Las nuevas fronteras del ISIS
Palmira simboliza la pérdida de terreno y hombres. Los atentados refuerzan su reputación
NATALIA SANCHA
ÓSCAR GUTIÉRREZ
Palmira / Madrid, El País
La derrota de los hombres de Abubaker al Bagdadi el pasado día 27 en Palmira suscita una pregunta clara: ¿ha perdido territorio el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés)? A tenor de los hechos, la respuesta es afirmativa. "El ISIS lleva de retirada un año", señala en un intercambio de correos el analista estadounidense y experto en la guerra siria Joshua Landis. "Ha sufrido un gran deterioro por los bombardeos de la coalición y los ataques de los iraquíes, sirios y kurdos". Según las cifras de Washington, desde agosto de 2014 hasta el pasado febrero, el autoproclamado califato ha cedido entre el 25-30% del terreno bajo su control entre Siria e Irak. A este porcentaje habría que añadir lo dejado en Palmira en su huida. La cuestión por tanto va más allá del retroceso obligado o táctico de los yihadistas entre el Tigris y el Éufrates: ¿están perdiendo la guerra? Al menos no la están ganando.
Cuesta recordar la última victoria significativa de los yihadistas en su estrategia de expansión del califato en suelo sirio. Landis la sitúa el pasado año en una localidad cristiana de la provincia de Homs llamada Maheen y que cayó en manos del grupo entre finales de octubre y principios de noviembre de 2015. Dos meses antes, el ISIS se había hecho con Al Qaryatayn, a unos 20 kilómetros de distancia y de camino desde la frontera libanesa hacia Palmira, asaltada y conquistada en el mes de mayo.
Las nuevas fronteras del ISIS pulsa en la foto
La toma precisamente de Palmira, al margen de su valor estratégico-militar -inferior al de enclaves como el fronterizo Kobane-, en una suerte de triángulo formado con Raqa al norte y Deir al Zor al este, aportaba al ISIS un capital simbólico fundamental para su propaganda: el grupo había ganado para su califato no ya una plaza siria sino suelo patrimonio de la humanidad, un pedazo de tierra de todos. Ahora ha perdido el símbolo y el territorio. Y a manos del Ejército regular sirio, de milicias iraníes, libanesas y de afganos chiíes, pero sobre todo por la presión de la aviación rusa.
Tras recuperar Palmira, el régimen de Bachar el Asad ha informado de que desde allí lanzará la ofensiva hacia Raqa, el corazón del ISIS en Siria. Intenciones sobre las que el analista y profesor belga Thomas Pierret se muestra escéptico en una conversación telefónica: “La falta de efectivos [del Ejército regular sirio] sigue siendo un problema de fondo. Les ha costado meses hacerse con Palmira que, al fin y al cabo, es una ciudad diminuta con menos de 100.000 habitantes y en pleno desierto. Imagine lo que implicará hacerse con el valle del Éufrates plagado de poblados en los que luchar”.
Aunque cueste tiempo, lo que ha demostrado la tregua en Siria sellada por Estados Unidos y Rusia, aún en vigor, es un esfuerzo para despejar el terreno y toparse con el ISIS a tumba abierta. Según el experto sirio Hassan Hassan, EE UU intenta aislar al ISIS y Al Qaeda -ninguna de las dos organizaciones yihadistas forman parte del alto el fuego- para combatirlos mejor. La tregua sirve además a los intereses de Damasco que con varios frentes rebeldes silenciados, reagrupa sus efectivos contra el ISIS. Palmira es un buen ejemplo.
El ISIS no gana en Siria, pero la cesión de territorio es relativa. En ese 25-30% de pérdida de terreno que cifra Washington, un 40% va para Irak (21.000-24.000 kilómetros cuadrados) -es ahí donde EE UU concentra sus bombardeos- y tan sólo un 11% a Siria (4.700-5.000 kilómetros cuadrados). Desde junio de 2014, mes en el que Al Bagdadi proclamó el califato desde Mosul, las batallas perdidas por el grupo yihadista en Irak son significativas en número y valor: Tikrit, Baiji, Sinjar, Ramadi... El Ejército iraquí, con apoyo de la aviación estadounidense, lanzó el pasado 12 de marzo una ofensiva contra el ISIS para tomar Hit, a 54 kilómetros al oeste de Ramadi. Y el avance es notable. Si cae Hit, el grupo yihadista, empujado hacia la frontera siria -del otro lado está Deir al Zor, bajo su control-, perdería un enclave fundamental hacia el interior iraquí, con Faluya como único bastión cercano a Bagdad (a una distancia de 70 kilómetros).
Y si Raqa es el plato fuerte en la guerra al ISIS en Siria, Mosul lo es en Irak. Los aviones de la coalición liderada por EE UU están abriendo camino a las fuerzas iraquíes en la provincia de Nínive, de la que Mosul es capital, para la operación final de reconquista, demorada ya, según las previsiones de Washington y Bagdad, en más de un año.
El territorio ha sido para el ISIS uno de los pilares fundamentales de su maquinaria de reclutamiento, sobre todo en el extranjero. Pero la guerra liderada en dos frentes por EE UU y Rusia ha mermado sus fuerzas. Según un informe de inteligencia aireado por la Casa Blanca en febrero, el grupo yihadista habría perdido entre deserciones y muertes un 20% de sus hombres. De 31.000 combatientes pasaría a 25.000. Entre los caídos en el bando yihadista destacan por su importancia en la dirección su número dos, Abdel al Qadouli, y su ministro de la guerra, Abu Omar al Shishani. Los dos fueron abatidos por aviones norteamericanos.
Si el experto en ISIS Aymenn Jawad al Tamimi cree que el grupo ha llegado a su nivel máximo en fuerza militar, el profesor John Horgan, de la Universidad de Georgia (EE UU), estudioso del aspecto psicológico del terrorismo, cree que ya alcanzaron la cima en reclutamiento. Con un matiz novedoso: "Los ataques recientes en Europa", señala por mail Horgan, "refuerzan su reputación como un movimiento que se adapta y es capaz de causar pánico y terror". Para el profesor, el retroceso sufrido por el ISIS en el flujo de combatientes responde no sólo a la pérdida de terreno sino también a las dificultades legales y policiales impuestas por los países de origen.
Cualquier retroceso en el vasto control de territorio del ISIS en Siria e Irak contribuye a la alqaedización del grupo, activa y potencia sus vasos comunicantes, esto es, sus atentados en el exterior, Europa sobre todo, y sus principales provincias en el extranjero: Libia (alrededor de 6.000 combatientes), Afganistán (unos 3.000 afiliados) y Yemen, con un número indeterminado de milicianos.
Según datos difundidos este viernes por el Centro Internacional de Contraterrorismo de la Haya, un 30% de los algo más de 4.000 combatientes extranjeros salidos de Europa ha regresado a su país. Los atentados de Francia, el 13 de noviembre, y Bélgica, el 22 de marzo, son buena muestra de la amenaza de los yihadistas que logran volver.
NATALIA SANCHA
ÓSCAR GUTIÉRREZ
Palmira / Madrid, El País
La derrota de los hombres de Abubaker al Bagdadi el pasado día 27 en Palmira suscita una pregunta clara: ¿ha perdido territorio el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés)? A tenor de los hechos, la respuesta es afirmativa. "El ISIS lleva de retirada un año", señala en un intercambio de correos el analista estadounidense y experto en la guerra siria Joshua Landis. "Ha sufrido un gran deterioro por los bombardeos de la coalición y los ataques de los iraquíes, sirios y kurdos". Según las cifras de Washington, desde agosto de 2014 hasta el pasado febrero, el autoproclamado califato ha cedido entre el 25-30% del terreno bajo su control entre Siria e Irak. A este porcentaje habría que añadir lo dejado en Palmira en su huida. La cuestión por tanto va más allá del retroceso obligado o táctico de los yihadistas entre el Tigris y el Éufrates: ¿están perdiendo la guerra? Al menos no la están ganando.
Cuesta recordar la última victoria significativa de los yihadistas en su estrategia de expansión del califato en suelo sirio. Landis la sitúa el pasado año en una localidad cristiana de la provincia de Homs llamada Maheen y que cayó en manos del grupo entre finales de octubre y principios de noviembre de 2015. Dos meses antes, el ISIS se había hecho con Al Qaryatayn, a unos 20 kilómetros de distancia y de camino desde la frontera libanesa hacia Palmira, asaltada y conquistada en el mes de mayo.
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La toma precisamente de Palmira, al margen de su valor estratégico-militar -inferior al de enclaves como el fronterizo Kobane-, en una suerte de triángulo formado con Raqa al norte y Deir al Zor al este, aportaba al ISIS un capital simbólico fundamental para su propaganda: el grupo había ganado para su califato no ya una plaza siria sino suelo patrimonio de la humanidad, un pedazo de tierra de todos. Ahora ha perdido el símbolo y el territorio. Y a manos del Ejército regular sirio, de milicias iraníes, libanesas y de afganos chiíes, pero sobre todo por la presión de la aviación rusa.
Tras recuperar Palmira, el régimen de Bachar el Asad ha informado de que desde allí lanzará la ofensiva hacia Raqa, el corazón del ISIS en Siria. Intenciones sobre las que el analista y profesor belga Thomas Pierret se muestra escéptico en una conversación telefónica: “La falta de efectivos [del Ejército regular sirio] sigue siendo un problema de fondo. Les ha costado meses hacerse con Palmira que, al fin y al cabo, es una ciudad diminuta con menos de 100.000 habitantes y en pleno desierto. Imagine lo que implicará hacerse con el valle del Éufrates plagado de poblados en los que luchar”.
Aunque cueste tiempo, lo que ha demostrado la tregua en Siria sellada por Estados Unidos y Rusia, aún en vigor, es un esfuerzo para despejar el terreno y toparse con el ISIS a tumba abierta. Según el experto sirio Hassan Hassan, EE UU intenta aislar al ISIS y Al Qaeda -ninguna de las dos organizaciones yihadistas forman parte del alto el fuego- para combatirlos mejor. La tregua sirve además a los intereses de Damasco que con varios frentes rebeldes silenciados, reagrupa sus efectivos contra el ISIS. Palmira es un buen ejemplo.
El ISIS no gana en Siria, pero la cesión de territorio es relativa. En ese 25-30% de pérdida de terreno que cifra Washington, un 40% va para Irak (21.000-24.000 kilómetros cuadrados) -es ahí donde EE UU concentra sus bombardeos- y tan sólo un 11% a Siria (4.700-5.000 kilómetros cuadrados). Desde junio de 2014, mes en el que Al Bagdadi proclamó el califato desde Mosul, las batallas perdidas por el grupo yihadista en Irak son significativas en número y valor: Tikrit, Baiji, Sinjar, Ramadi... El Ejército iraquí, con apoyo de la aviación estadounidense, lanzó el pasado 12 de marzo una ofensiva contra el ISIS para tomar Hit, a 54 kilómetros al oeste de Ramadi. Y el avance es notable. Si cae Hit, el grupo yihadista, empujado hacia la frontera siria -del otro lado está Deir al Zor, bajo su control-, perdería un enclave fundamental hacia el interior iraquí, con Faluya como único bastión cercano a Bagdad (a una distancia de 70 kilómetros).
Y si Raqa es el plato fuerte en la guerra al ISIS en Siria, Mosul lo es en Irak. Los aviones de la coalición liderada por EE UU están abriendo camino a las fuerzas iraquíes en la provincia de Nínive, de la que Mosul es capital, para la operación final de reconquista, demorada ya, según las previsiones de Washington y Bagdad, en más de un año.
El territorio ha sido para el ISIS uno de los pilares fundamentales de su maquinaria de reclutamiento, sobre todo en el extranjero. Pero la guerra liderada en dos frentes por EE UU y Rusia ha mermado sus fuerzas. Según un informe de inteligencia aireado por la Casa Blanca en febrero, el grupo yihadista habría perdido entre deserciones y muertes un 20% de sus hombres. De 31.000 combatientes pasaría a 25.000. Entre los caídos en el bando yihadista destacan por su importancia en la dirección su número dos, Abdel al Qadouli, y su ministro de la guerra, Abu Omar al Shishani. Los dos fueron abatidos por aviones norteamericanos.
Si el experto en ISIS Aymenn Jawad al Tamimi cree que el grupo ha llegado a su nivel máximo en fuerza militar, el profesor John Horgan, de la Universidad de Georgia (EE UU), estudioso del aspecto psicológico del terrorismo, cree que ya alcanzaron la cima en reclutamiento. Con un matiz novedoso: "Los ataques recientes en Europa", señala por mail Horgan, "refuerzan su reputación como un movimiento que se adapta y es capaz de causar pánico y terror". Para el profesor, el retroceso sufrido por el ISIS en el flujo de combatientes responde no sólo a la pérdida de terreno sino también a las dificultades legales y policiales impuestas por los países de origen.
Cualquier retroceso en el vasto control de territorio del ISIS en Siria e Irak contribuye a la alqaedización del grupo, activa y potencia sus vasos comunicantes, esto es, sus atentados en el exterior, Europa sobre todo, y sus principales provincias en el extranjero: Libia (alrededor de 6.000 combatientes), Afganistán (unos 3.000 afiliados) y Yemen, con un número indeterminado de milicianos.
Según datos difundidos este viernes por el Centro Internacional de Contraterrorismo de la Haya, un 30% de los algo más de 4.000 combatientes extranjeros salidos de Europa ha regresado a su país. Los atentados de Francia, el 13 de noviembre, y Bélgica, el 22 de marzo, son buena muestra de la amenaza de los yihadistas que logran volver.