¿Por qué progresó el cristianismo mientras otras religiones fracasaron?
Redacción, BBC
En 2.000 años el cristianismo ha pasado de ser una pequeña comunidad de discípulos reunidos alrededor de un trabajador milagroso, Jesús de Nazaret, a ser una religión mundial con más de 2.000 millones de seguidores.
En sus primeros siglos, el cristianismo consiguió una tasa de crecimiento increíble: se estima que ya tenía unos 30 millones de seguidores en 350 D.C.
Pero las cosas podían haber sido de otra manera. Los académicos creen ahora que decenas, o incluso centenares de profetas y otros maestros fundaron en la antigüedad nuevos movimientos religiosos de distintos tamaños.
En 2.000 años el cristianismo ha pasado de ser una pequeña comunidad de discípulos reunidos alrededor de un trabajador milagroso, Jesús de Nazaret, a ser una religión mundial con más de 2.000 millones de seguidores.
En sus primeros siglos, el cristianismo consiguió una tasa de crecimiento increíble: se estima que ya tenía unos 30 millones de seguidores en 350 D.C.
Pero las cosas podían haber sido de otra manera. Los académicos creen ahora que decenas, o incluso centenares de profetas y otros maestros fundaron en la antigüedad nuevos movimientos religiosos de distintos tamaños.
La mayor parte de ellos florecieron durante un tiempo y luego desaparecieron, mientras que el cristianismo siguió progresando.
Puede que su éxito se explique por lo que hoy llamamos "compartibilidad".
La fe de un emperador
Los historiadores apuntan a un único acontecimiento en el siglo IV como el que marcó el destino del cristianismo: la conversión del emperador romanoConstantino.
Una vez que el cristianismo fue adoptado como la religión del emperador, se desarrolló rápidamente como una fuerte estructura institucional, una que de hecho sobreviviría al Imperio.
Convertirse en un movimiento religioso lo suficientemente vigoroso para ser conocido y adoptado por un emperador romano es, sin embargo, un logro poco despreciable.
Para descubrir cómo sucedió esto, tenemos que remontarnos a las primeras décadas del movimiento cristiano, mucho antes de que se convirtiera en una religión mundial.
Desde los pueblos de Judea
La muerte de Jesús alrededor del año 30 D.C. no significó el final de sus enseñanzas.
Los seguidores de Jesús lo veían como el hijo de Dios y el Mesías y creían que había resurgido de entre los muertos.
Una fuente proveniente de una generación posterior a su muerte recordaba a Jesús ante sus discípulos y diciéndoles que llevaran sus enseñanzas a todas las naciones del mundo.
Los primeros misioneros cristianos eran maestros errantes que viajaban de comunidad en comunidad.
En los primeros años, los evangelios y otros textos del Nuevo Testamento no habían sido todavía escritos, así que los maestros contaban historias sobre Jesús que les habían llegado por el boca a boca o compartían las inspiraciones que habían obtenido a través de la oración.
"Pirámide compartida"
¿Pero cómo estos maestros errantes acabaron siendo tantos?
La investigación sociológica moderna sobre movimientos religiosos sugiere que los grupos que consiguen las mayores tasas de crecimiento lo suelen hacer creando "pirámides compartidas": si cada miembro recluta un mínimo de dos miembros adicionales, los números pueden multiplicarse radicalmente.
El cristianismo probablemente creció de esta forma en los primeros años. Las fuentes existentes nos dicen que las primeras comunidades cristianas llevaban a cabo plegarias comunitarias y comidas en las casas de los miembros de la comunidad.
Es posible que estas reuniones en las casas proporcionaran un ambiente natural para exponer a amigos y familiares al nuevo movimiento.
El mundo romano en el que floreció el cristianismo creció como una sociedad multicultural.
Los comerciantes y artesanos suelen construir redes de confianza basadas en una herencia geográfica, religiosa o étnica común.
Estas redes parecen haber sido un importante vehículo para la difusión del cristianismo. Las mujeres negociantes jugaron un papel importante en estas redes.
Psicología social
La Primavera Árabe se expandió por zonas de Medio Oriente tras la historia de Mohamed Bouazizi: la de un vendedor de fruta asaltado por la policía en Túnez que resonó en las redes sociales.
La tecnología ayuda ahora a la difusión de ideas.
Las investigaciones sugieren que cuando se comparten ideas, suele ser porque son cautivadoras emocionalmente, inspirando compasión o ira, por ejemplo, o un sentido de asombro.
En otros casos, las personas comparten ideas porque creen que será útil.
Sabemos que las primeras comunidades cristianas transmitían historiasoralmente; historias que luego se coleccionaban de forma escrita, en el Nuevo Testamento y en otras colecciones tempranas.
Las historias que se preservaron en estas fuentes exhiben frecuentemente justo las características emocionales que podrían hacer que fuesen ampliamente compartidas: historias de inspiración, asombro y justificada indignación, junto con consejos prácticos sobre cómo resolver conflictos y organizar una comunidad.
Aunque no hay un solo factor que pueda explicar la explosión demográfica del cristianismo en los últimos siglos del Imperio Romano, la mezcla de ideas compartibles y redes bien desarrolladas para compartirlas lo puso en una posición ideal para sobrevivir e incluso prosperar.
Tres que no lo lograron
Al mismo tiempo que el cristianismo nacía, otras se estaban formando. Mientras que muchas no sobrevivieron, dejaron sentir su influencia.
Aquí tres de ellas.
Mitraísmo: un culto romano compuesto sólo de hombres que adoraban al dios Mitras, quien se cree nació el 25 de diciembre, unos 600 años antes que Jesucristo. Se cree que declinó frente al crecimiento del cristianismo.
Maniqueísmo: fundado en el siglo III por el profeta iraní Mani. Como en el cristianismo, el bien y el mal eran sus temas centrales. Sus seguidores fueron perseguidos en Roma y en China, hasta que la religión desapareció.
Culto a Isis: la antigua diosa egipcia Isis y su hijo Horus comparten la misma historia que la Virgen María. Su culto existió hasta que el emperador romano Justiniano lo prohibió.