Las pioneras acarician el sueño de una vida
Las mujeres que rompieron otros techos de cristal y afrontaron en juventud el machismo en el mundo laboral siguen con emoción la gesta de Hillary Clinton
Silvia Ayuso
Washington, El País
Geneva America Joyner Thomas nació el 21 de mayo de 1920, dos meses y 28 días antes de que se ratificara la 19ª Enmienda de la Constitución que posibilitó el sufragio femenino en Estados Unidos. Este martes, 96 años, cinco meses y 18 días más tarde, su hijo Frederick Thomas la recogerá en el asilo de ancianos donde reside y la llevará hasta el centro de votación de su condado en el Estado de Virginia, donde emitirá una vez más su voto. Aunque por primera vez en su larga vida, lo podrá hacer por una mujer.
Thomas se cansa pronto y tiene algunos problemas para entender lo que se le dice. Pero cuando se le menciona el nombre de la candidata demócrata, Hillary Clinton, su mirada se enciende.
“Es un avance para todas nosotras. Y tener a una mujer después del primer afroamericano en la Casa Blanca, hace que me sienta muy orgullosa”, coincide desde Iowa Susan Woods. Esta psicoterapeuta retirada acaba de cumplir 70 años, uno más que la candidata demócrata. “¡Ya era hora!”, dice con ganas de empezar a celebrar este “hito” por anticipado.
Woods ya emitió su voto, por adelantado, igual que Grace Papagiannis, una trabajadora social neoyorquina de 82 años que ahora vive retirada en Maryland. También ella aguarda con impaciencia el momento. “Siempre imaginé que las mujeres podían hacer grandes cosas, pero ¿presidenta? No tienes ni idea de cómo me hace sentir”, dice con una gran sonrisa.
Thomas, Woods y Papagiannis son mujeres de entornos geográficos y culturales muy distintos. Pero todas tienen una cosa en común: nacieron y crecieron en el mismo EE UU que cuestionó durante décadas a mujeres profesionales como ellas y como Clinton, un país que en muchos aspectos, como la equidad salarial o la baja por maternidad, sigue estando a años luz de otras naciones del primer mundo, y hasta de algunas del tercero.
Por eso sienten como suyas las batallas de la mujer que más cerca ha llegado a estar de gobernar desde la Casa Blanca, a la que hasta ahora las mujeres solo han entrado como esposas del presidente, y que ha hecho de la lucha por los derechos de la mujer su propia batalla.
“Supongo que podría haberme quedado en casa cocinando galletas y tomando té, pero lo que decidí es ejercer mi profesión, que comencé antes de que mi marido se dedicara al servicio público”, dijo Clinton en 1992, en plena campaña de su esposo Bill para llegar a la Casa Blanca. Como muestra de lo poco preparado que estaba el país para una primera dama nada convencional como ella, quedan portadas como la de la revista Time, que en esa época se llegó a preguntar si “el factor Hillary” podría estar dañando la carrera presidencial de su marido.
Dos décadas más tarde, el voto femenino será uno de los responsables, si se cumplen los pronósticos, de llevar a Hillary Clinton hasta el Despacho Oval. Las mujeres suponen el 53% del electorado. Según los analistas, son clave las mujeres blancas con educación superior, que en 2012 constituyeron uno de cada cinco votantes. Woods, Papagiannis y hasta Thomas, que pese a crecer en el Estados Unidos de la Gran Depresión y proceder de una familia humilde de Kentucky completó sus estudios superiores gracias a una beca, forman parte de ese sector de voto crucial. Jessie, una profesora treintañera de educación primaria, también. Pero reconoce que, aunque votará por Clinton, no lo hará con el fervor de las generaciones mayores. “No tengo la misma sensación que mi madre o mi abuela, para esas generaciones esto es algo más grande”, admite.
Según el Pew Research Center, hay una “brecha” generacional incluso dentro de las mujeres que apoyan a Clinton: para un 93% de las mujeres por encima de 50 años, Clinton es “inspiradora”. Entre las mujeres por debajo de los 50, esta percepción baja al 80%. Muchas otras, aunque la votarán, como Jessie, habrían preferido otra candidata, como la combativa senadora Elizabeth Warren, o el senador por Vermont, Bernie Sanders, la mayor amenaza durante las primarias a la nominación de Clinton. Pero todas son conscientes de que si Clinton se impone hoy, habrá roto el famoso techo de cristal del que la demócrata lleva décadas hablando. Y agrietando.
Papagiannis sabe que incluso entonces la batalla no estará completada. Pero se habrá dado un paso de gigante. Al fin y al cabo, “desde Thomas Jefferson, la política ha sido un mundo de hombres. Eran todos hombres, no hay una sola mujer entre los firmantes de la Declaración de Independencia”, recuerda. Con Clinton, las futuras leyes tendrían, por primera vez, la firma de una mujer.
Silvia Ayuso
Washington, El País
Geneva America Joyner Thomas nació el 21 de mayo de 1920, dos meses y 28 días antes de que se ratificara la 19ª Enmienda de la Constitución que posibilitó el sufragio femenino en Estados Unidos. Este martes, 96 años, cinco meses y 18 días más tarde, su hijo Frederick Thomas la recogerá en el asilo de ancianos donde reside y la llevará hasta el centro de votación de su condado en el Estado de Virginia, donde emitirá una vez más su voto. Aunque por primera vez en su larga vida, lo podrá hacer por una mujer.
Thomas se cansa pronto y tiene algunos problemas para entender lo que se le dice. Pero cuando se le menciona el nombre de la candidata demócrata, Hillary Clinton, su mirada se enciende.
“Es un avance para todas nosotras. Y tener a una mujer después del primer afroamericano en la Casa Blanca, hace que me sienta muy orgullosa”, coincide desde Iowa Susan Woods. Esta psicoterapeuta retirada acaba de cumplir 70 años, uno más que la candidata demócrata. “¡Ya era hora!”, dice con ganas de empezar a celebrar este “hito” por anticipado.
Woods ya emitió su voto, por adelantado, igual que Grace Papagiannis, una trabajadora social neoyorquina de 82 años que ahora vive retirada en Maryland. También ella aguarda con impaciencia el momento. “Siempre imaginé que las mujeres podían hacer grandes cosas, pero ¿presidenta? No tienes ni idea de cómo me hace sentir”, dice con una gran sonrisa.
Thomas, Woods y Papagiannis son mujeres de entornos geográficos y culturales muy distintos. Pero todas tienen una cosa en común: nacieron y crecieron en el mismo EE UU que cuestionó durante décadas a mujeres profesionales como ellas y como Clinton, un país que en muchos aspectos, como la equidad salarial o la baja por maternidad, sigue estando a años luz de otras naciones del primer mundo, y hasta de algunas del tercero.
Por eso sienten como suyas las batallas de la mujer que más cerca ha llegado a estar de gobernar desde la Casa Blanca, a la que hasta ahora las mujeres solo han entrado como esposas del presidente, y que ha hecho de la lucha por los derechos de la mujer su propia batalla.
“Supongo que podría haberme quedado en casa cocinando galletas y tomando té, pero lo que decidí es ejercer mi profesión, que comencé antes de que mi marido se dedicara al servicio público”, dijo Clinton en 1992, en plena campaña de su esposo Bill para llegar a la Casa Blanca. Como muestra de lo poco preparado que estaba el país para una primera dama nada convencional como ella, quedan portadas como la de la revista Time, que en esa época se llegó a preguntar si “el factor Hillary” podría estar dañando la carrera presidencial de su marido.
Dos décadas más tarde, el voto femenino será uno de los responsables, si se cumplen los pronósticos, de llevar a Hillary Clinton hasta el Despacho Oval. Las mujeres suponen el 53% del electorado. Según los analistas, son clave las mujeres blancas con educación superior, que en 2012 constituyeron uno de cada cinco votantes. Woods, Papagiannis y hasta Thomas, que pese a crecer en el Estados Unidos de la Gran Depresión y proceder de una familia humilde de Kentucky completó sus estudios superiores gracias a una beca, forman parte de ese sector de voto crucial. Jessie, una profesora treintañera de educación primaria, también. Pero reconoce que, aunque votará por Clinton, no lo hará con el fervor de las generaciones mayores. “No tengo la misma sensación que mi madre o mi abuela, para esas generaciones esto es algo más grande”, admite.
Según el Pew Research Center, hay una “brecha” generacional incluso dentro de las mujeres que apoyan a Clinton: para un 93% de las mujeres por encima de 50 años, Clinton es “inspiradora”. Entre las mujeres por debajo de los 50, esta percepción baja al 80%. Muchas otras, aunque la votarán, como Jessie, habrían preferido otra candidata, como la combativa senadora Elizabeth Warren, o el senador por Vermont, Bernie Sanders, la mayor amenaza durante las primarias a la nominación de Clinton. Pero todas son conscientes de que si Clinton se impone hoy, habrá roto el famoso techo de cristal del que la demócrata lleva décadas hablando. Y agrietando.
Papagiannis sabe que incluso entonces la batalla no estará completada. Pero se habrá dado un paso de gigante. Al fin y al cabo, “desde Thomas Jefferson, la política ha sido un mundo de hombres. Eran todos hombres, no hay una sola mujer entre los firmantes de la Declaración de Independencia”, recuerda. Con Clinton, las futuras leyes tendrían, por primera vez, la firma de una mujer.