El ‘Brexit’ seduce a la Inglaterra multicultural

Las minorías étnicas tienden a ser más partidarias de la permanencia, pero el recelo ante los recién llegados alimenta el euroescepticismo entre ciertos migrantes más asentados

Pablo Guimón
Birmingham, El País
Los fruteros polacos cantan a gritos su mercancía en la mañana soleada. Mujeres con coloridos saris se disputan a codazos las ofertas en un puesto de telas al corte. Los hombres sijs, con largas barbas blancas y turbantes, charlan sentados en los bancos de piedra de la plaza. Carnicerías halal, ultramarinos jamaicanos. Es día de mercado en la calle principal de West Bromwich, un suburbio al noroeste de Birmingham, en el centro mismo de Inglaterra.


La zona ha experimentado diversas oleadas de inmigración a lo lago de la segunda mitad del siglo XX. La suma de vecinos de minorías étnicas –principalmente indios y caribeños- supera con creces a los de origen británico blanco. En el multicultural West Bromwich la migración no es algo nuevo: parece sobradamente asimilada. Pero el impacto cultural y económico de los últimos en llegar, según un estudio reciente, ha colocado a Sandwell, el municipio al que pertenece este barrio, entre los 10 lugares del país más partidarios del Brexit.

“Hay demasiados inmigrantes”, opina Satbir, nacido en India y ya jubilado. “¿Cuántos puede haber? ¿Qué otro país tienen tantos? Las empresas les animan porque son mano de obra barata, pero la gente está preocupada por la presión. Aquí a West Bromwich han llegado decenas de miles, con hijos. ¿Dónde están las nuevas camas de hospital? ¿Y las escuelas? Todo el mundo quiere un poco de inmigración, pero no puede haber tanta”.

El British Election Study, uno de los estudios electorales más antiguos del mundo, revela que el voto de las minorías étnicas puede ser decisivo en el referéndum sobre la permanencia del país en la Unión Europea del próximo 23 de junio. Mientras el voto de los británicos blancos parece estar divido al 50%, dos de cada tres votantes de otros grupos étnicos apoyan la permanencia.

Movilizar a esos cerca de cuatro millones de personas -que se declaran menos seguros de que irán a votar que la mayoría blanca- puede ser crucial para los partidarios de la permanencia. Pero se equivocarían si dan su apoyo por descontado.

Eugene Koziol tiene 73 años y se jubiló hace ya algunos. Pero le sigue gustando acudir al mercado y contemplar, sentado en un taburete bajo los toldos, el trasiego de cajas que vienen y van en su puesto de frutas y verduras. Nació en Polonia y, tras la guerra, recibió asilo político en Reino Unido en 1947. Koziol asegura que aún no ha decidido qué votará en el referéndum.

“Tengo dos hijos, cinco nietos y un bisnieto, y todos han sido muy felices aquí”, explica. “Nadie de mi familia ha pedido nunca ayudas públicas, todos hemos trabajado. Los inmigrantes no quieren dinero, quieren trabajo. Pero hoy por hoy no puedes impedir a nadie que venga, y yo creo que debería haber un control. Es cierto que hay choques con algunos de los recién llegados de Europa del Este, es una cultura diferente. A no ser que los inmigrantes se aclimaten y abracen la cultura británica, siempre va a haber animosidad”.

La inmigración es uno de los grandes temas en la campaña del referéndum. Un fenómeno especialmente sensible en lugares como Sandwell, una de las zonas más deprimidas del país, según la Oficina Nacional de Estadísticas. El municipio sufre por encontrar su camino después de la debacle en los años 80 del esplendor industrial, mientras recibe a decenas de miles de ciudadanos de países del este y el centro de la UE. La campaña por salir de la UE defiende que, de producirse el Brexit, Reino Unido podría mantener el acceso al mercado único e introducir restricciones a la migración comunitaria, algo que Bruselas y los socios europeos han repetido que no está encima de la mesa.

Según un estudio reciente de Runnymede, un think tank de estudios multiétnicos, la inmigración nueva también es un asunto caliente entre los propios migrantes más asentados. Estos, destaca el estudio, “a menudo sienten que han tenido dificultades en Reino Unido, al menos justo después de su llegada, y pueden pensar que los nuevos migrantes han tenido experiencias mejores o más fáciles”.

“Muchas personas negras y de minorías étnicas se muestran ambivalentes ante los beneficios de la UE”, explica el estudio. “Tienden a aprovechar menos las ventajas de la libertad de movimiento. Algunos ven Europa en términos explícitamente étnicos o raciales, identificando la ‘fortaleza Europa’ como una manera de alejar a los inmigrantes no blancos mientras se permiten niveles significativos de migración europea”.

Aunque los estudios señalan que los migrantes nuevos son contribuidores netos a las arcas públicas, los más asentados se quejan de la presión sobre unos servicios públicos ya saturados. Algunos destacan también un temor ante la posible llegada de neonazis de países europeos donde la extrema derecha es fuerte.

Balkar Singh, de 51 años, lleva un puesto de telas en el mercado de West Bromwich. Para él, esencialmente, los nuevos migrantes son como era él cuando llegó de India hace 20 años. “Los que vienen montan negocios, pagan sus facturas y contribuyen a la riqueza del país, igual que yo cuando llegué”, explica. “Yo tengo algunos polacos viviendo en mis propiedades y pagan bien. Supongo que hay gente buena y gente mala. Pero yo votaré por permanecer. La UE nos permite ser parte de una comunidad más grande, y eso siempre es bueno”.

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