Obama en Orlando: “Si no actuamos, seguiremos viendo masacres como esta”
El presidente de Estados Unidos visita la localidad de Florida afectada por la peor masacre desde el 11 de Septiembre de 2001
Joan Faus
Orlando, El País
El presidente estadounidense, Barack Obama, y el vicepresidente, Joe Biden, se reunieron este jueves en Orlando con familiares de las 49 víctimas del tiroteo, el domingo, en la discoteca gay Pulse. En sus siete años y medio de presidencia, Obama ha visitado otros lugares de matanzas. El viaje evidencia la frustración del mandatario ante su incapacidad de convencer al Congreso para que endurezca el acceso a las armas y ante la dificultad de prevenir ataques solitarios de inspiración yihadista y calmar a la opinión pública.
La condena de tiroteos se ha convertido en un triste ritual para Obama, que ha revelado que su mayor lamento es no haber logrado restringir la compra de armas. A seis meses del fin de su presidencia, afronta el peor tiroteo de la historia de Estados Unidos y el peor ataque, perpetrado por un estadounidense de origen afgano simpatizante del extremismo islámico, desde los atentados del 11-S en 2001. Desde que llegó al Despacho Oval en 2009, Obama ha reprobado una veintena de tiroteos.
Obama y Biden se reunieron en un pabellón deportivo con familiares de las víctimas, supervivientes (hubo 53 heridos) y representantes policiales. Después, depositaron unas flores en un memorial y el presidente dio un discurso de unos 20 minutos, en que urgió a endurecer las leyes. “Si no actuamos, seguiremos viendo masacres como esta porque decidiremos permitir que ocurran”, dijo.
Obama lamentó que la clase política tolere que un terrorista pueda comprar “legalmente” armas “extremadamente potentes”. Aseguró que a los familiares de las víctimas no les importa el debate político sobre las armas e instó a los defensores del actual acceso a las armas de asalto a conocer a esas familias: "Una vez más he abrazado a familias de luto y me han preguntado por qué esto sigue ocurriendo. No les importan los aspectos políticos, y a mí tampoco. Este debate tiene que cambiar".
El presidente insistió en que la primera potencia mundial se mantendrá firme en su lucha contra el terrorismo yihadista en el extranjero, pero esgrimió que, en paralelo, es necesario restringir el acceso a las armas para evitar ataques solitarios de inspiración yihadista en EE UU. Argumentó que es imposible detectar a cada persona perturbada, pero sí limitar el “daño” que puedan hacer.
Obama también tuvo palabras para los familiares de las víctimas. “Nuestros corazones están rotos también. Estamos con vosotros”, dijo. Y pidió reflexionar sobre la discriminación a la comunidad homosexual. "Para muchas lesbianas y gais, Pulse siempre ha sido un refugio, incluido para tanta gente cuya familia era originaria de Puerto Rico. Este fue un ataque a la comunidad LGTB".
La violencia armada convierte a EE UU en una anomalía en el mundo desarrollado. Cada día, 297 personas reciben disparos de armas de fuego (89 mueren), según un promedio de la Campaña Brady. Con 321 millones de habitantes, se calcula que hay unas 270 millones de armas de uso privado, un derecho amparado por la Constitución. Es la proporción más alta del mundo: nueve armas por cada diez ciudadanos.
Tras la muerte en 2012 de 20 niños y 6 adultos en una escuela de Connecticut, Obama propuso extender el control de antecedentes, prohibir los rifles de asalto y limitar el número de balas. No logró los votos suficientes en el Congreso. Tras cada matanza, ha reiterado, en una desesperante letanía, sus propuestas. Pero el debate no ha calado.
“Deseo que Orlando sea un punto de inflexión”, dice Sarah Wisick, de 30 años, en una ofrenda a las víctimas de la discoteca. “Es diferente cuando el tiroteo ocurre en tu ciudad. Se convierte en mucho más real”.
Es difícil saber si Orlando cambiará algo. Crecen las voces a favor de nuevas restricciones, pero todo dependerá de la mayoría republicana del Capitolio. Tras hablar durante 15 horas, un senador demócrata logró la madrugada del jueves que el pleno vote dos propuestas que ampliarían la revisión de antecedentes penales del comprador y prohibirían la venta a personas inscritas en la lista del FBI de sospechosos de terrorismo.
Ambas propuestas no habrían impedido que Omar Mateen, que murió abatido por la policía, comprara hace pocas semanas el rifle y la pistola que empleó en la discoteca. El tirador, que juró lealtad al Estado Islámico, había sido investigado en dos ocasiones por el FBI por posibles lazos terroristas, pero la agencia cerró en 2014 la investigación y lo sacó de su lista de sospechosos. Tras la matanza, el FBI ha recibido críticas por esa decisión. El ataque evidencia la dificultad de detectar a atacantes solitarios a los seis meses de la muerte de 14 personas en un tiroteo de dos simpatizantes yihadistas en California.
Joan Faus
Orlando, El País
El presidente estadounidense, Barack Obama, y el vicepresidente, Joe Biden, se reunieron este jueves en Orlando con familiares de las 49 víctimas del tiroteo, el domingo, en la discoteca gay Pulse. En sus siete años y medio de presidencia, Obama ha visitado otros lugares de matanzas. El viaje evidencia la frustración del mandatario ante su incapacidad de convencer al Congreso para que endurezca el acceso a las armas y ante la dificultad de prevenir ataques solitarios de inspiración yihadista y calmar a la opinión pública.
La condena de tiroteos se ha convertido en un triste ritual para Obama, que ha revelado que su mayor lamento es no haber logrado restringir la compra de armas. A seis meses del fin de su presidencia, afronta el peor tiroteo de la historia de Estados Unidos y el peor ataque, perpetrado por un estadounidense de origen afgano simpatizante del extremismo islámico, desde los atentados del 11-S en 2001. Desde que llegó al Despacho Oval en 2009, Obama ha reprobado una veintena de tiroteos.
Obama y Biden se reunieron en un pabellón deportivo con familiares de las víctimas, supervivientes (hubo 53 heridos) y representantes policiales. Después, depositaron unas flores en un memorial y el presidente dio un discurso de unos 20 minutos, en que urgió a endurecer las leyes. “Si no actuamos, seguiremos viendo masacres como esta porque decidiremos permitir que ocurran”, dijo.
Obama lamentó que la clase política tolere que un terrorista pueda comprar “legalmente” armas “extremadamente potentes”. Aseguró que a los familiares de las víctimas no les importa el debate político sobre las armas e instó a los defensores del actual acceso a las armas de asalto a conocer a esas familias: "Una vez más he abrazado a familias de luto y me han preguntado por qué esto sigue ocurriendo. No les importan los aspectos políticos, y a mí tampoco. Este debate tiene que cambiar".
El presidente insistió en que la primera potencia mundial se mantendrá firme en su lucha contra el terrorismo yihadista en el extranjero, pero esgrimió que, en paralelo, es necesario restringir el acceso a las armas para evitar ataques solitarios de inspiración yihadista en EE UU. Argumentó que es imposible detectar a cada persona perturbada, pero sí limitar el “daño” que puedan hacer.
Obama también tuvo palabras para los familiares de las víctimas. “Nuestros corazones están rotos también. Estamos con vosotros”, dijo. Y pidió reflexionar sobre la discriminación a la comunidad homosexual. "Para muchas lesbianas y gais, Pulse siempre ha sido un refugio, incluido para tanta gente cuya familia era originaria de Puerto Rico. Este fue un ataque a la comunidad LGTB".
La violencia armada convierte a EE UU en una anomalía en el mundo desarrollado. Cada día, 297 personas reciben disparos de armas de fuego (89 mueren), según un promedio de la Campaña Brady. Con 321 millones de habitantes, se calcula que hay unas 270 millones de armas de uso privado, un derecho amparado por la Constitución. Es la proporción más alta del mundo: nueve armas por cada diez ciudadanos.
Tras la muerte en 2012 de 20 niños y 6 adultos en una escuela de Connecticut, Obama propuso extender el control de antecedentes, prohibir los rifles de asalto y limitar el número de balas. No logró los votos suficientes en el Congreso. Tras cada matanza, ha reiterado, en una desesperante letanía, sus propuestas. Pero el debate no ha calado.
“Deseo que Orlando sea un punto de inflexión”, dice Sarah Wisick, de 30 años, en una ofrenda a las víctimas de la discoteca. “Es diferente cuando el tiroteo ocurre en tu ciudad. Se convierte en mucho más real”.
Es difícil saber si Orlando cambiará algo. Crecen las voces a favor de nuevas restricciones, pero todo dependerá de la mayoría republicana del Capitolio. Tras hablar durante 15 horas, un senador demócrata logró la madrugada del jueves que el pleno vote dos propuestas que ampliarían la revisión de antecedentes penales del comprador y prohibirían la venta a personas inscritas en la lista del FBI de sospechosos de terrorismo.
Ambas propuestas no habrían impedido que Omar Mateen, que murió abatido por la policía, comprara hace pocas semanas el rifle y la pistola que empleó en la discoteca. El tirador, que juró lealtad al Estado Islámico, había sido investigado en dos ocasiones por el FBI por posibles lazos terroristas, pero la agencia cerró en 2014 la investigación y lo sacó de su lista de sospechosos. Tras la matanza, el FBI ha recibido críticas por esa decisión. El ataque evidencia la dificultad de detectar a atacantes solitarios a los seis meses de la muerte de 14 personas en un tiroteo de dos simpatizantes yihadistas en California.