Los 20 timos más flagrantes de la historia del pop
Vocalistas que no cantan, músicos que no tocan, compositores que copian, mánagers que cogen todo el dinero y corren… Repasamos los mayores fraudes
Luigi Landeira
El País
“¡Tu voz! ¡Me prometiste tu voz! ¿No recuerdas nuestro contrato?”. Estas frases, exclamadas por el magnate Swan en la película El fantasma del paraíso (Brian de Palma, 1976), resumen muy bien los turbios tejemanejes que rodean a la industria discográfica. En el filme, vemos cómo un diabólico e implacable productor crea y destruye artistas, se apropia de canciones ajenas, y es capaz de todo para alcanzar el éxito.
Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia. Desde que el pop es pop, son moneda corriente el plagio, la estafa, el robo y el engaño. En este negocio (y en otros muchos) las apariencias engañan, y a veces el cantante que sale en los vídeos no es quien canta, ni el que canta se lleva la pasta, ni el que compone es quien figura en los créditos. El pop es una jungla llena de trampas y espejismos; nos corresponde a nosotros, sufrido público, desenmascararlos y estar atentos para que no nos vuelvan a dar gato por liebre ni bandurria por guitarra.
1.Milli Vanilli: un Grammy y millones de ventas por hacer 'playback'. En 1987, el productor discográfico alemán Frank Farian descubrió al francés Fab Morvan y el alemán Rob Pilatus, dos mulatos que bailaban con la cantante Sabrina. A ojos de Farian, aquella exótica pareja lo tenía todo para triunfar: dotes para la danza, desparpajo y sex appeal. Como no sabían cantar, el productor contrató a un par de vocalistas y un puñado de músicos: ellos grabarían los discos, mientras Fav y Rob movían las bocas y el esqueleto. ¿Resultado? Vendieron millones de discos y recibieron un premio Grammy.
El chasco llegó en 1990, cuando un tal Charles Shaw confesó en un periódico que él era quien cantaba en los discos y que Milli Vanilli eran un par de impostores. Desesperados, Rob y Fav le pidieron a Frank Farian que los cubriera pero, temeroso de hacer más el ridículo, el productor optó por reconocer públicamente la verdad. Poco después, al dúo le quitaron su Grammy y lo echaron de su sello discográfico.
Tras el escándalo, los Milli grabaron algún disco con sus verdaderas voces, pero ya nadie les creía. Rob no encajó bien el fracaso y acabó muerto por sobredosis en 1998.
2. Jordy: el niño cantor traicionado por sus padres. Marisol, Joselito, Nikka Costa… Casos de niños canores los hay a patadas, pero ninguno tan precoz y tan fugaz como el del francés Jordy. Su primer éxito, con solo cuatro años, fue Dur dur d’être bébé! (1992), donde, sobre una base dance, el niño balbuceaba una letra sobre las tribulaciones de ser pequeño. Los responsables de la música eran sus padres, el productor Claude Lemoine y la compositora Patricia Clerget, que se hicieron de oro gracias a la simpatía de su vástago. Con su primer disco, Jordy entró en el Libro Guiness de los Records como el artista más joven (4 años) en llegar al número uno en todo el mundo. El segundo disco mantuvo el éxito, y una de sus canciones fue incluida en la película Mira quién habla también (1993). Pero el tercero fracasó.
Mientras, los padres de Jordy dilapidaron la fortuna ganada por su hijo y hasta montaron La granja de Jordy, una fallida atracción turística. Arruinado, el matrimonio se divorció y el nene volvió al cole. Cuando llegó a la mayoría de edad no quedaba ni un céntimo de todo aquel dinero que había ganado de niño, y acabó haciendo reality shows, esos grandes vertederos de juguetes rotos.
3. U2: un directo lleno de sonido enlatado. En 1992, tras un radical cambio de imagen y sonido, la banda irlandesa más famosa del mundo emprendió el Zoo TV Tour, una gira de conciertos por los cinco continentes. En ella, el grupo cambió por completo su concepción del directo, que pasó de la austeridad de las giras anteriores a ser un espectáculo multimedia. Para quitarse trabajo y sincronizar bien imágenes, luces y sonidos, Bono y los suyos llevaron todos los instrumentos pregrabados. Como a menudo había fallos de sincronización, fueron muchos los que los acusaron de fraude.
Uno de los que los que más cizaña metió fue el cantante de Kiss Gene Simmons: “Si, como U2, cobras 100 dólares por la entrada, hacer mímica sincronizada es una falta total de honradez”, sentenció en una entrevista. Lo más curioso es que, más de una década después, el grupo Kiss también fue sorprendido haciendo playback y tuvo que pedir perdón en Twitter.
4. Technotronic: la despampanante chica de portada no sabe cantar. Este grupo belga de eurodance fue ideado por el productor Jo Bogaert, alias Thomas de Quincey. Cuando lanzaron su primer disco, el rompepistas house Pump up the jam (1989), la chica que salía en la portada y en el vídeo era la despampanante modelo Felly Kilingi, pero cantaba Manuela Kamosi, alias Kid K, mucho menos atractiva.
En 2009, coincidiendo con el vigésimo aniversario del disco, MC Eric, el otro miembro del dúo, explicaba así el fraude en Tentaciones: “Kid K firmó un contrato ilegal porque era menor de edad. Cuando todo el mundo se dio cuenta, era tarde, porque la canción ya era un éxito en los clubes. Así que encontraron a esta chica parecía africana y tenía una imagen muy fuerte. La compañía la escogió sin que lo supiéramos”.
A partir del siguiente disco, rectificaron, saliendo en todas las fotos y videos y tocando mucho en directo. Pero el éxito nunca les volvió a acompañar.
5. Leonard Cohen: su mánager y amante le robó todo el dinero. En 1994, harto del mundanal ruido, el cantautor Leonard Cohen tomó la decisión de raparse la cabeza, hacerse monje y recluirse en un monasterio zen de Mount Baldy, Los Ángeles.
Antes de retirarse, dejó sus asuntos económicos en manos de su mujer de confianza, Kelly Lynch, que durante 17 años había sido asesora financiera y amante esporádica del cantautor. Pero, traicionando su confianza, Lynch se fugó con los cinco millones de dólares que Cohen tenía ahorrados para su jubilación, dejándolo casi en la bancarrota.
Así las cosas, el cantante tuvo que colgar los hábitos para volver a la carretera y ganar algo de dinero. Y Kelly Lynch fue condenada a 18 meses de cárcel.
6. Rihanna: plagiando con descaro. Pese a tener una preciosa voz y un desarmante atractivo físico, la cantante de Barbados nunca se ha caracterizado por su originalidad. Su efervescente R&B suele picotear de aquí y allá, homenajeando y sampleando (coger partes de otra canción) a su antojo. Por ejemplo, uno de sus mayores éxitos, Don’t stop the music, está construido sobre Wanna be starting something, de Michael Jackson, que la cantante sampleó a golpe de talonario.
Lo que sí fue un plagio descarado y traicionero fue Bitch better have my money, una canción estrenada en 2015 que “fusilaba” con descaro un tema de la rapera Just Britttany, titulado Betta have my money. Como es obvio, RiRi no se molestó ni en cambiar el título.
La prueba del plagio de Rihanna:
7. Boney M: el cantante no canta, pero si lo quiere el público... En 1975, el grupo ABBA arrasaba en todo el mundo. Fue entonces cuando al productor alemán Frank Farian (que más tarde crearía a Milli Vanilli) pensó en montar una respuesta negra y exótica a los fabulosos suecos. Para ello, contrató a dos cantantes y una modelo, todas del Caribe, y a un DJ antillano que atendía por Bobby Farrell. Como el susodicho DJ no sabía cantar, Farian decidió hacerlo él mismo.
El éxito del grupo, llamado Boney M, fue apoteósico y canciones como Ma Baker, Belfast o Rivers of Babylon arrasaron en todo el mundo. Fue entonces cuando Bobby Farrell empezó a protestar y a pedir que lo dejaran cantar. Pero Farian, que disfrutaba siendo la voz en la sombra, no aceptó y, harto de la rebeldía de Farrell, lo echó del grupo y puso a otro monigote al frente. La cosa no funcionó, pues el público se quejaba de que aquel impostor no era “el negro de Boney M”. Así que el productor tuvo que llegar a un acuerdo con el falso cantante, que aceptó volver al grupo a cambio de dinero extra y cambiar su nombre por “Bobby Farrell & Boney M”.
8. C+C Music Factory: tú te callas. Los productores americanos Robert Clivillés y David Cole crearon este grupo de dance pop a principios de los noventa. Tras hacer unas bases, contrataron al rapero Freedon Wiliams y a la vocalista Martha Wash para poner voces en rompepistas como Gonna make you sweat (Everybody dance now).
El éxito fue legendario: cinco veces disco de platino. Pero la señorita que salía en la portada de los discos y en los vídeos no era la oronda cantante Martha Walsh, sino Zelma Davis, una deslumbrante modelo de 19 años que, años después, se lavaría las manos en una entrevista de Rolling Stone: “Yo era joven e inocente. Recuerdo que les dije a los que grababan el videoclip que eso no lo había cantado yo y los de la casa de discos me hicieron callar”.
La que no se calló fue Martha Walsh, que denunció a los productores y a CBS/Sony por fraude, publicidad engañosa y apropiación comercial.
9. Michael Jackson: un disco póstumo con la voz de otro. En diciembre de 2010, poco más de un año después de la muerte del Rey del Pop, se publicó Michael, un (supuesto) álbum póstumo de canciones inéditas. Desde el primer momento, el lanzamiento fue criticado tanto por los parientes, amigos y colaboradores del cantante, que consideraban una falta de respeto publicar unas canciones que no estaban acabadas. Lo que no sabían es que en muchas de ellas ni siquiera cantaba Michael, sino Jason Malachi, dotado de una tesitura de voz muy parecida.
La primera que llamó la atención sobre el fraude fue Paris, la hija de Michael que, en una conversación por vídeo chat con varios amigos, la chica comentó que “mi padre no canta ninguna canción de ese álbum. Busca en YouTube a Jason Malachi. ¡Es él!”. La conversación fue grabada y se filtró a Internet, donde ya había un clamor que especulaba sobre el fraude. Y en enero fue el propio Malachi quien reveló la verdad en su Facebook: "Chicos, creo que es hora de confesar. Era yo quien cantaba Breaking News, Keep Your Head Up, Monster y Stay. Yo tenía un acuerdo con la compañía discográfica, pero ahora el gato está fuera de la bolsa. Perdón a todos mis fans, y a los fans de Michael Jackson".
10. Billy Joel: estafado y arruinado. Desde 1973 hasta que se retiró temporalmente en 1993, esta estrella del pop facturó 40 éxitos, ganó seis premios Grammy y despachó más de 100 millones de discos en todo el mundo. Sin embargo, por avatares del destino, también se ha arruinado varias veces.
El ejemplo más sonado fue cuando Frank Weber, su ex mánager, usó 30 millones de dólares que sacó de las cuentas del cantante para avalar prestamos personales y realizar varias inversiones que acabaron mal. Joel no se enteró de la estafa hasta 1989, año en que le hicieron una auditoría, y tuvo que declararse en quiebra, demandando poco después a Weber por fraude y apropiación indebida. Hay más: el ex manager era padrino de la hija del cantante y había sido su cuñado. El caso afectó tanto al artista que en su disco River of dreams (1993) dedicó varias canciones al asunto.
11. Selena Gomez: el tropezón que desveló que todo era falso. En octubre de 2013, en un concierto en la ciudad de Fairfax (Virginia) Selena Gomez cantaba lel tema Slow down, mientras daba botes y animaba al público. Tanto empeño puso en sus bailoteos que no se dio cuenta de que se acercaba a un gran escalón. Así que pisó en falso y se cayó de culo. Pero lo más duro no fue la caída, sino que su voz siguió sonando como si tal cosa, revelando que aquello era un playback de padre y muy señor mío. Para colmo, todo quedó grabado e inmortalizado en YouTube, donde se puede comprobar cómo Selena pega un grito al caerse y su grito se escucha por encima de la voz de la pista.
Selena Gomez se tropieza, pero sigue la voz, como si nada:
12. The Monkees: ese glorioso grupo prefabricado. Michael Nesmith, Davy Jones, Micky Dolenz y Peter Tork. Así se llamaban los cuatro elegidos de un duro casting por el que pasaron más de 500 mozos. El objetivo era formar un cuarteto musical en la línea de los Beatles para actuar en la tele y ponerle cara a unos discos en los que no harían ellos. Producidos por Don Kirshner, sus primeros álbumes están interpretados por músicos norteamericanos tan célebres como Carole King, Neil Sedaka o Neil Diamond. El éxito fue apoteósico, y entre 1966 y 1968 se hartaron de vender discos.
Pero, poco a poco y para desespero de su productor, los cuatro figurantes del grupo se fueron rebelando: exigían cantar las canciones y tocar los instrumentos, cuyos rudimentos habían aprendido a fuerza de hacer playbacks. Tanto protestaron que les dieron su oportunidad, pero tuvieron la mala pata de sacar su disco poco antes del Sgt. pepper’s lonely hearts club band, de los Beatles, que los alejó de las listas de éxitos. Después, su programa fue cancelado y el cantante dejó el grupo.
Tanta guerra le dieron los Monkees a su creador que para The Archies, su siguiente proyecto de pop prefabricado, decidió usar dibujos animados en lugar de personas.
13. Frank Sinatra: chicas contratadas para desmayarse. Adelantándose a Elvis y a los Beatles, el apuesto crooner Frank Sinatra inauguró el fenómeno fans. En 1942, su agente de prensa George Evans, tuvo la feliz ocurrencia de hacer castings de colegialas, para elegir a las que más gritaran y convocarlas en conciertos y apariciones públicas del ídolo; a cambio de cinco dólares, las muchachitas gritaban como posesas y fingían desmayos. Este fraude fue la chispa que encendió el mito de Swoonatra (juego de palabras derivado del verbo “swoon”, es decir, “desmayarse”) y el boom del fenómeno fans: años después, también Brian Epstein, mánager de los Beatles, contrataría chicas para gritar en los conciertos del cuarteto de Liverpool.
14. Lin Miaoke: vergonzante movimiento político. La espectacular ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008 estuvo ensombrecida por el escándalo de un playback infantil. Así, mientras la angelical niña de nueve años Lin Miaoke salía al escenario a actuar y recibir aplausos, entre bambalinas se escondía la verdadera cantante, otra pequeña llamada Yang Peiyi.
Pocos días después de la gala se destapó el fraude, Internet se llenó de críticas negativas y el director musical del evento se vio obligado a comparecer para explicar que Lin Maoke fue elegida por ser “muy mona” y en función del “interés nacional”, ya que “queríamos proyectar la imagen correcta”. Estas excusas fueron casi peores que el hecho en sí, y pusieron en evidencia la cruel discriminación que había sufrido Peiyi, que, pese a tener una voz de oro, lucía unos dientes mal alineados y unos sonrosados mofletes.
15. Los Beatles: el día que Lennon plagió, y lo reconoció. Aunque, como la mayoría de las canciones de los Beatles, está firmada por Lennon/McCartney, Come together fue compuesta por John Lennon. Una pieza de rock que abre su disco Abbey Road (1969) y sonó en los cinco continentes.
Casi un lustro después, la editora musical del pionero del rock Chuck Berry, propiedad del excéntrico empresario Morris Levy, demandó a John Lennon por plagio: según decía el magnate, había demasiados parecidos entre Come together y la canción de Chuck Berry You can’t catch me. Lennon reconoció el plagio y acabó llegando a un acuerdo extrajudicial con Levy: prometió pagarle grabando otras canciones de su propiedad, cosa que cumplió con su disco en solitario Rock’n’Roll (1975). Lo más curioso del caso es que una de las canciones elegidas fue, precisamente, You can’t catch me, de Chuck Berry.
Mientras la productora de Berry lo demandó por plagiar la canción entera, Lennon se defendió diciendo esto: "Sí, era yo componiendo oscuramente sobre un viejo tema de Chuck Berry. A pesar de que no es para nada como la canción de Chuck Berry, me llevaron a juicio porque lo admití una vez hace años. Dejé una línea de la letra igual, que podría haber cambiado por otra. La canción sigue siendo mía, independientemente de Chuck Berry o de cualquier otra persona en el mundo".
16. Héroes del Silencio: que me devuelvan el dinero. 42 euros, de 2007, costaba la entrada del concierto sevillano de los Héroes del Silencio en el estadio olímpico de La Cartuja; una cita enmarcada en la gira de despedida que llevó al grupo por diferentes capitales españolas y americanas. El de Sevilla era uno de los tres conciertos que dieron en España, por eso mucha gente peregrinó desde sus localidades para verlos, gastándose un buen puñado de euros en viaje, alojamiento y entrada.
El estadio estaba abarrotado y, al ser un recinto tan grande, los que no estaban muy cerca creyeron que todo iba bien, pero los asistentes de las primeras filas vieron con horror cómo su grupo favorito perpetraba un playback de agárrate y no te menees: Bunbury no atinaba a mover la boca cuando sonaba su voz enlatada, y por los altavoces sonaban armónicas y otros instrumentos que brillaban por su ausencia en el escenario. Indignados, muchos asistentes escribieron críticas en Internet y reclamaron a la promotora del concierto unas indemnizaciones que nunca llegaron a pagarse.
17. Modern Talking: esa canción que tanto bailaste esconde un timo. Geronimo’s cadillac, Brother Louie, Chery chery lady… Los éxitos de este dúo alemán marcaron la banda sonora de los ochenta. Y sus integrantes, Thomas Anders y Dieter Bohlen, se forraron, vendiendo 120 millones de discos.
Pero en el año 2001, cuando Anders y Bohlen ya estaban más que jubilados, se descubrió que no eran ellos quienes cantaban los pegajosos falsetes de sus canciones. Es más, el rubio del dúo no había entonado ni una palabra, y el moreno solo algunas partes. Los verdaderos intérpretes de sus coreados estribillos eran tres cantantes profesionales, llamados Rolf Köhler, Detlef Wiedeke y Michael Schol, que se mantuvieron en la sombra mientras los figurantes se llevaban la fama y la fortuna. Cuando se descubrió el pastel, los auténticos vocalistas intentaron en vano emprender una carrera como trío, bajo el nombre de Systems in Blue, pero se estrellaron en el intento.
18. Credence Clearwater Revival: esquilmando al maestro. Aunque son muchos los que han bebido del jugoso cancionero de Little Richard, uno de los padres fundadores del rock’n’roll, el caso más criminal es el de Travelin’ band, del grupo Creedence Clearwater Revival. El tema fue (ejem) compuesto por el líder del grupo, el cantante y guitarrista John Fogerty en 1970, arrasó en medio mundo y fue versioneado por Elton John, Def Leppard o Jerry Lee Lewis.
Pero en 1972, la compañía que poseía los derechos de autor de Little Richard denunció a Fogerty por considerar que Travelin’ band era demasiado parecida al tema Good Golly, Miss Molly. El incidente se resolvió fuera de los tribunales, ya que Fogerty reconoció que había sido un “plagio incidental”, es decir, que lo había hecho sin querer. Suena a excusa barata, pero creíble si tenemos en cuenta que, en una ocasión, Fogerty llegó a plagiarse a sí mismo: en su día fue demandado por la compañía propietaria de la canción Run through the jungle, que era suya, por considerar que se parecía demasiado a The old man down the road, que también era suya. Increíble.
'Traveling' band' es muy parecida a 'Good Golly, Miss Molly'. Como 'I'm down', de los Beatles, a 'Tutti frutti'. Little Richard esquilmado por partida doble:
19. Katy Perry: la flautista mentirosa. En un concierto de 2011 celebrado en Manchester, Katy Perry se las quiso dar de flautista y le salió el silbido por la culata, protagonizando uno de los playback fails más bochornosos de la historia del pop reciente.
Un operario le trajo una flauta en una bandeja y ella se puso a tocarla mientras le sujetaban el micrófono. Pero la cantante se quitó la flauta de la boca bastante antes de que dejara de sonar y se giró. Tras un fuerte abucheo del público, torció el gesto y gritó: "¡Vale, no sé tocar la flauta!". Para colmo, alguien subió el vídeo a YouTube y Katy hizo el ridículo a nivel planetario.
Katy Perry, pillada tocando la flauta mágica:
20. Oasis: los 'fusilamientos' de Manchester. El productor de los Beatles, el recientemente fallecido George Martin, llegó a decir que Noel Gallagher, cantante y guitarrista de Oasis, es “el compositor más fino de su generación”. Y tal vez tendría razón… si algunos de sus éxitos fueran suyos. Entre otros artistas, Noel se ha inspirado demasiado en Stevie Wonder, Monthy Python, Gary Glitter, Serge Gainsbourg, Pink Floyd, The Doors y hasta Johann Sebastian Bach.
Pero el caso más flagrante es el del tema Cigarrette and alcohol, donde fusiló acordes y ritmos del celebérrimo Get it on, de T. Rex; por supuesto, tuvo que pagar con creces los derechos de autor.
También la marca Coca-Cola lo denunció, por plagiar la música de un anuncio de los años setenta (I’d like to teach the world to sing) en su canción Shakermaker. Tras indemnizar a la marca de refrescos, Gallagher declaró con recochineo que “a partir de ahora solo beberé Pepsi”.
Luigi Landeira
El País
“¡Tu voz! ¡Me prometiste tu voz! ¿No recuerdas nuestro contrato?”. Estas frases, exclamadas por el magnate Swan en la película El fantasma del paraíso (Brian de Palma, 1976), resumen muy bien los turbios tejemanejes que rodean a la industria discográfica. En el filme, vemos cómo un diabólico e implacable productor crea y destruye artistas, se apropia de canciones ajenas, y es capaz de todo para alcanzar el éxito.
Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia. Desde que el pop es pop, son moneda corriente el plagio, la estafa, el robo y el engaño. En este negocio (y en otros muchos) las apariencias engañan, y a veces el cantante que sale en los vídeos no es quien canta, ni el que canta se lleva la pasta, ni el que compone es quien figura en los créditos. El pop es una jungla llena de trampas y espejismos; nos corresponde a nosotros, sufrido público, desenmascararlos y estar atentos para que no nos vuelvan a dar gato por liebre ni bandurria por guitarra.
1.Milli Vanilli: un Grammy y millones de ventas por hacer 'playback'. En 1987, el productor discográfico alemán Frank Farian descubrió al francés Fab Morvan y el alemán Rob Pilatus, dos mulatos que bailaban con la cantante Sabrina. A ojos de Farian, aquella exótica pareja lo tenía todo para triunfar: dotes para la danza, desparpajo y sex appeal. Como no sabían cantar, el productor contrató a un par de vocalistas y un puñado de músicos: ellos grabarían los discos, mientras Fav y Rob movían las bocas y el esqueleto. ¿Resultado? Vendieron millones de discos y recibieron un premio Grammy.
El chasco llegó en 1990, cuando un tal Charles Shaw confesó en un periódico que él era quien cantaba en los discos y que Milli Vanilli eran un par de impostores. Desesperados, Rob y Fav le pidieron a Frank Farian que los cubriera pero, temeroso de hacer más el ridículo, el productor optó por reconocer públicamente la verdad. Poco después, al dúo le quitaron su Grammy y lo echaron de su sello discográfico.
Tras el escándalo, los Milli grabaron algún disco con sus verdaderas voces, pero ya nadie les creía. Rob no encajó bien el fracaso y acabó muerto por sobredosis en 1998.
2. Jordy: el niño cantor traicionado por sus padres. Marisol, Joselito, Nikka Costa… Casos de niños canores los hay a patadas, pero ninguno tan precoz y tan fugaz como el del francés Jordy. Su primer éxito, con solo cuatro años, fue Dur dur d’être bébé! (1992), donde, sobre una base dance, el niño balbuceaba una letra sobre las tribulaciones de ser pequeño. Los responsables de la música eran sus padres, el productor Claude Lemoine y la compositora Patricia Clerget, que se hicieron de oro gracias a la simpatía de su vástago. Con su primer disco, Jordy entró en el Libro Guiness de los Records como el artista más joven (4 años) en llegar al número uno en todo el mundo. El segundo disco mantuvo el éxito, y una de sus canciones fue incluida en la película Mira quién habla también (1993). Pero el tercero fracasó.
Mientras, los padres de Jordy dilapidaron la fortuna ganada por su hijo y hasta montaron La granja de Jordy, una fallida atracción turística. Arruinado, el matrimonio se divorció y el nene volvió al cole. Cuando llegó a la mayoría de edad no quedaba ni un céntimo de todo aquel dinero que había ganado de niño, y acabó haciendo reality shows, esos grandes vertederos de juguetes rotos.
3. U2: un directo lleno de sonido enlatado. En 1992, tras un radical cambio de imagen y sonido, la banda irlandesa más famosa del mundo emprendió el Zoo TV Tour, una gira de conciertos por los cinco continentes. En ella, el grupo cambió por completo su concepción del directo, que pasó de la austeridad de las giras anteriores a ser un espectáculo multimedia. Para quitarse trabajo y sincronizar bien imágenes, luces y sonidos, Bono y los suyos llevaron todos los instrumentos pregrabados. Como a menudo había fallos de sincronización, fueron muchos los que los acusaron de fraude.
Uno de los que los que más cizaña metió fue el cantante de Kiss Gene Simmons: “Si, como U2, cobras 100 dólares por la entrada, hacer mímica sincronizada es una falta total de honradez”, sentenció en una entrevista. Lo más curioso es que, más de una década después, el grupo Kiss también fue sorprendido haciendo playback y tuvo que pedir perdón en Twitter.
4. Technotronic: la despampanante chica de portada no sabe cantar. Este grupo belga de eurodance fue ideado por el productor Jo Bogaert, alias Thomas de Quincey. Cuando lanzaron su primer disco, el rompepistas house Pump up the jam (1989), la chica que salía en la portada y en el vídeo era la despampanante modelo Felly Kilingi, pero cantaba Manuela Kamosi, alias Kid K, mucho menos atractiva.
En 2009, coincidiendo con el vigésimo aniversario del disco, MC Eric, el otro miembro del dúo, explicaba así el fraude en Tentaciones: “Kid K firmó un contrato ilegal porque era menor de edad. Cuando todo el mundo se dio cuenta, era tarde, porque la canción ya era un éxito en los clubes. Así que encontraron a esta chica parecía africana y tenía una imagen muy fuerte. La compañía la escogió sin que lo supiéramos”.
A partir del siguiente disco, rectificaron, saliendo en todas las fotos y videos y tocando mucho en directo. Pero el éxito nunca les volvió a acompañar.
5. Leonard Cohen: su mánager y amante le robó todo el dinero. En 1994, harto del mundanal ruido, el cantautor Leonard Cohen tomó la decisión de raparse la cabeza, hacerse monje y recluirse en un monasterio zen de Mount Baldy, Los Ángeles.
Antes de retirarse, dejó sus asuntos económicos en manos de su mujer de confianza, Kelly Lynch, que durante 17 años había sido asesora financiera y amante esporádica del cantautor. Pero, traicionando su confianza, Lynch se fugó con los cinco millones de dólares que Cohen tenía ahorrados para su jubilación, dejándolo casi en la bancarrota.
Así las cosas, el cantante tuvo que colgar los hábitos para volver a la carretera y ganar algo de dinero. Y Kelly Lynch fue condenada a 18 meses de cárcel.
6. Rihanna: plagiando con descaro. Pese a tener una preciosa voz y un desarmante atractivo físico, la cantante de Barbados nunca se ha caracterizado por su originalidad. Su efervescente R&B suele picotear de aquí y allá, homenajeando y sampleando (coger partes de otra canción) a su antojo. Por ejemplo, uno de sus mayores éxitos, Don’t stop the music, está construido sobre Wanna be starting something, de Michael Jackson, que la cantante sampleó a golpe de talonario.
Lo que sí fue un plagio descarado y traicionero fue Bitch better have my money, una canción estrenada en 2015 que “fusilaba” con descaro un tema de la rapera Just Britttany, titulado Betta have my money. Como es obvio, RiRi no se molestó ni en cambiar el título.
La prueba del plagio de Rihanna:
7. Boney M: el cantante no canta, pero si lo quiere el público... En 1975, el grupo ABBA arrasaba en todo el mundo. Fue entonces cuando al productor alemán Frank Farian (que más tarde crearía a Milli Vanilli) pensó en montar una respuesta negra y exótica a los fabulosos suecos. Para ello, contrató a dos cantantes y una modelo, todas del Caribe, y a un DJ antillano que atendía por Bobby Farrell. Como el susodicho DJ no sabía cantar, Farian decidió hacerlo él mismo.
El éxito del grupo, llamado Boney M, fue apoteósico y canciones como Ma Baker, Belfast o Rivers of Babylon arrasaron en todo el mundo. Fue entonces cuando Bobby Farrell empezó a protestar y a pedir que lo dejaran cantar. Pero Farian, que disfrutaba siendo la voz en la sombra, no aceptó y, harto de la rebeldía de Farrell, lo echó del grupo y puso a otro monigote al frente. La cosa no funcionó, pues el público se quejaba de que aquel impostor no era “el negro de Boney M”. Así que el productor tuvo que llegar a un acuerdo con el falso cantante, que aceptó volver al grupo a cambio de dinero extra y cambiar su nombre por “Bobby Farrell & Boney M”.
8. C+C Music Factory: tú te callas. Los productores americanos Robert Clivillés y David Cole crearon este grupo de dance pop a principios de los noventa. Tras hacer unas bases, contrataron al rapero Freedon Wiliams y a la vocalista Martha Wash para poner voces en rompepistas como Gonna make you sweat (Everybody dance now).
El éxito fue legendario: cinco veces disco de platino. Pero la señorita que salía en la portada de los discos y en los vídeos no era la oronda cantante Martha Walsh, sino Zelma Davis, una deslumbrante modelo de 19 años que, años después, se lavaría las manos en una entrevista de Rolling Stone: “Yo era joven e inocente. Recuerdo que les dije a los que grababan el videoclip que eso no lo había cantado yo y los de la casa de discos me hicieron callar”.
La que no se calló fue Martha Walsh, que denunció a los productores y a CBS/Sony por fraude, publicidad engañosa y apropiación comercial.
9. Michael Jackson: un disco póstumo con la voz de otro. En diciembre de 2010, poco más de un año después de la muerte del Rey del Pop, se publicó Michael, un (supuesto) álbum póstumo de canciones inéditas. Desde el primer momento, el lanzamiento fue criticado tanto por los parientes, amigos y colaboradores del cantante, que consideraban una falta de respeto publicar unas canciones que no estaban acabadas. Lo que no sabían es que en muchas de ellas ni siquiera cantaba Michael, sino Jason Malachi, dotado de una tesitura de voz muy parecida.
La primera que llamó la atención sobre el fraude fue Paris, la hija de Michael que, en una conversación por vídeo chat con varios amigos, la chica comentó que “mi padre no canta ninguna canción de ese álbum. Busca en YouTube a Jason Malachi. ¡Es él!”. La conversación fue grabada y se filtró a Internet, donde ya había un clamor que especulaba sobre el fraude. Y en enero fue el propio Malachi quien reveló la verdad en su Facebook: "Chicos, creo que es hora de confesar. Era yo quien cantaba Breaking News, Keep Your Head Up, Monster y Stay. Yo tenía un acuerdo con la compañía discográfica, pero ahora el gato está fuera de la bolsa. Perdón a todos mis fans, y a los fans de Michael Jackson".
10. Billy Joel: estafado y arruinado. Desde 1973 hasta que se retiró temporalmente en 1993, esta estrella del pop facturó 40 éxitos, ganó seis premios Grammy y despachó más de 100 millones de discos en todo el mundo. Sin embargo, por avatares del destino, también se ha arruinado varias veces.
El ejemplo más sonado fue cuando Frank Weber, su ex mánager, usó 30 millones de dólares que sacó de las cuentas del cantante para avalar prestamos personales y realizar varias inversiones que acabaron mal. Joel no se enteró de la estafa hasta 1989, año en que le hicieron una auditoría, y tuvo que declararse en quiebra, demandando poco después a Weber por fraude y apropiación indebida. Hay más: el ex manager era padrino de la hija del cantante y había sido su cuñado. El caso afectó tanto al artista que en su disco River of dreams (1993) dedicó varias canciones al asunto.
11. Selena Gomez: el tropezón que desveló que todo era falso. En octubre de 2013, en un concierto en la ciudad de Fairfax (Virginia) Selena Gomez cantaba lel tema Slow down, mientras daba botes y animaba al público. Tanto empeño puso en sus bailoteos que no se dio cuenta de que se acercaba a un gran escalón. Así que pisó en falso y se cayó de culo. Pero lo más duro no fue la caída, sino que su voz siguió sonando como si tal cosa, revelando que aquello era un playback de padre y muy señor mío. Para colmo, todo quedó grabado e inmortalizado en YouTube, donde se puede comprobar cómo Selena pega un grito al caerse y su grito se escucha por encima de la voz de la pista.
Selena Gomez se tropieza, pero sigue la voz, como si nada:
12. The Monkees: ese glorioso grupo prefabricado. Michael Nesmith, Davy Jones, Micky Dolenz y Peter Tork. Así se llamaban los cuatro elegidos de un duro casting por el que pasaron más de 500 mozos. El objetivo era formar un cuarteto musical en la línea de los Beatles para actuar en la tele y ponerle cara a unos discos en los que no harían ellos. Producidos por Don Kirshner, sus primeros álbumes están interpretados por músicos norteamericanos tan célebres como Carole King, Neil Sedaka o Neil Diamond. El éxito fue apoteósico, y entre 1966 y 1968 se hartaron de vender discos.
Pero, poco a poco y para desespero de su productor, los cuatro figurantes del grupo se fueron rebelando: exigían cantar las canciones y tocar los instrumentos, cuyos rudimentos habían aprendido a fuerza de hacer playbacks. Tanto protestaron que les dieron su oportunidad, pero tuvieron la mala pata de sacar su disco poco antes del Sgt. pepper’s lonely hearts club band, de los Beatles, que los alejó de las listas de éxitos. Después, su programa fue cancelado y el cantante dejó el grupo.
Tanta guerra le dieron los Monkees a su creador que para The Archies, su siguiente proyecto de pop prefabricado, decidió usar dibujos animados en lugar de personas.
13. Frank Sinatra: chicas contratadas para desmayarse. Adelantándose a Elvis y a los Beatles, el apuesto crooner Frank Sinatra inauguró el fenómeno fans. En 1942, su agente de prensa George Evans, tuvo la feliz ocurrencia de hacer castings de colegialas, para elegir a las que más gritaran y convocarlas en conciertos y apariciones públicas del ídolo; a cambio de cinco dólares, las muchachitas gritaban como posesas y fingían desmayos. Este fraude fue la chispa que encendió el mito de Swoonatra (juego de palabras derivado del verbo “swoon”, es decir, “desmayarse”) y el boom del fenómeno fans: años después, también Brian Epstein, mánager de los Beatles, contrataría chicas para gritar en los conciertos del cuarteto de Liverpool.
14. Lin Miaoke: vergonzante movimiento político. La espectacular ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008 estuvo ensombrecida por el escándalo de un playback infantil. Así, mientras la angelical niña de nueve años Lin Miaoke salía al escenario a actuar y recibir aplausos, entre bambalinas se escondía la verdadera cantante, otra pequeña llamada Yang Peiyi.
Pocos días después de la gala se destapó el fraude, Internet se llenó de críticas negativas y el director musical del evento se vio obligado a comparecer para explicar que Lin Maoke fue elegida por ser “muy mona” y en función del “interés nacional”, ya que “queríamos proyectar la imagen correcta”. Estas excusas fueron casi peores que el hecho en sí, y pusieron en evidencia la cruel discriminación que había sufrido Peiyi, que, pese a tener una voz de oro, lucía unos dientes mal alineados y unos sonrosados mofletes.
15. Los Beatles: el día que Lennon plagió, y lo reconoció. Aunque, como la mayoría de las canciones de los Beatles, está firmada por Lennon/McCartney, Come together fue compuesta por John Lennon. Una pieza de rock que abre su disco Abbey Road (1969) y sonó en los cinco continentes.
Casi un lustro después, la editora musical del pionero del rock Chuck Berry, propiedad del excéntrico empresario Morris Levy, demandó a John Lennon por plagio: según decía el magnate, había demasiados parecidos entre Come together y la canción de Chuck Berry You can’t catch me. Lennon reconoció el plagio y acabó llegando a un acuerdo extrajudicial con Levy: prometió pagarle grabando otras canciones de su propiedad, cosa que cumplió con su disco en solitario Rock’n’Roll (1975). Lo más curioso del caso es que una de las canciones elegidas fue, precisamente, You can’t catch me, de Chuck Berry.
Mientras la productora de Berry lo demandó por plagiar la canción entera, Lennon se defendió diciendo esto: "Sí, era yo componiendo oscuramente sobre un viejo tema de Chuck Berry. A pesar de que no es para nada como la canción de Chuck Berry, me llevaron a juicio porque lo admití una vez hace años. Dejé una línea de la letra igual, que podría haber cambiado por otra. La canción sigue siendo mía, independientemente de Chuck Berry o de cualquier otra persona en el mundo".
16. Héroes del Silencio: que me devuelvan el dinero. 42 euros, de 2007, costaba la entrada del concierto sevillano de los Héroes del Silencio en el estadio olímpico de La Cartuja; una cita enmarcada en la gira de despedida que llevó al grupo por diferentes capitales españolas y americanas. El de Sevilla era uno de los tres conciertos que dieron en España, por eso mucha gente peregrinó desde sus localidades para verlos, gastándose un buen puñado de euros en viaje, alojamiento y entrada.
El estadio estaba abarrotado y, al ser un recinto tan grande, los que no estaban muy cerca creyeron que todo iba bien, pero los asistentes de las primeras filas vieron con horror cómo su grupo favorito perpetraba un playback de agárrate y no te menees: Bunbury no atinaba a mover la boca cuando sonaba su voz enlatada, y por los altavoces sonaban armónicas y otros instrumentos que brillaban por su ausencia en el escenario. Indignados, muchos asistentes escribieron críticas en Internet y reclamaron a la promotora del concierto unas indemnizaciones que nunca llegaron a pagarse.
17. Modern Talking: esa canción que tanto bailaste esconde un timo. Geronimo’s cadillac, Brother Louie, Chery chery lady… Los éxitos de este dúo alemán marcaron la banda sonora de los ochenta. Y sus integrantes, Thomas Anders y Dieter Bohlen, se forraron, vendiendo 120 millones de discos.
Pero en el año 2001, cuando Anders y Bohlen ya estaban más que jubilados, se descubrió que no eran ellos quienes cantaban los pegajosos falsetes de sus canciones. Es más, el rubio del dúo no había entonado ni una palabra, y el moreno solo algunas partes. Los verdaderos intérpretes de sus coreados estribillos eran tres cantantes profesionales, llamados Rolf Köhler, Detlef Wiedeke y Michael Schol, que se mantuvieron en la sombra mientras los figurantes se llevaban la fama y la fortuna. Cuando se descubrió el pastel, los auténticos vocalistas intentaron en vano emprender una carrera como trío, bajo el nombre de Systems in Blue, pero se estrellaron en el intento.
18. Credence Clearwater Revival: esquilmando al maestro. Aunque son muchos los que han bebido del jugoso cancionero de Little Richard, uno de los padres fundadores del rock’n’roll, el caso más criminal es el de Travelin’ band, del grupo Creedence Clearwater Revival. El tema fue (ejem) compuesto por el líder del grupo, el cantante y guitarrista John Fogerty en 1970, arrasó en medio mundo y fue versioneado por Elton John, Def Leppard o Jerry Lee Lewis.
Pero en 1972, la compañía que poseía los derechos de autor de Little Richard denunció a Fogerty por considerar que Travelin’ band era demasiado parecida al tema Good Golly, Miss Molly. El incidente se resolvió fuera de los tribunales, ya que Fogerty reconoció que había sido un “plagio incidental”, es decir, que lo había hecho sin querer. Suena a excusa barata, pero creíble si tenemos en cuenta que, en una ocasión, Fogerty llegó a plagiarse a sí mismo: en su día fue demandado por la compañía propietaria de la canción Run through the jungle, que era suya, por considerar que se parecía demasiado a The old man down the road, que también era suya. Increíble.
'Traveling' band' es muy parecida a 'Good Golly, Miss Molly'. Como 'I'm down', de los Beatles, a 'Tutti frutti'. Little Richard esquilmado por partida doble:
19. Katy Perry: la flautista mentirosa. En un concierto de 2011 celebrado en Manchester, Katy Perry se las quiso dar de flautista y le salió el silbido por la culata, protagonizando uno de los playback fails más bochornosos de la historia del pop reciente.
Un operario le trajo una flauta en una bandeja y ella se puso a tocarla mientras le sujetaban el micrófono. Pero la cantante se quitó la flauta de la boca bastante antes de que dejara de sonar y se giró. Tras un fuerte abucheo del público, torció el gesto y gritó: "¡Vale, no sé tocar la flauta!". Para colmo, alguien subió el vídeo a YouTube y Katy hizo el ridículo a nivel planetario.
Katy Perry, pillada tocando la flauta mágica:
20. Oasis: los 'fusilamientos' de Manchester. El productor de los Beatles, el recientemente fallecido George Martin, llegó a decir que Noel Gallagher, cantante y guitarrista de Oasis, es “el compositor más fino de su generación”. Y tal vez tendría razón… si algunos de sus éxitos fueran suyos. Entre otros artistas, Noel se ha inspirado demasiado en Stevie Wonder, Monthy Python, Gary Glitter, Serge Gainsbourg, Pink Floyd, The Doors y hasta Johann Sebastian Bach.
Pero el caso más flagrante es el del tema Cigarrette and alcohol, donde fusiló acordes y ritmos del celebérrimo Get it on, de T. Rex; por supuesto, tuvo que pagar con creces los derechos de autor.
También la marca Coca-Cola lo denunció, por plagiar la música de un anuncio de los años setenta (I’d like to teach the world to sing) en su canción Shakermaker. Tras indemnizar a la marca de refrescos, Gallagher declaró con recochineo que “a partir de ahora solo beberé Pepsi”.