Turquía amenaza a Holanda y acusa a Merkel de apoyar a los terroristas
Ankara suspende las relaciones de alto nivel con La Haya por el veto a sus ministros
Claudi Pérez
Bruselas, El País
Turquía solicitó la adhesión a la UE allá por 1987; desde entonces, la relación Ankara-Bruselas es un formidable imán para todos los problemas. Turquía es esencial para la política migratoria europea y está en negociaciones para entrar en la Unión. Pero el flirteo con Rusia, las reformas antidemocráticas recientes y el último rifirrafe con Holanda, que incluye acusaciones de nazismo, han llevado la tensión a máximos. Bruselas ha reprendido este lunes con suma dureza al Ejecutivo turco. En una escalada diplomática de trazo grueso, Ankara ha amenazado con represalias a Holanda y la UE, y el presidente Recep Tayyip Erdogan ha acusado a Merkel de “apoyar a los terroristas”. El viceprimer ministro turco, Numan Kurtulmus, ha anunciado la suspensión de las relaciones oficiales con Holanda a nivel ministerial.
“La UE es un geriátrico en estado cuasi comatoso. Nuestras relaciones están a punto de alcanzar un punto de no retorno”, decía un vociferante Erdogan en 2011 ante el portazo europeo a su candidatura de adhesión, que va y viene en función de las circunstancias. Puede que ese punto de no retorno esté más cerca que nunca. Erdogan llamó “nazi” al Gobierno holandés este fin de semana, después de que Holanda negara la entrada a dos de sus ministros para participar en mítines en favor de la reforma constitucional que los turcos votarán en abril, y ayer dio un zarpazo aún más arriba al acusar a la canciller alemana de dar apoyo al terrorismo “de forma abierta”.
Frente a los excesos retóricos del presidente turco, Merkel cerró filas con los holandeses y su círculo calificó de “absurdas” esas acusaciones. Varios socios europeos se han sumado a la prohibición de esos actos protagonizados por ministros turcos. Bruselas también reprendió con suma dureza a Ankara: la Comisión Europea hizo un llamamiento a Erdogan para que evite acciones y declaraciones subidas de tono, que puedan “agravar la situación”. Pero eso es exactamente lo que hizo Erdogan: amenazó con represalias a Holanda, atacó a Alemania y aseguró que revisará el pacto migratorio con Europa.
El viceprimer ministro turco, Numan Kurtulmus,anunció este lunes la suspensión de las relaciones oficiales con Holanda a nivel ministerial, de primeros ministros y de jefes de Estado en represalia por el veto holandés a un acto con dos ministros turcos previsto para el sábado en Róterdam. Kurtulmus explicó que no aceptarán una representación de Holanda en Ankara , por lo que continuará a nivel de encargado de negocios, como hasta ahora. Igualmente, el viceprimer ministro ha indicado el veto a todo vuelo diplomático holandés. Estas medidas estarán en vigor hasta que Holanda "arregle lo que ha hecho". "Espero que estas medidas ayuden a Holanda a dar marcha atrás en sus errores", apuntó Kurtulmus.
Turquía es un avispero desde el golpe fallido de julio del año pasado, que dejó 241 muertos y supuso un punto de inflexión en la historia política reciente del país. Erdogan impuso el Estado de emergencia durante meses. Gobierna a golpe de decreto ley. Ha metido mano en el ejército, la policía, el sistema judicial, la educación, la administración, los medios de comunicación —con el reciente arresto de un periodista alemán— e incluso la comunidad empresarial. Ha despedido a 130.000 personas y ha detenido a más de 90.000, según Amnistía Internacional. Y ha puesto en marcha una reforma constitucional que sustituye la democracia parlamentaria por un régimen presidencialista con tintes autocráticos, según recordó ayer mismo el Consejo de Europa.
Erdogan vive en un estado de excepción permanente, en medio de un nerviosismo por su futuro político que se traslada a sus relaciones con Europa. Consciente de que puede perder el plebiscito —como le pasó al sanguinario Pinochet en 1988—, dejará votar a los emigrantes y de ahí que haya enviado a sus ministros en busca de apoyos por toda Europa. Holanda le cerró las puertas alegando problemas de seguridad, ante la cercanía de sus propias elecciones. La escalada dialéctica no ha cesado desde entonces y ha incluido manifestaciones violentas en Róterdam durante el fin de semana. Pero Alemania, Suecia, Suiza, Bélgica, Dinamarca y Austria tampoco quieren actos públicos relacionados con el referéndum turco.
Todo eso ha sacado de sus casillas a Erdogan, a quien las soflamas nacionalistas y los ataques a Europa le vienen estupendamente de cara al referéndum. Lo mismo ocurre en Holanda, con una dureza que está oscuramente relacionada con el auge de la extrema derecha. En medio de esos cálculos politicoides está Europa: Erdogan amenaza con “revisar” el acuerdo migratorio con la UE, según el ministro de Asuntos Europeos, Ömer Çelik, algo que podría cambiar por completo el escenario electoral continental.
Turquía acoge a dos millones de refugiados turcos. Berlín y Bruselas se avinieron a pactar con el diablo para reducir el flujo de migrantes y lograr así cierta paz electoral en Holanda, Francia y Alemania. Pero Erdogan ha dado en los últimos días la penúltima muestra de que es un socio poco fiable. En los pasillos de Bruselas se habla de “postureo”, tanto en Ámsterdam como en Ankara, pero aún resuenan los “ecos del nazismo” que el presidente turco achacó el domingo al Gobierno holandés de Mark Rutte. Los mapas dicen que el 3% del territorio turco está en Europa: ese porcentaje parece haber empequeñecido en los últimos días.
Claudi Pérez
Bruselas, El País
Turquía solicitó la adhesión a la UE allá por 1987; desde entonces, la relación Ankara-Bruselas es un formidable imán para todos los problemas. Turquía es esencial para la política migratoria europea y está en negociaciones para entrar en la Unión. Pero el flirteo con Rusia, las reformas antidemocráticas recientes y el último rifirrafe con Holanda, que incluye acusaciones de nazismo, han llevado la tensión a máximos. Bruselas ha reprendido este lunes con suma dureza al Ejecutivo turco. En una escalada diplomática de trazo grueso, Ankara ha amenazado con represalias a Holanda y la UE, y el presidente Recep Tayyip Erdogan ha acusado a Merkel de “apoyar a los terroristas”. El viceprimer ministro turco, Numan Kurtulmus, ha anunciado la suspensión de las relaciones oficiales con Holanda a nivel ministerial.
“La UE es un geriátrico en estado cuasi comatoso. Nuestras relaciones están a punto de alcanzar un punto de no retorno”, decía un vociferante Erdogan en 2011 ante el portazo europeo a su candidatura de adhesión, que va y viene en función de las circunstancias. Puede que ese punto de no retorno esté más cerca que nunca. Erdogan llamó “nazi” al Gobierno holandés este fin de semana, después de que Holanda negara la entrada a dos de sus ministros para participar en mítines en favor de la reforma constitucional que los turcos votarán en abril, y ayer dio un zarpazo aún más arriba al acusar a la canciller alemana de dar apoyo al terrorismo “de forma abierta”.
Frente a los excesos retóricos del presidente turco, Merkel cerró filas con los holandeses y su círculo calificó de “absurdas” esas acusaciones. Varios socios europeos se han sumado a la prohibición de esos actos protagonizados por ministros turcos. Bruselas también reprendió con suma dureza a Ankara: la Comisión Europea hizo un llamamiento a Erdogan para que evite acciones y declaraciones subidas de tono, que puedan “agravar la situación”. Pero eso es exactamente lo que hizo Erdogan: amenazó con represalias a Holanda, atacó a Alemania y aseguró que revisará el pacto migratorio con Europa.
El viceprimer ministro turco, Numan Kurtulmus,anunció este lunes la suspensión de las relaciones oficiales con Holanda a nivel ministerial, de primeros ministros y de jefes de Estado en represalia por el veto holandés a un acto con dos ministros turcos previsto para el sábado en Róterdam. Kurtulmus explicó que no aceptarán una representación de Holanda en Ankara , por lo que continuará a nivel de encargado de negocios, como hasta ahora. Igualmente, el viceprimer ministro ha indicado el veto a todo vuelo diplomático holandés. Estas medidas estarán en vigor hasta que Holanda "arregle lo que ha hecho". "Espero que estas medidas ayuden a Holanda a dar marcha atrás en sus errores", apuntó Kurtulmus.
Turquía es un avispero desde el golpe fallido de julio del año pasado, que dejó 241 muertos y supuso un punto de inflexión en la historia política reciente del país. Erdogan impuso el Estado de emergencia durante meses. Gobierna a golpe de decreto ley. Ha metido mano en el ejército, la policía, el sistema judicial, la educación, la administración, los medios de comunicación —con el reciente arresto de un periodista alemán— e incluso la comunidad empresarial. Ha despedido a 130.000 personas y ha detenido a más de 90.000, según Amnistía Internacional. Y ha puesto en marcha una reforma constitucional que sustituye la democracia parlamentaria por un régimen presidencialista con tintes autocráticos, según recordó ayer mismo el Consejo de Europa.
Erdogan vive en un estado de excepción permanente, en medio de un nerviosismo por su futuro político que se traslada a sus relaciones con Europa. Consciente de que puede perder el plebiscito —como le pasó al sanguinario Pinochet en 1988—, dejará votar a los emigrantes y de ahí que haya enviado a sus ministros en busca de apoyos por toda Europa. Holanda le cerró las puertas alegando problemas de seguridad, ante la cercanía de sus propias elecciones. La escalada dialéctica no ha cesado desde entonces y ha incluido manifestaciones violentas en Róterdam durante el fin de semana. Pero Alemania, Suecia, Suiza, Bélgica, Dinamarca y Austria tampoco quieren actos públicos relacionados con el referéndum turco.
Todo eso ha sacado de sus casillas a Erdogan, a quien las soflamas nacionalistas y los ataques a Europa le vienen estupendamente de cara al referéndum. Lo mismo ocurre en Holanda, con una dureza que está oscuramente relacionada con el auge de la extrema derecha. En medio de esos cálculos politicoides está Europa: Erdogan amenaza con “revisar” el acuerdo migratorio con la UE, según el ministro de Asuntos Europeos, Ömer Çelik, algo que podría cambiar por completo el escenario electoral continental.
Turquía acoge a dos millones de refugiados turcos. Berlín y Bruselas se avinieron a pactar con el diablo para reducir el flujo de migrantes y lograr así cierta paz electoral en Holanda, Francia y Alemania. Pero Erdogan ha dado en los últimos días la penúltima muestra de que es un socio poco fiable. En los pasillos de Bruselas se habla de “postureo”, tanto en Ámsterdam como en Ankara, pero aún resuenan los “ecos del nazismo” que el presidente turco achacó el domingo al Gobierno holandés de Mark Rutte. Los mapas dicen que el 3% del territorio turco está en Europa: ese porcentaje parece haber empequeñecido en los últimos días.