Cuando el Sáhara era verde
El polvo sahariano sobre el océano alteró el patrón de lluvias hace 11.000 años
Miguel Ángel Criado
El País
Hace 11.000 años y durante los seis milenios siguientes el Sáhara, sin ser Galicia, fue mucho más húmedo y verde de lo que es hoy. Un análisis de los sedimentos en las costas americanas muestra que en todo ese tiempo la cantidad de polvo sahariano que llegaba hasta el Atlántico y América era mucho menor. Para los científicos, esa reducción permitió que el sol calentara más el mar, lo que alteró el patrón de lluvias. Hace unos 5.000 años, el polvo volvió a aumentar y con él volvió el desierto.
El Sáhara reverdece más o menos cada 40.000 años. En ese tiempo, la Tierra se mueve un par de grados sobre su eje, lo que altera la incidencia de la luz solar. Este hecho está detrás del carácter cíclico de las glaciaciones. La última gran glaciación acabó hace unos 12.000 años, dando paso al Holoceno, la época actual, y facilitando la expansión de los humanos. Sin embargo, los distintos modelos climáticos no logran explicar cómo esta vez la transición entre la fase seca y húmeda del Sáhara fue tan relativamente rápida y tan profunda. Puede que el polvo fuera la pieza del rompecabezas que faltaba.
La importancia del polvo sahariano va mucho más allá de la calima que, como una neblina, suele llegar a Canarias o el sur de España. El Sáhara es el origen de la mayor parte del polvo que hay en el planeta. En la actualidad, desde esta parte de África, salen entre casi 200 y 300 millones de toneladas de partículas minerales al año. Levantada por los vientos alisios esta capa de polvo llega a todos los rincones del planeta. Han encontrado polvo sahariano atrapado en el hielo Ártico. Las selvas amazónicas no serían lo mismo sin el aporte de minerales africanos y una buena parte del sustrato de las islas del Caribe es simple polvo en forma de rocas sedimentarias.
"Se piensa que los cambios en la órbita de la Tierra, combinados con el calentamiento del hemisferio norte al final de la última glaciación, provocaron un fortalecimiento inicial del monzón africano occidental", explica el profesor del departamento de geología del Instituto Tecnológico de Massachusetts, David McGee. "El aumento de la vegetación y la consiguiente reducción de la emisión de polvo pudieron actuar como amplificadores, creando un proceso circular de retroalimentación en el que más vegetación y menos polvo traían más lluvia, lo que provocaba más vegetación y menos polvo que atraían más lluvia...", añade.
Junto a colegas de otras universidades de EE UU, McGee analizó sedimentos recogidos del lecho marino en mitad del Atlántico a 3.000 metros de profundidad y muestras obtenidas en la zona costera de Bahamas. Los rodillos de roca extraídos contenían polvo acumulado desde hace 23.000 años, es decir, desde el máximo de la última glaciación. Para datarlos, usaron elementos como el torio, que decae a un ritmo constante. Para asegurar que era polvo sahariano, los compararon con muestras con la misma escala temporal recogidas en la costa occidental africana.
Vieron que la tasa de acumulación de polvo fue más o menos constante durante todo el largo periodo de retirada de los hielos. Pero una vez alcanzado el mínimo glacial, la cantidad de polvo sahariano depositado en mitad del Atlántico o en Bahamas se redujo abruptamente casi a la mitad. Y así se mantuvo durante unos 6.000 años, los que se corresponden, según los registros paleobotánicos con el último Sáhara verde.
"Del estudio de la situación actual, es evidente que el polvo mineral tiene un sorprendente gran impacto sobre las nubes, el clima y los ecosistemas. Y está también claro que la cantidad de polvo mineral que sale del Sáhara ha cambiado de forma radical en el pasado e incluso en las últimas década debido a cambios en el clima en el norte de África", recuerda McGee.
Una reducción a la mitad del polvo transportado por el aire debió de tener un impacto sobre la meteorología al menor regional. Por eso, los autores del estudio, publicado en Science Advances, corrieron varios modelos climáticos pero esta vez incluyendo el factor del polvo sahariano. Vieron que en todos ellos, una menor cantidad de polvo amplificaba la radiación solar sobre el océano. Esto elevaría una mayor cantidad de vapor de agua, humedad transportada por el monzón al interior africano. Los registros muestran que entonces estos vientos llegaban unos 1.000 kilómetros más al norte, llevando la lluvia a lo que hoy es el centro del Sáhara.
Miguel Ángel Criado
El País
Hace 11.000 años y durante los seis milenios siguientes el Sáhara, sin ser Galicia, fue mucho más húmedo y verde de lo que es hoy. Un análisis de los sedimentos en las costas americanas muestra que en todo ese tiempo la cantidad de polvo sahariano que llegaba hasta el Atlántico y América era mucho menor. Para los científicos, esa reducción permitió que el sol calentara más el mar, lo que alteró el patrón de lluvias. Hace unos 5.000 años, el polvo volvió a aumentar y con él volvió el desierto.
El Sáhara reverdece más o menos cada 40.000 años. En ese tiempo, la Tierra se mueve un par de grados sobre su eje, lo que altera la incidencia de la luz solar. Este hecho está detrás del carácter cíclico de las glaciaciones. La última gran glaciación acabó hace unos 12.000 años, dando paso al Holoceno, la época actual, y facilitando la expansión de los humanos. Sin embargo, los distintos modelos climáticos no logran explicar cómo esta vez la transición entre la fase seca y húmeda del Sáhara fue tan relativamente rápida y tan profunda. Puede que el polvo fuera la pieza del rompecabezas que faltaba.
La importancia del polvo sahariano va mucho más allá de la calima que, como una neblina, suele llegar a Canarias o el sur de España. El Sáhara es el origen de la mayor parte del polvo que hay en el planeta. En la actualidad, desde esta parte de África, salen entre casi 200 y 300 millones de toneladas de partículas minerales al año. Levantada por los vientos alisios esta capa de polvo llega a todos los rincones del planeta. Han encontrado polvo sahariano atrapado en el hielo Ártico. Las selvas amazónicas no serían lo mismo sin el aporte de minerales africanos y una buena parte del sustrato de las islas del Caribe es simple polvo en forma de rocas sedimentarias.
"Se piensa que los cambios en la órbita de la Tierra, combinados con el calentamiento del hemisferio norte al final de la última glaciación, provocaron un fortalecimiento inicial del monzón africano occidental", explica el profesor del departamento de geología del Instituto Tecnológico de Massachusetts, David McGee. "El aumento de la vegetación y la consiguiente reducción de la emisión de polvo pudieron actuar como amplificadores, creando un proceso circular de retroalimentación en el que más vegetación y menos polvo traían más lluvia, lo que provocaba más vegetación y menos polvo que atraían más lluvia...", añade.
Junto a colegas de otras universidades de EE UU, McGee analizó sedimentos recogidos del lecho marino en mitad del Atlántico a 3.000 metros de profundidad y muestras obtenidas en la zona costera de Bahamas. Los rodillos de roca extraídos contenían polvo acumulado desde hace 23.000 años, es decir, desde el máximo de la última glaciación. Para datarlos, usaron elementos como el torio, que decae a un ritmo constante. Para asegurar que era polvo sahariano, los compararon con muestras con la misma escala temporal recogidas en la costa occidental africana.
Vieron que la tasa de acumulación de polvo fue más o menos constante durante todo el largo periodo de retirada de los hielos. Pero una vez alcanzado el mínimo glacial, la cantidad de polvo sahariano depositado en mitad del Atlántico o en Bahamas se redujo abruptamente casi a la mitad. Y así se mantuvo durante unos 6.000 años, los que se corresponden, según los registros paleobotánicos con el último Sáhara verde.
"Del estudio de la situación actual, es evidente que el polvo mineral tiene un sorprendente gran impacto sobre las nubes, el clima y los ecosistemas. Y está también claro que la cantidad de polvo mineral que sale del Sáhara ha cambiado de forma radical en el pasado e incluso en las últimas década debido a cambios en el clima en el norte de África", recuerda McGee.
Una reducción a la mitad del polvo transportado por el aire debió de tener un impacto sobre la meteorología al menor regional. Por eso, los autores del estudio, publicado en Science Advances, corrieron varios modelos climáticos pero esta vez incluyendo el factor del polvo sahariano. Vieron que en todos ellos, una menor cantidad de polvo amplificaba la radiación solar sobre el océano. Esto elevaría una mayor cantidad de vapor de agua, humedad transportada por el monzón al interior africano. Los registros muestran que entonces estos vientos llegaban unos 1.000 kilómetros más al norte, llevando la lluvia a lo que hoy es el centro del Sáhara.