Diez días para despejar la incógnita de May

Coronada por la vía rápida, el proyecto de Theresa May llegó al número 10 de Downing Street envuelto en el misterio

Pablo Guimón
Londres, el País
Desde que los británicos decidieran abandonar la UE, Reino Unido ha vivido el mes más enloquecido de su historia política reciente. La zozobra parece haberse calmado —con premiso de la oposición laborista— y el país cuenta ya con un Gobierno, que empieza a abordar el inmenso reto que tienen por delante. Coronada por la vía rápida, el proyecto de Theresa May llegó a Downing Street envuelto en el misterio. Pero sus primeros 10 días en el cargo arrojan algo de luz.


Un elegante traje de tartán escocés de Vivienne Westwood. En la indumentaria elegida por Theresa May para presentar su candidatura a liderar el partido, el 30 de junio, muchos quisieron ver un guiño al territorio que más puede amenazar la unidad del país que, dos semanas después, ante el 10 de Downing Street, la ya nueva primera ministra se comprometió a salvaguardar. El 23 de junio, Escocia eligió permanecer en la UE por un 62%. El Gobierno autónomo se apresuró a anunciar que haría todo lo posible para mantener a Escocia en la UE. Incluido un segundo referéndum de independencia. El hecho de que May, tras su coronación exprés, eligiera Edimburgo como el destino de su primera visita oficial destaca su prioridad por mantener el país unido.

El 15 de julio, May y Nicola Sturgeon se reunieron en la residencia oficial de la ministra principal escocesa. La primera ministra se comprometió a no activar el artículo 50 del Tartado de Lisboa, que abre el proceso formal de salida de la UE, sin antes acordar una estrategia “de Reino Unido en su conjunto”. La líder nacionalista habló de una conversación “muy buena y constructiva”, pero reiteró que continuará considerando la posibilidad de un segundo referéndum de independencia para salvaguardar los intereses de Escocia tras el Brexit.

2. Exteriores de Boris

El martes, en una comparecencia conjunta, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, salía al rescate de su flamante homólogo británico, Boris Johnson. Kerry le dedicó palabras elogiosas, Johnson se lo agradeció efusivamente, y el estadounidense se acercó al atril del británico y le soltó: “Esto es la diplomacia, Boris”.

La diplomacia no se cuenta entre las virtudes desplegadas hasta la fecha por el nuevo titular del Foreign Office. Aquella bochornosa primera rueda de prensa —en la que periodistas de uno y otro lado del Atlántico le machacaron sin piedad preguntándole si seguía manteniendo sus “mentiras descaradas” y sus insultos a líderes mundiales— dio una idea de cómo se percibe su nombramiento en el mundo. Pero lo preocupante para May es que tampoco ella se ha librado de que se le pida explicaciones por el nombramiento en cada comparecencia pública.

¿Qué le ha llevado a May a nombrar a Johnson? Una teoría extendida es la conveniencia de tenerlo lejos pero cerca. Es decir: mantenerlo alejado de la toma de decisiones diaria, pero contar con el héroe del Brexit para vender a los euroescépticos el eventual acuerdo que se alcance con Bruselas. La osada estrategia encierra una instrumentalización del Foreign Office al servicio de la política interna, que no ha sentado bien en el departamento más grande del Gobierno. Añádase el hecho de que el Foreign Office ha sido desgajado en tres —con la creación del ministerio del Brexit y el de Comercio Internacional— y que las tres partes han sido encomendadas a políticos euroescépticos y nacionalistas. Con todo ello, los primeros movimientos de May indican que el país tiene una ardua tarea por delante si, como ha declarado la primera ministra, pretende mantener su influencia global mientras abandona la UE.

3. Bruselas puede esperar

El primer viaje al extranjero de May como primera ministra fue a Berlín y a París, no a Bruselas. El hecho de que se pasee por las capitales europeas sin activar el artículo 50 y antes de reunirse con las autoridades comunitarias no sentó bien en el Consejo ni en la Comisión. Pero rastreando la actividad en Twitter de David Davis, hoy ministro del Brexit, se puede ver la estrategia. “El primer punto de la negociación inmediatamente después del Brexit no será Bruselas, será Berlín”, escribía el 26 de mayo. Hablaba de alcanzar un acuerdo con Alemania y, después, “acuerdos similares con otras naciones clave de la UE”.

Las visitas a Berlín y París sirvieron para marcar el tono y algunas normas básicas de una negociación que, insistieron el presidente francés y la canciller alemana, no empezará hasta que se active el artículo 50. Tanto Merkel como Hollande, el último más a regañadientes, admitieron que Reino Unido necesita tiempo y que las negociaciones formales no empezarán hasta principios del año próximo. Y ambos recordaron a May que, si Londres no acepta la libre movimiento de personas, tampoco tendrá acceso pleno al mercado único.

4. Thatcher vuelve a la cámara

May salió más que airosa, el miércoles, de su primera sesión semanal de preguntas a la primera ministra. Los tories más nostálgicos creyeron ver ante el dispatch box a la reencarnación de Margaret Thatcher. Su actuación fue brillante, y despiadada en sus ataques a la oposición laborista, sumida en una destructiva batalla por el liderazgo.

Fueron las preguntas de sus propios diputados las que pusieron en algún aprieto a la primera ministra, que no pudo comprometerse a cumplir la promesa electoral, aún vigente, de reducir la inmigración neta por debajo de los 100.000 personas. Nada parece saciar al ala más euroescéptica del partido, que ha acabado hasta la fecha con tres primeros ministros y recuerda a May que, si no cumple rigurosamente con el mandato del Brexit, puede acabar siendo la cuarta. En ellos encontrará May la oposición que no parece estar en condiciones de ofrecer el Partido Laborista. A su cuestionado líder, Jeremy Corbyn, le deseó una sarcástica May “muchos años” al frente de la oposición.

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