Renzi aplaza su dimisión hasta la aprobación de los presupuestos
El actual ministro de Economía, Pier Carlo Padoan, se perfila como candidato a conducir un Gobierno de transición
Pablo Ordaz
Corresponsal en Italia y el Vaticano
Roma, El País
Italia busca de nuevo primer ministro, el quinto en cinco años, el cuarto sin pasar por las urnas. El rotundo no de los votantes a la reforma constitucional de Matteo Renzi, que provocó el domingo la dimisión casi instantánea del jefe del Gobierno, apela de nuevo a la creatividad de la política italiana para salir de un bloqueo que asusta a Europa por sus posibles secuelas políticas y económicas. El presidente de la República, Sergio Mattarella, intenta salvaguardar la estabilidad, de ahí que pidiera el lunes por la noche a Renzi un aplazamiento de su renuncia hasta que, el viernes, el Gobierno apruebe los presupuestos. Renzi ha aceptado.
“No creía que me odiasen tanto”. Los periódicos italianos aseguran que Renzi se dirigió en esos términos, llenos de amargura, a sus colaboradores más cercanos la noche del domingo. El resultado del referéndum no dejaba espacio para los paños calientes. No se trataba de un tirón de orejas, sino de una auténtica bofetada a urnas llenas. Hay que tener en cuenta que la participación fue del 68%, mientras que en las elecciones de Estados Unidos votó el 54% y en el referéndum de Colombia sobre la paz solo el 37%, y que el no a las reformas de Renzi alcanzó el 59,11% de los votos frente a un 40,89%.
Los casi 20 puntos de diferencia son aún más amargos para Renzi ya que, al contrario que sucedió con el Brexit, los jóvenes votaron por la opción ganadora. Los sondeos a pie de urna señalan que las nuevas generaciones, a las que el joven primer ministro quiso hacer cómplices del cambio, le dieron la espalda. A nadie extrañó por tanto que el domingo, apenas unos minutos después de la medianoche y con el recuento aún por la mitad, Renzi optara por ser fiel a su propia promesa de vincular su destino político a las de sus reformas. “He perdido”, dijo con un nudo en la garganta, “yo soy el único responsable. Aquí se termina mi Gobierno”.
El lunes por la mañana, Matteo Renzi subió al palacio del Quirinal para tener una conversación informal con Sergio Mattarella. A la salida, el primer ministro dimisionario no hizo declaraciones, pero el presidente de la República quiso llamar a la calma, poniendo énfasis en la alta participación —“es el testimonio de una democracia sólida, de un país apasionado”— y en la necesidad de bajar el clima de la contienda política, que había llegado a ser calificado de “guerra civil sin armas”. Mattarella, un hombre prudente vestido de gris, tendrá ahora que buscar un primer ministro a juego, y las quinielas periodísticas señalan a Pier Carlo Padoan, sin duda el peso pesado del Gobierno de Renzi. Padoan, cuya elección sería de por sí un bálsamo para los nerviosismos europeos y financieros, goza en Italia del prestigio suficiente para conjurar ataques furibundos de una oposición que, una vez cobrada la pieza mayor, tendrá que aplicarse ahora a la tarea de batallar por separado. Porque, una vez disuelto el frente del no —en el que militaban desde comunistas a posfascistas pasando por exjefes del Gobierno como Massimo D'Alema, Silvio Berlusconi o Mario Monti—, el asalto al Gobierno resulta mucho más complicado.
Porque, aunque ya le valga de poco, no hay que olvidar que el referéndum de las reformas constitucionales se convirtió en un plebiscito sobre Matteo Renzi, y aunque lo perdió dramáticamente, no deja de ser cierto que, él solo frente a todos, logró un 40,89% de los votos. Un porcentaje muy parecido al que obtuvo en las últimas elecciones europeas, aunque entonces le sirvió para borrar en parte el pecado original de hacerse con el Gobierno sin pasar por las urnas y ahora ha significado su condena.
Y aun así, ¿qué líder político sería capaz hoy por hoy de alcanzar un resultado así? No parece que Silvio Berlusconi, a sus 80 años, con el corazón convaleciente y una inhabilitación hasta 2019 por delito fiscal. Ni tampoco Matteo Salvini, el furibundo jefe de la Liga Norte, aspirante a convertirse en el sucesor de Berlusconi a fuerza de exabruptos y xenofobia. La mejor opción sería Beppe Grillo y el Movimiento 5 Estrellas (M5S), pese al fiasco de Roma, donde su alcaldesa, Virginia Raggi, lleva seis meses en el cargo y aún no ha empezado a gobernar. Grillo pretende que el Parlamento cambie la ley electoral en tiempo récord y que se convoquen elecciones. Entre los muchos llamados a rentabilizar su cuota de victoria en el referéndum, posiblemente sea Grillo quien tiene más capacidad de aprovecharla.
El presidente Mattarella, como hace cuatro años Giorgio Napolitano, no tendrá más remedio que encontrar un atajo hasta que los italianos puedan elegir a su primer ministro en las urnas. El domingo demostraron que la política les apasiona, y que por eso precisamente no están dispuestos a dejarla solo en manos de los políticos.
Pablo Ordaz
Corresponsal en Italia y el Vaticano
Roma, El País
Italia busca de nuevo primer ministro, el quinto en cinco años, el cuarto sin pasar por las urnas. El rotundo no de los votantes a la reforma constitucional de Matteo Renzi, que provocó el domingo la dimisión casi instantánea del jefe del Gobierno, apela de nuevo a la creatividad de la política italiana para salir de un bloqueo que asusta a Europa por sus posibles secuelas políticas y económicas. El presidente de la República, Sergio Mattarella, intenta salvaguardar la estabilidad, de ahí que pidiera el lunes por la noche a Renzi un aplazamiento de su renuncia hasta que, el viernes, el Gobierno apruebe los presupuestos. Renzi ha aceptado.
“No creía que me odiasen tanto”. Los periódicos italianos aseguran que Renzi se dirigió en esos términos, llenos de amargura, a sus colaboradores más cercanos la noche del domingo. El resultado del referéndum no dejaba espacio para los paños calientes. No se trataba de un tirón de orejas, sino de una auténtica bofetada a urnas llenas. Hay que tener en cuenta que la participación fue del 68%, mientras que en las elecciones de Estados Unidos votó el 54% y en el referéndum de Colombia sobre la paz solo el 37%, y que el no a las reformas de Renzi alcanzó el 59,11% de los votos frente a un 40,89%.
Los casi 20 puntos de diferencia son aún más amargos para Renzi ya que, al contrario que sucedió con el Brexit, los jóvenes votaron por la opción ganadora. Los sondeos a pie de urna señalan que las nuevas generaciones, a las que el joven primer ministro quiso hacer cómplices del cambio, le dieron la espalda. A nadie extrañó por tanto que el domingo, apenas unos minutos después de la medianoche y con el recuento aún por la mitad, Renzi optara por ser fiel a su propia promesa de vincular su destino político a las de sus reformas. “He perdido”, dijo con un nudo en la garganta, “yo soy el único responsable. Aquí se termina mi Gobierno”.
El lunes por la mañana, Matteo Renzi subió al palacio del Quirinal para tener una conversación informal con Sergio Mattarella. A la salida, el primer ministro dimisionario no hizo declaraciones, pero el presidente de la República quiso llamar a la calma, poniendo énfasis en la alta participación —“es el testimonio de una democracia sólida, de un país apasionado”— y en la necesidad de bajar el clima de la contienda política, que había llegado a ser calificado de “guerra civil sin armas”. Mattarella, un hombre prudente vestido de gris, tendrá ahora que buscar un primer ministro a juego, y las quinielas periodísticas señalan a Pier Carlo Padoan, sin duda el peso pesado del Gobierno de Renzi. Padoan, cuya elección sería de por sí un bálsamo para los nerviosismos europeos y financieros, goza en Italia del prestigio suficiente para conjurar ataques furibundos de una oposición que, una vez cobrada la pieza mayor, tendrá que aplicarse ahora a la tarea de batallar por separado. Porque, una vez disuelto el frente del no —en el que militaban desde comunistas a posfascistas pasando por exjefes del Gobierno como Massimo D'Alema, Silvio Berlusconi o Mario Monti—, el asalto al Gobierno resulta mucho más complicado.
Porque, aunque ya le valga de poco, no hay que olvidar que el referéndum de las reformas constitucionales se convirtió en un plebiscito sobre Matteo Renzi, y aunque lo perdió dramáticamente, no deja de ser cierto que, él solo frente a todos, logró un 40,89% de los votos. Un porcentaje muy parecido al que obtuvo en las últimas elecciones europeas, aunque entonces le sirvió para borrar en parte el pecado original de hacerse con el Gobierno sin pasar por las urnas y ahora ha significado su condena.
Y aun así, ¿qué líder político sería capaz hoy por hoy de alcanzar un resultado así? No parece que Silvio Berlusconi, a sus 80 años, con el corazón convaleciente y una inhabilitación hasta 2019 por delito fiscal. Ni tampoco Matteo Salvini, el furibundo jefe de la Liga Norte, aspirante a convertirse en el sucesor de Berlusconi a fuerza de exabruptos y xenofobia. La mejor opción sería Beppe Grillo y el Movimiento 5 Estrellas (M5S), pese al fiasco de Roma, donde su alcaldesa, Virginia Raggi, lleva seis meses en el cargo y aún no ha empezado a gobernar. Grillo pretende que el Parlamento cambie la ley electoral en tiempo récord y que se convoquen elecciones. Entre los muchos llamados a rentabilizar su cuota de victoria en el referéndum, posiblemente sea Grillo quien tiene más capacidad de aprovecharla.
El presidente Mattarella, como hace cuatro años Giorgio Napolitano, no tendrá más remedio que encontrar un atajo hasta que los italianos puedan elegir a su primer ministro en las urnas. El domingo demostraron que la política les apasiona, y que por eso precisamente no están dispuestos a dejarla solo en manos de los políticos.