Francia, un país con tres frentes de guerra con el yihadismo
El Estado más amenazado por los islamistas combate al ISIS y Al Qaeda con más de 5.000 militares en Oriente Próximo y África
Carlos Yárnoz
París, El País
En los dos últimos años, Francia ha sufrido los atentados terroristas más graves cometidos en Occidente por yihadistas. Su territorio entero se ha convertido en el prioritario frente de batalla contra el terror, pero las fuerzas armadas francesas mantienen activos otros dos frentes de batalla en el exterior. Desde 2013, Francia ha sido el país europeo más activo en el combate al yihadismo dentro y fuera del país. El presidente François Hollande se ha convertido en un jefe militar permanente.
Al poco tiempo de llegar al Elíseo en mayo de 2012, Hollande lideró una coalición de países para lanzar bombardeos en Siria. No se consumaron porque Barack Obama acabó desligándose de la operación. Al año siguiente, el mandatario francés lanzó en la República Centroafricana la operación Sangaris para poner freno a las matanzas interétnicas y religiosas. Llegó a desplazar 2.500 militares. Esta misma semana, ha concluido el despliegue una vez que la fuerza Minusca de la ONU se ha hecho cargo de la misión.
En agosto de 2014, Francia amplió en miles de kilómetros cuadrados la operación contra los yihadistas iniciada meses antes en Mali. Creó la operación Barkhane, a la que están adscritos 3.500 militares, 35 aviones y 400 blindados. Desde Mauritania hasta Chad, cubren una superficie cinco veces superior a la de Francia para interceptar a grupos yihadistas en todo el Sahel.
En septiembre de 2014, Francia inició los bombardeos en Irak contra el ISIS. Envió cazabombarderos a Jordania y Emiratos Árabes y desplegó un millar de militares. Hoy participan en la operación, bautizada con el nombre de Chammal, 17 aviones y una fragata.
Cuatro meses más tarde, los yihadistas iniciaron los ataques de gran envergadura en Francia, el país europeo que más combatientes islamistas ha exportado al califato: más de 1.600, decenas de ellos procedentes de la zona de Niza. Los islamistas provocaron en enero de 2015 en París la matanza en la revista Charlie Hebdo y el mortal ataque a un supermercado de comida judía.
La respuesta fue sobre todo militar: fortalecer con más aviones la operación Chammal. En paralelo, casi 10.000 militares se desplegaron por toda Francia para vigilar centros religiosos y colegios o estaciones de tren y aeropuertos. La presencia de militares con fusiles y chalecos antibalas es ya parte del paisaje habitual en el país.
A la vez, Gobierno y Parlamento han endurecido toda una batería de nuevas leyes antiterroristas. En Francia es ya legal la masiva recogida de datos e información de sistemas de comunicaciones.
En noviembre pasado, un comando de una decena de yihadistas residentes en Bélgica –algunos de ellos excombatientes en Siria- asesinó a 130 personas en la sala Bataclan y en bares y terrazas de París. La respuesta fue enviar de nuevo al portaviones Charles de Gaulle, buque insignia de la flota, para intensificar los bombardeos.
Los cazas Rafale bombardearon especialmente a partir de entonces los lugares de entrenamiento de yihadistas en los que previamente se habían escuchado conversaciones o mensajes en francés. Se trataba de eliminar a combatientes que seguramente habían partido de Francia y eran entrenados también para cometer atentados en su tierra de origen.
El Gobierno asumió que en esos ataques aéreos podían morir ciudadanos de nacionalidad francesa y argumentó que lo hacía “en defensa propia”. Fue ese el argumento que empleó para ampliar los bombardeos a Siria a partir de septiembre del año pasado.
En el frente interior, los 10.000 militares de la operación Centinela iban a ser reducidos esta semana a 7.000, pero se ha paralizado el plan tras el atentado de Niza. Hollande, además, ha prorrogado tres meses el estado de excepción que concluía el 26 de julio. “Toda Francia está bajo la amenaza del terrorismo islamista”, ha dicho Hollande. El Parlamento aprobará la ley sobre esa prórroga el próximo jueves.
El estado de excepción permite detenciones e interrogatorios sin mandato judicial, así como entradas en domicilios, confiscación y análisis de sistemas de comunicación o asignación forzosa de domicilio.
En los últimos dos años, se han producido otros atentados en Francia con menos víctimas. El último, el mes pasado en Yvelines, cerca de París, donde un islamista mató a cuchilladas a un policía y a su esposa, también funcionaria de seguridad. Interior asegura que han sido abortados al menos otros doce ataques.
"Nos enfrentamos a una guerra", ha reiterado este viernes el primer ministro, Manuel Valls. "Hay una amenaza que pesa sobre Francia y seguirá pesando. Pero Francia no se rendirá".
Carlos Yárnoz
París, El País
En los dos últimos años, Francia ha sufrido los atentados terroristas más graves cometidos en Occidente por yihadistas. Su territorio entero se ha convertido en el prioritario frente de batalla contra el terror, pero las fuerzas armadas francesas mantienen activos otros dos frentes de batalla en el exterior. Desde 2013, Francia ha sido el país europeo más activo en el combate al yihadismo dentro y fuera del país. El presidente François Hollande se ha convertido en un jefe militar permanente.
Al poco tiempo de llegar al Elíseo en mayo de 2012, Hollande lideró una coalición de países para lanzar bombardeos en Siria. No se consumaron porque Barack Obama acabó desligándose de la operación. Al año siguiente, el mandatario francés lanzó en la República Centroafricana la operación Sangaris para poner freno a las matanzas interétnicas y religiosas. Llegó a desplazar 2.500 militares. Esta misma semana, ha concluido el despliegue una vez que la fuerza Minusca de la ONU se ha hecho cargo de la misión.
En agosto de 2014, Francia amplió en miles de kilómetros cuadrados la operación contra los yihadistas iniciada meses antes en Mali. Creó la operación Barkhane, a la que están adscritos 3.500 militares, 35 aviones y 400 blindados. Desde Mauritania hasta Chad, cubren una superficie cinco veces superior a la de Francia para interceptar a grupos yihadistas en todo el Sahel.
En septiembre de 2014, Francia inició los bombardeos en Irak contra el ISIS. Envió cazabombarderos a Jordania y Emiratos Árabes y desplegó un millar de militares. Hoy participan en la operación, bautizada con el nombre de Chammal, 17 aviones y una fragata.
Cuatro meses más tarde, los yihadistas iniciaron los ataques de gran envergadura en Francia, el país europeo que más combatientes islamistas ha exportado al califato: más de 1.600, decenas de ellos procedentes de la zona de Niza. Los islamistas provocaron en enero de 2015 en París la matanza en la revista Charlie Hebdo y el mortal ataque a un supermercado de comida judía.
La respuesta fue sobre todo militar: fortalecer con más aviones la operación Chammal. En paralelo, casi 10.000 militares se desplegaron por toda Francia para vigilar centros religiosos y colegios o estaciones de tren y aeropuertos. La presencia de militares con fusiles y chalecos antibalas es ya parte del paisaje habitual en el país.
A la vez, Gobierno y Parlamento han endurecido toda una batería de nuevas leyes antiterroristas. En Francia es ya legal la masiva recogida de datos e información de sistemas de comunicaciones.
En noviembre pasado, un comando de una decena de yihadistas residentes en Bélgica –algunos de ellos excombatientes en Siria- asesinó a 130 personas en la sala Bataclan y en bares y terrazas de París. La respuesta fue enviar de nuevo al portaviones Charles de Gaulle, buque insignia de la flota, para intensificar los bombardeos.
Los cazas Rafale bombardearon especialmente a partir de entonces los lugares de entrenamiento de yihadistas en los que previamente se habían escuchado conversaciones o mensajes en francés. Se trataba de eliminar a combatientes que seguramente habían partido de Francia y eran entrenados también para cometer atentados en su tierra de origen.
El Gobierno asumió que en esos ataques aéreos podían morir ciudadanos de nacionalidad francesa y argumentó que lo hacía “en defensa propia”. Fue ese el argumento que empleó para ampliar los bombardeos a Siria a partir de septiembre del año pasado.
En el frente interior, los 10.000 militares de la operación Centinela iban a ser reducidos esta semana a 7.000, pero se ha paralizado el plan tras el atentado de Niza. Hollande, además, ha prorrogado tres meses el estado de excepción que concluía el 26 de julio. “Toda Francia está bajo la amenaza del terrorismo islamista”, ha dicho Hollande. El Parlamento aprobará la ley sobre esa prórroga el próximo jueves.
El estado de excepción permite detenciones e interrogatorios sin mandato judicial, así como entradas en domicilios, confiscación y análisis de sistemas de comunicación o asignación forzosa de domicilio.
En los últimos dos años, se han producido otros atentados en Francia con menos víctimas. El último, el mes pasado en Yvelines, cerca de París, donde un islamista mató a cuchilladas a un policía y a su esposa, también funcionaria de seguridad. Interior asegura que han sido abortados al menos otros doce ataques.
"Nos enfrentamos a una guerra", ha reiterado este viernes el primer ministro, Manuel Valls. "Hay una amenaza que pesa sobre Francia y seguirá pesando. Pero Francia no se rendirá".