El vendaval Carrasco tumba al Granada y hace al Atleti más líder

El belga remontó el gol inicial de Cuenca con un 'hat-trick' y se desató la fiesta: Gaitán marcó dos goles y Correa y Tiago cerraron la goleada.

Patricia Cazón
As
El primer gol lo marcó el Calderón justo antes del comienzo del partido. Fue uno de esos que no suben al marcador pero que ahí se quedan, en el aire. Entretejido en el himno a capella, en ver sobre el césped (otra vez) a veteranos como Ufarte, Gárate o Adelardo, en ese tifo, 50 años de pasión, que sonaba a la vez a felicitación y a despedida (no habrá 51). Sin embargo, cuando los goles de verdad llegaron lo hicieron con susto para los rojiblancos: en el minuto 20 de partido el Atleti ya no sólo no era el líder (antes habían ganado Sevilla y Barça), también perdía con el colista.


Alcaraz se estrenaba en el banquillo y su Granada, más sólido, aunque comenzó muro, en el 17’ se quitó el disfraz. El Atleti tenía la posesión pero no la profundidad: parecía despistado, como a otra cosa. Fallaba hasta Godín, extraño. Así pues, dos veces se acercó el Granada al área de Oblak y, en la segunda, un gol. Golazo, perdón. Sólo así parece que es posible batir al esloveno. El que ayer le hizo Cuenca podría ser uno de los goles de LaLiga: recibió en la frontal y, sin dejar botar el balón, se giró y disparó, fortísimo, a la escuadra. Fue imparable.

Y el Atleti tardó diez minutos en encajar el golpe, pero en cuanto lo hizo se desató un vendaval. Su nombre, Yannick. Apellido, Carrasco. Entre él y Juanfran, que vive en la línea de fondo, defiende, centra, corre y es alboroto constante en la derecha, le dieron la vuelta a un partido que comenzó raro y terminó en fiesta. La del líder. Cada día más imparable. Ya tira hasta los muros.

El empate llegaría en el 33’, tras un córner y un cabezazo de Griezmann que Ochoa no atrapó y ningún defensa despejó. Entonces ahí metió la pierna Carrasco, para pegarle al balón como si la empujara el propio Calderón, sus 50 años de historia y todos los que antes, aquí, defendieron la rojiblanca. Fue el principio del fin del Granada. En el 44’, justo antes del descanso, Correa agarró una pelota, se la cosió a la bota y atravesó el campo, desde el centro a la izquierda, para encontrar de nuevo a Carrasco. Sorprendentemente estaba solo. Sin vigilancia. Error. Recibió, recortó y disparó. En su viaje a portería, el balón rozó a Tito y despistó a Ochoa. El Atleti ya era de nuevo líder de LaLiga.

Después del descanso, llegaría el tercero de Carrasco y se desataría la fiesta. Cada vez que el belga rozaba un balón había un runrún, una ocasión de gol. Tanto era que Simeone no dejó de abrazar a su hijo pequeño, Giuliano, ayer en la banda, un recogepelotas más, cada vez que los suyos marcaban, y le daba tiempo, además, a pensar en la Champions y el viaje a Rusia y darle descanso a Koke (por primera vez esta temporada), a Griezmann y a Gameiro. Un lujo.

Los que salieron del banquillo aprovecharon su momento, algo que no es nuevo en este Atleti. La primera pelota que tocó Gaitán fue gol. Después haría otro, asistido por Carrasco. El Granada en ese momento ya era holograma, de cuerpo presente aquí pero con la cabeza allá, lejos, muy lejos, quizá en otras batallas, más fáciles, que permitan ver al Granada que ansía Alcaraz.

El Atleti ayer abusó. Correa cerraría su partidazo con un gol y Tiago, en el 88’, le pondría al partido un lazo, tras otra jugada brutal de un Carrasco inmenso que, en cuanto el árbitro pitó el final, corrió a por el balón para llevárselo bajo el brazo: será para siempre testigo mudo de ese vendaval que sus botas desataron en la tarde en la que afición y jugadores se juntaban para soplar las velas del 50 cumpleaños del Calderón. 15 tardes de Liga le quedan. Y alza muy alto el mentón este Atleti del Cholo. Ojo.

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