El FMI exige a Europa que adelante los detalles de la reestructuración griega
Lagarde afirma que la recuperación gana terreno pero alerta del proteccionismo
Claudi Pérez
Bruselas, El País
La economía global empieza a sacar la cabeza. También en Europa. Pero el Fondo Monetario Internacional avisa de una nueva hornada de riesgos, básicamente políticos, y alerta de que las tentaciones proteccionistas pueden hacer descarrilar algo más que la recuperación. "Hay buenas noticias: tras seis años decepcionante, la recuperación se afianza", ha asegurado hoy en Bruselas la directora gerente del FMI, la francesa Christine Lagarde. Eso se traducirá en breve en empleos, en mayores ingresos, en más prosperidad: en una especie de "primavera económica", en palabras de Lagarde. Y sin embargo ese tipo de frases van siempre seguidas de un formidable pero: "A la vez hay claros riesgos a la baja: incertidumbre política que afecta al corazón de Europa, las tentaciones proteccionistas y unas condiciones financieras globales más duras que podrían provocar bruscos movimientos de capital desde las economías emergentes a las desarrolladas". La máxima responsable del Fondo advierte de que en Europa hay que seguir alerta por los efectos del Brexit, las elecciones que vienen —Francia en breve e Italia probablemente en unos meses— y el sempiterno lío de Grecia.
Lagarde ha sido tajante respecto al rescate griego, pese a que el FMI sigue sin pronunciarse respecto a si participará en el tercer programa con dinero contante y sonante. "Me encantaría cantar victoria, pero lo más que se puede decir es que en las dos últimas semanas las cosas se están moviendo en la dirección correcta", ha apuntado en un acto organizado por el think tank Bruegel en la deslumbrante biblioteca Solvay. El Eurogrupo alcanzó un principio de acuerdo político la semana pasada. Atenas debe aprobar ahora una vuelta de tuerca de la reforma laboral y legislar para recortar las pensiones en 2019 y subir los impuestos en 2020. Si Grecia cumple, los europeos tienen que liberar ayudas, incluir los bonos griegos en las compras del BCE y, sobre todo, acordar las medidas de reestructuración de deuda para que el FMI se avenga a seguir a bordo. Lagarde ha instado a los socios del euro a acordar en breve "las modalidad específicas" de jubileo de la deuda helénica.
"La reestructuración se hará cuando termine el rescate, en 2018, pero las medidas de reestructuración deben conocerse por adelantado" si Alemania y compañía quieren que el FMI arrime el hombro, ha dicho Lagarde.
El discurso de Lagarde llega apenas unos días antes del inicio de las reuniones de primavera del FMI. En Washington se hablará de Grecia. Pero el FMI lanzará también, a juzgar por las palabras de Lagarde, un mensaje de moderado optimismo, combinado con una advertencia a la nueva Administración de Estados Unidos y su agresiva retórica proteccionista. "Restringir el comercio internacional sería una herida autoinfligida que interrumpiría las cadenas de suministro, dañaría la producción mundial y provocaría inflación".
Entre los riesgos, Lagarde ha destacado una de las obsesiones del Fondo: la elevada deuda pública, que asciende al 108% del PIB global, niveles propios de una posguerra. La máxima ejecutiva del FMI desconfía de las fórmulas mágicas para recortar la deuda a toda velocidad. "El FMI no ve como una opción las reestructuraciones masivas", ha dicho. La receta del Fondo es más aburrida: crecer, con reformas estructurales para mejorar la productividad, e ir limpiando el exceso de deuda con políticas fiscales "sólidas", que en algunos países pasan por usar el margen de maniobra para invertir más.
El FMI vaticinó en enero que el PIB global crecerá el 3,4% este año y el 3,6% en 2018, por encima del 3,1% registrado en 2016. Tres cuartas partes de ese avance se concentran en las economías emergentes, con riesgos por la desaceleración de la economía china y los temidos movimientos de capitales, que aún no han empezado pero podrían provocar fuertes sacudidas si finalmente se sustancian. En Europa la crisis va por barrios, pero los problemas derivados del Brexit, los refugiados y los problemas de seguridad y terrorismo se suman a ciertas debilidades en los bancos de algunos países periféricos. Italia y Portugal son los dos ejemplos más claros, pero la crisis del Banco Popular incluye a España en la lista de potenciales damnificados: "El perfecto saneamiento del sistema financiero en Europa, en particular en varios países del Sur, es un trabajo que aún necesita completarse".
Claudi Pérez
Bruselas, El País
La economía global empieza a sacar la cabeza. También en Europa. Pero el Fondo Monetario Internacional avisa de una nueva hornada de riesgos, básicamente políticos, y alerta de que las tentaciones proteccionistas pueden hacer descarrilar algo más que la recuperación. "Hay buenas noticias: tras seis años decepcionante, la recuperación se afianza", ha asegurado hoy en Bruselas la directora gerente del FMI, la francesa Christine Lagarde. Eso se traducirá en breve en empleos, en mayores ingresos, en más prosperidad: en una especie de "primavera económica", en palabras de Lagarde. Y sin embargo ese tipo de frases van siempre seguidas de un formidable pero: "A la vez hay claros riesgos a la baja: incertidumbre política que afecta al corazón de Europa, las tentaciones proteccionistas y unas condiciones financieras globales más duras que podrían provocar bruscos movimientos de capital desde las economías emergentes a las desarrolladas". La máxima responsable del Fondo advierte de que en Europa hay que seguir alerta por los efectos del Brexit, las elecciones que vienen —Francia en breve e Italia probablemente en unos meses— y el sempiterno lío de Grecia.
Lagarde ha sido tajante respecto al rescate griego, pese a que el FMI sigue sin pronunciarse respecto a si participará en el tercer programa con dinero contante y sonante. "Me encantaría cantar victoria, pero lo más que se puede decir es que en las dos últimas semanas las cosas se están moviendo en la dirección correcta", ha apuntado en un acto organizado por el think tank Bruegel en la deslumbrante biblioteca Solvay. El Eurogrupo alcanzó un principio de acuerdo político la semana pasada. Atenas debe aprobar ahora una vuelta de tuerca de la reforma laboral y legislar para recortar las pensiones en 2019 y subir los impuestos en 2020. Si Grecia cumple, los europeos tienen que liberar ayudas, incluir los bonos griegos en las compras del BCE y, sobre todo, acordar las medidas de reestructuración de deuda para que el FMI se avenga a seguir a bordo. Lagarde ha instado a los socios del euro a acordar en breve "las modalidad específicas" de jubileo de la deuda helénica.
"La reestructuración se hará cuando termine el rescate, en 2018, pero las medidas de reestructuración deben conocerse por adelantado" si Alemania y compañía quieren que el FMI arrime el hombro, ha dicho Lagarde.
El discurso de Lagarde llega apenas unos días antes del inicio de las reuniones de primavera del FMI. En Washington se hablará de Grecia. Pero el FMI lanzará también, a juzgar por las palabras de Lagarde, un mensaje de moderado optimismo, combinado con una advertencia a la nueva Administración de Estados Unidos y su agresiva retórica proteccionista. "Restringir el comercio internacional sería una herida autoinfligida que interrumpiría las cadenas de suministro, dañaría la producción mundial y provocaría inflación".
Entre los riesgos, Lagarde ha destacado una de las obsesiones del Fondo: la elevada deuda pública, que asciende al 108% del PIB global, niveles propios de una posguerra. La máxima ejecutiva del FMI desconfía de las fórmulas mágicas para recortar la deuda a toda velocidad. "El FMI no ve como una opción las reestructuraciones masivas", ha dicho. La receta del Fondo es más aburrida: crecer, con reformas estructurales para mejorar la productividad, e ir limpiando el exceso de deuda con políticas fiscales "sólidas", que en algunos países pasan por usar el margen de maniobra para invertir más.
El FMI vaticinó en enero que el PIB global crecerá el 3,4% este año y el 3,6% en 2018, por encima del 3,1% registrado en 2016. Tres cuartas partes de ese avance se concentran en las economías emergentes, con riesgos por la desaceleración de la economía china y los temidos movimientos de capitales, que aún no han empezado pero podrían provocar fuertes sacudidas si finalmente se sustancian. En Europa la crisis va por barrios, pero los problemas derivados del Brexit, los refugiados y los problemas de seguridad y terrorismo se suman a ciertas debilidades en los bancos de algunos países periféricos. Italia y Portugal son los dos ejemplos más claros, pero la crisis del Banco Popular incluye a España en la lista de potenciales damnificados: "El perfecto saneamiento del sistema financiero en Europa, en particular en varios países del Sur, es un trabajo que aún necesita completarse".