El miedo cala poco a poco en la sociedad turca
Los expertos alertan un cambio psicológico entre la ciudadanía tras un año de atentados
Andrés Mourenza
Estambul, El País
La noche del 13 de marzo, casi uno de cada cuatro espectadores de Turquía se sentó frente al televisor a seguir las aventuras y desventuras de Atakan, Yattara y Seda Tetik, algunos de los participantes en Survivor, la versión turca del programa que en España se llamó La isla de los famosos. Como un domingo más. La cuestión es que no era un domingo cualquiera; unas horas antes, dos militantes kurdos se habían suicidado en pleno centro de Ankara al volante de un coche bomba: murieron 37 personas que paseaban entre los cafés, los cines y los centros comerciales. Survivor superó los 9 millones de televidentes. Como cada domingo.
“Parecería que a la gente no le importa lo que ocurre a sus semejantes. Pero no es así. Es síntoma de un miedo profundo. A la gente le da tanto miedo pensar que les podía haber pasado a ellos, que deciden ignorar los hechos. Es un mecanismo de protección muy humano”, explica Selçuk Candansayar, profesor de Psiquiatría en la Universidad Gazi de Ankara.
Desde junio del año pasado, Turquía ha vivido una cadena de atentados del Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) y de los grupos armados kurdos PKK y TAK, que han dejado un reguero de unos 250 muertos y un millar de heridos. Eso sin contar las acciones armadas en la región kurda, donde se ha recrudecido el conflicto entre los nacionalistas kurdos y el Estado, provocando más de 1.500 muertos y medio millón de desplazados.
En apariencia, la vida continúa como si nada hubiera ocurrido pero, según los expertos, algo está cambiando en el seno de la sociedad turca y en el ámbito individual, aunque sea de manera larvada. Hay menos afluencia a los habitualmente abarrotados lugares de ocio y cada vez se oyen más frases del tipo: “Prefiero ir en autobús. Le he prometido a mi pareja que no tomaría el metro”.
“La sociedad turca lleva enfrentándose al terrorismo durante décadas. Pero en los setenta era una violencia segmentada, circunscrita a grupos de izquierda y de derecha. Y posteriormente, con el PKK, era una cuestión más regional y el grupo centraba sus ataques en objetivos militares”, explica la socióloga Nilüfer Narli: “El Daesh [acrónimo en árabe del ISIS] es diferente, ataca objetivos civiles de todo tipo. Y el enemigo es invisible”. Los vecinos del edificio donde se fabricaron los explosivos utilizados en el ataque al aeropuerto Atatürk de Estambul, por ejemplo, se mostraron conmocionados cuando se descubrió quiénes habían sido los misteriosos inquilinos de uno de los apartamentos. “Durante días, vivía sobre una bomba”, dijo una anciana del bloque.
En un estudio, aún no publicado, que está elaborando la socióloga Narli sobre los efectos de la nueva ola terrorista en la sociedad turca se insta a diferentes personas a repasar los últimos 25 años de Turquía y mencionar aquellos sucesos de los que tienen un peor recuerdo o que tuvieron un impacto más negativo sobre sus vidas. “Un gran número de participantes menciona atentados de Daesh, ataques del PKK, bombas y ataques suicidas. Lo cual quiere decir que, si bien la vida continúa, estos hechos les han afectado profundamente. Todos dicen sentirse más tensos, temerosos, pesimistas…”, apunta la socióloga.
En este tipo de situaciones, asegura el profesor Candansayar, la población tiende a mirar al Estado en busca de seguridad: más policía, más militares, más controles en las calles. “La gente está dispuesta a aceptar un mayor grado de autoritarismo y mano dura. Pero al mismo tiempo, cuando los atentados se repiten pese a la mayor seguridad, el sentimiento de desprotección se vuelve aún mayor. Entonces se extiende la frustración y el fatalismo. La gente cree que nada se puede hacer, se cierra en sí misma y deja de hacer planes de futuro. El miedo paraliza e impide pensar”, opina el psiquiatra: “Estas situaciones también benefician el pensamiento mágico, la esperanza en un milagro: sea el advenimiento de un líder fuerte o un hecho natural que cambie las cosas”.
Los ataques han llegado además en una situación de polarización política y social no vista desde hace 40 años en Turquía y cada uno evalúa lo ocurrido desde su enrocada postura política: la oposición ve la mano del Ejecutivo islamista en los atentados del ISIS y los conservadores la de los opositores en los del PKK.
En los programas de los canales progubernamentales es habitual también que se lancen acusaciones sobre las conexiones del ISIS con servicios de inteligencia extranjeros y entre los usuarios turcos de las redes sociales ha circulado profusamente una advertencia de la Secretaría de Estado de EEUU para quienes viajasen a Turquía, un día antes del atentado en Estambul, que se ha utilizado –pese a que estos avisos se hacen periódicamente- para aventurar que los socios occidentales conocían los planes del ISIS y no lo comunicaron a Turquía. La teoría del complot ofrece una narrativa poderosa y una explicación simple a cuestiones complejas. Pero al mismo tiempo alimenta la paranoia colectiva.
Son estas algunas de las razones por las que en Turquía no se han visto manifestaciones unitarias de condena como sí ocurrió en París. “No hay signos de que se vayan a producir acciones a nivel colectivo, porque la gente tiene miedo de organizar este tipo de actos”, cree Narli. Lo que sí se ha incrementado en los últimos años, añade Candansayar, es el grado de irritabilidad y violencia interpersonal, a causa de la tensión política: “Los conflictos más básicos, en la calle o en la familia, tienden ahora a resolverse con violencia. Respecto al terrorismo no hay datos todavía que permitan cuantificar cómo está afectando la nueva ola de violencia, pero podemos predecir que tendrán consecuencias negativas”.
Andrés Mourenza
Estambul, El País
La noche del 13 de marzo, casi uno de cada cuatro espectadores de Turquía se sentó frente al televisor a seguir las aventuras y desventuras de Atakan, Yattara y Seda Tetik, algunos de los participantes en Survivor, la versión turca del programa que en España se llamó La isla de los famosos. Como un domingo más. La cuestión es que no era un domingo cualquiera; unas horas antes, dos militantes kurdos se habían suicidado en pleno centro de Ankara al volante de un coche bomba: murieron 37 personas que paseaban entre los cafés, los cines y los centros comerciales. Survivor superó los 9 millones de televidentes. Como cada domingo.
“Parecería que a la gente no le importa lo que ocurre a sus semejantes. Pero no es así. Es síntoma de un miedo profundo. A la gente le da tanto miedo pensar que les podía haber pasado a ellos, que deciden ignorar los hechos. Es un mecanismo de protección muy humano”, explica Selçuk Candansayar, profesor de Psiquiatría en la Universidad Gazi de Ankara.
Desde junio del año pasado, Turquía ha vivido una cadena de atentados del Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) y de los grupos armados kurdos PKK y TAK, que han dejado un reguero de unos 250 muertos y un millar de heridos. Eso sin contar las acciones armadas en la región kurda, donde se ha recrudecido el conflicto entre los nacionalistas kurdos y el Estado, provocando más de 1.500 muertos y medio millón de desplazados.
En apariencia, la vida continúa como si nada hubiera ocurrido pero, según los expertos, algo está cambiando en el seno de la sociedad turca y en el ámbito individual, aunque sea de manera larvada. Hay menos afluencia a los habitualmente abarrotados lugares de ocio y cada vez se oyen más frases del tipo: “Prefiero ir en autobús. Le he prometido a mi pareja que no tomaría el metro”.
“La sociedad turca lleva enfrentándose al terrorismo durante décadas. Pero en los setenta era una violencia segmentada, circunscrita a grupos de izquierda y de derecha. Y posteriormente, con el PKK, era una cuestión más regional y el grupo centraba sus ataques en objetivos militares”, explica la socióloga Nilüfer Narli: “El Daesh [acrónimo en árabe del ISIS] es diferente, ataca objetivos civiles de todo tipo. Y el enemigo es invisible”. Los vecinos del edificio donde se fabricaron los explosivos utilizados en el ataque al aeropuerto Atatürk de Estambul, por ejemplo, se mostraron conmocionados cuando se descubrió quiénes habían sido los misteriosos inquilinos de uno de los apartamentos. “Durante días, vivía sobre una bomba”, dijo una anciana del bloque.
En un estudio, aún no publicado, que está elaborando la socióloga Narli sobre los efectos de la nueva ola terrorista en la sociedad turca se insta a diferentes personas a repasar los últimos 25 años de Turquía y mencionar aquellos sucesos de los que tienen un peor recuerdo o que tuvieron un impacto más negativo sobre sus vidas. “Un gran número de participantes menciona atentados de Daesh, ataques del PKK, bombas y ataques suicidas. Lo cual quiere decir que, si bien la vida continúa, estos hechos les han afectado profundamente. Todos dicen sentirse más tensos, temerosos, pesimistas…”, apunta la socióloga.
En este tipo de situaciones, asegura el profesor Candansayar, la población tiende a mirar al Estado en busca de seguridad: más policía, más militares, más controles en las calles. “La gente está dispuesta a aceptar un mayor grado de autoritarismo y mano dura. Pero al mismo tiempo, cuando los atentados se repiten pese a la mayor seguridad, el sentimiento de desprotección se vuelve aún mayor. Entonces se extiende la frustración y el fatalismo. La gente cree que nada se puede hacer, se cierra en sí misma y deja de hacer planes de futuro. El miedo paraliza e impide pensar”, opina el psiquiatra: “Estas situaciones también benefician el pensamiento mágico, la esperanza en un milagro: sea el advenimiento de un líder fuerte o un hecho natural que cambie las cosas”.
Los ataques han llegado además en una situación de polarización política y social no vista desde hace 40 años en Turquía y cada uno evalúa lo ocurrido desde su enrocada postura política: la oposición ve la mano del Ejecutivo islamista en los atentados del ISIS y los conservadores la de los opositores en los del PKK.
En los programas de los canales progubernamentales es habitual también que se lancen acusaciones sobre las conexiones del ISIS con servicios de inteligencia extranjeros y entre los usuarios turcos de las redes sociales ha circulado profusamente una advertencia de la Secretaría de Estado de EEUU para quienes viajasen a Turquía, un día antes del atentado en Estambul, que se ha utilizado –pese a que estos avisos se hacen periódicamente- para aventurar que los socios occidentales conocían los planes del ISIS y no lo comunicaron a Turquía. La teoría del complot ofrece una narrativa poderosa y una explicación simple a cuestiones complejas. Pero al mismo tiempo alimenta la paranoia colectiva.
Son estas algunas de las razones por las que en Turquía no se han visto manifestaciones unitarias de condena como sí ocurrió en París. “No hay signos de que se vayan a producir acciones a nivel colectivo, porque la gente tiene miedo de organizar este tipo de actos”, cree Narli. Lo que sí se ha incrementado en los últimos años, añade Candansayar, es el grado de irritabilidad y violencia interpersonal, a causa de la tensión política: “Los conflictos más básicos, en la calle o en la familia, tienden ahora a resolverse con violencia. Respecto al terrorismo no hay datos todavía que permitan cuantificar cómo está afectando la nueva ola de violencia, pero podemos predecir que tendrán consecuencias negativas”.