Los conflictos de intereses por su fundación filantrópica lastran a Hillary Clinton

Correos electrónicos demuestran que donantes de la Fundación Clinton buscaron un trato de favor

Marc Bassets
Washington, El País
Nadie ha demostrado un intercambio de favores, y menos corrupción. Pero la relación entre la demócrata Hillary Clinton y algunos donantes de la organización filantrópica que lleva el apellido familiar puede dañarla en la campaña para las elecciones presidenciales de noviembre. Correos electrónicos publicados en las últimas semanas demuestran que donantes de la Fundación Clinton buscaron un trato de favor cuando ella era secretaria de Estado. Su rival republicano, Donald Trump, pide que un fiscal especial la investigue por corrupción.


Hasta hace unos días las continuas salidas de tono de Trump habían desviado la atención de uno de los problemas que Clinton arrastra en esta campaña: los emails que envió desde su servidor privado en su etapa al frente del Departamento de Estado, entre 2009 y 2013, y algunas de las revelaciones que estos contienen. El Departamento de Justicia exoneró a Clinton en junio de cualquier comportamiento criminal en el uso imprudente del correo privado para su trabajo como jefa de la diplomacia. Y no se ha hallado todavía, ni en los correos ni en otros documentos, la famosa pistola humeante. Es decir, las pruebas concluyentes de un comportamiento corrupto o criminal que los adversarios de los Clinton llevan décadas buscando.

Las últimas revelaciones, contenidas en emails publicados por la organización conservadora Judicial Watch, reflejan varios casos en los que donantes de la Fundación Clinton intentaban obtener citas con Clinton, o un trato privilegiado, mientras ella era secretaria de Estado.

La experiencia y reputación del expresidente sirvieron para captar para la fundación el dinero de multimillonarios, gobiernos y empresas que ha servido para poner en marcha proyectos destinados a frenar el cambio climático, luchar contra el virus VIH o para programas de desarrollo. El gran activo de la fundación, el nombre Clinton, puede acabar siendo su ruina. Es ineludible la sospecha de que, para algunos donantes, las contribuciones eran la llave para entrar en el círculo de una de las familias más influyentes de la política mundial.
Contactos en la NASA

En uno de los emails, un exasesor de Bill Clinton, Ben Schwerin, le pide a Huma Abedin, asesora de Hillary Clinton, un favor en nombre de Bono, artista del grupo irlandés U2. A Bono, que no figura como donante de la fundación pero ha colaborado con ella, le gustaría conectar sus conciertos con la Estación Espacial Internacional, dice el email, y pide un contacto en la NASA o el Congreso. “¿Alguna idea?”, pregunta Schwerin. “Ni idea”, responde Abedin.

Muchos emails siguen un esquema parecido. Alguien pide un favor, nunca directamente a Clinton, sino a Abedin, y esta da largas o lo niega. En otro, otro colaborador de Bill Clinton, Doug Band, pide a Abedin, en nombre de un empresario deportivo de Los Ángeles donante de la fundación, si puede ayudar a obtener un visado a un futbolista inglés con antecedentes criminales. “Me pone nerviosa meterme en esto, pero preguntaré”, escribe Abedin. “Entonces no preguntes”, dice Band.

Un caso en el que la mediación sí sirve es el del príncipe Salman de Bahrein. El príncipe logró, a través de sus contactos con la fundación, una cita con la secretaria de Estado. Salman es viceprimer ministro de un país aliado estratégico de EE UU que, además, ha dado 50.000 dólares a la fundación.

La fundación anunció la semana pasada que, si Clinton es presidenta, dejará de aceptar donativos de Gobiernos y empresas extranjeras.

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