Los niños africanos que se quedan en el camino
En Marruecos cientos de menores subsaharianos aguardan a la intemperie su oportunidad para llegar a Europa
Francisco Peregil
Rabat, El País
El guineano Ousmane Daouda Soumach sueña con que algún día todo el mundo conozca su nombre. Dormía hasta esta semana en las calles de Rabat. Tiene 14 años y dejó su Conakry natal con 11. Comenta que cuando su padre murió, su madre se casó con su tío y él no se lo perdonó a la madre. Decidió perseguir su sueño de jugar en el Real Madrid y parecerse algún día a Ronaldo, de quien resalta que hace 3.000 abdominales al día. Ousmane metió en una bolsa de plástico tres mudas de ropa y unas botas de fútbol y viajó primero a Senegal. De allí a Mali. Y en la frontera de Mali con Argelia, asegura que lo detuvieron unas milicias yihadistas que lo obligaron a trabajar durante 11 días hasta que consiguió escapar, dejando atrás su pasaporte.
Cuenta que recorrió unos 150 kilómetros en el desierto, sin agua y sin saber hacia dónde iba, que finalmente logró llegar a una ciudad argelina, que pidiendo por aquí y por allá recorrió las principales ciudades de Argelia, que enfermó durante algunos días y lo ingresaron en un hospital, que llegó hasta la frontera con Marruecos a través de un túnel profundo al que bajó con una cuerda. Cuánto de verdad hay en su historia puede que ni él lo sepa. Lo cierto es que ahora es un niño que deambula solo por las calles de Rabat, uno entre cientos que esperan su oportunidad para llegar a Europa.
El senegalés Diop Mountaga, presidente de la Asociación Kirikou, que atiende a niños subsaharianos y marroquíes, confiesa que el caso de los niños solos es el que más frustración le provoca. “La política de inmigración en Marruecos ha mejorado mucho desde hace un par de años. Cada mes nos reunimos unas 15 asociaciones subsaharianas con el ministro de Inmigración y les comentamos nuestros problemas. Nos escuchan y nos ayudan. Pero el caso de los niños de la calle sigue siendo un gran problema, tanto para los niños marroquíes como para los subsaharianos”.
La asociación Kirikou dispone de una guardería en Rabat para niños de entre 2 y 6 años. “Con los niños que tienen familia estamos haciendo un gran trabajo”, explica Mountaga. “Pero con los de la calle nos vemos incapaces. Solo en Rabat hemos localizado a unos 25. Y en la región, a unos 100. En el país hay muchos más. Pero cuando los traes a la guardería, les das alimento, les compras ropa y le dices que vengan al día siguiente a las diez de la mañana, ya no los vuelves a ver. Para ellos Rabat es solo una zona de paso hacia el norte. Y desde el norte quieren llegar como sea a Europa”.
Ousmane Daouda Soumach dice que no descansará hasta llegar a Madrid. El dinero que gana mendigando en la calle se lo gasta a veces en cafés donde le dejan ver los partidos de fútbol. El viernes la asociación Kirikou le encontró una habitación por unos 130 euros al mes para que al menos tenga donde dormir.
Las hermanas Divine y Gloria Kisaka, de 11 y 14 años también tienen donde dormir. Huérfanas de padre, llegaron desde Mali a Marruecos con su madre hace tres años. La madre cayó enferma en Rabat y murió el 18 de abril. Desde la asociación Kirikou llamaron a una hermana de 23 años que llegó a Rabat en mayo. Ahora viven las tres en una habitación dentro de una casa compartida por tres familias, en el barrio de Quas. “Aquí hay peleas todas las noches con machetes y mucho racismo también”, explica Lolitha, la hermana mayor. “Si no fuera por Caritas, que nos paga la mitad del alquiler, y por Kirikou, no tendríamos adonde ir”. Y como tanta gente en su situación, solo aspiran a llegar algún día a Europa.
La ONG española Alianza por la Solidaridad ha publicado este mes un informe que pretende combatir la “invisibilidad” que padecen los menores migrantes de Marruecos. En la investigación sobre el terreno los autores se encontraron casos como el de Khadiya, una adolescente de 16 años que llegó a un hospital marroquí sin zapatos, porque los perdió durante la violación. Explicó al médico de urgencias que fue sodomizada por cinco hombres, todos ellos marroquíes.
“Estuvo 12 horas desde su agresión hasta su salida de la comisaría, sin entender el idioma, ni la administración y sintiéndose sucia. Khadiya quería sobre todo lavarse y que un médico la atendiese”, relata el informe. “Ella no es virgen, ya sabe lo que es el matrimonio porque fue casada con ritos tradicionales a los trece años con su primo, que vive en Europa. Fue su familia la que decidió enviarla por esta ruta para encontrarse con su marido. Tampoco sabe Khadiya lo que es el placer, porque sufrió mutilación genital a los seis años. Siempre ha sentido dolor al tener relaciones sexuales, pero el horror que vivió la noche en la que fue forzada dice que se parece mucho a lo que tiene que ser el infierno”, concluye el informe.
Los investigadores de Alianza por la Solidaridad se encontraron con subsaharianos como Joao, que quedó huérfano a los nueve años y salió de su pueblo a esa edad. Su primera escala fue Senegal. Quería, como tantos otros, jugar en el Barça. Ni siquiera acertó a explicar cómo consiguió recorrer miles de kilómetros hasta llegar a Marruecos. Pero explicó que cuando en el camino se encuentran gente de la misma etnia, a los niños les ayudan mucho. Algunos adultos se aprovechan, según Joao, pero muchos ayudan porque en África los adultos se convierten fácilmente en responsables de los más pequeños.
Helena Maleno, autora del informe, asegura que es imposible saber cuántos niños subsaharianos hay en Marruecos. “Lo que sí hemos detectado es que ahora mismo la mayoría de los menores vienen de Guinea. Tal vez la crisis del Ébola, que dejó a tantos huérfanos en África Occidental sea la causa. Muchos de ellos han sufrido violencia sexual en los bosques de Marruecos”.
En cuanto a las menores, la mayoría llegan desde Nigeria, según Maleno. “Tienen entre 15 y 17 años y su destino en muchos casos es la explotación sexual. Cada vez emprenden el viaje con menos edad, porque el mercado europeo las quiere más jóvenes. Nos hemos encontrando niñas a partir de 13 años. Suelen ser adolescentes que a menudo se quedan embarazadas. Y desde ese momento, ellas se consideran mujeres y las redes las tratan como mujeres. Cuando cruzan en patera y son interceptadas en España ellas se declaran mayores de edad porque las redes no quieren que se vayan a los centros de protección, sino a la calle, para explotarlas lo antes posible. El problema es que cuando se declaran mayores de edad el sistema jurídico y administrativo no se activa para descubrir si son menores de edad y protegerlas”.
La autora del informe se ha encontrado con muchas niñas de Camerún que son explotadas sexualmente durante el camino. “Hacen streaptease en los locales clandestinos de Argelia y comienzan a prostituirse en los bosques, donde se esconden los migrantes en Marruecos”.
Muchas de las menores que llegan a Marruecos optan finalmente por probar suerte en Libia. Entre los 117 cadáveres rescatados el viernes 3 de junio frente a la ciudad libia de Zuara se encontraban los cuerpos de varias niñas nigerianas, según Helena Maleno. “Eran niñas que viajaron de Marruecos a Libia para ser explotadas sexualmente en Europa. Nos llamó un chico congoleño que ahora estaba en Tánger y ahora está en Trípoli y nos contó que en ese barco iban muchas chicas nigerianas”.
El triste final de tanta gente que nunca llegará a Europa no parece desalentar a cientos de niños que esperan su oportunidad escondidos en el monte o en las estaciones de autobús.
Francisco Peregil
Rabat, El País
El guineano Ousmane Daouda Soumach sueña con que algún día todo el mundo conozca su nombre. Dormía hasta esta semana en las calles de Rabat. Tiene 14 años y dejó su Conakry natal con 11. Comenta que cuando su padre murió, su madre se casó con su tío y él no se lo perdonó a la madre. Decidió perseguir su sueño de jugar en el Real Madrid y parecerse algún día a Ronaldo, de quien resalta que hace 3.000 abdominales al día. Ousmane metió en una bolsa de plástico tres mudas de ropa y unas botas de fútbol y viajó primero a Senegal. De allí a Mali. Y en la frontera de Mali con Argelia, asegura que lo detuvieron unas milicias yihadistas que lo obligaron a trabajar durante 11 días hasta que consiguió escapar, dejando atrás su pasaporte.
Cuenta que recorrió unos 150 kilómetros en el desierto, sin agua y sin saber hacia dónde iba, que finalmente logró llegar a una ciudad argelina, que pidiendo por aquí y por allá recorrió las principales ciudades de Argelia, que enfermó durante algunos días y lo ingresaron en un hospital, que llegó hasta la frontera con Marruecos a través de un túnel profundo al que bajó con una cuerda. Cuánto de verdad hay en su historia puede que ni él lo sepa. Lo cierto es que ahora es un niño que deambula solo por las calles de Rabat, uno entre cientos que esperan su oportunidad para llegar a Europa.
El senegalés Diop Mountaga, presidente de la Asociación Kirikou, que atiende a niños subsaharianos y marroquíes, confiesa que el caso de los niños solos es el que más frustración le provoca. “La política de inmigración en Marruecos ha mejorado mucho desde hace un par de años. Cada mes nos reunimos unas 15 asociaciones subsaharianas con el ministro de Inmigración y les comentamos nuestros problemas. Nos escuchan y nos ayudan. Pero el caso de los niños de la calle sigue siendo un gran problema, tanto para los niños marroquíes como para los subsaharianos”.
La asociación Kirikou dispone de una guardería en Rabat para niños de entre 2 y 6 años. “Con los niños que tienen familia estamos haciendo un gran trabajo”, explica Mountaga. “Pero con los de la calle nos vemos incapaces. Solo en Rabat hemos localizado a unos 25. Y en la región, a unos 100. En el país hay muchos más. Pero cuando los traes a la guardería, les das alimento, les compras ropa y le dices que vengan al día siguiente a las diez de la mañana, ya no los vuelves a ver. Para ellos Rabat es solo una zona de paso hacia el norte. Y desde el norte quieren llegar como sea a Europa”.
Ousmane Daouda Soumach dice que no descansará hasta llegar a Madrid. El dinero que gana mendigando en la calle se lo gasta a veces en cafés donde le dejan ver los partidos de fútbol. El viernes la asociación Kirikou le encontró una habitación por unos 130 euros al mes para que al menos tenga donde dormir.
Las hermanas Divine y Gloria Kisaka, de 11 y 14 años también tienen donde dormir. Huérfanas de padre, llegaron desde Mali a Marruecos con su madre hace tres años. La madre cayó enferma en Rabat y murió el 18 de abril. Desde la asociación Kirikou llamaron a una hermana de 23 años que llegó a Rabat en mayo. Ahora viven las tres en una habitación dentro de una casa compartida por tres familias, en el barrio de Quas. “Aquí hay peleas todas las noches con machetes y mucho racismo también”, explica Lolitha, la hermana mayor. “Si no fuera por Caritas, que nos paga la mitad del alquiler, y por Kirikou, no tendríamos adonde ir”. Y como tanta gente en su situación, solo aspiran a llegar algún día a Europa.
La ONG española Alianza por la Solidaridad ha publicado este mes un informe que pretende combatir la “invisibilidad” que padecen los menores migrantes de Marruecos. En la investigación sobre el terreno los autores se encontraron casos como el de Khadiya, una adolescente de 16 años que llegó a un hospital marroquí sin zapatos, porque los perdió durante la violación. Explicó al médico de urgencias que fue sodomizada por cinco hombres, todos ellos marroquíes.
“Estuvo 12 horas desde su agresión hasta su salida de la comisaría, sin entender el idioma, ni la administración y sintiéndose sucia. Khadiya quería sobre todo lavarse y que un médico la atendiese”, relata el informe. “Ella no es virgen, ya sabe lo que es el matrimonio porque fue casada con ritos tradicionales a los trece años con su primo, que vive en Europa. Fue su familia la que decidió enviarla por esta ruta para encontrarse con su marido. Tampoco sabe Khadiya lo que es el placer, porque sufrió mutilación genital a los seis años. Siempre ha sentido dolor al tener relaciones sexuales, pero el horror que vivió la noche en la que fue forzada dice que se parece mucho a lo que tiene que ser el infierno”, concluye el informe.
Los investigadores de Alianza por la Solidaridad se encontraron con subsaharianos como Joao, que quedó huérfano a los nueve años y salió de su pueblo a esa edad. Su primera escala fue Senegal. Quería, como tantos otros, jugar en el Barça. Ni siquiera acertó a explicar cómo consiguió recorrer miles de kilómetros hasta llegar a Marruecos. Pero explicó que cuando en el camino se encuentran gente de la misma etnia, a los niños les ayudan mucho. Algunos adultos se aprovechan, según Joao, pero muchos ayudan porque en África los adultos se convierten fácilmente en responsables de los más pequeños.
Helena Maleno, autora del informe, asegura que es imposible saber cuántos niños subsaharianos hay en Marruecos. “Lo que sí hemos detectado es que ahora mismo la mayoría de los menores vienen de Guinea. Tal vez la crisis del Ébola, que dejó a tantos huérfanos en África Occidental sea la causa. Muchos de ellos han sufrido violencia sexual en los bosques de Marruecos”.
En cuanto a las menores, la mayoría llegan desde Nigeria, según Maleno. “Tienen entre 15 y 17 años y su destino en muchos casos es la explotación sexual. Cada vez emprenden el viaje con menos edad, porque el mercado europeo las quiere más jóvenes. Nos hemos encontrando niñas a partir de 13 años. Suelen ser adolescentes que a menudo se quedan embarazadas. Y desde ese momento, ellas se consideran mujeres y las redes las tratan como mujeres. Cuando cruzan en patera y son interceptadas en España ellas se declaran mayores de edad porque las redes no quieren que se vayan a los centros de protección, sino a la calle, para explotarlas lo antes posible. El problema es que cuando se declaran mayores de edad el sistema jurídico y administrativo no se activa para descubrir si son menores de edad y protegerlas”.
La autora del informe se ha encontrado con muchas niñas de Camerún que son explotadas sexualmente durante el camino. “Hacen streaptease en los locales clandestinos de Argelia y comienzan a prostituirse en los bosques, donde se esconden los migrantes en Marruecos”.
Muchas de las menores que llegan a Marruecos optan finalmente por probar suerte en Libia. Entre los 117 cadáveres rescatados el viernes 3 de junio frente a la ciudad libia de Zuara se encontraban los cuerpos de varias niñas nigerianas, según Helena Maleno. “Eran niñas que viajaron de Marruecos a Libia para ser explotadas sexualmente en Europa. Nos llamó un chico congoleño que ahora estaba en Tánger y ahora está en Trípoli y nos contó que en ese barco iban muchas chicas nigerianas”.
El triste final de tanta gente que nunca llegará a Europa no parece desalentar a cientos de niños que esperan su oportunidad escondidos en el monte o en las estaciones de autobús.