Theresa May confirma que el ‘Brexit’ dejará a Reino Unido fuera del mercado único
La primera ministra asegura que someterá a la votación del Parlamento el acuerdo final
Pablo Guimón
Londres, El País
Por si quedaba alguna duda, habrá un Brexit duro. Reino Unido estará fuera del mercado común, porque esa es la condición para recuperar el control de sus fronteras. Nada de estar “mitad dentro, mitad fuera”, nada “de retener pedazos de la membresía en el proceso de salida”. El Gobierno de Theresa May buscará un “nuevo y ambicioso acuerdo de libre comercio” con el bloque, una vez lo abandone completamente. Así lo anunció este martes la primera ministra en un discurso, llamado a definir las relaciones futuras de Reino Unido con sus vecinos europeos, en el que señaló sus prioridades de cara a la negociación de la ruptura.
Reino Unido perseguirá una salida completa de la UE, cuatro décadas después de su integración en el continente, que le garantice el control pleno sobre sus fronteras y la salida de la jurisdicción del Tribunal de Justicia Europeo. May aseguró que el país estará fuera del mercado único y también de la unión aduanera, en su formulación actual, aunque perseguirá “un acuerdo aduanero con la UE” que elimine en lo posible “las fricciones” al libre comercio y le permita “negociar sus propios tratados con terceros países”. La primera ministra se alinea así, definitivamente, con el sector más euroescéptico de su Gobierno, aún a costa de incumplir el programa electoral con el que los conservadores ganaron las elecciones de 2015. “Somos claros con lo que queremos de Europa. Decimos sí al mercado único”, rezaba la última hoja de ruta con la que los tories acudieron a las urnas.
A dos meses y medio del vencimiento del plazo que se autoimpuso para empezar el proceso de negociación, y una semana antes de que la Justicia británica se pronuncie en segunda instancia sobre la necesidad de que el Parlamento apruebe el Brexit, la primera ministra quiso ir aún más lejos: el acuerdo de salida, al final del proceso de dos años que abre el artículo 50 del Tratado de la UE, “se someterá a votación en las dos cámaras legislativas”.
No aclaró qué sucederá si el Parlamento rechaza el acuerdo, pero desde Downing Street se quiso dejar claro que los legisladores no podrán detener el proceso de ruptura con la UE. Eso significa que un rechazo del plan en las cámaras podría no ser vinculante o que precipitaría a Reino Unido a acogerse las más gravosas tarifas y normas de la Organización Mundial del Comercio. “Para Reino Unido, que no haya acuerdo es preferible a que haya uno malo”, resumió May, sugiriendo que el país está dispuesto a abandonar la UE sin una ruta de salida.
“Reino Unido quiere seguir siendo un buen amigo y un buen vecino para Europa, pero sé que hay voces que reclaman un acuerdo punitivo que desanime a otros países de seguir nuestro camino”, señaló May. Un castigo a Reino Unido para prevenir un efecto contagio sería, en palabras de la primera ministra, “un calamitoso acto de autolesión” para la UE. En ese caso, amenazó May, en línea con las advertencias formuladas el fin de semana por su ministro de Economía, Reino Unido estaría dispuesto a convertirse en una especie de paraíso fiscal para atraer empresas e inversiones. “Tendremos libertad para establecer tipos impositivos competitivos y adoptar políticas que atraigan a las mejores compañías y los mayores inversores”, advirtió. “Si se nos excluye del acceso al mercado único, seremos libres para cambiar las bases del modelo económico británico”.
Entre las 12 prioridades que guiarán la negociación del Gobierno británico, se encuentra la de garantizar los derechos de los nacionales de otros países de la UE que viven en Reino Unido, así como los de los británicos residentes en otros países del bloque. El interés del Gobierno británico y de sus socios europeos, añadió, es “resolver este reto lo antes posible”.
May se explayó en el espinoso tema de la inmigración, aunque no concretó las bases de su futuro modelo migratorio. “Continuaremos atrayendo a los mejores y más brillantes a trabajar y estudiar en Reino Unido”, dijo, “pero recuperaremos el control del número de personas que vienen al país desde la UE”.
La intención de May es negociar simultáneamente la salida y la nueva relación comercial en el plazo de dos años que abre el artículo 50. Una posibilidad que muchos expertos ven imposible, entre ellos destacadas voces de la City, que reclaman un acuerdo transitorio que rija el comercio desde la salida de la UE hasta la conclusión del nuevo acuerdo. “A nadie le interesa precipitar a las empresas por un precipicio ni amenazar la estabilidad”, reconoció May, “pero eso ni quiere decir que perseguiremos un estatus transitorio ilimitado en el que nos encontremos en un permanente purgatorio político”. La comparecencia de May fue recibida con una subida de la libra, que los expertos explican como consecuencia de las severas caídas registradas el lunes tras la publicación durante el fin de semana de extractos del discurso.
May descartó también, cerrando la puerta que dejó abierta el canciller del Exchequer en diciembre, continuar aportando económicamente a las arcas de la UE. “Los días de contribuir anualmente al presupuesto europeo van a terminar”, sentenció. Aunque, en el turno de preguntas, matizó que el Gobierno podría contribuir en determinados programas concretos.
Quiso la primera ministra dotar a su discurso de un tono conciliador, reconociendo incluso que Reino Unido ha sido en ocasiones un socio “incómodo” en la UE. Distanciándose de las declaraciones recientes del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, May dejó claro que un eventual fracaso de la UE “no favorecería los intereses de Reino Unido”.
“Dejamos la UE, pero no Europa”, aclaró la primera ministra, “y abandonar la UE no significa rechazar los valores europeos”. Pero pidió colaboración a Bruselas y apuntó que la inflexibilidad que mostraron los otros 27 miembros en la negociación de un nuevo acuerdo para el país con su predecesor, David Cameron, fue determinante a la hora de que los británicos decidieran abandonar la UE en el referéndum del pasado mes de junio. May insistió en que el resultado de aquella consulta es irreversible y que, en ese momento histórico, los británicos eligieron “construir un Reino Unido verdaderamente global”.
Pablo Guimón
Londres, El País
Por si quedaba alguna duda, habrá un Brexit duro. Reino Unido estará fuera del mercado común, porque esa es la condición para recuperar el control de sus fronteras. Nada de estar “mitad dentro, mitad fuera”, nada “de retener pedazos de la membresía en el proceso de salida”. El Gobierno de Theresa May buscará un “nuevo y ambicioso acuerdo de libre comercio” con el bloque, una vez lo abandone completamente. Así lo anunció este martes la primera ministra en un discurso, llamado a definir las relaciones futuras de Reino Unido con sus vecinos europeos, en el que señaló sus prioridades de cara a la negociación de la ruptura.
Reino Unido perseguirá una salida completa de la UE, cuatro décadas después de su integración en el continente, que le garantice el control pleno sobre sus fronteras y la salida de la jurisdicción del Tribunal de Justicia Europeo. May aseguró que el país estará fuera del mercado único y también de la unión aduanera, en su formulación actual, aunque perseguirá “un acuerdo aduanero con la UE” que elimine en lo posible “las fricciones” al libre comercio y le permita “negociar sus propios tratados con terceros países”. La primera ministra se alinea así, definitivamente, con el sector más euroescéptico de su Gobierno, aún a costa de incumplir el programa electoral con el que los conservadores ganaron las elecciones de 2015. “Somos claros con lo que queremos de Europa. Decimos sí al mercado único”, rezaba la última hoja de ruta con la que los tories acudieron a las urnas.
A dos meses y medio del vencimiento del plazo que se autoimpuso para empezar el proceso de negociación, y una semana antes de que la Justicia británica se pronuncie en segunda instancia sobre la necesidad de que el Parlamento apruebe el Brexit, la primera ministra quiso ir aún más lejos: el acuerdo de salida, al final del proceso de dos años que abre el artículo 50 del Tratado de la UE, “se someterá a votación en las dos cámaras legislativas”.
No aclaró qué sucederá si el Parlamento rechaza el acuerdo, pero desde Downing Street se quiso dejar claro que los legisladores no podrán detener el proceso de ruptura con la UE. Eso significa que un rechazo del plan en las cámaras podría no ser vinculante o que precipitaría a Reino Unido a acogerse las más gravosas tarifas y normas de la Organización Mundial del Comercio. “Para Reino Unido, que no haya acuerdo es preferible a que haya uno malo”, resumió May, sugiriendo que el país está dispuesto a abandonar la UE sin una ruta de salida.
“Reino Unido quiere seguir siendo un buen amigo y un buen vecino para Europa, pero sé que hay voces que reclaman un acuerdo punitivo que desanime a otros países de seguir nuestro camino”, señaló May. Un castigo a Reino Unido para prevenir un efecto contagio sería, en palabras de la primera ministra, “un calamitoso acto de autolesión” para la UE. En ese caso, amenazó May, en línea con las advertencias formuladas el fin de semana por su ministro de Economía, Reino Unido estaría dispuesto a convertirse en una especie de paraíso fiscal para atraer empresas e inversiones. “Tendremos libertad para establecer tipos impositivos competitivos y adoptar políticas que atraigan a las mejores compañías y los mayores inversores”, advirtió. “Si se nos excluye del acceso al mercado único, seremos libres para cambiar las bases del modelo económico británico”.
Entre las 12 prioridades que guiarán la negociación del Gobierno británico, se encuentra la de garantizar los derechos de los nacionales de otros países de la UE que viven en Reino Unido, así como los de los británicos residentes en otros países del bloque. El interés del Gobierno británico y de sus socios europeos, añadió, es “resolver este reto lo antes posible”.
May se explayó en el espinoso tema de la inmigración, aunque no concretó las bases de su futuro modelo migratorio. “Continuaremos atrayendo a los mejores y más brillantes a trabajar y estudiar en Reino Unido”, dijo, “pero recuperaremos el control del número de personas que vienen al país desde la UE”.
La intención de May es negociar simultáneamente la salida y la nueva relación comercial en el plazo de dos años que abre el artículo 50. Una posibilidad que muchos expertos ven imposible, entre ellos destacadas voces de la City, que reclaman un acuerdo transitorio que rija el comercio desde la salida de la UE hasta la conclusión del nuevo acuerdo. “A nadie le interesa precipitar a las empresas por un precipicio ni amenazar la estabilidad”, reconoció May, “pero eso ni quiere decir que perseguiremos un estatus transitorio ilimitado en el que nos encontremos en un permanente purgatorio político”. La comparecencia de May fue recibida con una subida de la libra, que los expertos explican como consecuencia de las severas caídas registradas el lunes tras la publicación durante el fin de semana de extractos del discurso.
May descartó también, cerrando la puerta que dejó abierta el canciller del Exchequer en diciembre, continuar aportando económicamente a las arcas de la UE. “Los días de contribuir anualmente al presupuesto europeo van a terminar”, sentenció. Aunque, en el turno de preguntas, matizó que el Gobierno podría contribuir en determinados programas concretos.
Quiso la primera ministra dotar a su discurso de un tono conciliador, reconociendo incluso que Reino Unido ha sido en ocasiones un socio “incómodo” en la UE. Distanciándose de las declaraciones recientes del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, May dejó claro que un eventual fracaso de la UE “no favorecería los intereses de Reino Unido”.
“Dejamos la UE, pero no Europa”, aclaró la primera ministra, “y abandonar la UE no significa rechazar los valores europeos”. Pero pidió colaboración a Bruselas y apuntó que la inflexibilidad que mostraron los otros 27 miembros en la negociación de un nuevo acuerdo para el país con su predecesor, David Cameron, fue determinante a la hora de que los británicos decidieran abandonar la UE en el referéndum del pasado mes de junio. May insistió en que el resultado de aquella consulta es irreversible y que, en ese momento histórico, los británicos eligieron “construir un Reino Unido verdaderamente global”.