Cierra Fabric, réquiem por la noche de Londres
La clausura del mítico club, tras dos muertes atribuidas a las drogas, simboliza los aprietos de una escena de baile que el nuevo alcalde quiere revitalizar
Pablo Guimón
Londres, El País
Fabric, el templo londinense de la música electrónica más importante del siglo XXI, ya es historia. La retirada definitiva de la licencia del local, después de las muertes este verano de dos jóvenes relacionadas con el consumo de drogas, supone mucho más que el cierre de un local que introdujo a una generación en los subterráneos mundos de la música de baile. En la decisión tomada esta mañana por el distrito de Islington, en el norte de la ciudad, muchos ven un símbolo de la decadencia de la noche londinense, ahogada por la exigente normativa y la feroz especulación inmobiliaria, justo cuando el nuevo equipo municipal trata de reivindicar su importancia económica y cultural.
El cierre provisional hace tres semanas de la sala dejó en estado de shock a una comunidad clubber acostumbrada ya a las malas noticias. Las redes sociales se llenaron de recuerdos compartidos con el hashtag de #fabricmoments. Aficionados, dj’s y promotores apoyaron una petición en Change.org, que superó las 150.000 firmas. “Salva la noche de Londres. Evita el cierre de Fabric”, pedían al nuevo alcalde de Londres, Sadiq Khan.
El regidor laborista, en una entrevista en el Time Out, mostró su apoyo a un club que dijo haber frecuentado, pero aseguró estar atado de manos. “No quiero que cierre Fabric”, dijo. “No quiero que cierren más clubes. Quiero un ambiente en el que no solo preservemos nuestro patrimonio, sino que veamos abrir más locales. Pero no tengo ningún poder directo sobre el asunto”.
También la diputada que representa al distrito en el Parlamento, la laborista Emily Thornberry, ha mostrado su apoyo al club en su cuenta de Facebook. “Debemos cuestionar la asunción de que el uso peligroso de drogas cesará simplemente si cerramos un club como Fabric”, escribía.
Sucede que el local se tenía en el sector como un modelo de buenas prácticas en materia de seguridad. “Si se cierra Fabric”, declaró en The Guardian el presidente de una asociación de empresarios nocturnos, Alan Miller, “habría que cerrar todos los clubes del país, ya que ninguno tiene la diligencia, el personal y las medidas de seguridad que ellos emplean”.
Sin embargo, las pruebas aportadas por la policía al comité encargado de revisar la licencia hablaban de un “refugio seguro para la venta y consumo de drogas ilegales”. “Si se permite que el local siga abierto”, escribió el mando de la policía Stuart Ryan, “hay una alta probabilidad de que vuelvan a ocurrir más muertes relacionadas con la droga”.
Pero las dos muertes de este verano en Fabric no constituyen un caso aislado. El consumo de éxtasis parece haberse disparado y, según la Oficina Nacional de Estadística, las muertes por esta droga pasaron de ocho en 2010 a 50 en 2014. Los empresarios nocturnos se quejan de que el Gobierno no se toma en serio el problema, y que son organizaciones no gubernamentales, en colaboración con los propios empresarios, las que ponen en marcha campañas e iniciativas de información y análisis voluntarios de drogas en la noche.
El cierre de Fabric es un tiro de gracia a la cultura de los grandes clubes de música de baile. Aquellos que definen el sonido de una ciudad, sea Londres, Bristol o Glasgow. Sus pistas de baile son incubadoras de nuevos estilos musicales, un producto que se cuenta entre las principales exportaciones británicas. La llamada economía nocturna genera 66.000 millones de libras (78.500 millones de euros) anuales en Reino Unido y emplea a 1,3 millones de personas. En reconocimiento de esa industria, el metro de Londres ha empezado este verano a funcionar las noches de los fines de semana.
Pero la realidad es que en los últimos ocho años, los que ocupó Boris Johnson la alcaldía, el 50% de las salas de música en directo y el 40% de los clubes de noche de Londres echaron el cierre. El goteo no se ha detenido –cerraron el Shapes, el Passing Clouds, The Silver Bullet y el Dance Tunnel- desde que Sadiq Khan tomó su relevo en mayo. Pero el nuevo alcalde parece dispuesto a reivindicar, como ya hicieron en Ámsterdam o Berlín, el valor económico y cultural de la marcha. Ha creado la figura del llamado “zar nocturno” para potenciar la cultura de clubes y convertir a Londres en “una ciudad 24 horas”. Habrá pues un zar de la noche. Pero, tras el cierre de Fabric, faltará su más legendario palacio.
Pablo Guimón
Londres, El País
Fabric, el templo londinense de la música electrónica más importante del siglo XXI, ya es historia. La retirada definitiva de la licencia del local, después de las muertes este verano de dos jóvenes relacionadas con el consumo de drogas, supone mucho más que el cierre de un local que introdujo a una generación en los subterráneos mundos de la música de baile. En la decisión tomada esta mañana por el distrito de Islington, en el norte de la ciudad, muchos ven un símbolo de la decadencia de la noche londinense, ahogada por la exigente normativa y la feroz especulación inmobiliaria, justo cuando el nuevo equipo municipal trata de reivindicar su importancia económica y cultural.
El cierre provisional hace tres semanas de la sala dejó en estado de shock a una comunidad clubber acostumbrada ya a las malas noticias. Las redes sociales se llenaron de recuerdos compartidos con el hashtag de #fabricmoments. Aficionados, dj’s y promotores apoyaron una petición en Change.org, que superó las 150.000 firmas. “Salva la noche de Londres. Evita el cierre de Fabric”, pedían al nuevo alcalde de Londres, Sadiq Khan.
El regidor laborista, en una entrevista en el Time Out, mostró su apoyo a un club que dijo haber frecuentado, pero aseguró estar atado de manos. “No quiero que cierre Fabric”, dijo. “No quiero que cierren más clubes. Quiero un ambiente en el que no solo preservemos nuestro patrimonio, sino que veamos abrir más locales. Pero no tengo ningún poder directo sobre el asunto”.
También la diputada que representa al distrito en el Parlamento, la laborista Emily Thornberry, ha mostrado su apoyo al club en su cuenta de Facebook. “Debemos cuestionar la asunción de que el uso peligroso de drogas cesará simplemente si cerramos un club como Fabric”, escribía.
Sucede que el local se tenía en el sector como un modelo de buenas prácticas en materia de seguridad. “Si se cierra Fabric”, declaró en The Guardian el presidente de una asociación de empresarios nocturnos, Alan Miller, “habría que cerrar todos los clubes del país, ya que ninguno tiene la diligencia, el personal y las medidas de seguridad que ellos emplean”.
Sin embargo, las pruebas aportadas por la policía al comité encargado de revisar la licencia hablaban de un “refugio seguro para la venta y consumo de drogas ilegales”. “Si se permite que el local siga abierto”, escribió el mando de la policía Stuart Ryan, “hay una alta probabilidad de que vuelvan a ocurrir más muertes relacionadas con la droga”.
Pero las dos muertes de este verano en Fabric no constituyen un caso aislado. El consumo de éxtasis parece haberse disparado y, según la Oficina Nacional de Estadística, las muertes por esta droga pasaron de ocho en 2010 a 50 en 2014. Los empresarios nocturnos se quejan de que el Gobierno no se toma en serio el problema, y que son organizaciones no gubernamentales, en colaboración con los propios empresarios, las que ponen en marcha campañas e iniciativas de información y análisis voluntarios de drogas en la noche.
El cierre de Fabric es un tiro de gracia a la cultura de los grandes clubes de música de baile. Aquellos que definen el sonido de una ciudad, sea Londres, Bristol o Glasgow. Sus pistas de baile son incubadoras de nuevos estilos musicales, un producto que se cuenta entre las principales exportaciones británicas. La llamada economía nocturna genera 66.000 millones de libras (78.500 millones de euros) anuales en Reino Unido y emplea a 1,3 millones de personas. En reconocimiento de esa industria, el metro de Londres ha empezado este verano a funcionar las noches de los fines de semana.
Pero la realidad es que en los últimos ocho años, los que ocupó Boris Johnson la alcaldía, el 50% de las salas de música en directo y el 40% de los clubes de noche de Londres echaron el cierre. El goteo no se ha detenido –cerraron el Shapes, el Passing Clouds, The Silver Bullet y el Dance Tunnel- desde que Sadiq Khan tomó su relevo en mayo. Pero el nuevo alcalde parece dispuesto a reivindicar, como ya hicieron en Ámsterdam o Berlín, el valor económico y cultural de la marcha. Ha creado la figura del llamado “zar nocturno” para potenciar la cultura de clubes y convertir a Londres en “una ciudad 24 horas”. Habrá pues un zar de la noche. Pero, tras el cierre de Fabric, faltará su más legendario palacio.