ANÁLISIS / Si quieres la paz (a tu manera), prosigue la guerra
Cuando les sonríe la fortuna en el frente, ni El Asad ni Putin parecen tener prisa por sellar una tregua.
Juan Carlos Sanz
Corresponsal en Oriente Próximo
El País
Los mismos generales rusos que se apresuraban a ofrecer treguas humanitarias de tres horas para auxiliar a la población cercada en Alepo no han vacilado en ordenar bombardeos sistemáticos de barriadas rebeldes. Los jefes de las milicias insurgentes sirias, apadrinadas por Estados Unidos y Arabia Saudí, que clamaban al mundo para que diese amparo a los civiles sitiados, no han dudado en asediar durante semanas los distritos controlados por el régimen.
Como ya ocurrió en diciembre, la situación de tablas ante el enroque de los contendientes en el tablero de la dividida ciudad apuntaba ahora hacia un nuevo alto el fuego. Los responsables de las diplomacias rusa, Serguéi Lavrov, y estadounidense, John Kerry, llevan más de un mes tentándose las vestiduras para no incurrir en otro fiasco, como el que arruinó las negociaciones de paz de Ginebra. Sus respectivos jefes, Vladímir Putin y Barack Obama, se han limitado a constatar en la cumbre del G-20 en China que estaban perdiendo el tiempo y les han ordenado que perseveren en sortear los últimos escollos para el acuerdo.
Ese escenario de estancamiento bélico, sin embargo, ha dado un vuelco en pocas semanas. La intervención militar turca en el norte de Siria —teóricamente para acorralar al ISIS—, ha venido a dar aliento al campo rebelde suní, al tiempo que ha puesto en guardia a las milicias kurdas, el principal aliado sobre el terreno de Washington. Los combatientes insurgentes se han visto arrollados además en las últimas horas en el estratégico distrito de Ramusa, por donde pasaba su última vía de suministro, y han vuelto a quedar sitiados en el este de Alepo.
Cuando sonríe la fortuna en el frente, ni las tropas leales a Bachar el Asad ni las fuerzas expedicionarias de Putin parecen tener prisa por sellar una tregua. El régimen de Damasco prosigue, mientras tanto, con la estrategia de limpieza de bolsas de rebeldes cercados, rendidos por el hambre y las enfermedades, so pretexto de pactos de evacuación.
De poco servirán los esfuerzos de Kerry y Lavrov mientras Washington siga sin fiarse de la voluntad de Moscú de interrumpir los bombardeos contra civiles, y el Kremlin considere grupos terroristas yihadistas a casi todas las fuerzas de oposición para poder continuar machacándolas durante el próximo alto el fuego.
Juan Carlos Sanz
Corresponsal en Oriente Próximo
El País
Los mismos generales rusos que se apresuraban a ofrecer treguas humanitarias de tres horas para auxiliar a la población cercada en Alepo no han vacilado en ordenar bombardeos sistemáticos de barriadas rebeldes. Los jefes de las milicias insurgentes sirias, apadrinadas por Estados Unidos y Arabia Saudí, que clamaban al mundo para que diese amparo a los civiles sitiados, no han dudado en asediar durante semanas los distritos controlados por el régimen.
Como ya ocurrió en diciembre, la situación de tablas ante el enroque de los contendientes en el tablero de la dividida ciudad apuntaba ahora hacia un nuevo alto el fuego. Los responsables de las diplomacias rusa, Serguéi Lavrov, y estadounidense, John Kerry, llevan más de un mes tentándose las vestiduras para no incurrir en otro fiasco, como el que arruinó las negociaciones de paz de Ginebra. Sus respectivos jefes, Vladímir Putin y Barack Obama, se han limitado a constatar en la cumbre del G-20 en China que estaban perdiendo el tiempo y les han ordenado que perseveren en sortear los últimos escollos para el acuerdo.
Ese escenario de estancamiento bélico, sin embargo, ha dado un vuelco en pocas semanas. La intervención militar turca en el norte de Siria —teóricamente para acorralar al ISIS—, ha venido a dar aliento al campo rebelde suní, al tiempo que ha puesto en guardia a las milicias kurdas, el principal aliado sobre el terreno de Washington. Los combatientes insurgentes se han visto arrollados además en las últimas horas en el estratégico distrito de Ramusa, por donde pasaba su última vía de suministro, y han vuelto a quedar sitiados en el este de Alepo.
Cuando sonríe la fortuna en el frente, ni las tropas leales a Bachar el Asad ni las fuerzas expedicionarias de Putin parecen tener prisa por sellar una tregua. El régimen de Damasco prosigue, mientras tanto, con la estrategia de limpieza de bolsas de rebeldes cercados, rendidos por el hambre y las enfermedades, so pretexto de pactos de evacuación.
De poco servirán los esfuerzos de Kerry y Lavrov mientras Washington siga sin fiarse de la voluntad de Moscú de interrumpir los bombardeos contra civiles, y el Kremlin considere grupos terroristas yihadistas a casi todas las fuerzas de oposición para poder continuar machacándolas durante el próximo alto el fuego.