Los laboristas críticos se rebelan contra Corbyn tras el ‘Brexit’
El grueso de diputados contrarios a la salida de la UE promueven una moción contra su líder
Patricia Tubella
Londres, El País
La rebelión laborista contra el liderazgo de Jeremy Corbyn se ha puesto en marcha desde el mismo momento en que se confirmaba la victoria del Brexit en el referéndum británico, que en gran parte se imputa a su incapacidad —o falta de voluntad— de movilizar a los propios votantes en pro de la causa europea. El mismo Corbyn acaba de apretar un poco más esa soga al exigir al gobierno británico que acelere el proceso de desconexión de la UE, un gesto que se ha traducido en la presentación de una moción de no confianza por parte de dos de sus diputadas y que contaría con el respaldo de buena parte de su grupo parlamentario.
La moción promovida por Margaret Hodge y Ann Coffey solo se debatirá el próximo martes si la presidencia del partido decide finalmente admitirla a trámite, pero ya expresa el inapelable cuestionamiento del líder entre el grueso de diputados laboristas que no querían imaginar al Reino Unido fuera de la Unión. Corbyn "está completamente loco" o "sufre delirios" ha sido la respuesta de varios parlamentarios ante la pretensión del todavía líder de presentarse ante las bases como el político "mejor posicionado" para ayudar a superar la fractura nacional sellada en el plebiscito. El argumento que seguía defendiendo esta misma mañana es que él es la mejor baza del Partido Laborista porque comprende las razones por las que tantos electores de las zonas industriales deprimidas del norte y, en general, de aquellos sectores más golpeados por la crisis y los recortes, acabaron decantándose por el Brexit para canalizar un voto de protesta.
La lectura que hacen muchos de sus correligonarios, entre ellos los 50 parlamentarios que ya respaldan abiertamente la moción de no confianza, es muy distinta: cuando Corbyn insiste en reclamar ahora que el Gobierno invoque inmediatamente el artículo 50 del Tratado de la UE que regula la retirada de un Estado miembro alegando que el mensaje del electorado es "su hartazgo de los recortes y de la dislocación económica", está destapando al euroescéptico que siempre ha sido y que contuvo solo a medias a lo largo de la campaña. Aquel que, desde los postulados más radicales de la izquierda, considera la Unión como un invento neoliberal que perjudica a las clases desfavorecidas de los Estados miembro. Y que, con ello, se posiciona en el mismo marco contrario al flujo libre de trabajadores defendido por Nigel Farage, el líder del ultranacionalista y xenófobo UKIP.
El peso de Farage se ha visto apuntalado por el desenlace del referéndum, pero el liderazgo de Corbyn podría, en cambio, tener las horas contadas. Y, de no ser así, los laboristas afrontan una seria perspectiva de ruptura. La misma que en el plebiscito sobre Europa ha dividido a sus votantes entre aquellos a los que les va bien económicamente, a los profesionales metropolitanos, los intelectuales o las generaciones jóvenes abiertas al mundo, frente a los parados, los dependientes del Estado y los trabajadores que se sienten víctimas de la globalización.
El Reino Unido ha amanecido este viernes dividido en dos mitades y, por extensión, también lo ha hecho el Partido Laborista. "No hemos conseguido movilizar a nuestros votantes para que entendieran que [el referéndum] no se trataba de un voto contra el gobierno conservador o contra el sistema. La respuesta a todos los que sienten aprensión ante los inmigrantes o ante el deterioro de los servicios públicos no es abandonar el principal bloque comercial del mundo, y creo que eso no hemos sabido explicarlo", ha subrayado el ex primer ministro laborista Tony Blair en un ataque a la línea de flotación de Corbyn.
Designado líder del principal partido de la izquierda británica el pasado septiembre con el aplastante apoyo de las bases laboristas —y frente al sentir mayoritario de un establishment del partido ubicado en el centro político—, Jeremy Corbyn ha venido encabezando la oposición al gobierno de la mano de 232 diputados en la Cámara de los Comunes. Hasta 222 de éstos han hecho campaña activa por la permanencia en la UE, entre ellos la política asesinada el jueves pasado por un ultranacionalista, Jo Cox, quien en su día avaló la candidatura de Corbyn. Los representantes laboristas se sienten ahora desorientados y completamente desafectos del mensaje de su jefe de filas, que casa con el de Farage, y el del influyente sector de los tories dispuesto a desengancharse del carro de Europa. Van a por Corbyn y todo parece indicar que sólo se trata de una cuestión de tiempo, pero al coste de enajenar a esas bases a las que se ha convencido de que todos sus males proceden del engarce europeo y que, a la postre, han hecho posible el Brexit.
Patricia Tubella
Londres, El País
La rebelión laborista contra el liderazgo de Jeremy Corbyn se ha puesto en marcha desde el mismo momento en que se confirmaba la victoria del Brexit en el referéndum británico, que en gran parte se imputa a su incapacidad —o falta de voluntad— de movilizar a los propios votantes en pro de la causa europea. El mismo Corbyn acaba de apretar un poco más esa soga al exigir al gobierno británico que acelere el proceso de desconexión de la UE, un gesto que se ha traducido en la presentación de una moción de no confianza por parte de dos de sus diputadas y que contaría con el respaldo de buena parte de su grupo parlamentario.
La moción promovida por Margaret Hodge y Ann Coffey solo se debatirá el próximo martes si la presidencia del partido decide finalmente admitirla a trámite, pero ya expresa el inapelable cuestionamiento del líder entre el grueso de diputados laboristas que no querían imaginar al Reino Unido fuera de la Unión. Corbyn "está completamente loco" o "sufre delirios" ha sido la respuesta de varios parlamentarios ante la pretensión del todavía líder de presentarse ante las bases como el político "mejor posicionado" para ayudar a superar la fractura nacional sellada en el plebiscito. El argumento que seguía defendiendo esta misma mañana es que él es la mejor baza del Partido Laborista porque comprende las razones por las que tantos electores de las zonas industriales deprimidas del norte y, en general, de aquellos sectores más golpeados por la crisis y los recortes, acabaron decantándose por el Brexit para canalizar un voto de protesta.
La lectura que hacen muchos de sus correligonarios, entre ellos los 50 parlamentarios que ya respaldan abiertamente la moción de no confianza, es muy distinta: cuando Corbyn insiste en reclamar ahora que el Gobierno invoque inmediatamente el artículo 50 del Tratado de la UE que regula la retirada de un Estado miembro alegando que el mensaje del electorado es "su hartazgo de los recortes y de la dislocación económica", está destapando al euroescéptico que siempre ha sido y que contuvo solo a medias a lo largo de la campaña. Aquel que, desde los postulados más radicales de la izquierda, considera la Unión como un invento neoliberal que perjudica a las clases desfavorecidas de los Estados miembro. Y que, con ello, se posiciona en el mismo marco contrario al flujo libre de trabajadores defendido por Nigel Farage, el líder del ultranacionalista y xenófobo UKIP.
El peso de Farage se ha visto apuntalado por el desenlace del referéndum, pero el liderazgo de Corbyn podría, en cambio, tener las horas contadas. Y, de no ser así, los laboristas afrontan una seria perspectiva de ruptura. La misma que en el plebiscito sobre Europa ha dividido a sus votantes entre aquellos a los que les va bien económicamente, a los profesionales metropolitanos, los intelectuales o las generaciones jóvenes abiertas al mundo, frente a los parados, los dependientes del Estado y los trabajadores que se sienten víctimas de la globalización.
El Reino Unido ha amanecido este viernes dividido en dos mitades y, por extensión, también lo ha hecho el Partido Laborista. "No hemos conseguido movilizar a nuestros votantes para que entendieran que [el referéndum] no se trataba de un voto contra el gobierno conservador o contra el sistema. La respuesta a todos los que sienten aprensión ante los inmigrantes o ante el deterioro de los servicios públicos no es abandonar el principal bloque comercial del mundo, y creo que eso no hemos sabido explicarlo", ha subrayado el ex primer ministro laborista Tony Blair en un ataque a la línea de flotación de Corbyn.
Designado líder del principal partido de la izquierda británica el pasado septiembre con el aplastante apoyo de las bases laboristas —y frente al sentir mayoritario de un establishment del partido ubicado en el centro político—, Jeremy Corbyn ha venido encabezando la oposición al gobierno de la mano de 232 diputados en la Cámara de los Comunes. Hasta 222 de éstos han hecho campaña activa por la permanencia en la UE, entre ellos la política asesinada el jueves pasado por un ultranacionalista, Jo Cox, quien en su día avaló la candidatura de Corbyn. Los representantes laboristas se sienten ahora desorientados y completamente desafectos del mensaje de su jefe de filas, que casa con el de Farage, y el del influyente sector de los tories dispuesto a desengancharse del carro de Europa. Van a por Corbyn y todo parece indicar que sólo se trata de una cuestión de tiempo, pero al coste de enajenar a esas bases a las que se ha convencido de que todos sus males proceden del engarce europeo y que, a la postre, han hecho posible el Brexit.