El líder supremo de Irán endurece el tono con el presidente Rohaní
El temor a la influencia de EEUU, el éxito reformista en las elecciones y su salud preocupan a Jamenei
Ali Falahi
Teherán, El País
El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jameneí, ha endurecido en las últimas semanas su tono hacia el presidente Hasan Rohaní, especialmente en lo relativo al acuerdo nuclear. Aunque la discreción nunca ha caracterizado los discursos de quien es la máxima autoridad iraní, sus recientes declaraciones contra los mensajes conciliadores de Rohaní y de los sectores afines al Gobierno carecen de precedentes. A la preocupación porque el acuerdo pueda abrir la puerta a una normalización de relaciones con Occidente, se unen ahora el resultado de las elecciones del pasado febrero y el estado de salud del propio líder.
Sólo durante el último mes, Jameneí se ha despachado profundamente contra su presidente en dos ocasiones. Apenas unas horas después de que éste pronunciara su discurso de año nuevo iraní (que empezó el 20 de marzo), el líder calificaba su llamamiento “a la reconciliación y la concordia nacional” de “pensamiento peligroso que tiene como objetivo obligar a la República Islámica a renunciar a sus principios (…) y acercarse a los estadounidenses”. Diez días después, tildaba de “traidor o ignorante” al expresidente Ali Akbar Hachemí Rafsanyaní. ¿El motivo? Un tuit en el que este político —uno de los más influyentes de Irán— apuntaba que “el mundo de mañana es el mundo del diálogo, no el de los misiles”.
Varios factores influyen en ese súbito endurecimiento de actitud en un momento en que el régimen iraní debiera disfrutar de un momento dulce por su reincorporación a la comunidad internacional:
La policía cerró la semana pasada dos cafés y una librería a los que acusa de promover “los signos y costumbres de San Valentín”. Saeed Mokarami, el director de la librería Toranjestan, explicó: “En febrero vino la policía y nos acusó de difundir la cultura occidental debido al corazón que figuraba en la portada de dos libros”. De poco sirvió que, según Mokarami, “ambos trataran del estilo de vida iraní-islámica y el matrimonio”.
Los dos cafés se encuentran en la céntrica avenida Enghelab, cerca de la Universidad Teherán, y la mayor parte de su clientela son jóvenes estudiantes. Uno es el café Francia con una historia de 50 años, y el otro, Vorta, uno de los favoritos de los universitarios.
Jameneí ha mencionado en reiteradas ocasiones que el acuerdo nuclear con Occidente, y en especial con EEUU, no significa la normalización de relaciones entre Teherán y Washington; siempre ha expresado su preocupación por la influencia del Gran Satán en Irán. Así que las declaraciones de los altos responsables políticos iraníes sobre la posibilidad de restablecer lazos diplomáticos con la gran potencia han intensificado la reticencia del líder. “La llave de la normalización de las relaciones con EEUU está en Washington; si estuviera en Teherán, yo la utilizaría”, llegó a decir Rohaní durante una conferencia de prensa en Italia.
Por otro lado, Jameneí siempre ha dicho no ser optimista sobre el resultado del pacto nuclear, y acusa a Washington de no respetar el espíritu del acuerdo por haber puesto escollos a la reintegración de Irán en el comercio internacional. Tampoco se debe olvidar el resultado adverso de las pocas colaboraciones de Teherán con Washington. El caso más conocido se remonta al apoyo iraní para derrocar a los talibanes: unos meses después, el entonces presidente George W. Bush, incluyó inesperadamente a Irán en su ominoso “eje del mal”. El líder supremo menciona a menudo la amarga experiencia iraní de colaborar con EEUU.
Preocupaciones electorales
En las elecciones presidenciales de 2013, la urna instalada en la Casa del Líder arrojó 200 votos para Saeed Jalilí frente a menos de veinte para Rohaní. Resulta obvio que las políticas del Gobierno salido de aquellos comicios no coinciden con los sectores más conservadores. Jameneí tampoco ocultó su malestar con la victoria de los candidatos pro Rohaní en las elecciones legislativas y a la Asamblea de Expertos del pasado febrero. Al saberse que los candidatos ultras no habían logrado ser elegidos en Teherán, calificó por primera vez como “un daño” el resultado del voto popular.
El éxito de la diplomacia del Ejecutivo, el cambio de la composición parlamentaria a favor de sus políticas y el hecho que, en los últimos treinta años, el presidente siempre ha logrado ser reelegido para un segundo mandato, explican las duras posturas del líder supremo, quien tiende a mantener el equilibrio del sistema.
El estado de salud de Jameneí
En unas declaraciones sin precedentes ante los miembros de la Asamblea de Expertos, el pasado 10 de marzo, el líder supremo se refirió al papel de este consejo en designar a su sucesor. “La posibilidad de que esta responsabilidad recaiga en la nueva asamblea, no es poca”, manifestó. Se sabe que sufre cáncer de próstata del que fue operado en 2014; aun así es posible que viva durante muchos años. Pero si el ayatolá Jameneí se ve en el último tramo de su vida, no sería raro que tenga más obsesiones y sensibilidades respecto al futuro de la República Islámica y que sea menos tolerante ante las visiones que no coinciden con las suyas.
Ali Falahi
Teherán, El País
El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jameneí, ha endurecido en las últimas semanas su tono hacia el presidente Hasan Rohaní, especialmente en lo relativo al acuerdo nuclear. Aunque la discreción nunca ha caracterizado los discursos de quien es la máxima autoridad iraní, sus recientes declaraciones contra los mensajes conciliadores de Rohaní y de los sectores afines al Gobierno carecen de precedentes. A la preocupación porque el acuerdo pueda abrir la puerta a una normalización de relaciones con Occidente, se unen ahora el resultado de las elecciones del pasado febrero y el estado de salud del propio líder.
Sólo durante el último mes, Jameneí se ha despachado profundamente contra su presidente en dos ocasiones. Apenas unas horas después de que éste pronunciara su discurso de año nuevo iraní (que empezó el 20 de marzo), el líder calificaba su llamamiento “a la reconciliación y la concordia nacional” de “pensamiento peligroso que tiene como objetivo obligar a la República Islámica a renunciar a sus principios (…) y acercarse a los estadounidenses”. Diez días después, tildaba de “traidor o ignorante” al expresidente Ali Akbar Hachemí Rafsanyaní. ¿El motivo? Un tuit en el que este político —uno de los más influyentes de Irán— apuntaba que “el mundo de mañana es el mundo del diálogo, no el de los misiles”.
Varios factores influyen en ese súbito endurecimiento de actitud en un momento en que el régimen iraní debiera disfrutar de un momento dulce por su reincorporación a la comunidad internacional:
La policía cerró la semana pasada dos cafés y una librería a los que acusa de promover “los signos y costumbres de San Valentín”. Saeed Mokarami, el director de la librería Toranjestan, explicó: “En febrero vino la policía y nos acusó de difundir la cultura occidental debido al corazón que figuraba en la portada de dos libros”. De poco sirvió que, según Mokarami, “ambos trataran del estilo de vida iraní-islámica y el matrimonio”.
Los dos cafés se encuentran en la céntrica avenida Enghelab, cerca de la Universidad Teherán, y la mayor parte de su clientela son jóvenes estudiantes. Uno es el café Francia con una historia de 50 años, y el otro, Vorta, uno de los favoritos de los universitarios.
Jameneí ha mencionado en reiteradas ocasiones que el acuerdo nuclear con Occidente, y en especial con EEUU, no significa la normalización de relaciones entre Teherán y Washington; siempre ha expresado su preocupación por la influencia del Gran Satán en Irán. Así que las declaraciones de los altos responsables políticos iraníes sobre la posibilidad de restablecer lazos diplomáticos con la gran potencia han intensificado la reticencia del líder. “La llave de la normalización de las relaciones con EEUU está en Washington; si estuviera en Teherán, yo la utilizaría”, llegó a decir Rohaní durante una conferencia de prensa en Italia.
Por otro lado, Jameneí siempre ha dicho no ser optimista sobre el resultado del pacto nuclear, y acusa a Washington de no respetar el espíritu del acuerdo por haber puesto escollos a la reintegración de Irán en el comercio internacional. Tampoco se debe olvidar el resultado adverso de las pocas colaboraciones de Teherán con Washington. El caso más conocido se remonta al apoyo iraní para derrocar a los talibanes: unos meses después, el entonces presidente George W. Bush, incluyó inesperadamente a Irán en su ominoso “eje del mal”. El líder supremo menciona a menudo la amarga experiencia iraní de colaborar con EEUU.
Preocupaciones electorales
En las elecciones presidenciales de 2013, la urna instalada en la Casa del Líder arrojó 200 votos para Saeed Jalilí frente a menos de veinte para Rohaní. Resulta obvio que las políticas del Gobierno salido de aquellos comicios no coinciden con los sectores más conservadores. Jameneí tampoco ocultó su malestar con la victoria de los candidatos pro Rohaní en las elecciones legislativas y a la Asamblea de Expertos del pasado febrero. Al saberse que los candidatos ultras no habían logrado ser elegidos en Teherán, calificó por primera vez como “un daño” el resultado del voto popular.
El éxito de la diplomacia del Ejecutivo, el cambio de la composición parlamentaria a favor de sus políticas y el hecho que, en los últimos treinta años, el presidente siempre ha logrado ser reelegido para un segundo mandato, explican las duras posturas del líder supremo, quien tiende a mantener el equilibrio del sistema.
El estado de salud de Jameneí
En unas declaraciones sin precedentes ante los miembros de la Asamblea de Expertos, el pasado 10 de marzo, el líder supremo se refirió al papel de este consejo en designar a su sucesor. “La posibilidad de que esta responsabilidad recaiga en la nueva asamblea, no es poca”, manifestó. Se sabe que sufre cáncer de próstata del que fue operado en 2014; aun así es posible que viva durante muchos años. Pero si el ayatolá Jameneí se ve en el último tramo de su vida, no sería raro que tenga más obsesiones y sensibilidades respecto al futuro de la República Islámica y que sea menos tolerante ante las visiones que no coinciden con las suyas.