Erdogan carga de nuevo contra Holanda resucitando el fantasma de Srebrenica

Un ministro turco abre la puerta a la posibilidad de imponer sanciones económicas, pese a que los Países Bajos son un importante socio comercial

Andrés Mourenza
Estambul, El País
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, dio este martes una muestra más de que, en aras de obtener un buen resultado en el referéndum del próximo abril, no tiene ningún reparo en alimentar la tensión entre su país y Holanda. Por ello sacó a relucir el fantasma de Srebrenica, uno de los recuerdos más bochornosos de la historia reciente de los Países Bajos. Al mismo tiempo, un ministro del Gabinete turco amenazó con imponer sanciones económicas al país de los tulipanes, si bien Turquía depende más de sus relaciones comerciales con Holanda que viceversa.


“Incluso en la guerra hay normas morales. En las guerras no se abre fuego contra los equipos médicos. ¡Quienes son como los holandeses lo harían!”, dijo el mandatario islamista: “A Holanda y a los holandeses los conocemos por la masacre de Srebrenica. Sabemos de su carácter y su forma de ser perversos por como masacraron allí a 8.000 bosniacos”. En realidad, la responsabilidad holandesa en dicha matanza perpetrada por fuerzas serbobosnias en 1995, se circunscribe a la inacción de sus cascos azules a la hora de proteger este enclave musulmán durante las guerras de la antigua Yugoslavia, aunque de ahí se deriva responsabilidad en el crimen, según dictaminó la justicia hace tres años. En respuesta, el primer ministro neerlandés, Mark Rutte, tachó las declaraciones de Erdogan de “inaceptables” y “una repugnante falsedad histórica” y acusó al mandatario turco de continuar alimentando la tensión.

El líder islamista, de hecho, no ha ahorrado adjetivos despectivos y exageraciones hacia el Gobierno holandés, al que ha acusado de “nazi”, “fascista” y “promotor del terrorismo” (mismos calificativos que aplica a Alemania por permitir manifestaciones de simpatizantes del grupo armado kurdo PKK e impedir las de su formación política) e incluso ha llegado a decir que los agentes de policía holandeses estuvieron a punto de “provocar la muerte” de la ministra turca de Familia, Betül Kaya, por mantenerla retenida durante horas cuando el sábado le impidieron acceder al consulado turco de Róterdam.

En realidad, todos estos exabruptos tienen una lectura interna más que exterior, ya que los votos de la comunidad turca en Holanda a favor del Sí en el referéndum que el próximo abril debe decidir la aprobación de una reforma constitucional que dará inmensos poderes al presidente turco se dan casi por garantizados. En las últimas elecciones generales, la formación islamista AKP cosechó más del 60 % de los votos emitidos por turcos de Alemania, Holanda, Bélgica y Francia, los países en que son más numerosos. No en vano, el líder de la oposición turca, el socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu, acusó a los países europeos de estar haciéndole la campaña a Erdogan con sus constantes interferencias en la política del país (un diario suizo y uno austríaco han publicado en sus páginas artículos pidiendo el no, lo que puede tener el efecto contrario en un país tan nacionalista y celoso de su soberanía como Turquía).

Por el momento, el Gobierno de Ankara se ha limitado a tomar represalias políticas contra Holanda, como prohibir el regreso de su embajador en Turquía (que en el momento del inicio de la crisis se encontraba de vacaciones), suspender el permiso a que “vuelos diplomáticos” utilicen el espacio aéreo turco y cortar las “relaciones políticas de alto nivel”. Pero el vice primer ministro y portavoz del Gobierno, Numan Kurtulmus, aseguró este martes que en el futuro “podrían seguirle sanciones económicas”, a menos que el Ejecutivo de La Haya acceda a lo solicitado por Turquía: pedir perdón por lo sucedido y perseguir judicialmente a los agentes de policía responsables de retener a la ministra turca y los diplomáticos que la acompañaban y de reprimir a los manifestantes proturcos.

En un debate en la cadena CNN-Türk, el diplomático jubilado Murat Bilhan, consideraba el lunes que ese tipo de sanciones “tendrían un impacto mínimo en la economía holandesa y Turquía se vería más perjudicada”. La balanza comercial entre ambos países supera los 7.500 millones de dólares anuales (7.050 millones de euros), ligeramente a favor de las exportaciones turcas. Pero mientras para Ankara, Holanda está entre sus primeros 15 socios comerciales, para los neerlandeses, Turquía está cerca del puesto trigésimo. Además, los Países Bajos son uno de los principales países de origen del turismo que visita Turquía, por lo que unas malas relaciones podrían suponer un golpe más para un sector que ya de por sí vive un periodo muy malo. Por el momento, las primeras damnificadas de esta crisis han sido las flores: un vendedor de Estambul explicó a EL PAÍS que los camiones con rosas y otras plantas se están retrasando debido a que en las aduanas los controles se ceban con los camiones procedentes de Holanda.

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