El ‘Brexit’ pasa factura a las cúpulas de todos los partidos
Pablo Guimón
Londres, El País
La dimisión este lunes del líder del antieuropeo UKIP alimenta una maldición por la que todo el que tuvo que ver con el referéndum europeo desaparece de la escena política británica. Nigel Farage, el hombre sin el cual nunca se habría llegado hasta aquí, declaró misión cumplida y se va. Igual que David Cameron, el primer ministro que convocó la consulta y la perdió. Boris Johnson, para el que la victoria del Brexit parecía un billete directo a Downing Street, se retira traicionado. Y Jeremy Corbyn, el líder de la oposición, sigue atrincherado ante una colosal rebelión que aboca al laborismo a una nueva lucha interna.
Ante el estupor general, Reino Unido se enfrenta descabezado al mayor desafío de su historia reciente. Tras la dimisión del primer ministro, David Cameron, y la retirada de Boris Johnson, exalcalde de Londres y gran figura de la campaña del Brexit, este lunes ha anunciado su renuncia Nigel Farage.
La dimisión de Farage precipita al UKIP, la principal fuerza antiinmigración del país, a un debate existencial que ya se le abría con la victoria del Brexit. Se trata del único partido que defendió unitariamente el Brexit. El reto ahora es capitalizar su victoria y dar con una estrategia, una razón de ser, que le permita consolidar su fuerza en las comunidades obreras del norte de Inglaterra. Como recordó este lunes Farage, que pidió que se aceleren las negociaciones de salida de la UE, el UKIP podría salir muy beneficiado en las generales de 2020 si las negociaciones no llevan a una drástica restricción de la libertad de movimiento.
El problema del UKIP es que llegó a ser una marca unipersonal. Fue Farage quien convirtió al partido en el tercero más votado del país. Obtuvo 3,9 millones de votos en las generales de 2015, más que la suma del tercer y cuarto partidos con más escaños, pero la dispersión geográfica de su apoyo hizo que se tradujeran en solo un diputado. Ni siquiera Farage obtuvo su escaño, y el único diputado del partido es Douglas Carswell, un tránsfuga tory que ayer anunció que no desea liderar el partido. De la mala relación de Carswell y Farage da fe el emoticono sonriente y con gafas de sol que tuiteó el diputado tras conocer la noticia de la dimisión.
Farage es el segundo líder de la campaña por el Brexit que se retira de la primera línea de la política después de ganar el referéndum. Boris Johnson, exalcalde de Londres y favorito para convertirse en el próximo primer ministro, tiró la toalla al comprobar que Michael Gove, ministro de Justicia, no iba a apoyar su candidatura, como le prometió, sino que se disponía a presentar la suya propia.
Con la retirada de Johnson, la favorita a convertirse en la próxima primera ministra —cargo que por primera vez en la historia del país elegirán los militantes tories— es Theresa May, la ministra del Interior. De los tres candidatos que el propio Cameron nombró para sucederlo, cuando anunció en otoño pasado que no se presentaría a un tercer mandato en 2020, May es la que menos se implicó en la campaña del referéndum. Defendió la permanencia, pero con un perfil bajo. George Osborne, canciller del Exchequer que completaba el trío de posibles sucesores junto con Johnson y May, renunció a sus ambiciones criticado por su exageración de los datos económicos para defender la permanencia.
May se enfrenta a otros cuatro candidatos. Andrea Leadsom, secretaria de Estado de Energía y ferviente antieuropea, presentó ayer oficialmente su candidatura prometiendo garantizar los derechos de los ciudadanos europeos que actualmente trabajan en Reino Unido. La promesa era una respuesta a la propia May, que dijo el domingo que dichos derechos tendrían que formar parte de las negociaciones de salida.
Apoyada por los más euroescépticos del partido, Leadsom ha ganado posiciones -a última hora de la tarde recibió el respaldo de Boris Johnson- y es ya la segunda favorita por delante de Michael Gove y los diputados Stephen Crabb y Liam Fox. Los diputados empezarán hoy a descartar candidatos, mediante voto secreto, hasta que queden solo los dos finalistas que, si nadie se retira, se someterán a la votación de la militancia a la vuelta del verano. El 9 de septiembre, según los plazos marcados por el órgano gestor del partido, se elegirá el nuevo líder conservador que será el próximo primer ministro.
En las filas de la oposición laborista, la guerra por la sucesión de Jeremy Corbyn cuestionado por su tibieza en la campaña, sigue abierta. El líder insiste en que no dimitirá, después de perder la confianza de sus diputados, y ha asegurado que se enfrentará a cualquier candidato que le desafíe. Este lunes, la diputada Angela Eagle le advirtió de que está preparada para enfrentarse a él y abrir una batalla por el liderazgo como la que ganó Corbyn hace nueve meses.
Ni el conservador David Cameron, ni el laborista Ed Miliband ni el liberal-demócrata Nick Clegg. Ninguno de los líderes de los principales partidos nacionales que se presentaron a las elecciones hace solo un año sigue en su puesto. Dos dimitieron tras las elecciones generales y uno, el primer ministro, después del referéndum. una consulta que embarcó al país en un colosal viaje que, por el momento, nadie está en condiciones de capitanear.
Londres, El País
La dimisión este lunes del líder del antieuropeo UKIP alimenta una maldición por la que todo el que tuvo que ver con el referéndum europeo desaparece de la escena política británica. Nigel Farage, el hombre sin el cual nunca se habría llegado hasta aquí, declaró misión cumplida y se va. Igual que David Cameron, el primer ministro que convocó la consulta y la perdió. Boris Johnson, para el que la victoria del Brexit parecía un billete directo a Downing Street, se retira traicionado. Y Jeremy Corbyn, el líder de la oposición, sigue atrincherado ante una colosal rebelión que aboca al laborismo a una nueva lucha interna.
Ante el estupor general, Reino Unido se enfrenta descabezado al mayor desafío de su historia reciente. Tras la dimisión del primer ministro, David Cameron, y la retirada de Boris Johnson, exalcalde de Londres y gran figura de la campaña del Brexit, este lunes ha anunciado su renuncia Nigel Farage.
La dimisión de Farage precipita al UKIP, la principal fuerza antiinmigración del país, a un debate existencial que ya se le abría con la victoria del Brexit. Se trata del único partido que defendió unitariamente el Brexit. El reto ahora es capitalizar su victoria y dar con una estrategia, una razón de ser, que le permita consolidar su fuerza en las comunidades obreras del norte de Inglaterra. Como recordó este lunes Farage, que pidió que se aceleren las negociaciones de salida de la UE, el UKIP podría salir muy beneficiado en las generales de 2020 si las negociaciones no llevan a una drástica restricción de la libertad de movimiento.
El problema del UKIP es que llegó a ser una marca unipersonal. Fue Farage quien convirtió al partido en el tercero más votado del país. Obtuvo 3,9 millones de votos en las generales de 2015, más que la suma del tercer y cuarto partidos con más escaños, pero la dispersión geográfica de su apoyo hizo que se tradujeran en solo un diputado. Ni siquiera Farage obtuvo su escaño, y el único diputado del partido es Douglas Carswell, un tránsfuga tory que ayer anunció que no desea liderar el partido. De la mala relación de Carswell y Farage da fe el emoticono sonriente y con gafas de sol que tuiteó el diputado tras conocer la noticia de la dimisión.
Farage es el segundo líder de la campaña por el Brexit que se retira de la primera línea de la política después de ganar el referéndum. Boris Johnson, exalcalde de Londres y favorito para convertirse en el próximo primer ministro, tiró la toalla al comprobar que Michael Gove, ministro de Justicia, no iba a apoyar su candidatura, como le prometió, sino que se disponía a presentar la suya propia.
Con la retirada de Johnson, la favorita a convertirse en la próxima primera ministra —cargo que por primera vez en la historia del país elegirán los militantes tories— es Theresa May, la ministra del Interior. De los tres candidatos que el propio Cameron nombró para sucederlo, cuando anunció en otoño pasado que no se presentaría a un tercer mandato en 2020, May es la que menos se implicó en la campaña del referéndum. Defendió la permanencia, pero con un perfil bajo. George Osborne, canciller del Exchequer que completaba el trío de posibles sucesores junto con Johnson y May, renunció a sus ambiciones criticado por su exageración de los datos económicos para defender la permanencia.
May se enfrenta a otros cuatro candidatos. Andrea Leadsom, secretaria de Estado de Energía y ferviente antieuropea, presentó ayer oficialmente su candidatura prometiendo garantizar los derechos de los ciudadanos europeos que actualmente trabajan en Reino Unido. La promesa era una respuesta a la propia May, que dijo el domingo que dichos derechos tendrían que formar parte de las negociaciones de salida.
Apoyada por los más euroescépticos del partido, Leadsom ha ganado posiciones -a última hora de la tarde recibió el respaldo de Boris Johnson- y es ya la segunda favorita por delante de Michael Gove y los diputados Stephen Crabb y Liam Fox. Los diputados empezarán hoy a descartar candidatos, mediante voto secreto, hasta que queden solo los dos finalistas que, si nadie se retira, se someterán a la votación de la militancia a la vuelta del verano. El 9 de septiembre, según los plazos marcados por el órgano gestor del partido, se elegirá el nuevo líder conservador que será el próximo primer ministro.
En las filas de la oposición laborista, la guerra por la sucesión de Jeremy Corbyn cuestionado por su tibieza en la campaña, sigue abierta. El líder insiste en que no dimitirá, después de perder la confianza de sus diputados, y ha asegurado que se enfrentará a cualquier candidato que le desafíe. Este lunes, la diputada Angela Eagle le advirtió de que está preparada para enfrentarse a él y abrir una batalla por el liderazgo como la que ganó Corbyn hace nueve meses.
Ni el conservador David Cameron, ni el laborista Ed Miliband ni el liberal-demócrata Nick Clegg. Ninguno de los líderes de los principales partidos nacionales que se presentaron a las elecciones hace solo un año sigue en su puesto. Dos dimitieron tras las elecciones generales y uno, el primer ministro, después del referéndum. una consulta que embarcó al país en un colosal viaje que, por el momento, nadie está en condiciones de capitanear.