Los riesgos políticos amenazan la frágil recuperación de Europa
La eurozona crecerá un1,7% en 2016 y el 1,5% en 2017, con la deuda y el paro aún muy elevados
Claudi Pérez
Bruselas, El País
El crecimiento de la eurozona es y será “modesto”: la velocidad de crucero que ha alcanzado Europa en el octavo año de la Gran Recesión es frágil y desigual, según confirmaron este miércoles las previsiones de la Comisión. La eurozona crecerá un magro 1,7% en 2016, y apenas el 1,5% en 2017, con la deuda y el paro aún muy elevados. Pero en Bruselas, más que la crisis, preocupan ya los riesgos políticos: el Brexit, los conflictos geopolíticos y la incertidumbre asociada a fenómenos “proteccionistas, nacionalistas y aislacionistas”, como el que protagoniza Donald Trump, amenazan la mediocre recuperación.
El testamento intelectual del historiador Tony Judt, desaparecido en 2010, teorizaba sobre la enfermedad del miedo: en Algo va mal contaba cómo las crisis —políticas, económicas, sociales— lo multiplican por mil. Y viceversa: la pleamar de la Gran Recesión es alargada por la multitud de riesgos —de miedos— que acechan en el horizonte. Las previsiones de otoño de la Comisión Europea nacieron este miércoles clínicamente muertas: la incertidumbre asociada a la victoria de Donald Trump no aparece en los pronósticos. Y sin embargo, merece la pena darles un vistazo porque, más allá de los números que se llevará el viento, avisan a las claras de la mediocridad de la recuperación europea, pero sobre todo advierten de los riesgos que acechan a la economía europea y global.
Esos riesgos son, fundamentalmente, políticos: Estados Unidos tiene su Trump, pero Europa se le anticipó con el Brexit y tiene por delante citas electorales fundamentales en Italia y Austria, este año, y en Alemania, Francia y Holanda, el próximo. La eurozona crecerá apenas el 1,7% en 2016 —por debajo del ritmo anterior a la crisis—, y aún menos en 2017, el 1,5%, tres décimas menos que en la anterior cata estadística. Se van acabando los vientos de cola que proporcionaban los precios del petróleo y la política monetaria extraordinaria, y ni con esas Europa ha conseguido alcanzar una velocidad de crucero parecida a la de otras reactivaciones.
El crecimiento es frágil y desigual. El endeudamiento, elevado. El paro se resiste a bajar de cotas del 10%, que se elevan al 20% en países como Grecia y España. Y Bruselas es incapaz de acompañar las políticas del BCE con otros estímulos: la Unión ya no receta la austeridad de hace un lustro, pero Bruselas tampoco quiere alegrías. La política fiscal será neutral en 2017 y 2018, a pesar de que el FMI, el G20 y hasta Mario Draghi piden otra cosa.
Incertidumbre generalizada
El crecimiento de la eurozona es, según admite la Comisión, “modesto”. Pero el punto de fuga de las previsiones son unos riesgos manifiestamente a la baja que recogen el Brexit, el trumpismo y otros quebraderos de cabeza que ya son globales: “La incertidumbre es generalizada”, dice el informe. “Los riesgos se han intensificado en la estela del Brexit, que es una especie de indicador adelantado de una nueva oleada de protestas antiglobalización y de la tendencia hacia el proteccionismo, el nacionalismo económico y el aislacionismo tanto en Europa como en el mundo”, añade un texto inusualmente explícito.
Los miedos de la Comisión son múltiples: el impacto de la salida del Reino Unido de la UE no se ha sustanciado aún, pero puede afectar por varias vías, en especial si la incertidumbre se mantiene durante mucho tiempo. Al Ejecutivo de la UE le preocupan también “el reequilibrio de la economía de China”, “la normalización de la politica monetaria en EE UU”, “los conflictos geopolíticos” y, en fin, el legado de la crisis europea, con los eternos problemas en la banca y las dudas sobre la deuda.
El apellido Trump no aparece una sola vez en las 208 páginas, pero sobrevuela todo el texto. El comisario Pierre Moscovici, que presentó el estudio, calificó justo antes de las elecciones de “populista provocador” al excéntrico millonario que presidirá la primera potencia mundial. Este miércoles, sin embargo, se mostró confiado en encontrarse con un Trump “diferente” en la Casa Blanca. “Estados Unidos seguirá siendo un socio fuerte y de confianza”, aventuró. De ese augurio dependen las previsiones de la Comisión, el futuro de la economía europea y puede que alguna cosa más. “Un trasfondo de desilusión; una sensación de que la promesa y la oportunidad se han desaprovechado de algún modo”, decía Judt acerca de esta época fáustica, en la que los miedos rondan cerca de la economía, de la política, de prácticamente todo.
Claudi Pérez
Bruselas, El País
El crecimiento de la eurozona es y será “modesto”: la velocidad de crucero que ha alcanzado Europa en el octavo año de la Gran Recesión es frágil y desigual, según confirmaron este miércoles las previsiones de la Comisión. La eurozona crecerá un magro 1,7% en 2016, y apenas el 1,5% en 2017, con la deuda y el paro aún muy elevados. Pero en Bruselas, más que la crisis, preocupan ya los riesgos políticos: el Brexit, los conflictos geopolíticos y la incertidumbre asociada a fenómenos “proteccionistas, nacionalistas y aislacionistas”, como el que protagoniza Donald Trump, amenazan la mediocre recuperación.
El testamento intelectual del historiador Tony Judt, desaparecido en 2010, teorizaba sobre la enfermedad del miedo: en Algo va mal contaba cómo las crisis —políticas, económicas, sociales— lo multiplican por mil. Y viceversa: la pleamar de la Gran Recesión es alargada por la multitud de riesgos —de miedos— que acechan en el horizonte. Las previsiones de otoño de la Comisión Europea nacieron este miércoles clínicamente muertas: la incertidumbre asociada a la victoria de Donald Trump no aparece en los pronósticos. Y sin embargo, merece la pena darles un vistazo porque, más allá de los números que se llevará el viento, avisan a las claras de la mediocridad de la recuperación europea, pero sobre todo advierten de los riesgos que acechan a la economía europea y global.
Esos riesgos son, fundamentalmente, políticos: Estados Unidos tiene su Trump, pero Europa se le anticipó con el Brexit y tiene por delante citas electorales fundamentales en Italia y Austria, este año, y en Alemania, Francia y Holanda, el próximo. La eurozona crecerá apenas el 1,7% en 2016 —por debajo del ritmo anterior a la crisis—, y aún menos en 2017, el 1,5%, tres décimas menos que en la anterior cata estadística. Se van acabando los vientos de cola que proporcionaban los precios del petróleo y la política monetaria extraordinaria, y ni con esas Europa ha conseguido alcanzar una velocidad de crucero parecida a la de otras reactivaciones.
El crecimiento es frágil y desigual. El endeudamiento, elevado. El paro se resiste a bajar de cotas del 10%, que se elevan al 20% en países como Grecia y España. Y Bruselas es incapaz de acompañar las políticas del BCE con otros estímulos: la Unión ya no receta la austeridad de hace un lustro, pero Bruselas tampoco quiere alegrías. La política fiscal será neutral en 2017 y 2018, a pesar de que el FMI, el G20 y hasta Mario Draghi piden otra cosa.
Incertidumbre generalizada
El crecimiento de la eurozona es, según admite la Comisión, “modesto”. Pero el punto de fuga de las previsiones son unos riesgos manifiestamente a la baja que recogen el Brexit, el trumpismo y otros quebraderos de cabeza que ya son globales: “La incertidumbre es generalizada”, dice el informe. “Los riesgos se han intensificado en la estela del Brexit, que es una especie de indicador adelantado de una nueva oleada de protestas antiglobalización y de la tendencia hacia el proteccionismo, el nacionalismo económico y el aislacionismo tanto en Europa como en el mundo”, añade un texto inusualmente explícito.
Los miedos de la Comisión son múltiples: el impacto de la salida del Reino Unido de la UE no se ha sustanciado aún, pero puede afectar por varias vías, en especial si la incertidumbre se mantiene durante mucho tiempo. Al Ejecutivo de la UE le preocupan también “el reequilibrio de la economía de China”, “la normalización de la politica monetaria en EE UU”, “los conflictos geopolíticos” y, en fin, el legado de la crisis europea, con los eternos problemas en la banca y las dudas sobre la deuda.
El apellido Trump no aparece una sola vez en las 208 páginas, pero sobrevuela todo el texto. El comisario Pierre Moscovici, que presentó el estudio, calificó justo antes de las elecciones de “populista provocador” al excéntrico millonario que presidirá la primera potencia mundial. Este miércoles, sin embargo, se mostró confiado en encontrarse con un Trump “diferente” en la Casa Blanca. “Estados Unidos seguirá siendo un socio fuerte y de confianza”, aventuró. De ese augurio dependen las previsiones de la Comisión, el futuro de la economía europea y puede que alguna cosa más. “Un trasfondo de desilusión; una sensación de que la promesa y la oportunidad se han desaprovechado de algún modo”, decía Judt acerca de esta época fáustica, en la que los miedos rondan cerca de la economía, de la política, de prácticamente todo.