El Estado Islámico pierde su última salida al exterior en la frontera turca

Tras los avances kurdos, la ofensiva de las tropas de Ankara deja acorralado al ISIS en su feudo sirio

Juan Carlos Sanz
Corresponsal en Oriente Próximo
Jerusalén, El País
La intervención del Ejército turco ha dejado acorralado por primera vez al Estado Islámico (ISIS, por su siglas en inglés). Su única puerta al mundo exterior –los cerca de 20 kilómetros de frontera que todavía controlaba entre Siria y Turquía– cayó este domingo en manos de las tropas de Ankara, según informó el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos. La muerte de Abu Mohamed al Adanani, su portavoz y hombre fuerte en Siria, en un ataque el pasado martes le sorprendí en pleno retroceso. Después de haber perdido más de un 40% de su califato en Irak, y casi un 10% en territorio sirio, y con 45.000 de sus milicianos caídos en combate o en bombardeos aéreos, el ISIS se ve cercado en sus feudos de Mosul y Raqa. Los avances de las fuerzas chiíes y kurdas iraquíes, en el primer caso, y las ofensivas de rebeldes kurdos sirios y tropas turcas, en el segundo, han expulsado a los yihadistas suníes de gran parte de sus conquistas de 2014.


“Es la última salida que le queda para comunicarse con el resto del mundo, y estamos a punto de cerrarla”, advirtíe ya el jueves un portavoz del Pentágono. “La coalición encabezada por Estados Unidos apoya con bombardeos aéreos las operaciones turcas”. La estrategia es clara: eliminar las vías de suministro del ISIS antes de lanzar una ofensiva en toda regla como su bastión y capital, Raqa, a orillas del río Éufrates. El propio presidente Barack Obama le ha recordado este domingo a su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, en la cumbre del G-20 en China la necesidad de "terminar el trabajo" contra el Estado Islámico. Washington está apoyando el avance turco con bombardeos aéreos y con el despligue de un nuevo sistema de cohetes.

Con la implicación de una potencia suní como Turquía en el conflicto parece alejarse también el peligro de una resistencia numantina de la población civil sometida al califato, mayoritariamente suní, ante una invasión de fuerzas kurdas en sus tierras ancestrales. Ankara utiliza como punta de lanza en las operaciones al hasta ahora semi inactivo Ejército Libre de Siria (ELS). Estados Unidos no quiere volver a cometer tampoco los errores de la guerra de Irak. Ya no basta con derrotar al ISIS, sino que hay que saber gestionar después la victoria.

La ofensiva turca también busca poner coto al expansionismo kurdo sobre áreas tradicionalmente suníes o turcomanas (minoría procedente de la antigua colonización otomana). El estallido de la tensión étnica solo beneficiaría a los yihadistas suníes. “Turquía no pretende imponer una zona de exclusión área en su frontera, sino una zona de exclusión kurda”, pronostica Joshua Landis, editor del portal Syria Comment y veterano analista del conflicto. “Pero esta incursión”, concluye, “eleva las probabilidades de que Siria acabe dividida en áreas controladas por el Gobierno y por rebeldes árabes y kurdos”.

El Pentágono estima que el ISIS cuenta aún con unos 30.000 combatientes. Como se ha observado durante los últimos días en la batalla de Yarablus, han preferido replegarse a posiciones seguras antes que enfrentarse a los tanques turcos, que contaban con apoyo aéreo y de comandos de fuerzas especiales. También optaron por replegarse este sábado en Al Rai. Sus milicias no han ofrecido la fiera resistencia que mostraron hace dos años ante el avance kurdo en Kobane o, más recientemente, Mambij.
Avance de El Asad en la batalla de Alepo

Cuando ya se han cumplido dos años del inicio de los bombardeos aéreos de EE UU contra las posiciones del Estado Islámico en Siria e Irak y casi un año después del comienzo de la intervención de Rusia, el tablero de la guerra muestra la consolidación del régimen —apoyado por Moscú y Teherán, junto con aliados chiíes como la guerrilla libanesa de Hezbolá— y de los rebeldes suníes —respaldados por Estados Unidos, Turquía, Arabia Saudí y otras monarquías del Golfo–. Ninguno de los dos bloques parece estar en condiciones de derrocar a la otra parte, como se ha comprobado a lo largo de agosto en Alepo, donde fuerzas rebeldes y gubernamentales han roto sucesivamente el frente enemigo cuando parecían cercadas. Este domingo las tropas del régimen dieron de nuevo un vuelco en el estratégico distrito suroccidental de Ramusa, al reconquistar posiciones clave que les habían arrebatado hace un mes las milicias rebeledes, informa Reuters. Los barrios orientales controlados por los insurgentes han quedado otra vez cercados.

Los kurdos de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), que persiguen instaurar su autogobierno en el noreste del país, libraban en beneficio territorial propio una guerra particular contra el ISIS, pero se mostraban aparentemente neutrales en Alepo. Los yihadistas del califato han presenciado desde posiciones cercanas a la batalla sin tomar parte en los combates.

El acuerdo de alto el fuego apadrinado por EE UU y Rusia que estuvo en vigor en febrero y marzo pasados amparaba a todos los contendientes excepto a los yihadistas del Estado Islámico y del Frente al Nusra, denominado ahora Frente de la Conquista tras haber proclamado que rompía su vasallaje con Al Qaeda. El acoso que han sufrido los grupos calificados por la ONU como “terroristas” ha sido sin embargo desigual. “Todas las fuerzas rivales —las leales al gobierno del presidente Al Asad, los rebeldes suníes e incluso los kurdos— parecen haber estado ocupados hasta luchando entre sí en lugar de contra el Estado Islámico”, recuerda Aron Lund, investigador del centro Carnegie para Oriente Próximo. Este experto en el conflicto sirio sostiene que tras la perdida de territorio —el elemento central y distintivo del yihadismo radical del ISIS–, “por primera vez en dos años [desde la proclamación del califato], la tesis de una ofensiva contra Raqa comienza a resultar factible”.

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