El dilema del astronauta

Uno de los temas peor tratados por el cine es el efecto de la gravedad en otros planetas. Cuanto mayor sea, menos probabilidad de sobrevivir tiene el explorador espacial. El cuerpo pesa más y el sistema circulatorio y el respiratorio se colapsan.

El País
EL RECIENTE descubrimiento de las ondas gravitacionales, predichas por Einstein hace más de 100 años, me recuerda que uno de los temas peor tratados por el cine de ciencia-ficción es el efecto que tendría la diferencia de gravedad del planeta que estuviéramos explorando con la de la Tierra. La masa que tenemos es constante, pero el peso depende de la aceleración de la gravedad y esta es proporcional a la masa del lugar donde aterricemos. Hemos visto las imágenes de los astronautas dando saltos espectaculares por la Luna o lanzando bolas de golf con drives de récord gracias a que la menor masa de nuestro satélite hace todos los objetos más livianos. Si el planeta es grande, este efecto se da a la inversa y todo se vuelve mucho más pesado. Por ejemplo, en la película Interstellar los aguerridos protagonistas aterrizan en un lugar con una gravedad tan alta que es capaz de dilatar el tiempo, por esa razón, lo que para los exploradores son unas horas, para el que se queda en la nave son varios años. El problema es que parecen haber olvidado la biofísica más elemental y el efecto que tendrá ese aumento en su fisiología. Recordemos que el peso es el producto de multiplicar la masa por la aceleración de la gravedad, que en la Tierra es de 9,81 metros por segundo. Por lo tanto, en un planeta con mayor gravedad, el peso de los astronautas aumentará. Los huesos y las articulaciones no están diseñados para aguantar tanto, por lo que una vez que estén sometidos al campo gravitatorio quedarán chafados en el suelo. Vamos a imaginar que el traje de astronauta sirve de exoesqueleto y evita que el explorador espacial se convierta en algo parecido a un animal atropellado en la carretera sobre el suelo del nuevo planeta.


Al margen de la incomodidad de no poder quitárselo durante toda la estancia, esto no solucionaría el asunto. La sangre que corre por nuestras venas también sería más pesada, y por tanto la capacidad de bombeo del corazón sería insuficiente ya que no tendría bastante fuerza para impulsarla. Imagine que carga una garrafa de cinco litros de agua, lo cual le supone un esfuerzo. Ahora piense que en esa misma garrafa en vez de agua lleva mercurio, que es mucho más denso. El esfuerzo será mucho mayor, y lo más probable es que se rompa el recipiente. El aire (ya sea por la atmósfera del planeta o el que suministrara el traje) también sería más pesado y la difusión en los pulmones se vería dificultada, suponiendo que puedas respirar.

Y al ser todo más pesado, los músculos que hacen de fuelle para que los pulmones inspiren y espiren también trabajarían con mucha dificultad o directamente no tendrían capacidad para empujar tanto peso y veríamos a los astronautas morir asfixiados, si no han muerto antes por obligar al corazón a bombear sangre mucho más pesada. Así que lo mejor que podrían hacer los exploradores espaciales que se acercaran a un planeta gigante con muchísima gravedad es huir de él… si pueden. Quedarían retenidos fácilmente por la atracción del planeta. Y huir no sería fácil. Para hacernos una idea. En el Apolo XI prácticamente toda la nave era combustible necesario para vencer la atracción gravitatoria de la Tierra. La energía necesaria para despegar crece exponencialmente con la gravedad, con lo que posiblemente los motores no tendrían potencia suficiente ni habría combustible para el despegue. Por tanto, puestos a visitar otros planetas, cuanto más pequeñitos, mejor. Las ondas gravitacionales es lo que tienen.

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