Turquía pone los cimientos de su ansiada zona tapón en Siria

La incursión militar logra echar al ISIS de la la frontera y pretende frenar el avance kurdo

Andrés Mourenza
Estambul, El País
Cada uno de los actores que participa en la lucha contra el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) tiene sus intereses, nadie lo hace por amor al arte. Las milicias kurdas, además de por mera supervivencia, lo combaten para avanzar su proyecto político de autonomía en el norte de Siria; el régimen de Bachar el Asad, junto a su aliado ruso, para mejorar su imagen a la vez que bombardea a la oposición; las potencias occidentales a fin de que sus opiniones públicas no piensen que se quedan de brazos cruzados ante la amenaza yihadista. Turquía no es una excepción. Su reciente intervención en el área de Yarablus de la mano de rebeldes islamistas sirios, si bien vestida de una operación contra el ISIS, tiene como objetivo recuperar su peso en las negociaciones sobre el futuro del maltratado país, así como detener la creciente expansión de los kurdos.


Durante los últimos dos años, Ankara ha publicitado en diversas ocasiones su intención de crear una “zona tapón” al sur de la frontera turco-siria con varios objetivos en mente: crear una base segura para sus protegidos del Ejército Libre Sirio (ELS) y para alojar a miles de desplazados por el conflicto sin que se sumen a los cerca de tres millones de sirios que ya acoge en su territorio; detener la infiltración del ISIS en suelo turco e impedir que los kurdos establezcan su famoso “corredor” de este a oeste de la franja septentrional de Siria. Durante 2015, varios aliados occidentales, incluido el francés François Hollande, dieron su apoyo a esta idea, pero fue un respaldo de boquilla. A la hora de la verdad, nunca llegó la luz verde de Washington.

“Estuvimos cerca de enviar tropas sobre el terreno el año pasado. En junio de 2015, Turquía debatió el tema con sus aliados y se llegaron a bocetar planes de contingencia”, explica a EL PAÍS una fuente del Ejecutivo turco que pide el anonimato: “(Pero) Washington no creía que el plan turco fuese factible. Su argumento era que el número de rebeldes moderados no era suficiente para liberar Yarablus y otras partes del norte de Siria”. Otro de los factores que impidió la operación turca entonces fue la oposición de parte de las Fuerzas Armadas turcas, que alegaron “falta de capacidad militar” para llevarla a cabo. El plan quedó definitivamente congelado en noviembre tras el derribo de un caza ruso por parte de Turquía, ya que una intervención hubiese supuesto una confrontación directa con Moscú.

En marzo de este año, Turquía volvió a la carga y presentó a Estados Unidos una lista de militantes de varias facciones del ELS que, en palabras de la fuente gubernamental, “podrían llevar a cabo el trabajo”. Washington permaneció silente, pues las milicias kurdas y árabes a las que apoya –coaligadas en las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF)- se habían demostrado mucho mejores combatientes contra el ISIS que los diversos grupos del ELS, entre los cuales, además, hay numerosos islamistas radicales. Ahora, EE UU ha dado la bienvenida a que su aliado turco adquiera un papel más activo en la lucha contra el yihadismo, pero en privado un alto funcionario de la Administración estadounidense reconocía esta semana al Wall Street Journal que la intervención turca en Siria les tomó desprevenidos.

La operación Escudo del Éufrates no se puede entender, por tanto, sin la reconciliación entre Turquía y Rusia y sin el visto bueno del presidente Vladimir Putin, con el que recientemente se reunió el turco Recep Tayyip Erdogan. Moscú no ve con malos ojos la intervención turca, pues pone en dificultades a los aliados kurdos de Estados Unidos, a los que el régimen de Bachar al Asad tampoco quiere ver demasiado fortalecidos.

Contra los pronósticos de Washington, las fuerzas turcas y del ELS han avanzado rápidamente en territorio del ISIS, en buena medida porque los yihadistas, viéndose sobrepasados en número y teniendo que luchar además contra los kurdos, se han retirado hacia el suroeste. En doce días de campaña, numerosas localidades, incluida Yarablus, y más de 600 kilómetros cuadrados de terreno sirio han sido reconquistados al ISIS. Al mismo tiempo, la pequeña bolsa de territorio en la zona de Azaz donde resistían varias facciones del ELS contra los envites del régimen, el ISIS y los kurdos, comenzó a expandirse con ayuda de los tanques turcos hasta conectar con la ofensiva de Yarablus, logrando este domingo expulsar por completo al ISIS de la frontera turco-siria y sentando las bases para completar la ansiada zona tapón.

Los tanques turcos han avanzado 24 kilómetros por debajo de la frontera turco-siria, expulsando también a los kurdos al sur del río Sajur y encendiendo la luz de alarma en la Casa Blanca, que ve con preocupación como sus dos aliados en la guerra Siria se enzarzan en una absurda lucha para mayor regocijo del ISIS. “La operación continuará hasta que todas las amenazas a nuestra tierra sean neutralizadas”, aseveró el primer ministro turco, Binali Yildirim.

Turquía ha continuado reforzando su ofensiva en los últimos días mediante el envío de más carros de combate y maquinaria pesada destinada a levantar –según algunos medios turcos- una base permanente en Yarablus. El siguiente objetivo, una vez asegurada la frontera, podría ser o bien arrebatar Manbij a las milicias kurdo-árabes, lo que pondría aún en mayores aprietos a EE UU, o dirigirse hacia Al Bab. Pero, en este segundo caso, la batalla no sería el paseo que se dio el Ejército turco en Yarablus, ya que allá se han fortificado los yihadistas huidos del territorio tomado al ISIS.

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