Gareth Bale celebra el primer gol de Gales en una Eurocopa
Juan L. Cudeiro
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Hay detalles en la liturgia colectiva del fútbol que alertan sobre el estado febril de algunos equipos. La celebración de los dos goles que logró Gales, y que le dieron la victoria en su regreso a una gran competición tras 58 años de abstinencia, ofrecen información sobre un grupo de futbolistas enardecido que festejó los tantos en sendas mastodónticas piñas humanas. Toda la mística de la camiseta roja y la bandera verdiblanca con el dragón galés se ha volcado históricamente en el rugby, el deporte nacional. Ahora llega el fútbol para mover también masas y sentimientos. Mayoritaria en la grada de Burdeos, la afición galesa entonó con orgullo durante varios pasajes del partido La tierra de mis padres y festejó con alborozo una victoria que Eslovaquia encareció hasta llevar a algunos de sus rivales, por ejemplo a Gareth Bale, hasta la extenuación.
El madridista no gobernó el partido, pero ofreció lo suficiente como para decantarlo. Golpeó a los diez minutos con un gol que desactivó la mejor puesta en escena de los eslovacos, que debieron de haberse adelantado con una maradoniana jugada de Hamsik que sacó bajo palos Ben Davis. Gales se activó, esforzada para extraer rendimiento de un dibujo que liberaba a Bale en defensa y exigía un esfuerzo descomunal a Ramsey y Williams, que se alineaban en los flancos y sobre todo a Allen y Edwards, los dos hiperactivos mediocentros.
Se evidenció entonces que Gales sufría menos cuanto más lejos de su área defendía, pero el plan de Eslovaquía consistía justamente en obligarles a todo lo contrario. A partir del toque, de los apoyos, de una cierta cadencia parsimoniosa que solo rompía la verticalidad de Hamsik, creció el equipo que dirige Jan Kozak.
Gales no estaba, por supuesto, para fruslerías y siempre estuvo ojo avizor. Bale, primero, y después Ramsey pudieron llevar con la testa la ventaja hasta dos goles de diferencia. Hubiera sido demasiado. Empató Eslovaquia al cuarto de hora de la segunda parte porque el joven Ondrej Duda marcó cuando no hacía un minuto que había pisado el césped y penalizó la marcha atrás que había embocado Gales.
Chris Coleman percibió que el equipo se le caía y maniobró con acierto. Entró Joe Ledley, un barbado mastín que opera cotidianamente en la medular del Crystal Palace. Hace un mes se partió el peroné, este sábado estaba de corto dándolo todo en una de esas citas que soñaron generaciones de futbolistas galeses. Como para perdérselo. Saltó al campo, auxilió a sus compañeros para que dieran veinte pasos hacia delante y fabricó el gol que entre Ramsey y la rúbrica de Robson-Kanu, otro futbolista que había entrado de refresco, volvió a situar a Eslovaquia en el remolque.
El partido regresó al estadio anterior. Gales reculó y se encontró con un remate al palo de Nemec, que remató con oficio de delantero un tibio centro lateral. Se aprestó a sufrir el equipo de Coleman y quizás encontró en el sentimiento la gasolina para guardar el triunfo ante una dignísima selección de Eslovaquia, que deberá rectificar el próximo miércoles ante Rusia, un día antes de que Gales exponga tanta pasión como atesora ante Inglaterra
“Ha sido algo histórico, una tarde memorable”, resumió Bale, que ya mira al frente: “Es sólo el inicio. Ya pensamos en Inglaterra”.