El sigiloso retorno del Caimán
Silvio Berlusconi, muy pendiente de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo sobre su inhabilitación, empieza a moverse para volver a la política
Daniel Verdú
Roma, El País
Fue justo hace una semana, cuando se celebraba el Congreso del Partido Popular Europeo en Malta. Silvio Berlusconi llegó a su manera, sin querer hacer declaraciones, pero buscando al mismo tiempo los micrófonos. Y ahí, cuando le preguntaron por su situación, recurrió al mismo discurso que lleva esgrimiendo en estos últimos meses: el Tribunal de Estrasburgo hará justicia con su caso. De este modo, marcó agenda y de paso recordó a lo que había venido.
Silvio Berlusconi, inhabilitado desde 2013 por delitos de evasión fiscal y cumplidos ya los 80 años, vive obsesionado con la fecha de esa sentencia, prevista para finales de año. Para volver al ruedo político o para influir desde fuera, como hacen ahora mismo otras figuras como Beppe Grillo o Renzi, en un momento crucial para Italia. Así que, hace una semana y ayudado por su cercanía con el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani (Forza Italia), aterrizó en la reunión de sus colegas del PPE, donde pudo vender su nueva versión: un centroderecha capaz de frenar el auge de los populismos antieuropeos en Italia.
Il Cavaliere siguió los discursos y permaneció sentado cuando se hizo la foto de grupo. Hasta que le llamaron y se resistió un poco, pero terminó subiendo al estrado. Una vez ahí, logró el saludo de la persona a quien, en su día, no solo culpó de su caída política, sino de haberle humillado con la famosa sonrisa que compartió con Nicolas Sarkozy el 25 de octubre de 2011 al ser ambos preguntados en rueda de prensa sobre los ajustes económicos en Italia y la credibilidad que tenía Berlusconi. Aquel trago fue el más amargo de su carrera y terminó de hundirle. Pero seis años después, sabe que su redención pasa por el restablecimiento de las relaciones con la canciller alemana, Angela Merkel. Sobre el estrado, ella le alargó el brazo y le hizo un gesto que, según los periódicos italianos, fue claro: “Luego hablamos”.
Fueron 20 minutos. Suficientes para animar al ex primer ministro italiano, que atraviesa también por problemas empresariales. “Los líderes europeos que he visto están muy contentos de que todavía esté activo, y que gracias a ello Italia se mantenga alejada de la posibilidad del populismo”, aseguró. En plena crisis de la UE y cuando se oyen las primeras voces que hablan de un Italexit, Berlusconi tiene una oportunidad de convertirse en el garante del europeísmo en el sur de Europa.
El Movimiento 5 Estrellas y la Liga Norte —ambos con apuestas claramente contrarias a la línea oficial de la UE— tendrían más del 45% de los votos, según todas las encuestas. Y el PD, en plena campaña de primarias y sin líder todavía, no parece que pueda formar Gobierno por sí mismo. “Él cree que no tenemos suficiente fuerza para frenar el auge de los populismos antieuropeos y que el establishment de la UE, tarde o temprano, necesita otra figura moderada para ejercer de contrapeso”, señala a este periódico un diputado del PD, el partido que gobierna Italia.
Pero rehabilitar a Berlusconi, como todo lo que rodea el universo del presidente de Mediaset, significa adentrarse en una aventura con final incierto. La resaca judicial del esplendor de las fiestas en su mansión de Arcore (a 40 kilómetros de Milán) ha sido muy larga. Ayer comenzaba el proceso en Milán que juzga si durante meses Berlusconi ha gastado hasta 10 millones de euros en el silencio de 13 de las jóvenes mujeres que acudían a sus encuentros privados, popularmente conocidos como bunga bunga.
Esta será la tercera vez que Berlusconi se siente en el banquillo por el caso Ruby, la marroquí que tenía 17 años cuando participó en las presuntas fiestas sexuales del ex primer ministro italiano. Por sucesos relacionados con aquella etapa, fue acusado —aunque al poco tiempo absuelto— de prostitución de menores. Por eso Berlusconi sigue siendo incómodo para la clase política europea y, consciente de ello, escoge muy bien sus apariciones públicas. Ayer, en lugar de presentarse al juicio, aplazado para julio, aterrizó en helicóptero en la Feria del Mueble de Milán, se reunió con empresarios y habló con la prensa sobre “la Italia que verdaderamente funciona” y sobre política.
La estrategia, siguiendo la pauta de Malta, consiste en disparar contra el M5S de Beppe Grillo y desacreditar el liderazgo de Matteo Salvini en la Liga Norte. Y puede que de resultados. Pero el caso de Berlusconi, un político de 80 años, inhabilitado por la justicia y con serios achaques del corazón, es también un síntoma evidente del decaimiento de la política italiana y la falta de relevo en el centroderecha. “Si la solución es volver al Caimán [por la película en la que Nanni Moretti parodió a Berlusconi en 2011], y nada es descartable, este país se ha vuelto loco”, concluye el diputado del PD.
Daniel Verdú
Roma, El País
Fue justo hace una semana, cuando se celebraba el Congreso del Partido Popular Europeo en Malta. Silvio Berlusconi llegó a su manera, sin querer hacer declaraciones, pero buscando al mismo tiempo los micrófonos. Y ahí, cuando le preguntaron por su situación, recurrió al mismo discurso que lleva esgrimiendo en estos últimos meses: el Tribunal de Estrasburgo hará justicia con su caso. De este modo, marcó agenda y de paso recordó a lo que había venido.
Silvio Berlusconi, inhabilitado desde 2013 por delitos de evasión fiscal y cumplidos ya los 80 años, vive obsesionado con la fecha de esa sentencia, prevista para finales de año. Para volver al ruedo político o para influir desde fuera, como hacen ahora mismo otras figuras como Beppe Grillo o Renzi, en un momento crucial para Italia. Así que, hace una semana y ayudado por su cercanía con el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani (Forza Italia), aterrizó en la reunión de sus colegas del PPE, donde pudo vender su nueva versión: un centroderecha capaz de frenar el auge de los populismos antieuropeos en Italia.
Il Cavaliere siguió los discursos y permaneció sentado cuando se hizo la foto de grupo. Hasta que le llamaron y se resistió un poco, pero terminó subiendo al estrado. Una vez ahí, logró el saludo de la persona a quien, en su día, no solo culpó de su caída política, sino de haberle humillado con la famosa sonrisa que compartió con Nicolas Sarkozy el 25 de octubre de 2011 al ser ambos preguntados en rueda de prensa sobre los ajustes económicos en Italia y la credibilidad que tenía Berlusconi. Aquel trago fue el más amargo de su carrera y terminó de hundirle. Pero seis años después, sabe que su redención pasa por el restablecimiento de las relaciones con la canciller alemana, Angela Merkel. Sobre el estrado, ella le alargó el brazo y le hizo un gesto que, según los periódicos italianos, fue claro: “Luego hablamos”.
Fueron 20 minutos. Suficientes para animar al ex primer ministro italiano, que atraviesa también por problemas empresariales. “Los líderes europeos que he visto están muy contentos de que todavía esté activo, y que gracias a ello Italia se mantenga alejada de la posibilidad del populismo”, aseguró. En plena crisis de la UE y cuando se oyen las primeras voces que hablan de un Italexit, Berlusconi tiene una oportunidad de convertirse en el garante del europeísmo en el sur de Europa.
El Movimiento 5 Estrellas y la Liga Norte —ambos con apuestas claramente contrarias a la línea oficial de la UE— tendrían más del 45% de los votos, según todas las encuestas. Y el PD, en plena campaña de primarias y sin líder todavía, no parece que pueda formar Gobierno por sí mismo. “Él cree que no tenemos suficiente fuerza para frenar el auge de los populismos antieuropeos y que el establishment de la UE, tarde o temprano, necesita otra figura moderada para ejercer de contrapeso”, señala a este periódico un diputado del PD, el partido que gobierna Italia.
Pero rehabilitar a Berlusconi, como todo lo que rodea el universo del presidente de Mediaset, significa adentrarse en una aventura con final incierto. La resaca judicial del esplendor de las fiestas en su mansión de Arcore (a 40 kilómetros de Milán) ha sido muy larga. Ayer comenzaba el proceso en Milán que juzga si durante meses Berlusconi ha gastado hasta 10 millones de euros en el silencio de 13 de las jóvenes mujeres que acudían a sus encuentros privados, popularmente conocidos como bunga bunga.
Esta será la tercera vez que Berlusconi se siente en el banquillo por el caso Ruby, la marroquí que tenía 17 años cuando participó en las presuntas fiestas sexuales del ex primer ministro italiano. Por sucesos relacionados con aquella etapa, fue acusado —aunque al poco tiempo absuelto— de prostitución de menores. Por eso Berlusconi sigue siendo incómodo para la clase política europea y, consciente de ello, escoge muy bien sus apariciones públicas. Ayer, en lugar de presentarse al juicio, aplazado para julio, aterrizó en helicóptero en la Feria del Mueble de Milán, se reunió con empresarios y habló con la prensa sobre “la Italia que verdaderamente funciona” y sobre política.
La estrategia, siguiendo la pauta de Malta, consiste en disparar contra el M5S de Beppe Grillo y desacreditar el liderazgo de Matteo Salvini en la Liga Norte. Y puede que de resultados. Pero el caso de Berlusconi, un político de 80 años, inhabilitado por la justicia y con serios achaques del corazón, es también un síntoma evidente del decaimiento de la política italiana y la falta de relevo en el centroderecha. “Si la solución es volver al Caimán [por la película en la que Nanni Moretti parodió a Berlusconi en 2011], y nada es descartable, este país se ha vuelto loco”, concluye el diputado del PD.