Los demócratas inician divididos la convención que coronará a Clinton
La revelación por Wikileaks de correos internos fuerza la dimisión de la jefa del partido, Wasserman Schultz
Marc Bassets
Washington, El País
La convención demócrata arranca el lunes en Filadelfia en un ambiente de desconfianza entre las bases izquierdista y los líderes del partido cercanos a la candidata, Hillary Clinton. Horas antes del inicio del cónclave que oficialmente nominará a Clinton, la jefa del Comité Nacional Demócrata, Debbie Wasserman-Schultz, anunció su dimisión. El motivo es la publicación por Wikileaks de más de 19.000 correos electrónicos que revelan el favoritismo de los jefes del partido hacia Clinton durante las primarias que la enfrentaron al senador socialista Bernie Sanders. Clinton confía en que el rechazo al candidato republicano, Donald Trump, ayude a cerrar las divisiones.
En Filadelfia, Clinton mirará más allá de los miles de delegados y público congregados en al pabellón donde se celebra la convención. Se dirigirá a todos los norteamericanos y les alertará del peligro de que Trump —un candidato que ha prometido deportar a millones de inmigrantes, construir un muro en la frontera con México y vetar la entrada de musulmanes en EE UU— llegue a la Casa Blanca.
“Cuando alguien dice ‘sólo yo puedo arreglarlo’, deberían dispararse las alarmas”, dijo Clinton este fin de semana. “Eso no es una democracia. Hicimos una revolución porque no queríamos que un solo hombre tomase todas las decisones por nosotros”. Clinton se refería al discurso de Trump que el jueves clausuró la convención del Partido Republicano en Cleveland. El candidato republicano trazó un dibujo sombrío de EE UU como un país hundido en el caos y la violencia que sólo él podría salvar.
Trump será el motor de la unidad demócrata, según Chris Lehane, asesor de los Clinton durante los años noventa, cuando el esposo de Hillary, Bill, era presidente. “La convención de la oscuridad y la intemperie, de la ruina y la depresión, de la noche oscura de América, servirá como fuerza galvanizadora para unir el partido”, vaticina Lehane en un correo electrónico. “A la hora de alinearnos para combatir la tormenta del trumpismo, creo que todas las alas del partido entienden que en esto estamos juntos”. Según Lehane, “la convención de Trump ha servido en bandeja a la convención demócrata y de Clinton la posibilidad de enviar un mensaje positivo, unido y orientado al futuro”.
Antes, los demócratas tienen que resolver sus divisiones, y en esto ocuparon las horas previas al cónclave.
Los partidarios de Sanders se cobraron la cabeza simbólica de Wasserman-Schultz, presidenta del Comité Nacional Demócrata (DNC, en sus siglas inglesas), que actúa como secretariado del partido. La publicación, por la organización Wikileaks, de casi 20.000 correos electrónicos internos del DNC, sugiere que Wasserman-Schultz incumplió sus deberes de neutralidad durante el proceso de primarias que enfrentaron a Clinton y Sanders entre febrero y junio. Muchos sanderistas, que ven en Clinton una cómplice de Wall Street, aceptaron de mala gana la derrota de su hombre. Creen que el aparato del partido les puso en desventaja.
Además del veto a Wasserman-Schultz, Sanders ha logrado la creación de una comisión que preparará una reforma del sistema de elecciones primarias. Se trata, por ejemplo, de restar peso a los superdelegados, compromisarios no electos que pueden inclinar la nominación y que en esta ocasión se han alineado con Clinton.
La concesión de mayor calado de los clintonistas a los sanderistas —de la mayoría del partido y la minoría insurgente— es el programa electoral. El programa no es vinculante para el candidato pero ofrece una foto del partido. Y el partido con el que Clinton concurrirá a las elecciones del 8 de noviembre es más progresista —más sanderista— de lo que era antes de la irrupción del fenómeno Sanders. Incluye medidas como el salario mínimo de 15 dólares la hora, la universidad gratuita para las clases medias, o la baja de maternidad o paternidad de 12 semanas.
Clinton quiere convencer a las bases izquierdistas de que es suficientemente progresista, pero a elegir al senador Kaine como número dos, un político más pragmático que ideológico, les ha decepcionado.
En el año del descontento populista con el establishment que ha impulsado tanto a Sanders como a Trump el Partido Demócrata se presentan políticos identificados con este establishment: Clinton, exprimera dama, exsenadora y exsecretaria de Estado; y Kaine, exalcalde, exgobernador y senador. Enfrente tendrá un político no profesional como Trump, un hombre de negocios y estrella de la telerrealidad dotado de un talento para atizar los miedos de las clases medias blancas.
Clinton deberá afinar el mensaje. Primero, persuadir a los votantes descontentos de que dos políticos de carrera entenderán y resolverán sus problemas. Y segundo, rechazar la visión apocalíptica de Trump sin que parezca que caen en la complacencia y que en los EE UU del presidente demócrata Barack Obama son el mejor de los mundos posibles.
Conexiones rusas
El candidato republicano, Donald Trump, admira al presidente ruso, Vladímir Putin. Ha sugerido que, si Rusia atacase a un aliado de la OTAN, EE UU no se vería obligado a defenderlo.
Paul Manafort, el jefe de la campaña de Trump, fue consultor del antiguo gobierno proruso de Ucrania. En la convención republicana de la semana pasada, los partidarios de Trump lograron eliminar una petición de armar a los ucranianos contra Rusia.
El director de la campaña de Hillary Clinton, Robby Mook, ve la mano rusa en el pirateo de miles de correos electrónicos del Partido Demócrata, difundidos por Wikileaks en vísperas de la convención demócrata. Los trumpistas desechan estos vínculos como absurdas teorías conspirativas.
Marc Bassets
Washington, El País
La convención demócrata arranca el lunes en Filadelfia en un ambiente de desconfianza entre las bases izquierdista y los líderes del partido cercanos a la candidata, Hillary Clinton. Horas antes del inicio del cónclave que oficialmente nominará a Clinton, la jefa del Comité Nacional Demócrata, Debbie Wasserman-Schultz, anunció su dimisión. El motivo es la publicación por Wikileaks de más de 19.000 correos electrónicos que revelan el favoritismo de los jefes del partido hacia Clinton durante las primarias que la enfrentaron al senador socialista Bernie Sanders. Clinton confía en que el rechazo al candidato republicano, Donald Trump, ayude a cerrar las divisiones.
En Filadelfia, Clinton mirará más allá de los miles de delegados y público congregados en al pabellón donde se celebra la convención. Se dirigirá a todos los norteamericanos y les alertará del peligro de que Trump —un candidato que ha prometido deportar a millones de inmigrantes, construir un muro en la frontera con México y vetar la entrada de musulmanes en EE UU— llegue a la Casa Blanca.
“Cuando alguien dice ‘sólo yo puedo arreglarlo’, deberían dispararse las alarmas”, dijo Clinton este fin de semana. “Eso no es una democracia. Hicimos una revolución porque no queríamos que un solo hombre tomase todas las decisones por nosotros”. Clinton se refería al discurso de Trump que el jueves clausuró la convención del Partido Republicano en Cleveland. El candidato republicano trazó un dibujo sombrío de EE UU como un país hundido en el caos y la violencia que sólo él podría salvar.
Trump será el motor de la unidad demócrata, según Chris Lehane, asesor de los Clinton durante los años noventa, cuando el esposo de Hillary, Bill, era presidente. “La convención de la oscuridad y la intemperie, de la ruina y la depresión, de la noche oscura de América, servirá como fuerza galvanizadora para unir el partido”, vaticina Lehane en un correo electrónico. “A la hora de alinearnos para combatir la tormenta del trumpismo, creo que todas las alas del partido entienden que en esto estamos juntos”. Según Lehane, “la convención de Trump ha servido en bandeja a la convención demócrata y de Clinton la posibilidad de enviar un mensaje positivo, unido y orientado al futuro”.
Antes, los demócratas tienen que resolver sus divisiones, y en esto ocuparon las horas previas al cónclave.
Los partidarios de Sanders se cobraron la cabeza simbólica de Wasserman-Schultz, presidenta del Comité Nacional Demócrata (DNC, en sus siglas inglesas), que actúa como secretariado del partido. La publicación, por la organización Wikileaks, de casi 20.000 correos electrónicos internos del DNC, sugiere que Wasserman-Schultz incumplió sus deberes de neutralidad durante el proceso de primarias que enfrentaron a Clinton y Sanders entre febrero y junio. Muchos sanderistas, que ven en Clinton una cómplice de Wall Street, aceptaron de mala gana la derrota de su hombre. Creen que el aparato del partido les puso en desventaja.
Además del veto a Wasserman-Schultz, Sanders ha logrado la creación de una comisión que preparará una reforma del sistema de elecciones primarias. Se trata, por ejemplo, de restar peso a los superdelegados, compromisarios no electos que pueden inclinar la nominación y que en esta ocasión se han alineado con Clinton.
La concesión de mayor calado de los clintonistas a los sanderistas —de la mayoría del partido y la minoría insurgente— es el programa electoral. El programa no es vinculante para el candidato pero ofrece una foto del partido. Y el partido con el que Clinton concurrirá a las elecciones del 8 de noviembre es más progresista —más sanderista— de lo que era antes de la irrupción del fenómeno Sanders. Incluye medidas como el salario mínimo de 15 dólares la hora, la universidad gratuita para las clases medias, o la baja de maternidad o paternidad de 12 semanas.
Clinton quiere convencer a las bases izquierdistas de que es suficientemente progresista, pero a elegir al senador Kaine como número dos, un político más pragmático que ideológico, les ha decepcionado.
En el año del descontento populista con el establishment que ha impulsado tanto a Sanders como a Trump el Partido Demócrata se presentan políticos identificados con este establishment: Clinton, exprimera dama, exsenadora y exsecretaria de Estado; y Kaine, exalcalde, exgobernador y senador. Enfrente tendrá un político no profesional como Trump, un hombre de negocios y estrella de la telerrealidad dotado de un talento para atizar los miedos de las clases medias blancas.
Clinton deberá afinar el mensaje. Primero, persuadir a los votantes descontentos de que dos políticos de carrera entenderán y resolverán sus problemas. Y segundo, rechazar la visión apocalíptica de Trump sin que parezca que caen en la complacencia y que en los EE UU del presidente demócrata Barack Obama son el mejor de los mundos posibles.
Conexiones rusas
El candidato republicano, Donald Trump, admira al presidente ruso, Vladímir Putin. Ha sugerido que, si Rusia atacase a un aliado de la OTAN, EE UU no se vería obligado a defenderlo.
Paul Manafort, el jefe de la campaña de Trump, fue consultor del antiguo gobierno proruso de Ucrania. En la convención republicana de la semana pasada, los partidarios de Trump lograron eliminar una petición de armar a los ucranianos contra Rusia.
El director de la campaña de Hillary Clinton, Robby Mook, ve la mano rusa en el pirateo de miles de correos electrónicos del Partido Demócrata, difundidos por Wikileaks en vísperas de la convención demócrata. Los trumpistas desechan estos vínculos como absurdas teorías conspirativas.