Ucrania se ve sola frente al gigante ruso
Kiev teme que Trump tome partido por Moscú en el conflicto ucranio
Pilar Bonet
Kiev, El País
La elección de Donald Trump ha caído como un jarro de agua fría entre los políticos en el poder en Ucrania, quienes temen que el nuevo presidente norteamericano preste menos atención a su país e incluso pueda dejarlo solo frente al vecino ruso.
En la clase política gobernante en Kiev, Trump genera desconfianza por sus declaraciones aislacionistas, por sus comentarios sobre Crimea y también por la circunstancia de que el artífice de la estrategia electoral de Trump fue el consultor Paul Manafort, quien ayudó al expresidente ucranio Víctor Yanukóvich y al Partido de las Regiones a vencer en los comicios presidenciales y parlamentarios de 2010 y 2012, respectivamente.
Como culminación de las protestas de 2014 (el Maidán), Yanukóvich huyó a Rusia y su partido —reencarnado en el Bloque de Oposición— es minoritario hoy en la Rada Suprema (el Parlamento ucranio). Manafort siguió asesorando a Trump, incluso después de cesar al frente de su campaña, y no es un especialista en Rusia, afirman fuentes relacionadas con el tecnólogo político.
Como candidato, Trump admitió la posibilidad de un reconocimiento de Crimea como territorio ruso. El ministro del Interior de Ucrania, Arsén Avákov, reaccionó tildando de “peligroso marginal” al futuro presidente de EE UU. Tras la victoria del 8 de noviembre, Avákov borró su comentario, en el que calificaba de “desvergonzada” la afirmación de Trump.
El presidente Petró Poroshenko ha hablado por teléfono con el nuevo presidente de EE UU, le ha invitado a Ucrania y le ha transmitido su mensaje clave, a saber, que espera que Washington continúe apoyando a Ucrania en la lucha contra “la agresión rusa”. Por su parte, la aviadora y diputada Nadezhda Sávchenko, en una carta abierta, ha solicitado a Trump que mantenga e incluso refuerce las sanciones contra Rusia y que incremente la ayuda militar a Kiev.
Los políticos prooccidentales, con mayoría en el Parlamento, creen que hay que esforzarse por ganar el corazón de Trump y difundir mejor la causa ucrania, tal como ellos la entienden, en EE UU. Lo que les preocupa sobre todo es que Ucrania pase a ocupar un lugar periférico en la Casa Blanca y que el nuevo presidente llegue a acuerdos con Putin que ignoren los intereses de Kiev en la anexionada península de Crimea o en la conflictiva zona del Donbás, parte de la cual es controlada por insurgentes prorrusos ayudados económica y militarmente por Moscú.
El subcomité de integración euroatlántica de la Rada Suprema (Parlamento ucranio) ha iniciado unas sesiones sobre las consecuencias de la elección de Trump. Estas sesiones concluirán el 7 de diciembre en un debate parlamentario más general sobre la estrategia de política exterior de Ucrania. El miércoles asistieron a la reunión los exministros de Exteriores Boris Tarasiuk y Volodymir Ogryzko, así como el exresponsable de política europea en la Administración presidencial, Oleg Ribachuk, entre otros.
Entre las ideas que se expresaron durante el debate del miércoles figuraron la necesidad de confrontar a EE UU con los compromisos adquiridos por la Administración estadounidenses, tales como el memorándum de Budapest de 1994, por el que Washington dio garantías de seguridad a Ucrania tras la renuncia a sus armas nucleares. También se mencionó la posibilidad de solicitar a EE UU el estatus de país aliado importante no miembro de la OTAN, con el fin de cimentar sobre una base bilateral la cooperación en materia de defensa y militar que hoy la OTAN no puede proporcionar a Ucrania. Otras ideas que sonaron fueron la consecución de permiso para importar armas letales para hacer frente a Rusia y la fabricación de armas ucranias con tecnología estadounidense en territorio ucranio.
“Es fundamental que la política anticorrupción de Ucrania comience a funcionar y que dé algún resultado antes de que Trump tome posesión del cargo”, dijo Ribachuk, abordando el tema clave entre las causas del cansancio occidental en relación a Ucrania.
Por su parte, Ganna Gopko, jefa del comité de Exteriores de la Cámara, insistía en la necesidad de activar el lobbismo de la causa ucrania en EE UU. Los políticos, decía Gopko, deben transmitir la idea de que Rusia es una amenaza no solo para Ucrania sino para Europa central y los Balcanes.
“Ucrania era una de las prioridades del presidente Obama, pero vinculada a un orden del día negativo”, afirmaba Oliona Getmanchuk, del Instituto de Política Mundial (IWP, en sus siglas en inglés). “Habría que pasar del orden del día negativo al positivo”, opinaba la experta, según la cual Ucrania no es “un parásito” porque gasta el 5% de su PIB en defensa y seguridad y lo que pide es “ayuda”. Según Ribachuk, es necesario “llamar a las cosas por su nombre”, porque no se puede hablar de “guerra civil” y “operación antiterrorista” en la zona del Donbás y al mismo tiempo pedir armas letales a los norteamericanos.
El IWP ha formulado 15 recomendaciones para la política ucrania en relación al nuevo presidente norteamericano, entre ellas fomentar los contactos con los dirigentes, senadores y funcionarios del Partido Republicano, con especial énfasis en el vicepresidente. También, intentar una reunión de Poroshenko y Trump antes de que este acceda al cargo, subrayar los gastos de defensa de Ucrania, plantear el tema de las transferencias de armamento, vincular el resultado de lucha contra la corrupción en Ucrania con parámetros concretos y objetivos, e impulsar una ley sobre la estabilidad y democracia en Ucrania que condicionaría la eliminación de las sanciones a la recuperación del control de sus fronteras por parte de Ucrania.
Pilar Bonet
Kiev, El País
La elección de Donald Trump ha caído como un jarro de agua fría entre los políticos en el poder en Ucrania, quienes temen que el nuevo presidente norteamericano preste menos atención a su país e incluso pueda dejarlo solo frente al vecino ruso.
En la clase política gobernante en Kiev, Trump genera desconfianza por sus declaraciones aislacionistas, por sus comentarios sobre Crimea y también por la circunstancia de que el artífice de la estrategia electoral de Trump fue el consultor Paul Manafort, quien ayudó al expresidente ucranio Víctor Yanukóvich y al Partido de las Regiones a vencer en los comicios presidenciales y parlamentarios de 2010 y 2012, respectivamente.
Como culminación de las protestas de 2014 (el Maidán), Yanukóvich huyó a Rusia y su partido —reencarnado en el Bloque de Oposición— es minoritario hoy en la Rada Suprema (el Parlamento ucranio). Manafort siguió asesorando a Trump, incluso después de cesar al frente de su campaña, y no es un especialista en Rusia, afirman fuentes relacionadas con el tecnólogo político.
Como candidato, Trump admitió la posibilidad de un reconocimiento de Crimea como territorio ruso. El ministro del Interior de Ucrania, Arsén Avákov, reaccionó tildando de “peligroso marginal” al futuro presidente de EE UU. Tras la victoria del 8 de noviembre, Avákov borró su comentario, en el que calificaba de “desvergonzada” la afirmación de Trump.
El presidente Petró Poroshenko ha hablado por teléfono con el nuevo presidente de EE UU, le ha invitado a Ucrania y le ha transmitido su mensaje clave, a saber, que espera que Washington continúe apoyando a Ucrania en la lucha contra “la agresión rusa”. Por su parte, la aviadora y diputada Nadezhda Sávchenko, en una carta abierta, ha solicitado a Trump que mantenga e incluso refuerce las sanciones contra Rusia y que incremente la ayuda militar a Kiev.
Los políticos prooccidentales, con mayoría en el Parlamento, creen que hay que esforzarse por ganar el corazón de Trump y difundir mejor la causa ucrania, tal como ellos la entienden, en EE UU. Lo que les preocupa sobre todo es que Ucrania pase a ocupar un lugar periférico en la Casa Blanca y que el nuevo presidente llegue a acuerdos con Putin que ignoren los intereses de Kiev en la anexionada península de Crimea o en la conflictiva zona del Donbás, parte de la cual es controlada por insurgentes prorrusos ayudados económica y militarmente por Moscú.
El subcomité de integración euroatlántica de la Rada Suprema (Parlamento ucranio) ha iniciado unas sesiones sobre las consecuencias de la elección de Trump. Estas sesiones concluirán el 7 de diciembre en un debate parlamentario más general sobre la estrategia de política exterior de Ucrania. El miércoles asistieron a la reunión los exministros de Exteriores Boris Tarasiuk y Volodymir Ogryzko, así como el exresponsable de política europea en la Administración presidencial, Oleg Ribachuk, entre otros.
Entre las ideas que se expresaron durante el debate del miércoles figuraron la necesidad de confrontar a EE UU con los compromisos adquiridos por la Administración estadounidenses, tales como el memorándum de Budapest de 1994, por el que Washington dio garantías de seguridad a Ucrania tras la renuncia a sus armas nucleares. También se mencionó la posibilidad de solicitar a EE UU el estatus de país aliado importante no miembro de la OTAN, con el fin de cimentar sobre una base bilateral la cooperación en materia de defensa y militar que hoy la OTAN no puede proporcionar a Ucrania. Otras ideas que sonaron fueron la consecución de permiso para importar armas letales para hacer frente a Rusia y la fabricación de armas ucranias con tecnología estadounidense en territorio ucranio.
“Es fundamental que la política anticorrupción de Ucrania comience a funcionar y que dé algún resultado antes de que Trump tome posesión del cargo”, dijo Ribachuk, abordando el tema clave entre las causas del cansancio occidental en relación a Ucrania.
Por su parte, Ganna Gopko, jefa del comité de Exteriores de la Cámara, insistía en la necesidad de activar el lobbismo de la causa ucrania en EE UU. Los políticos, decía Gopko, deben transmitir la idea de que Rusia es una amenaza no solo para Ucrania sino para Europa central y los Balcanes.
“Ucrania era una de las prioridades del presidente Obama, pero vinculada a un orden del día negativo”, afirmaba Oliona Getmanchuk, del Instituto de Política Mundial (IWP, en sus siglas en inglés). “Habría que pasar del orden del día negativo al positivo”, opinaba la experta, según la cual Ucrania no es “un parásito” porque gasta el 5% de su PIB en defensa y seguridad y lo que pide es “ayuda”. Según Ribachuk, es necesario “llamar a las cosas por su nombre”, porque no se puede hablar de “guerra civil” y “operación antiterrorista” en la zona del Donbás y al mismo tiempo pedir armas letales a los norteamericanos.
El IWP ha formulado 15 recomendaciones para la política ucrania en relación al nuevo presidente norteamericano, entre ellas fomentar los contactos con los dirigentes, senadores y funcionarios del Partido Republicano, con especial énfasis en el vicepresidente. También, intentar una reunión de Poroshenko y Trump antes de que este acceda al cargo, subrayar los gastos de defensa de Ucrania, plantear el tema de las transferencias de armamento, vincular el resultado de lucha contra la corrupción en Ucrania con parámetros concretos y objetivos, e impulsar una ley sobre la estabilidad y democracia en Ucrania que condicionaría la eliminación de las sanciones a la recuperación del control de sus fronteras por parte de Ucrania.