TOUR / Contador salva una caída y Cavendish es el primer líder
Juan Gutiérrez
As
Mark Cavendish batió a Marcel Kittel y Peter Sagan en el sprint de la etapa inaugural y se enfundó el primer maillot amarillo del Tour de Francia 2016. Un británico derrotó a un alemán en una de las cinco playas del Desembarco de Normandía: Utah Beach. Travesuras históricas. Pero los focos apuntaban a uno de los grandes favoritos, Alberto Contador, que cruzó la meta cariacontecido y con el hombro derecho maltrecho. El español se cayó a 78 kilómetros, cuando el viento provocó los primeros momentos de tensión de la carrera, y enlazó poco después. El Sky de Chris Froome y el resto de gallos fueron benévolos, aminoraron la marcha y no quisieron hurgar en el infortunio. Ya veremos cómo evoluciona el de Pinto de sus golpes: "Estoy muy dolorido". Y ya veremos si sus rivales no se arrepienten de su gesto. La carrera dictará. Esto es el Tour.
Los mejores ciclistas del mundo llegan en su mejor de forma del año a la mejor carrera del calendario. Si abres la competición con un prólogo o una contrarreloj por equipos, ya arrancas con unas mínimas diferencias que apaciguan un poco los ánimos en los primeros días. Un poco. Pero si empiezas con una etapa en línea, los nervios están a flor de piel. Y se agudizan con el paso de los kilómetros. El accidente que se produjo en pleno sprint es buena prueba.
La 103ª edición del Tour comenzó con relativa calma, a pesar de la caída inicial de Diego Rosa, ese lugarteniente de lujo de Fabio Aru y Vincenzo Nibali. La escapada de la jornada se formó pronto. Estos son los nombres de los primeros valientes: Howard (IAM), Howes (Cannondale), Delaplace (Fortuneo), Barta y Voss (ambos del Bora-Argon). Llegaron a alcanzar cuatro minutos, pero el pelotón siempre los mantuvo bajo control.
Las imágenes mostraban la belleza extrema de Francia. El contraste de verdes y azules de Normandía. Las playas eternas. “Tienen el mejor cortijo de Europa”, me decía un director español durante mis tiempos de enviado especial. Cada localidad exhibe su iglesia o su castillo. O ambos. El público volcado en las carreteras desde el kilómetro cero también ayuda. Con sus banderas tricolores y regionales, con bicicletas artesanales… El Tour es patrimonio de Francia y de la Humanidad. El día que comienza se me pone la piel de gallina. No lo puedo evitar. Creo que el Reynolds tiene la culpa. Echávarri, Arroyo y Perico.
Todo era felicidad hasta que apareció el viento y la tensión afloró. A 80 kilómetros, los equipos de los grandes líderes tomaron posiciones. En la primera semana del Tour no puedes ganar la carrera, pero sí perderla. No es un tópico. Los mejores ciclistas del mundo en su mejor momento del año querían rodar en cabeza. Y en una curva a la derecha, sobre una mediana, se vio a un corredor del Tinkoff saltar por los aires junto a uno del Sky (Luke Rowe) y otro del BMC (Brent Bookwalter). ¡Alarma! Era Alberto Contador.
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Los corredores del Tinkoff arropan a Alberto Contador después de su caída. AFP
Contador se levantó rápido, cambió de bicicleta y reunió a sus gregarios a su alrededor. Las cámaras mostraban su maillot roto y su hombro derecho dañado. Pero pedaleaba con ligereza. Y con rabia. Según las referencias de televisión llegó a acumular un minuto de desventaja. Pero el viento amainó. El patrón de la carrera, Chris Froome, fue clemente. Y el Tinkoff enlazó cinco kilómetros después, un momento que aprovechó el madrileño para cambiar su zapatilla rota y para visitar a los médicos de carrera.
La actitud reabre uno de los asiduos debates del ciclismo. ¿Hay que esperar tras una caída o una avería? La historia muestra numerosos ejemplos a favor y en contra. Un argumento es que ‘no se debe parar cuando la carrera está lanzada’. Aquí faltaban todavía 78 kilómetros. Otros sostienen que, en caso de duda y para no generar agravios, no hay que ralentizar nunca. Pero, insisto: hay ejemplos para todos los gustos. Y disgustos.
As
Mark Cavendish batió a Marcel Kittel y Peter Sagan en el sprint de la etapa inaugural y se enfundó el primer maillot amarillo del Tour de Francia 2016. Un británico derrotó a un alemán en una de las cinco playas del Desembarco de Normandía: Utah Beach. Travesuras históricas. Pero los focos apuntaban a uno de los grandes favoritos, Alberto Contador, que cruzó la meta cariacontecido y con el hombro derecho maltrecho. El español se cayó a 78 kilómetros, cuando el viento provocó los primeros momentos de tensión de la carrera, y enlazó poco después. El Sky de Chris Froome y el resto de gallos fueron benévolos, aminoraron la marcha y no quisieron hurgar en el infortunio. Ya veremos cómo evoluciona el de Pinto de sus golpes: "Estoy muy dolorido". Y ya veremos si sus rivales no se arrepienten de su gesto. La carrera dictará. Esto es el Tour.
Los mejores ciclistas del mundo llegan en su mejor de forma del año a la mejor carrera del calendario. Si abres la competición con un prólogo o una contrarreloj por equipos, ya arrancas con unas mínimas diferencias que apaciguan un poco los ánimos en los primeros días. Un poco. Pero si empiezas con una etapa en línea, los nervios están a flor de piel. Y se agudizan con el paso de los kilómetros. El accidente que se produjo en pleno sprint es buena prueba.
La 103ª edición del Tour comenzó con relativa calma, a pesar de la caída inicial de Diego Rosa, ese lugarteniente de lujo de Fabio Aru y Vincenzo Nibali. La escapada de la jornada se formó pronto. Estos son los nombres de los primeros valientes: Howard (IAM), Howes (Cannondale), Delaplace (Fortuneo), Barta y Voss (ambos del Bora-Argon). Llegaron a alcanzar cuatro minutos, pero el pelotón siempre los mantuvo bajo control.
Las imágenes mostraban la belleza extrema de Francia. El contraste de verdes y azules de Normandía. Las playas eternas. “Tienen el mejor cortijo de Europa”, me decía un director español durante mis tiempos de enviado especial. Cada localidad exhibe su iglesia o su castillo. O ambos. El público volcado en las carreteras desde el kilómetro cero también ayuda. Con sus banderas tricolores y regionales, con bicicletas artesanales… El Tour es patrimonio de Francia y de la Humanidad. El día que comienza se me pone la piel de gallina. No lo puedo evitar. Creo que el Reynolds tiene la culpa. Echávarri, Arroyo y Perico.
Todo era felicidad hasta que apareció el viento y la tensión afloró. A 80 kilómetros, los equipos de los grandes líderes tomaron posiciones. En la primera semana del Tour no puedes ganar la carrera, pero sí perderla. No es un tópico. Los mejores ciclistas del mundo en su mejor momento del año querían rodar en cabeza. Y en una curva a la derecha, sobre una mediana, se vio a un corredor del Tinkoff saltar por los aires junto a uno del Sky (Luke Rowe) y otro del BMC (Brent Bookwalter). ¡Alarma! Era Alberto Contador.
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Los corredores del Tinkoff arropan a Alberto Contador después de su caída. AFP
Contador se levantó rápido, cambió de bicicleta y reunió a sus gregarios a su alrededor. Las cámaras mostraban su maillot roto y su hombro derecho dañado. Pero pedaleaba con ligereza. Y con rabia. Según las referencias de televisión llegó a acumular un minuto de desventaja. Pero el viento amainó. El patrón de la carrera, Chris Froome, fue clemente. Y el Tinkoff enlazó cinco kilómetros después, un momento que aprovechó el madrileño para cambiar su zapatilla rota y para visitar a los médicos de carrera.
La actitud reabre uno de los asiduos debates del ciclismo. ¿Hay que esperar tras una caída o una avería? La historia muestra numerosos ejemplos a favor y en contra. Un argumento es que ‘no se debe parar cuando la carrera está lanzada’. Aquí faltaban todavía 78 kilómetros. Otros sostienen que, en caso de duda y para no generar agravios, no hay que ralentizar nunca. Pero, insisto: hay ejemplos para todos los gustos. Y disgustos.