Grecia gana tiempo a la espera de un acuerdo definitivo que sigue en el aire
Las instituciones volverán a Atenas la semana próxima, pero la revisión del rescate sigue bloqueada
María Antonia Sánchez-Vallejo
Atenas, El País
El compromiso de mínimos entre Grecia y sus acreedores se ha recibido en Atenas con un suspiro de alivio, aunque en la práctica no signifique más que el regreso de los equipos técnicos para reanudar la segunda revisión del tercer rescate (86.000 millones de euros, tres años), bloqueada desde diciembre, a cambio de la aceptación por el Gobierno griego de medidas adicionales a partir de 2019. Para la mayoría, sin embargo, el pacto no supone más que ganar algo de tiempo.
Grecia ha encajado las conclusiones del Eurogrupo celebrado en Bruselas con una sensación agridulce, o de empate más insatisfactorio para el equipo de casa que para el visitante: frente a ciertas ventajas del compromiso, pesan más las dudas. “Hay tres cosas positivas: primero, que las medidas [adicionales] no se han concretado, aunque no serán de austeridad; segundo, que se introducirán de nuevo los convenios colectivos, por lo que el mercado laboral estará más regulado, y finalmente, que un 1% del superávit primario [el 3,5% del PIB en 2018] se destinará a la creación de empleo y no al pago de la deuda”, explicaba Dimitris Rapidis, asesor de Syriza, el partido en el Gobierno, tras conocerse el compromiso de Bruselas.
“Lo negativo es que el acceso al programa de estímulos del Banco Central Europeo [Quantitative Easing, QE] no será inmediato; que no hay fecha para el cierre de la revisión del rescate, y que sigue sin saberse qué papel va a desempeñar el Fondo Monetario Internacional” en el programa. Es decir, que el FMI bien podría descolgarse de repente con nuevas exigencias cuando todo pareciera encarrilado. “Grecia compra tiempo”, resumía el asesor, sin ocultar que la posibilidad de una convocatoria anticipada de elecciones si no se cierra pronto la revisión del rescate es una opción más sobre la mesa. La conservadora Nueva Democracia saca entre diez y quince puntos de ventaja a Syriza en los sondeos de intención de voto.
Así que el enésimo episodio de la agonía griega podría haberse cerrado en falso, ya que corresponderá al Parlamento, con una minoría gubernamental muy justa (153 escaños de 300), aprobar esas medidas estructurales adicionales para después de 2019, que afectarán al sistema fiscal, el sistema de pensiones y el mercado laboral, y en un contexto sociopolítico que pierde progresivamente el miedo al Grexit: una hipotética salida del país de la eurozona ya no es tabú, como lo era en 2015. Porque, frente al acuerdo de mínimos del Eurogrupo, se alzan realidades más contundentes, como los 21.000 autónomos y pymes cuya actividad ha debido cesar, por culpa de la presión fiscal, en los últimos dos meses, o el 45% de “créditos rojos” (impagados), que atenazan a familias y empresas.
“La sociedad griega ya no puede más, no soportará ninguna otra medida de austeridad, la presión fiscal es asfixiante”, sostiene el analista político Stavros Lygerós. “Estamos en un callejón sin salida, y el acuerdo [del Eurogrupo] no es más que una forma de comprar tiempo muy cara. Estamos atrapados en una muerte lenta”, añade Lygerós. Una de las reformas adicionales que el FMI exige es rebajar la base mínima imponible, actualmente en 8.000 euros, a los 6.000, lo que equivale a “ingresos brutos de 500 euros al mes, imposible vivir con eso”, recalca el analista.
Incertidumbre
Ni la celebración del carnaval, ubicua en cada esquina en forma de guirnaldas y de máscaras, ni la primavera anticipada que disfruta el país logran borrar el cansancio insondable de los rostros o los estragos que siete años de crisis han dejado —y dejan— en la geografía urbana: cada vez más cerrojos y más vallas, más derrumbes, más rendiciones incondicionales tras una agonía infructuosa. Que los equipos técnicos de las instituciones (Comisión Europea, Banco Central Europeo, Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera, MEDE, más la asesoría del Fondo Monetario Internacional) regresen a Atenas a partir del martes próximo no es más que un parche de normalidad hasta el siguiente sobresalto.
“La situación cambia cada día, de la mañana a la noche. La incertidumbre es la tónica general, y eso va en detrimento de la estabilidad económica y política necesaria”, sostiene Nikos Konstandaras, editor de la versión en inglés del diario conservador Kathimerini. “No se trata siquiera de plantearnos grandes conceptos como el default [quiebra] o el Grexit, porque lo insostenible es la economía cotidiana, por ejemplo la deuda privada, casi tan importante como la pública [180% del PIB]. Suben y suben los impuestos, y muchos arrojan la toalla porque simplemente no pueden pagarlos. Es una economía sin atisbo de esperanza. La incertidumbre y la falta de estabilidad son los peores enemigos”. El 28 de febrero, 1,5 millones de autónomos y agricultores deberán pagar el primer tramo de la nueva contribución unificada a la seguridad social. Los impuestos suman, y siguen, pero los ingresos, desde hace demasiados años, solo restan.
María Antonia Sánchez-Vallejo
Atenas, El País
El compromiso de mínimos entre Grecia y sus acreedores se ha recibido en Atenas con un suspiro de alivio, aunque en la práctica no signifique más que el regreso de los equipos técnicos para reanudar la segunda revisión del tercer rescate (86.000 millones de euros, tres años), bloqueada desde diciembre, a cambio de la aceptación por el Gobierno griego de medidas adicionales a partir de 2019. Para la mayoría, sin embargo, el pacto no supone más que ganar algo de tiempo.
Grecia ha encajado las conclusiones del Eurogrupo celebrado en Bruselas con una sensación agridulce, o de empate más insatisfactorio para el equipo de casa que para el visitante: frente a ciertas ventajas del compromiso, pesan más las dudas. “Hay tres cosas positivas: primero, que las medidas [adicionales] no se han concretado, aunque no serán de austeridad; segundo, que se introducirán de nuevo los convenios colectivos, por lo que el mercado laboral estará más regulado, y finalmente, que un 1% del superávit primario [el 3,5% del PIB en 2018] se destinará a la creación de empleo y no al pago de la deuda”, explicaba Dimitris Rapidis, asesor de Syriza, el partido en el Gobierno, tras conocerse el compromiso de Bruselas.
“Lo negativo es que el acceso al programa de estímulos del Banco Central Europeo [Quantitative Easing, QE] no será inmediato; que no hay fecha para el cierre de la revisión del rescate, y que sigue sin saberse qué papel va a desempeñar el Fondo Monetario Internacional” en el programa. Es decir, que el FMI bien podría descolgarse de repente con nuevas exigencias cuando todo pareciera encarrilado. “Grecia compra tiempo”, resumía el asesor, sin ocultar que la posibilidad de una convocatoria anticipada de elecciones si no se cierra pronto la revisión del rescate es una opción más sobre la mesa. La conservadora Nueva Democracia saca entre diez y quince puntos de ventaja a Syriza en los sondeos de intención de voto.
Así que el enésimo episodio de la agonía griega podría haberse cerrado en falso, ya que corresponderá al Parlamento, con una minoría gubernamental muy justa (153 escaños de 300), aprobar esas medidas estructurales adicionales para después de 2019, que afectarán al sistema fiscal, el sistema de pensiones y el mercado laboral, y en un contexto sociopolítico que pierde progresivamente el miedo al Grexit: una hipotética salida del país de la eurozona ya no es tabú, como lo era en 2015. Porque, frente al acuerdo de mínimos del Eurogrupo, se alzan realidades más contundentes, como los 21.000 autónomos y pymes cuya actividad ha debido cesar, por culpa de la presión fiscal, en los últimos dos meses, o el 45% de “créditos rojos” (impagados), que atenazan a familias y empresas.
“La sociedad griega ya no puede más, no soportará ninguna otra medida de austeridad, la presión fiscal es asfixiante”, sostiene el analista político Stavros Lygerós. “Estamos en un callejón sin salida, y el acuerdo [del Eurogrupo] no es más que una forma de comprar tiempo muy cara. Estamos atrapados en una muerte lenta”, añade Lygerós. Una de las reformas adicionales que el FMI exige es rebajar la base mínima imponible, actualmente en 8.000 euros, a los 6.000, lo que equivale a “ingresos brutos de 500 euros al mes, imposible vivir con eso”, recalca el analista.
Incertidumbre
Ni la celebración del carnaval, ubicua en cada esquina en forma de guirnaldas y de máscaras, ni la primavera anticipada que disfruta el país logran borrar el cansancio insondable de los rostros o los estragos que siete años de crisis han dejado —y dejan— en la geografía urbana: cada vez más cerrojos y más vallas, más derrumbes, más rendiciones incondicionales tras una agonía infructuosa. Que los equipos técnicos de las instituciones (Comisión Europea, Banco Central Europeo, Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera, MEDE, más la asesoría del Fondo Monetario Internacional) regresen a Atenas a partir del martes próximo no es más que un parche de normalidad hasta el siguiente sobresalto.
“La situación cambia cada día, de la mañana a la noche. La incertidumbre es la tónica general, y eso va en detrimento de la estabilidad económica y política necesaria”, sostiene Nikos Konstandaras, editor de la versión en inglés del diario conservador Kathimerini. “No se trata siquiera de plantearnos grandes conceptos como el default [quiebra] o el Grexit, porque lo insostenible es la economía cotidiana, por ejemplo la deuda privada, casi tan importante como la pública [180% del PIB]. Suben y suben los impuestos, y muchos arrojan la toalla porque simplemente no pueden pagarlos. Es una economía sin atisbo de esperanza. La incertidumbre y la falta de estabilidad son los peores enemigos”. El 28 de febrero, 1,5 millones de autónomos y agricultores deberán pagar el primer tramo de la nueva contribución unificada a la seguridad social. Los impuestos suman, y siguen, pero los ingresos, desde hace demasiados años, solo restan.