La población frena en la calle el golpe de Estado en Turquía
Erdogan asegura que está camino de Ankara y pide a los ciudadanos que resistan la intentona
Andrés Mourenza
Cizre, El País
Un golpe de Estado ha sumido esta noche en una situación caótica a Turquía, un aliado estratégico para Europa y miembro de la OTAN. Sectores de las fuerzas armadas turcas se sublevaron para tratar de hacerse con el poder en el país y decretaron la ley marcial. El Ejecutivo intentó sofocar la revuelta y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, pidió a sus partidarios que salieran a las calles para frenar la sublevación y la ciudadanía respondió. A través de la televisión se pudo ver cómo los golpistas comenzaban a ser detenidos y los militares eran expulsados del canal de televisión estatal desde el que estaban controlando la información.
El llamamiento de Erdogan a frenar como fuera la asonada derivó en enfrentamientos a tiros en Ankara y Estambul. La agencia progubernamental Anadolu informó que 17 policías de las fuerzas especiales fueron asesinados en una academia policía en Ankara. En esa misma ciudad varios tanques dispararon en las inmediaciones del Parlamento turco, según se pudo ver a través de la televisión, y un avión de combate utilizado por los golpistas fue derribado.
Los movimientos comenzaron en torno a las diez de la noche cuando camiones de transportes de tropas se estacionaron a la entrada de los puentes que cruzan el estrecho del Bósforo en Estambul y los cerraron al tráfico. Poco después, en Ankara, los blindados y los tanques tomaron posiciones en las calles y varios cazas pasaron en vuelo rasante sobre la capital. Un pelotón de soldados golpistas se dirigió al Estado Mayor y con el apoyo del fuego aéreo de un helicóptero de guerra Sikorski penetró en el edificio y tomó como rehén al jefe del Estado Mayor, el general Hulusi Akar.
Todo se desarrollaba con gran rapidez y en medio de una gran confusión, pero en general de acuerdo a lo planificado con los golpistas, que, como en anteriores asonadas, rodearon varios edificios importantes en la estructura del Estado e instalaciones como el Aeropuerto de Estambul y se hicieron con el control de la radiotelevisión pública TRT donde, tras cortar la emisión, hicieron a una presentadora leer un comunicado en el que afirmaban haber tomado el poder ante las “amenazas” a las que se enfrenta Turquía y que el Gobierno es “incapaz” de atajar, así como a la deriva “autocrática” del presidente Erdogan, al que acusaron de “traidor”. Asimismo anunciaron un toque de queda en todo el país, que pasaría de forma temporal a ser dirigido por el llamado Consejo de Paz en Casa.
Tampoco contaban los militares sublevados con que el presidente Erdogan, además de un fuerte rechazo, concita igualmente un enorme apoyo popular. El levantamiento le pilló fuera de Ankara, pero “desde un lugar seguro” –según una fuente de su entorno, que no quiso revelar la localización- lanzó un llamamiento mediante una intervención telefónica en la cadena CNN-Türk: “Salid a la calle, tomad las plazas, id al aeropuerto (de Estambul). ¿Qué van a hacer? ¿Van a disparar al pueblo? Esto es un ataque contra la democracia”. Como en otras ocasiones en que el mandatario turco ha apostado al todo o nada, esta vez también triunfó.
Miles de personas comenzaron a llenar las plazas enarbolando banderas de Turquía, mientras desde las mezquitas se hacían llamadas a defender al Gobierno democráticamente electo. Y la gente tomó las plazas y se subió sobre los blindados del Ejército sin que apenas se registraran disturbios, excepto en el puente del Bósforo, donde los militares abrieron fuego contra los manifestantes.
A medida que transcurría la noche, los generales al mando de la Marina, el Primer y el Tercer Ejército de Tierra, la Gendarmería y otros destacamentos militares hacían llamamientos a que los militares volviesen a sus cuarteles. Poco a poco y pese a algunos combates –y varias explosiones registradas en el Parlamento sin dañar al puñado de diputados, que desafiantes, se había reunido allí- el golpe se fue desinflando. En torno a las 2.30 de la mañana, una hora menos en España, el jefe de los servicios secretos, Nuh Yilmaz, anunciaba que el jefe del Estado Mayor había sido rescatado y se encontraba “al mando de la situación”. El centro nacional de inteligencia llegó a decir que el golpe había fracasado.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha llamado a evitar "cualquier violencia y derramamiento de sangre" en Turquía y ha declarado su respaldo al "Gobierno turco democráticamente elegido". Rusia, por su parte, hizo un llamamiento en favor del respeto de la ley.
Tradición golpista
Si bien la tradición golpista ha sido un vicio constante de los militares turcos, sería incorrecto equiparar todos los golpes de Estado que ha sufrido el país, ya que cada uno de ellos tuvo unas características diferenciadas que revelan las pugnas de poder que, como en la sociedad turca, han tenido también lugar en el seno de las Fuerzas Armadas. El primero, de 1960, de tendencia progresista –algunos autores lo comparan a los golpes baazistas- fue ejecutado por la baja oficialidad contra un gobierno conservador. En 1971, fue la cúpula militar la que intervino, pero sólo unos días después de desbaratar un complot de oficiales izquierdistas. En 1980, tras una década de enfrentamientos entre la izquierda y la derecha, el Estado Mayor tomó el control del poder liderado por un general muy conservador y en 1997 volvió a ser la cúpula militar, dominada por kemalistas y eurasianistas, la que actuó contra el Gobierno del mentor político de Erdogan, Necmettin Erbakan.
En este caso, el hecho de que la cúpula se haya mostrado contraria, indicaría una participación de mandos bajos o intermedios de forma similar a la ocurrida en 1960. Según fuentes del Gobierno, serían oficiales ligados a la cofradía de Fethullah Gülen, aunque extraña el hecho de que hayan podido movilizar a un número considerable de fuerzas militares, más cuando el Ejecutivo lleva dos años desbrozando las instituciones de supuestos gülenistas.
Andrés Mourenza
Cizre, El País
Un golpe de Estado ha sumido esta noche en una situación caótica a Turquía, un aliado estratégico para Europa y miembro de la OTAN. Sectores de las fuerzas armadas turcas se sublevaron para tratar de hacerse con el poder en el país y decretaron la ley marcial. El Ejecutivo intentó sofocar la revuelta y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, pidió a sus partidarios que salieran a las calles para frenar la sublevación y la ciudadanía respondió. A través de la televisión se pudo ver cómo los golpistas comenzaban a ser detenidos y los militares eran expulsados del canal de televisión estatal desde el que estaban controlando la información.
El llamamiento de Erdogan a frenar como fuera la asonada derivó en enfrentamientos a tiros en Ankara y Estambul. La agencia progubernamental Anadolu informó que 17 policías de las fuerzas especiales fueron asesinados en una academia policía en Ankara. En esa misma ciudad varios tanques dispararon en las inmediaciones del Parlamento turco, según se pudo ver a través de la televisión, y un avión de combate utilizado por los golpistas fue derribado.
Los movimientos comenzaron en torno a las diez de la noche cuando camiones de transportes de tropas se estacionaron a la entrada de los puentes que cruzan el estrecho del Bósforo en Estambul y los cerraron al tráfico. Poco después, en Ankara, los blindados y los tanques tomaron posiciones en las calles y varios cazas pasaron en vuelo rasante sobre la capital. Un pelotón de soldados golpistas se dirigió al Estado Mayor y con el apoyo del fuego aéreo de un helicóptero de guerra Sikorski penetró en el edificio y tomó como rehén al jefe del Estado Mayor, el general Hulusi Akar.
Todo se desarrollaba con gran rapidez y en medio de una gran confusión, pero en general de acuerdo a lo planificado con los golpistas, que, como en anteriores asonadas, rodearon varios edificios importantes en la estructura del Estado e instalaciones como el Aeropuerto de Estambul y se hicieron con el control de la radiotelevisión pública TRT donde, tras cortar la emisión, hicieron a una presentadora leer un comunicado en el que afirmaban haber tomado el poder ante las “amenazas” a las que se enfrenta Turquía y que el Gobierno es “incapaz” de atajar, así como a la deriva “autocrática” del presidente Erdogan, al que acusaron de “traidor”. Asimismo anunciaron un toque de queda en todo el país, que pasaría de forma temporal a ser dirigido por el llamado Consejo de Paz en Casa.
Tampoco contaban los militares sublevados con que el presidente Erdogan, además de un fuerte rechazo, concita igualmente un enorme apoyo popular. El levantamiento le pilló fuera de Ankara, pero “desde un lugar seguro” –según una fuente de su entorno, que no quiso revelar la localización- lanzó un llamamiento mediante una intervención telefónica en la cadena CNN-Türk: “Salid a la calle, tomad las plazas, id al aeropuerto (de Estambul). ¿Qué van a hacer? ¿Van a disparar al pueblo? Esto es un ataque contra la democracia”. Como en otras ocasiones en que el mandatario turco ha apostado al todo o nada, esta vez también triunfó.
Miles de personas comenzaron a llenar las plazas enarbolando banderas de Turquía, mientras desde las mezquitas se hacían llamadas a defender al Gobierno democráticamente electo. Y la gente tomó las plazas y se subió sobre los blindados del Ejército sin que apenas se registraran disturbios, excepto en el puente del Bósforo, donde los militares abrieron fuego contra los manifestantes.
A medida que transcurría la noche, los generales al mando de la Marina, el Primer y el Tercer Ejército de Tierra, la Gendarmería y otros destacamentos militares hacían llamamientos a que los militares volviesen a sus cuarteles. Poco a poco y pese a algunos combates –y varias explosiones registradas en el Parlamento sin dañar al puñado de diputados, que desafiantes, se había reunido allí- el golpe se fue desinflando. En torno a las 2.30 de la mañana, una hora menos en España, el jefe de los servicios secretos, Nuh Yilmaz, anunciaba que el jefe del Estado Mayor había sido rescatado y se encontraba “al mando de la situación”. El centro nacional de inteligencia llegó a decir que el golpe había fracasado.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha llamado a evitar "cualquier violencia y derramamiento de sangre" en Turquía y ha declarado su respaldo al "Gobierno turco democráticamente elegido". Rusia, por su parte, hizo un llamamiento en favor del respeto de la ley.
Tradición golpista
Si bien la tradición golpista ha sido un vicio constante de los militares turcos, sería incorrecto equiparar todos los golpes de Estado que ha sufrido el país, ya que cada uno de ellos tuvo unas características diferenciadas que revelan las pugnas de poder que, como en la sociedad turca, han tenido también lugar en el seno de las Fuerzas Armadas. El primero, de 1960, de tendencia progresista –algunos autores lo comparan a los golpes baazistas- fue ejecutado por la baja oficialidad contra un gobierno conservador. En 1971, fue la cúpula militar la que intervino, pero sólo unos días después de desbaratar un complot de oficiales izquierdistas. En 1980, tras una década de enfrentamientos entre la izquierda y la derecha, el Estado Mayor tomó el control del poder liderado por un general muy conservador y en 1997 volvió a ser la cúpula militar, dominada por kemalistas y eurasianistas, la que actuó contra el Gobierno del mentor político de Erdogan, Necmettin Erbakan.
En este caso, el hecho de que la cúpula se haya mostrado contraria, indicaría una participación de mandos bajos o intermedios de forma similar a la ocurrida en 1960. Según fuentes del Gobierno, serían oficiales ligados a la cofradía de Fethullah Gülen, aunque extraña el hecho de que hayan podido movilizar a un número considerable de fuerzas militares, más cuando el Ejecutivo lleva dos años desbrozando las instituciones de supuestos gülenistas.