Trump descalifica las protestas y acusa a los medios de orquestarlas
“Acabo de tener una elección presidencial de gran éxito. Ahora los manifestantes profesionales, incitados por los medios, están protestando. ¡Muy injusto!”, escribió en Twitter
Marc Bassets
Washington, El País
A Donald Trump le cuesta encajar las críticas, aceptar un sistema en el que la prensa exige a los políticos que rindan cuentas. En campaña amenazó a los medios con restringir el derecho a la información y con represalias comerciales. Vetó a periodistas en sus mítines y alentó a las multitudes en su contra. En sus primeras horas como presidente electo, tras derrotar el martes a la demócrata Hillary Clinton en las elecciones presidenciales, ha enviado señales de que su posición no ha variado. El republicano Trump ha descalificado las protestas en su contra en varias ciudades, y acusa a los medios de alentarlas.
Las protestas se han repetido cada noche desde la victoria de Trump. Expresan la frustración de algunos ciudadanos con el nuevo presidente, la conmoción que supone su llegada al poder. Medio país está sumido en la incredulidad, y algunos en el miedo, por el triunfo del magnate neoyorquino, a quien ven como un demagogo peligroso para la convivencia. En general las manifestaciones han sido pacíficas y poco multitudinarias. Pero en Portland (Oregón), el jueves por la noche, derivaron en actos vandálicos, según Associated Press y la prensa local.
“Acabo de tener una elección presidencial de gran éxito. Ahora los manifestantes profesionales, incitados por los medios, están protestando. ¡Muy injusto!”, escribió Trump el jueves en Twitter.
Unas horas después, escribió otro mensaje, no está claro si en tono de burla, rectificando el anterior: “Me encanta el hecho de que pequeños grupos de manifestantes anoche sintieran pasión por nuestro gran país. ¡Nos uniremos y estaremos orgullosos!”.
Si, como decían en los mítines de campaña Clinton, el presidente saliente, Barack Obama, y la primera dama, Michelle Obama, “el poder revela”, es decir, muestra a la luz pública la personalidad de los gobernantes, estos mensajes son un retrato del Trump presidente electo. Que no es distinto del Trump candidato, pese a los esfuerzos en los últimos días para dotarse de un aura presidencial.
La incontinencia verbal, canalizada en sus mítines pero también en Twitter, ha sido uno de los rasgos de su campaña, y uno de los motivos de inquietud sobre su forma de gobernar cuando el 20 de enero se traslade a la Casa Blanca. También un sentimiento de agravio (“¡muy injusto!”). Y una idea aparentemente restrictiva de algunos derechos consagrados en la Primera Enmienda de la Constitución, como el “derecho de las personas a congregarse pacíficamente”, o la fe en que “el Congreso no hará ninguna ley… limitando la libertad de expresión, o de prensa”.
Trump no pide en su mensaje de Twitter abolir estos derechos pero sí cuestiona su ejercicio. Y lo hace ya no como candidato, sino desde el púlpito solemne que le otorga su condición de presidente electo.
Relación turbulenta
La relación de Trump con la prensa durante la campaña augura cuatro años de turbulencias. Dijo, por ejemplo, que, en caso de victoria, modificaría las leyes sobre el libelo para permitirse denunciar a medios como The New York Times y The Washington Post, a los que mencionó explícitamente, y así “ganar mucho dinero”. Y amenazó al propietario de The Washington Post y fundador de Amazon, Jeff Bezos, por la supuesta cobertura negativa de este diario. “Usa The Washington Post para el poder, para que los políticos en Washington no pongan a Amazon los impuestos que deberían ponerle”, dijo el entonces candidato republicano. “Lo que han hecho es comprar este diario por prácticamente nada, y lo usan como instrumento de poder contra mí y contra otras personas, y le diré una cosa, no podemos permitir que se salgan con la suya”.
En sus mítines mencionaba a veces por su nombre a uno de los periodistas que suelen cubrir sus discursos y le atacaba, o lanzaba al público contra medios como la CNN y coreaban al unísono consignas en su contra. Ocasionalmente, también denegó acreditaciones a la prensa que él consideraba crítica, o a medios internacionales, entre ellos EL PAÍS.
Una de las pruebas de Trump en la Casa Blanca será su trato con los medios, muy ritualizado en Washington, con prácticas como el seguimiento a todas horas del presidente, o una rueda de prensa diaria del portavoz presidencial. El fenómeno Trump no se entiende sin esta tensión con los medios y al mismo tiempo su capacidad para usarlos al difundir su mensaje. También en este aspecto la victoria de Trump transforma Washington.
Marc Bassets
Washington, El País
A Donald Trump le cuesta encajar las críticas, aceptar un sistema en el que la prensa exige a los políticos que rindan cuentas. En campaña amenazó a los medios con restringir el derecho a la información y con represalias comerciales. Vetó a periodistas en sus mítines y alentó a las multitudes en su contra. En sus primeras horas como presidente electo, tras derrotar el martes a la demócrata Hillary Clinton en las elecciones presidenciales, ha enviado señales de que su posición no ha variado. El republicano Trump ha descalificado las protestas en su contra en varias ciudades, y acusa a los medios de alentarlas.
Las protestas se han repetido cada noche desde la victoria de Trump. Expresan la frustración de algunos ciudadanos con el nuevo presidente, la conmoción que supone su llegada al poder. Medio país está sumido en la incredulidad, y algunos en el miedo, por el triunfo del magnate neoyorquino, a quien ven como un demagogo peligroso para la convivencia. En general las manifestaciones han sido pacíficas y poco multitudinarias. Pero en Portland (Oregón), el jueves por la noche, derivaron en actos vandálicos, según Associated Press y la prensa local.
“Acabo de tener una elección presidencial de gran éxito. Ahora los manifestantes profesionales, incitados por los medios, están protestando. ¡Muy injusto!”, escribió Trump el jueves en Twitter.
Unas horas después, escribió otro mensaje, no está claro si en tono de burla, rectificando el anterior: “Me encanta el hecho de que pequeños grupos de manifestantes anoche sintieran pasión por nuestro gran país. ¡Nos uniremos y estaremos orgullosos!”.
Si, como decían en los mítines de campaña Clinton, el presidente saliente, Barack Obama, y la primera dama, Michelle Obama, “el poder revela”, es decir, muestra a la luz pública la personalidad de los gobernantes, estos mensajes son un retrato del Trump presidente electo. Que no es distinto del Trump candidato, pese a los esfuerzos en los últimos días para dotarse de un aura presidencial.
La incontinencia verbal, canalizada en sus mítines pero también en Twitter, ha sido uno de los rasgos de su campaña, y uno de los motivos de inquietud sobre su forma de gobernar cuando el 20 de enero se traslade a la Casa Blanca. También un sentimiento de agravio (“¡muy injusto!”). Y una idea aparentemente restrictiva de algunos derechos consagrados en la Primera Enmienda de la Constitución, como el “derecho de las personas a congregarse pacíficamente”, o la fe en que “el Congreso no hará ninguna ley… limitando la libertad de expresión, o de prensa”.
Trump no pide en su mensaje de Twitter abolir estos derechos pero sí cuestiona su ejercicio. Y lo hace ya no como candidato, sino desde el púlpito solemne que le otorga su condición de presidente electo.
Relación turbulenta
La relación de Trump con la prensa durante la campaña augura cuatro años de turbulencias. Dijo, por ejemplo, que, en caso de victoria, modificaría las leyes sobre el libelo para permitirse denunciar a medios como The New York Times y The Washington Post, a los que mencionó explícitamente, y así “ganar mucho dinero”. Y amenazó al propietario de The Washington Post y fundador de Amazon, Jeff Bezos, por la supuesta cobertura negativa de este diario. “Usa The Washington Post para el poder, para que los políticos en Washington no pongan a Amazon los impuestos que deberían ponerle”, dijo el entonces candidato republicano. “Lo que han hecho es comprar este diario por prácticamente nada, y lo usan como instrumento de poder contra mí y contra otras personas, y le diré una cosa, no podemos permitir que se salgan con la suya”.
En sus mítines mencionaba a veces por su nombre a uno de los periodistas que suelen cubrir sus discursos y le atacaba, o lanzaba al público contra medios como la CNN y coreaban al unísono consignas en su contra. Ocasionalmente, también denegó acreditaciones a la prensa que él consideraba crítica, o a medios internacionales, entre ellos EL PAÍS.
Una de las pruebas de Trump en la Casa Blanca será su trato con los medios, muy ritualizado en Washington, con prácticas como el seguimiento a todas horas del presidente, o una rueda de prensa diaria del portavoz presidencial. El fenómeno Trump no se entiende sin esta tensión con los medios y al mismo tiempo su capacidad para usarlos al difundir su mensaje. También en este aspecto la victoria de Trump transforma Washington.