OPINIÓN / Trump y los impuestos

Paul Krugman
El País
Parece que esta es la semana de los misterios tributarios de Trump. Uno de los misterios es la razón por la que Donald Trump, a diferencia de cualquier otro candidato oficial importante de la época moderna, se niega a publicar sus declaraciones de la renta. El otro es la razón por la que, tras haber decidido que necesita que los expertos arreglen sus ridículas propuestas de rebaja fiscal, ha optado por solicitar los servicios de una panda que no es capaz de pensar con claridad.


En cuanto al primer misterio: la excusa de Trump, que no puede publicar sus declaraciones de la renta mientras las estén auditando, es una mentira evidente. Por el contrario, el hecho de que le estén haciendo una auditoría (o al menos eso dice él) debería facilitar la publicación de las declaraciones; después de todo, ya no tiene que temer que eso dé pie a una auditoría. Está claro que debe de ocultar algo. ¿Qué?

Podría ser los pocos impuestos que paga, revelación que perjudicó a Mitt Romney en 2012. Pero lo dudo; dada la trayectoria de Trump, probablemente se jactaría de que su habilidad para jugar con el sistema tributario demuestra lo listo que es, comparado con todos los perdedores que hay por ahí.

Mi suposición, con la que coinciden bastantes observadores, es que el oscuro secreto oculto en esas declaraciones es que no es tan rico como pretende ser. En Trumpilandia, la revelación de que su fortuna solo asciende a un par de miles de millones de dólares —puede que incluso menos de mil millones— sería una humillación terrible. Así que tratará de salir del paso. Por supuesto, si lo consigue, nunca lo sabremos.

Mientras tanto, sin embargo, podemos analizar las propuestas políticas del candidato. Y lo que ha sucedido en este terreno resulta tan revelador, a su manera, como su intento de eludir el escrutinio de sus finanzas personales.

Esta es la historia hasta la fecha: el pasado otoño, Trump dio a entender que rompería con la ortodoxia republicana subiéndoles los impuestos a los ricos. Pero luego anunció un plan tributario que, de hecho, prodigaba las rebajas fiscales a los más acaudalados. Y, según análisis independientes, también dispararía el déficit al sumar unos 10 billones de dólares a la deuda nacional en un plazo de una década.

Ahora bien, la incoherencia entre la retórica de Trump y sus propuestas concretas no parece que le haya perjudicado durante las primarias republicanas. Y tampoco la tremenda irresponsabilidad que representan esos detalles concretos, tal vez porque todos los aspirantes importantes a la candidatura republicana proponían unas enormes rebajas fiscales para los ricos que reventarían los presupuestos. Es verdad que ninguna de ellas era tan disparatada como el plan de Trump, pero esas distinciones probablemente no pesaron mucho entre los votantes de las primarias (cuatro billones, 10 billones, ¿qué más da?).

Sin embargo, ahora que se ha asegurado la candidatura, por lo visto Trump siente la necesidad de parecer más respetable. El objetivo, sospecho, es reducir las cifras más llamativas lo suficiente para que se ponga en marcha la propensión de los medios de comunicación a las falsas equivalencias. ¿Que Hillary Clinton tiene un plan que, de hecho, incrementa los ingresos, mientras que el de Donald Trump costará cuatro billones de dólares, aunque él afirme que no afectará al déficit? Son la misma cosa.

Ah, y entretanto, ha vuelto a insinuar que podría subirles los impuesto a los ricos y luego se ha retractado, mientras los crédulos medios de comunicación se lo tragaban todo.

Pero lo verdaderamente interesante es a quién ha recurrido Trump, según Politico, para revisar sus planes: Larry Kudlow, de la CNBC, y Stephen Moore, de la Fundación Heritage. Al leer la noticia, los analistas económicos de todo Estados Unidos se habrán atragantado con el café.

Ha elegido a un par de tipos para el área económica porque los ha visto en la televisión, dando por hecho que si están ahí es porque saben de lo que hablan

Para quienes no estén al tanto de estos asuntos, el historial de Kudlow revela que se ha equivocado en... bueno, en todo. En 2005, se mofaba de los “obsesos de la burbuja que preveían que la caída en picado de los precios de la vivienda en Las Vegas o Naples (Florida) hundiría el consumo, el resto de la economía y todo el mercado de valores” (que fue exactamente lo que pasó). En 2007 predijo tres años de prosperidad “sin altibajos”. Y así con todo.

Moore cuenta con un historial de predicciones comparable, pero además posee una extraordinaria incapacidad para ver los hechos con claridad. Quizás lo más conocido sea cuando intentó rebatir mis argumentos con un artículo que detallaba los supuestos beneficios de los recortes fiscales estatales; por increíble que parezca, ni una sola de las cifras de aquel artículo era correcta.

Entonces, ¿por qué, de todas las personas posibles, recurriría Trump a estas dos para, ejem, arreglar sus números?

Tal vez se trate de una ofrenda de paz, un intento de tranquilizar a la gente del partido trayendo a Kudlow y a Moore, que son miembros influyentes de la cúpula republicana (lo que, por cierto, dice mucho de su partido).

Pero sospecho que la explicación es más simple: el candidato no tiene ni idea de quién es competente y quién no. Me explico, no es como si él mismo tuviese conocimientos de economía, o incluso sepa qué es lo que no sabe. Por ejemplo, sigue afirmando que Estados Unidos tiene los impuestos más altos del mundo, cuando de hecho tenemos los más bajos entre los países avanzados.

Así que probablemente se haya limitado a elegir a un par de tipos que ha visto en la televisión, dando por hecho que si están ahí es porque saben de lo que hablan.

Ahora bien, tal vez se pregunten cómo es que alguien tan negligente y con tan poca curiosidad ha tenido tanto éxito en los negocios. Aunque una posible respuesta sería cuánto éxito ha tenido en realidad. ¿Qué hay en esas declaraciones tributarias?

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