, tras el referéndum, las aguas volverán a su cauce. Desde luego, durante sus 15 años al frente de Turquía Erdogan ha hecho gala de un gran pragmatismo, cambiando de alianzas cuando le convenía y convenciendo a su pueblo de la necesidad de hacerlo sin que apenas rechistara por ello. “Hay mucha desconfianza hacia Europa en Ankara porque Bruselas ha cometido algunos errores, como las múltiples promesas hechas durante el proceso de adhesión que no han sido cumplidas, pero en el Gobierno turco muchos ministros son conscientes de que, dada la dependencia mutua, romper los lazos con la UE sería un desastre”, explica Schmidt a EL PAÍS. Los países comunitarios suman el 50 % del comercio exterior turco y son el origen de más de la mitad de los turistas que pasan sus vacaciones en Turquía; Holanda y Alemania, dos países con los que se han producido tensiones, son desde hace años los mayores inversores en Turquía.
Por eso Schmidt cree que Ankara buscará normalizar sus relaciones con la UE una vez Erdogan obtenga su deseado sistema presidencialista. Otra cosa es si gana el no: “Entonces quizás el Gobierno acuse a la UE de haber interferido en la campaña y las relaciones se resientan”. La toma de posición de dirigentes europeos, las portadas de diarios europeos pidiendo a los turcos votar no y el que se haya prohibido actos a ministros turcos en Europa mientras se permitían otros de simpatizantes del grupo armado kurdo PKK en los que se pedía el voto contra Erdogan han enfurecido a muchos en Turquía. “Esto solo ayuda a aquellos que ven una mano extranjera interfiriendo en la política turca”, escribe la columnista Nuray Mert.
Andrés Mourenza
Estambul, El País
La Unión Europea ha estado muy presente en la campaña del referéndum que este domingo dirimirá si Turquía se convierte en república presidencialista. Pero no porque se debata la integración en el club comunitario –con el que Turquía negocia su adhesión desde 2005 en un proceso moribundo desde hace años-, sino como argumento para descalificar a los rivales. El presidente, Recep Tayyip Erdogan, ha asegurado este sábado, en el cierre de la campaña electoral, que de ganar el sí se allanaría el camino para reintroducir la pena de muerte y volvió a criticar a la Unión Europea. "Este domingo es el día en que nuestro pueblo va a dar una lección a aquellos países europeos que querían intimidarnos", ha afirmado en un mitin en Estambul.
Los europeos “han visto lo que este sistema (presidencialista) traerá a Turquía. Han visto que Turquía está creciendo, está dando un salto adelante. Y eso les vuelve locos”, dijo Erdogan en un mitin en la ciudad de Esmirna el pasado domingo: “Tras el (referéndum del) 16 de abril pagarán por lo que han hecho”. El líder turco ha buscado transformar el referéndum en una suerte guerra de la independencia en la que los patriotas turcos luchan contra las conspiraciones tramadas por las potencias occidentales. Así lo cree también Ibrahim Karagül, columnista estrella del diario progubernamental Yeni Safak: “No se trata de una cuestión de política interna, sino de una lucha histórica contra aquellos que quieren hundir nuestro país. Una lucha por convertir este país en una fuerza global y para liberarnos de los vestigios del colonialismo del siglo XX”.
Pero, ¿por qué esta vehemencia contra la UE por parte de un gobierno que, hace no mucho, hacía de la adhesión europea una de sus principales promesas políticas? “Es un modo de atraerse el voto nacionalista. Erdogan está haciendo todo lo posible para que gane el sí en el referéndum y ha utilizado su enfrentamiento con Europa para ganar uno o dos puntos porcentuales”, sostiene Faruk Sen, director de la Fundación de Estudios sobre Turquía y Europa, entrevistado por EL PAÍS. Sin embargo, no cabe dudad de que se ha producido un cambio de eje estratégico en las relaciones exteriores del Gobierno turco: “Tras años de crecimiento y reformas positivas, Erdogan inició en 2013 una política dura contra la oposición que le labró muy mala imagen exterior. Eso, unido a una serie de malas decisiones diplomáticas, como inmiscuirse en la guerra de Siria, ha provocado malas relaciones con nuestros vecinos”.
Pese a presidir un país miembro de la OTAN, durante el último años Erdogan ha vuelto sus ojos hacia la Rusia de Vladimir Putin, un país al que ve como un aliado más cómodo pues no crítica sus decisiones de política interna. Sin embargo, hay varias cuestiones que aún separan a Moscú y Ankara, la primera de ella que ambos sostienen a bandos enfrentados en la guerra de Siria. No en vano, el Gobierno turco fue uno de los primeros en aplaudir el reciente ataque estadounidense a la base aérea siria de Shayrat. Rusia tampoco termina de fiarse de Turquía pues no olvida los meses de tensiones que siguieron al derribo de un caza ruso por las Fuerzas Aéreas turcas en noviembre de 2015 tras lo cual Erdogan llamaba a la OTAN a impedir que el mar Negro se convierta “en un lago ruso”. “La alianza entre Turquía y Rusia es frágil porque hay muchos temas que los enfrentan. Moscú, de hecho, aún no ha levantado todas las sanciones decretadas contra Turquía y los turcos, que son muy dependientes del gas ruso, están buscando fuentes de suministro alternativas en Catar y el Mediterráneo Oriental”, apunta Felix Schmidt, de la Fundación Friedrich Ebert.
No pocos en Ankara han puesto sus esperanzas también en la Administración Trump, confiados en que, al contrario que Obama –al que acusan de los desastres en Oriente Medio e incluso de estar tras el intento de golpe de Estado del pasado 15 de julio-, se adecuará a las líneas de actuación turcas en la región. Pero hay pocos signos de que el nuevo inquilino de la Casa Blanca vaya a modificar de cabo a rabo la estrategia heredada de su antecesor y deje de apoyar a las milicias kurdas en Siria o deporte al archienemigo de Erdogan residente en Pensilvania: el clérigo Fetulá Gülen. “Si nos acercamos a Rusia, sufrimos problemas por parte de EE UU, si nos acercamos a EEUU, los problemas vienen de Rusia”, lamenta el experto en seguridad y estrategia Ibrahim Çevik en declaraciones a EL PAÍS. La cuestión es que el conflicto entre grandes potencias por defender sus intereses en Oriente Próximo “afecta directamente a la seguridad de Turquía” y eso ha provocado que la población y las autoridades turcas vean con recelo cualquier movimiento extranjero.
El gran interrogante es si, tras el referéndum, las aguas volverán a su cauce. Desde luego, durante sus 15 años al frente de Turquía Erdogan ha hecho gala de un gran pragmatismo, cambiando de alianzas cuando le convenía y convenciendo a su pueblo de la necesidad de hacerlo sin que apenas rechistara por ello. “Hay mucha desconfianza hacia Europa en Ankara porque Bruselas ha cometido algunos errores, como las múltiples promesas hechas durante el proceso de adhesión que no han sido cumplidas, pero en el Gobierno turco muchos ministros son conscientes de que, dada la dependencia mutua, romper los lazos con la UE sería un desastre”, explica Schmidt a EL PAÍS. Los países comunitarios suman el 50 % del comercio exterior turco y son el origen de más de la mitad de los turistas que pasan sus vacaciones en Turquía; Holanda y Alemania, dos países con los que se han producido tensiones, son desde hace años los mayores inversores en Turquía.
Por eso Schmidt cree que Ankara buscará normalizar sus relaciones con la UE una vez Erdogan obtenga su deseado sistema presidencialista. Otra cosa es si gana el no: “Entonces quizás el Gobierno acuse a la UE de haber interferido en la campaña y las relaciones se resientan”. La toma de posición de dirigentes europeos, las portadas de diarios europeos pidiendo a los turcos votar no y el que se haya prohibido actos a ministros turcos en Europa mientras se permitían otros de simpatizantes del grupo armado kurdo PKK en los que se pedía el voto contra Erdogan han enfurecido a muchos en Turquía. “Esto solo ayuda a aquellos que ven una mano extranjera interfiriendo en la política turca”, escribe la columnista Nuray Mert.