Trump acusa a los medios de estar “fuera de control” y ser deshonestos
El presidente responde con una andanada contra la prensa a las investigaciones sobre sus relaciones con Rusia
Jan Martínez Ahrens
Washington, El País
Le odian. Hablan mal de él. Falsean los hechos. Le implican en sucias tramas con Rusia. Filtran mentiras y las presentan como grandes revelaciones. Donald Trump es una víctima. Un presidente decidido a sacar adelante el desastre que heredó, pero que se enfrenta a diario a una prensa desagradecida y prejuiciada. A medios “fuera de control” y que sintonizan con la falsedad cuando hablan de él. Así se ve a sí mismo el presidente de Estados Unidos y así lo manifestó este jueves en una explosiva conferencia de prensa en la Casa Blanca.
Su comparecencia, fuera de agenda y primera en solitario como presidente, tenía como fin defender los logros de su mandato. Todo aquello que, a su juicio, ha hecho y que no se ha publicitado lo suficiente. El punto de partida no pudo ser más claro. “Heredé un desastre”, dijo. Sobre este arranque citó sus presuntos éxitos económicos y hasta la buena marcha de sus negociaciones internacionales. Pero pronto su discurso derivó hacia la batalla que mantiene con los medios de comunicación. Un sector que su jefe de estrategia, Steve Bannon, ha definido como “principal partido de oposición”.
En el corazón de la pugna, casi tan larga como su carrera presidencial, se ha situado en los últimos días el escándalo de las relaciones de Trump y su equipo con Rusia. El presidente negó todas las acusaciones lanzadas por los medios. “No tengo nada que ver con Rusia”, llegó a decir. Incluso defendió al defenestrado consejero de seguridad nacional, Michael Flynn, de quien sostuvo que su error no fue su embarazosa conversación con el embajador ruso sino no habérsela contado adecuadamente al vicepresidente, Mike Pence. “Flynn hizo su trabajo”, señaló.
A partir de ahí, todo estalló. The Wall Street Journal, The New York Times, The Washington Post, CNN y hasta la BBC fueron objeto de sus invectivas. Desmintió una por una sus exclusivas. Insistió en que habían sido publicadas a sabiendas de que no eran ciertas u omitiendo recoger su versión. “Muchos de los reporteros de nuestra nación ya no cuentan la verdad, muchos de los medios no hablan para la gente, sino en favor de interés ajenos”, afirmó.
En su personal interpretación, acusó a los medios de dejarse manipular en la búsqueda de su botín. “Las filtraciones son ciertas, las noticias son mentira”. Convertida la comparecencia en un cuerpo a cuerpo, no tuvo empacho en reprocharle a la cara a los periodistas presentes su supuesta pérdida de credibilidad. “El público ya no os cree”, le dijo al corresponsal de la CNN Jim Acosta. “El nivel de deshonestidad está fuera de control”, remachó clausurando un enfrentamiento que no tiene trazas de revertir. Un combate de largo aliento donde Trump está jugando a la política. La de convertir en enemigos a los periodistas.
Jan Martínez Ahrens
Washington, El País
Le odian. Hablan mal de él. Falsean los hechos. Le implican en sucias tramas con Rusia. Filtran mentiras y las presentan como grandes revelaciones. Donald Trump es una víctima. Un presidente decidido a sacar adelante el desastre que heredó, pero que se enfrenta a diario a una prensa desagradecida y prejuiciada. A medios “fuera de control” y que sintonizan con la falsedad cuando hablan de él. Así se ve a sí mismo el presidente de Estados Unidos y así lo manifestó este jueves en una explosiva conferencia de prensa en la Casa Blanca.
Su comparecencia, fuera de agenda y primera en solitario como presidente, tenía como fin defender los logros de su mandato. Todo aquello que, a su juicio, ha hecho y que no se ha publicitado lo suficiente. El punto de partida no pudo ser más claro. “Heredé un desastre”, dijo. Sobre este arranque citó sus presuntos éxitos económicos y hasta la buena marcha de sus negociaciones internacionales. Pero pronto su discurso derivó hacia la batalla que mantiene con los medios de comunicación. Un sector que su jefe de estrategia, Steve Bannon, ha definido como “principal partido de oposición”.
En el corazón de la pugna, casi tan larga como su carrera presidencial, se ha situado en los últimos días el escándalo de las relaciones de Trump y su equipo con Rusia. El presidente negó todas las acusaciones lanzadas por los medios. “No tengo nada que ver con Rusia”, llegó a decir. Incluso defendió al defenestrado consejero de seguridad nacional, Michael Flynn, de quien sostuvo que su error no fue su embarazosa conversación con el embajador ruso sino no habérsela contado adecuadamente al vicepresidente, Mike Pence. “Flynn hizo su trabajo”, señaló.
A partir de ahí, todo estalló. The Wall Street Journal, The New York Times, The Washington Post, CNN y hasta la BBC fueron objeto de sus invectivas. Desmintió una por una sus exclusivas. Insistió en que habían sido publicadas a sabiendas de que no eran ciertas u omitiendo recoger su versión. “Muchos de los reporteros de nuestra nación ya no cuentan la verdad, muchos de los medios no hablan para la gente, sino en favor de interés ajenos”, afirmó.
En su personal interpretación, acusó a los medios de dejarse manipular en la búsqueda de su botín. “Las filtraciones son ciertas, las noticias son mentira”. Convertida la comparecencia en un cuerpo a cuerpo, no tuvo empacho en reprocharle a la cara a los periodistas presentes su supuesta pérdida de credibilidad. “El público ya no os cree”, le dijo al corresponsal de la CNN Jim Acosta. “El nivel de deshonestidad está fuera de control”, remachó clausurando un enfrentamiento que no tiene trazas de revertir. Un combate de largo aliento donde Trump está jugando a la política. La de convertir en enemigos a los periodistas.