El Asad da un vuelco a la guerra al recuperar un tercio del Alepo rebelde
Los insurgentes pierden varios distritos en su mayor derrota en la dividida ciudad del norte
Juan Carlos Sanz
Corresponsal en Oriente Próximo
Jerusalén, El País
Las milicias rebeldes han sufrido su mayor revés en Alepo. Una tercera parte de los distritos orientales que dominaban desde 2012 cayeron el lunes en manos del Ejército sirio, que dio un vuelco a la guerra al quebrar el frente ofensiva para partir en dos el frente insurgente de Alepo. Las defensas de la oposición se han desmoronado en el noreste de la ciudad tras la ofensiva general del régimen, jalonada en las dos últimas semanas de incesantes bombardeos aéreos. El asedio al que han sido sometidos desde julio ha acabado debilitando a los insurgentes. Sin municiones, sin alimentos, sin hospitales, sin combustible... sus días de resistencia en Alepo parecen estar contados.
Bachar el Asad empieza a ver hecha realidad su estrategia de apoderarse de las grandes ciudades —la llamada Siria útil, donde habitan las dos terceras partes de la población—, mientras arrincona a los rebeldes en áreas rurales. Las tropas gubernamentales han culminado un avance que pone de relieve la fragilidad de las milicias de la oposición para seguir contando con influencia sobre las clases medias urbanas.
Con la reconquista de los distritos de Sakhur y Haidaria en el noreste de Alepo —confirmada por el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos y reconocida por jefes de la insurgencia—, el régimen ha vuelto a poder enlazar el aeropuerto con el centro de la ciudad mientras deja aislados a unos 8.000 combatientes en bolsas de asedio incomunicadas. Una fuente militar reveló a Reuters que ha quedado abierto un estrecho corredor para que los combatientes rebeldes que aún resisten en el noreste huyan hacia el sureste. La población civil está respondiendo a la mayor derrota sufrida por los insurgentes en Alepo con un éxodo sin precedentes hacia zonas más seguras bajo control gubernamental o del Frente Sirio Democrático, coalición encabezada por milicias kurdas.
Las Unidades de Protección del Pueblo (YPG en sus siglas en kurdo), respaldadas por Estados Unidos en su pugna con el ISIS y con una actitud neutral frente al Ejército, han aprovechado el desconcierto para ampliar su territorio en el norte de la ciudad con la ocupación de los barrios de Halak y Bustan al Basha, recién abandonados por las milicias islamistas rebeldes. Las fuerzas gubernamentales ya se habían apoderado el sábado del distrito oriental de Hanano, y el domingo reconquistaron los barrios colindantes de Jabal Badro y Baidin.
Para el régimen de Damasco, que se está apresurando a consolidar sus avances mediante el desminado del frente y la retirada de bombas trampa, la victoria en el noreste de Alepo representa el éxito de una campaña iniciada este verano. Las fuerzas de El Asad cortaron a mediados de julio la principal línea de suministro de los insurgentes desde Turquía, a través de la llamada carretera Castelo (noroeste). Desde entonces, más de 250.000 civiles (entre ellos 100.000 niños) han permanecido cercados en el frente oriental de Alepo, donde Naciones Unidas no ha podido hacer llegar convoyes con ayuda humanitaria. El mediador de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, y el coordinador de la ayuda internacional, Jan Egeland, reconocían la semana pasada en Ginebra que los víveres ya se han agotado.
A pesar del contraataque lanzado a finales de agosto —tras abrir un nuevo frente en el área de Ramusa (suroeste)—, las milicias rebeldes no pudieron reabrir la comunicación con el exterior para poder recibir refuerzos y rearmarse. La ruptura de la tregua apadrinada el pasado septiembre por Estados Unidos y Rusia solo vino a confirmar la determinación del presidente El Asad de reconquistar Alepo a cualquier precio.
La estrategia de Homs
Los misiles de sus cazas y las bombas de barril arrojadas desde sus helicópteros han arrasado barrios enteros en una estrategia militar que fue anticipada hace dos años contra los insurgentes de Homs, en el centro del país. Aunque Moscú niega estar interviniendo en los bombardeos aéreos sobre Alepo, la oposición insiste en denunciar la participación de la aviación rusa en los ataques.
El Asad no está luchando solo en la batalla de Alepo. A las unidades de élite sirias con carros de combate y artillería se han sumado miles de combatientes chiíes procedentes de Irán (Guardianes Revolucionarios), Líbano (Hezbolá) o Irak (milicias).La falta de suministro de armas y municiones desde la cercana Turquía, el agotamiento de las reservas de alimentos y el colapso de los centros sanitarios tras los últimos ataques han forzado el mayor repliegue rebelde registrado hasta hoy en Alepo.
Ha quedado patente en la batalla por la que fue capital económica de Siria el respaldo pleno al régimen de dos aliados de El Asad. Rusia, que se desplegó hace un año para proteger sus bases en el Mediterráneo, ha venido a Oriente Próximo para quedarse. Irán, que persigue la supremacía regional frente a las potencias musulmanas suníes, amplía también su espacio vital.
Arabia Saudí y las monarquías del Golfo han apoyado a los rebeldes con armas y dinero, pero no han intervenido sobre el terreno. Queda por ver cuál será la posición de Turquía, que ya ha desplegado tropas contra el Estado Islámico en el noreste de Siria.
EE UU, mientras tanto, asiste a la transición desde la Administración demócrata de Barack Obama, que ha ayudado sin entusiasmo a los insurgentes, a la republicana de Donald Trump, quien no se ha mostrado partidario de seguir rearmando a los rebeldes.
Desde que se inició la actual ofensiva del Ejército, el pasado día 15, han muerto al menos 225 civiles, según un recuento efectuado por el Observatorio. Los cadáveres que siguen atrapados bajo los escombros aún no han sido contabilizados.
Juan Carlos Sanz
Corresponsal en Oriente Próximo
Jerusalén, El País
Las milicias rebeldes han sufrido su mayor revés en Alepo. Una tercera parte de los distritos orientales que dominaban desde 2012 cayeron el lunes en manos del Ejército sirio, que dio un vuelco a la guerra al quebrar el frente ofensiva para partir en dos el frente insurgente de Alepo. Las defensas de la oposición se han desmoronado en el noreste de la ciudad tras la ofensiva general del régimen, jalonada en las dos últimas semanas de incesantes bombardeos aéreos. El asedio al que han sido sometidos desde julio ha acabado debilitando a los insurgentes. Sin municiones, sin alimentos, sin hospitales, sin combustible... sus días de resistencia en Alepo parecen estar contados.
Bachar el Asad empieza a ver hecha realidad su estrategia de apoderarse de las grandes ciudades —la llamada Siria útil, donde habitan las dos terceras partes de la población—, mientras arrincona a los rebeldes en áreas rurales. Las tropas gubernamentales han culminado un avance que pone de relieve la fragilidad de las milicias de la oposición para seguir contando con influencia sobre las clases medias urbanas.
Con la reconquista de los distritos de Sakhur y Haidaria en el noreste de Alepo —confirmada por el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos y reconocida por jefes de la insurgencia—, el régimen ha vuelto a poder enlazar el aeropuerto con el centro de la ciudad mientras deja aislados a unos 8.000 combatientes en bolsas de asedio incomunicadas. Una fuente militar reveló a Reuters que ha quedado abierto un estrecho corredor para que los combatientes rebeldes que aún resisten en el noreste huyan hacia el sureste. La población civil está respondiendo a la mayor derrota sufrida por los insurgentes en Alepo con un éxodo sin precedentes hacia zonas más seguras bajo control gubernamental o del Frente Sirio Democrático, coalición encabezada por milicias kurdas.
Las Unidades de Protección del Pueblo (YPG en sus siglas en kurdo), respaldadas por Estados Unidos en su pugna con el ISIS y con una actitud neutral frente al Ejército, han aprovechado el desconcierto para ampliar su territorio en el norte de la ciudad con la ocupación de los barrios de Halak y Bustan al Basha, recién abandonados por las milicias islamistas rebeldes. Las fuerzas gubernamentales ya se habían apoderado el sábado del distrito oriental de Hanano, y el domingo reconquistaron los barrios colindantes de Jabal Badro y Baidin.
Para el régimen de Damasco, que se está apresurando a consolidar sus avances mediante el desminado del frente y la retirada de bombas trampa, la victoria en el noreste de Alepo representa el éxito de una campaña iniciada este verano. Las fuerzas de El Asad cortaron a mediados de julio la principal línea de suministro de los insurgentes desde Turquía, a través de la llamada carretera Castelo (noroeste). Desde entonces, más de 250.000 civiles (entre ellos 100.000 niños) han permanecido cercados en el frente oriental de Alepo, donde Naciones Unidas no ha podido hacer llegar convoyes con ayuda humanitaria. El mediador de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, y el coordinador de la ayuda internacional, Jan Egeland, reconocían la semana pasada en Ginebra que los víveres ya se han agotado.
A pesar del contraataque lanzado a finales de agosto —tras abrir un nuevo frente en el área de Ramusa (suroeste)—, las milicias rebeldes no pudieron reabrir la comunicación con el exterior para poder recibir refuerzos y rearmarse. La ruptura de la tregua apadrinada el pasado septiembre por Estados Unidos y Rusia solo vino a confirmar la determinación del presidente El Asad de reconquistar Alepo a cualquier precio.
La estrategia de Homs
Los misiles de sus cazas y las bombas de barril arrojadas desde sus helicópteros han arrasado barrios enteros en una estrategia militar que fue anticipada hace dos años contra los insurgentes de Homs, en el centro del país. Aunque Moscú niega estar interviniendo en los bombardeos aéreos sobre Alepo, la oposición insiste en denunciar la participación de la aviación rusa en los ataques.
El Asad no está luchando solo en la batalla de Alepo. A las unidades de élite sirias con carros de combate y artillería se han sumado miles de combatientes chiíes procedentes de Irán (Guardianes Revolucionarios), Líbano (Hezbolá) o Irak (milicias).La falta de suministro de armas y municiones desde la cercana Turquía, el agotamiento de las reservas de alimentos y el colapso de los centros sanitarios tras los últimos ataques han forzado el mayor repliegue rebelde registrado hasta hoy en Alepo.
Ha quedado patente en la batalla por la que fue capital económica de Siria el respaldo pleno al régimen de dos aliados de El Asad. Rusia, que se desplegó hace un año para proteger sus bases en el Mediterráneo, ha venido a Oriente Próximo para quedarse. Irán, que persigue la supremacía regional frente a las potencias musulmanas suníes, amplía también su espacio vital.
Arabia Saudí y las monarquías del Golfo han apoyado a los rebeldes con armas y dinero, pero no han intervenido sobre el terreno. Queda por ver cuál será la posición de Turquía, que ya ha desplegado tropas contra el Estado Islámico en el noreste de Siria.
EE UU, mientras tanto, asiste a la transición desde la Administración demócrata de Barack Obama, que ha ayudado sin entusiasmo a los insurgentes, a la republicana de Donald Trump, quien no se ha mostrado partidario de seguir rearmando a los rebeldes.
Desde que se inició la actual ofensiva del Ejército, el pasado día 15, han muerto al menos 225 civiles, según un recuento efectuado por el Observatorio. Los cadáveres que siguen atrapados bajo los escombros aún no han sido contabilizados.