“No hay marcha atrás al ‘Brexit”
Entrevista con el alto funcionario británico con más poder en Bruselas hasta que en dos semanas abandone su puesto de comisario de Servicios Financieros
Claudi Pérez
Bratislava, El País
Conserva una mirada juvenil y brillante. Se declara “triste” por el resultado del referéndum británico. Y es de los que piensan que todo es desagradablemente irreversible: el dimitido lord Jonathan Hill (Londres, 1960), el alto funcionario británico con más poder en Bruselas hasta que en dos semanas abandone su puesto de comisario de Servicios Financieros en el brazo ejecutivo de la UE, asegura en una conversación con EL PAÍS y ABC que “no hay marcha atrás” en el Brexit.
De visita en Bratislava para el arranque de la presidencia rotatoria de la UE, Hill considera que la crisis del partido conservador británico, enfrascado en luchas intestinas para elegir al sucesor del primer ministro David Cameron, “hará que la retórica a favor de salir de la Unión Europea sea incluso más fuerte a partir de ahora”. “Incluso si quien vence es Theresa May no veo posibilidades de revertir esa decisión”.
Hill conoce el paño: milita en los tories desde hace más de un cuarto de siglo. Y fue asesor de John Major (sucesor de Margaret Thatcher y casi también de Nostradamus: “Europa es un lobo que viene a devorar al Partido Conservador”) cuando Reino Unido decidió consumar una de sus grandes espantadas, en Maastricht, en los primeros años noventa.
Licenciado en Cambridge, brillante lobista, bien conectado con la City, amigo personal de Cameron y, cómo no, barón de Oareford, Hill explica que Reino Unido “no tiene una gran tradición histórica de referéndums”. “Pero una vez que la gente ha hablado, es muy difícil que ningún líder político se atreva a desafiar la decisión del pueblo”.
Claramente tocado por el resultado del referéndum, Hill —que siempre se declaró europeísta con ese aire desvaído tan, tan rematadamente british— ha avisado de que Reino Unido perderá influencia. Y que la City puede perder peso si Londres no está en la Unión para defender el marcado acento británico de las finanzas europeas. Es más que probable que el Banco Central Europeo (BCE) vuelva a dar la batalla legal —y esta vez gane— para llevarse desde Londres al continente las cámaras de compensación, instituciones esenciales para el funcionamiento de los mercados financieros.
Y esa es solo la punta del iceberg: “Creo que ahora se ve claro que el Brexit se votó sin que la gente fuera consciente de sus consecuencias, de sus graves implicaciones, de lo que vendría después del recuento de votos en el referéndum”. “Pero también creo que la gente ya ha pasado página y que lo que hay que hacer ahora es negociar la nueva relación entre Reino Unido y la Unión, buscar un equilibrio entre mercado único e inmigración”.
Nadie le niega su encanto a lord Hill, que en 2014 fue capaz de hacer reír a los europarlamentarios que le examinaban para ser comisario a pesar de sus conexiones con la City, de su pasado como lobista y de que en muchas cancillerías no se veía adecuado situar a un británico al frente de la cartera de Servicios Financieros, algo así como poner al zorro a vigilar el gallinero.
Es mediodía en la soleada y coqueta capital eslovaca y Hill gesticula en animada conversación hasta que las preguntas viran hacia Escocia y Gibraltar, efectos secundarios de la salida de Reino Unido de la UE. “Tengo que irme”, responde como un resorte. “Me voy, disculpe, tengo que irme”, remata con media sonrisa irónica mientras desaparece, Houdini redivivo, embutido en un traje oscuro de raya diplomática.
Claudi Pérez
Bratislava, El País
Conserva una mirada juvenil y brillante. Se declara “triste” por el resultado del referéndum británico. Y es de los que piensan que todo es desagradablemente irreversible: el dimitido lord Jonathan Hill (Londres, 1960), el alto funcionario británico con más poder en Bruselas hasta que en dos semanas abandone su puesto de comisario de Servicios Financieros en el brazo ejecutivo de la UE, asegura en una conversación con EL PAÍS y ABC que “no hay marcha atrás” en el Brexit.
De visita en Bratislava para el arranque de la presidencia rotatoria de la UE, Hill considera que la crisis del partido conservador británico, enfrascado en luchas intestinas para elegir al sucesor del primer ministro David Cameron, “hará que la retórica a favor de salir de la Unión Europea sea incluso más fuerte a partir de ahora”. “Incluso si quien vence es Theresa May no veo posibilidades de revertir esa decisión”.
Hill conoce el paño: milita en los tories desde hace más de un cuarto de siglo. Y fue asesor de John Major (sucesor de Margaret Thatcher y casi también de Nostradamus: “Europa es un lobo que viene a devorar al Partido Conservador”) cuando Reino Unido decidió consumar una de sus grandes espantadas, en Maastricht, en los primeros años noventa.
Licenciado en Cambridge, brillante lobista, bien conectado con la City, amigo personal de Cameron y, cómo no, barón de Oareford, Hill explica que Reino Unido “no tiene una gran tradición histórica de referéndums”. “Pero una vez que la gente ha hablado, es muy difícil que ningún líder político se atreva a desafiar la decisión del pueblo”.
Claramente tocado por el resultado del referéndum, Hill —que siempre se declaró europeísta con ese aire desvaído tan, tan rematadamente british— ha avisado de que Reino Unido perderá influencia. Y que la City puede perder peso si Londres no está en la Unión para defender el marcado acento británico de las finanzas europeas. Es más que probable que el Banco Central Europeo (BCE) vuelva a dar la batalla legal —y esta vez gane— para llevarse desde Londres al continente las cámaras de compensación, instituciones esenciales para el funcionamiento de los mercados financieros.
Y esa es solo la punta del iceberg: “Creo que ahora se ve claro que el Brexit se votó sin que la gente fuera consciente de sus consecuencias, de sus graves implicaciones, de lo que vendría después del recuento de votos en el referéndum”. “Pero también creo que la gente ya ha pasado página y que lo que hay que hacer ahora es negociar la nueva relación entre Reino Unido y la Unión, buscar un equilibrio entre mercado único e inmigración”.
Nadie le niega su encanto a lord Hill, que en 2014 fue capaz de hacer reír a los europarlamentarios que le examinaban para ser comisario a pesar de sus conexiones con la City, de su pasado como lobista y de que en muchas cancillerías no se veía adecuado situar a un británico al frente de la cartera de Servicios Financieros, algo así como poner al zorro a vigilar el gallinero.
Es mediodía en la soleada y coqueta capital eslovaca y Hill gesticula en animada conversación hasta que las preguntas viran hacia Escocia y Gibraltar, efectos secundarios de la salida de Reino Unido de la UE. “Tengo que irme”, responde como un resorte. “Me voy, disculpe, tengo que irme”, remata con media sonrisa irónica mientras desaparece, Houdini redivivo, embutido en un traje oscuro de raya diplomática.