La campaña francesa cae en el desconcierto de candidatos y programas
A 70 días de las elecciones, el único partido con liderazgo y promesas claras es el ultraderechista Frente Nacional
Carlos Yárnoz
París, El País
La campaña electoral francesa se sumerge en una fase de profunda incertidumbre que invalida todas las previsiones hechas hasta ahora. Los inesperados resultados de las primarias en la derecha y la izquierda, el nepotismo del conservador François Fillon y el sorprendente ascenso del neófito exministro Emmanuel Macron han derivado en una inédita situación. A menos de dos meses y medio de los comicios presidenciales, solo el ultraderechista Frente Nacional tiene claros su programa y su candidata, Marine Le Pen.
“La imaginación al poder”. En un almuerzo con cuatro periodistas, la ministra de Educación y número tres del Gobierno, Najat Vallaud-Belkacem, ha rememorado este martes ese lema de mayo del 68 para describir la cambiante situación. Son estos los principales factores de inestabilidad.
Fillon, el resistente. El favorito hasta hace 20 días se hunde por los irregulares sueldos oficiales a su esposa. Recibido en ocasiones con pancartas y gritos de “Fillon, ladrón” o “Fillon, impostor”, ha tenido que suspender varios actos. Esta semana solo tiene programado uno. Tampoco defiende su programa, que ya ha cambiado varias veces. Como su futuro depende de una inminente decisión judicial —ha dicho que dimitirá si es imputado— y se acumulan pruebas de que el empleo de su esposa fue ficticio, el candidato conservador ha optado por el contraataque. Se considera víctima “de una profunda injusticia” y acusa a la fiscalía de no respetar “la separación de poderes” por investigarle.
Rebelión en la derecha. Alentados por leales al expresidente Nicolas Sarkozy, una veintena de parlamentarios de Los Republicanos ha pedido este martes a François Fillon que se retire. “No se puede hacer campaña. Corremos hacia un desastre anunciado. Estamos ante una situación desastrosa”, ha dicho el diputado sarkozista Georges Fenech, aglutinador de la revuelta. “Hay electores que nos dejan todos los días y lo entiendo”, ha advertido Christian Estrosi, del ala radical del partido. Líderes regionales en ciudades como Limoges o Clermont-Ferrand han puesto inconvenientes para que Fillon vaya a sus feudos.
En una reunión con su grupo parlamentario, Fillon ha respondido con dureza: “La retirada de mi candidatura crearía un problema mayor. No hay alternativa mejor”. “Los electores de la derecha son ambivalentes”, comenta la ministra Belkacem, y pueden votarle pese al caso de corrupción, como ocurre, dice, en otros países europeos.
Macron, sin programa. El exministro es hoy el favorito, según las encuestas. Y lo es pese a que aún se desconoce su programa. “El programa no es el corazón de una campaña”, argumenta. Lo presentará en marzo. Si ganara, Francia se enfrentaría probablemente a un grave problema de gobernabilidad. Emmanuel Macron se instalaría en el Elíseo, pero sería prácticamente imposible que contara con una mayoría parlamentaria. Negocia préstamos bancarios de ocho o nueve millones y dice tener otro tanto de aportaciones particulares.
Macron acusa de injerencia a Moscú
C. Y.
A las revueltas aguas de la campaña se suma el remolino de la supuesta “injerencia de un Estado extranjero decidido a desestabilizar a un candidato que puede ganar”. Ese Estado es Rusia y el candidato, Emmanuel Macron. Lo escribe en Le Monde Richard Ferrand, secretario general del partido del exministro.
Como pruebas, cita que el partido sufre “miles de ciberataques”, muchos desde Ucrania, origen de otras turbulencias electorales en Estados Unidos. Recuerda que Rusia Today o SputnikNews, de propiedad pública, han difundido que a Macron le financia “el rico lobby gay” o que es “un agente americano al servicio del lobby bancario”. Y que Julian Assange declaró a Izvestia que tiene “informaciones interesantes” sobre Macron. Se supone que sobre su vida privada.
La izquierda busca aliados. Benoît Hamon, candidato socialista, mantiene una campaña de bajo perfil. Gasta sus energías en intentar aliarse con otras izquierdas y los verdes. Si no, y hasta ahora no lo está consiguiendo, la izquierda será eliminada en la primera vuelta. Si logra acuerdos, tendrá que ajustar su programa.
En río revuelto, Le Pen. Lidera el partido sin que nadie le haga sombra. El día 6 arrancó su campaña con 144 promesas en el programa. Sus propuestas contra los extranjeros y los musulmanes, la mano dura en seguridad y su plan antieuropeísta apenas han merecido críticas. Y tampoco que, con media docena de casos, Marine Le Pen y su partido sean los que tienen más causas judiciales por corrupción. No dimitirá si es imputada porque se considera “perseguida”.
La debilidad de los demás beneficia a Le Pen. Los sondeos vaticinan que ganará la primera vuelta, pero perderá la segunda. “Le Pen no será elegida nunca”, afirmó la semana pasada en un almuerzo con periodistas el ministro de Economía, Michel Sapin. “Van a perder mucho dinero”, avisó a los inversores que toman posiciones ante un hipotético triunfo de Le Pen. “Su rival ganará con el 60% o 70% de los votos”.
Carlos Yárnoz
París, El País
La campaña electoral francesa se sumerge en una fase de profunda incertidumbre que invalida todas las previsiones hechas hasta ahora. Los inesperados resultados de las primarias en la derecha y la izquierda, el nepotismo del conservador François Fillon y el sorprendente ascenso del neófito exministro Emmanuel Macron han derivado en una inédita situación. A menos de dos meses y medio de los comicios presidenciales, solo el ultraderechista Frente Nacional tiene claros su programa y su candidata, Marine Le Pen.
“La imaginación al poder”. En un almuerzo con cuatro periodistas, la ministra de Educación y número tres del Gobierno, Najat Vallaud-Belkacem, ha rememorado este martes ese lema de mayo del 68 para describir la cambiante situación. Son estos los principales factores de inestabilidad.
Fillon, el resistente. El favorito hasta hace 20 días se hunde por los irregulares sueldos oficiales a su esposa. Recibido en ocasiones con pancartas y gritos de “Fillon, ladrón” o “Fillon, impostor”, ha tenido que suspender varios actos. Esta semana solo tiene programado uno. Tampoco defiende su programa, que ya ha cambiado varias veces. Como su futuro depende de una inminente decisión judicial —ha dicho que dimitirá si es imputado— y se acumulan pruebas de que el empleo de su esposa fue ficticio, el candidato conservador ha optado por el contraataque. Se considera víctima “de una profunda injusticia” y acusa a la fiscalía de no respetar “la separación de poderes” por investigarle.
Rebelión en la derecha. Alentados por leales al expresidente Nicolas Sarkozy, una veintena de parlamentarios de Los Republicanos ha pedido este martes a François Fillon que se retire. “No se puede hacer campaña. Corremos hacia un desastre anunciado. Estamos ante una situación desastrosa”, ha dicho el diputado sarkozista Georges Fenech, aglutinador de la revuelta. “Hay electores que nos dejan todos los días y lo entiendo”, ha advertido Christian Estrosi, del ala radical del partido. Líderes regionales en ciudades como Limoges o Clermont-Ferrand han puesto inconvenientes para que Fillon vaya a sus feudos.
En una reunión con su grupo parlamentario, Fillon ha respondido con dureza: “La retirada de mi candidatura crearía un problema mayor. No hay alternativa mejor”. “Los electores de la derecha son ambivalentes”, comenta la ministra Belkacem, y pueden votarle pese al caso de corrupción, como ocurre, dice, en otros países europeos.
Macron, sin programa. El exministro es hoy el favorito, según las encuestas. Y lo es pese a que aún se desconoce su programa. “El programa no es el corazón de una campaña”, argumenta. Lo presentará en marzo. Si ganara, Francia se enfrentaría probablemente a un grave problema de gobernabilidad. Emmanuel Macron se instalaría en el Elíseo, pero sería prácticamente imposible que contara con una mayoría parlamentaria. Negocia préstamos bancarios de ocho o nueve millones y dice tener otro tanto de aportaciones particulares.
Macron acusa de injerencia a Moscú
C. Y.
A las revueltas aguas de la campaña se suma el remolino de la supuesta “injerencia de un Estado extranjero decidido a desestabilizar a un candidato que puede ganar”. Ese Estado es Rusia y el candidato, Emmanuel Macron. Lo escribe en Le Monde Richard Ferrand, secretario general del partido del exministro.
Como pruebas, cita que el partido sufre “miles de ciberataques”, muchos desde Ucrania, origen de otras turbulencias electorales en Estados Unidos. Recuerda que Rusia Today o SputnikNews, de propiedad pública, han difundido que a Macron le financia “el rico lobby gay” o que es “un agente americano al servicio del lobby bancario”. Y que Julian Assange declaró a Izvestia que tiene “informaciones interesantes” sobre Macron. Se supone que sobre su vida privada.
La izquierda busca aliados. Benoît Hamon, candidato socialista, mantiene una campaña de bajo perfil. Gasta sus energías en intentar aliarse con otras izquierdas y los verdes. Si no, y hasta ahora no lo está consiguiendo, la izquierda será eliminada en la primera vuelta. Si logra acuerdos, tendrá que ajustar su programa.
En río revuelto, Le Pen. Lidera el partido sin que nadie le haga sombra. El día 6 arrancó su campaña con 144 promesas en el programa. Sus propuestas contra los extranjeros y los musulmanes, la mano dura en seguridad y su plan antieuropeísta apenas han merecido críticas. Y tampoco que, con media docena de casos, Marine Le Pen y su partido sean los que tienen más causas judiciales por corrupción. No dimitirá si es imputada porque se considera “perseguida”.
La debilidad de los demás beneficia a Le Pen. Los sondeos vaticinan que ganará la primera vuelta, pero perderá la segunda. “Le Pen no será elegida nunca”, afirmó la semana pasada en un almuerzo con periodistas el ministro de Economía, Michel Sapin. “Van a perder mucho dinero”, avisó a los inversores que toman posiciones ante un hipotético triunfo de Le Pen. “Su rival ganará con el 60% o 70% de los votos”.