La policía turca reprime con gases una protesta en favor del diario intervenido
Los interventores explican a los trabajadores del Zaman, el de mayor tirada del país, que cambiarán la línea editorial
Andrés Mourenza
Estambul, El País
La Policía turca ha empleado este sábado gases lacrimógenos y cañones de agua contra los manifestantes en apoyo al diario Zaman. Cientos de personas se habían congregado ante el edificio del periódico en Estambul, para protestar contra la medida del Gobierno, que ha decidido poner bajo su control a la publicación crítica. La redacción del Zaman fue ocupada anoche por agentes antidisturbios.
Este sábado, los manifestantes se habían reunido para apoyar a sus trabajadores y denunciar el ataque contra la libertad de expresión. Algunos llevaban el diario, en cuya primera página se podía leer, sobre un fondo negro, la frase La Constitución suspendida.
Anoche, en la sede del diario conservador, el de mayor tirada de Turquía, también se congregaron cientos de manifestantes. Pero no pudieron detener lo irremediable. Los agentes antidisturbios de policía se abrieron paso a través de la muchedumbre utilizando gases lacrimógenos y disparando balas de goma; rompieron las cadenas con las que los empleados del rotativo habían cerrado las verjas del recinto y penetraron en las oficinas para ejecutar la decisión de un tribunal: imponer a un equipo de interventores al frente de las diversas ediciones de Zaman, que se había convertido en una de las voces más críticas con el Gobierno islamista del país y con el presidente Recep Tayyip Erdogan.
“La protesta era pacífica, la gente que nos apoyaba ni siquiera cortó el tráfico. Pero la policía se empleó duramente. Uno de nuestros fotógrafos resultó herido y, a mí, un policía me amenazó con quitarme el teléfono móvil por hacer fotos”, relató a EL PAÍS uno de los trabajadores. Otros empleado, Abdullah Ayasun, de la edición inglesa Today’s Zaman, aseguró en Twitter que los agentes lo echaron de las oficinas. Media docena de personas fueron detenidas, aunque la mayoría han sido liberadas tras pasar la noche en comisaría.
Cuando la policía aseguró la sede de Zaman, pasada la medianoche, el equipo de cinco administradores designados por la Justicia para dirigir el diario tomó el control de las operaciones. “Se reunieron con nosotros y nos prometieron que, de momento, no va a haber despidos, aunque muchos de los trabajadores temen que así sea”, explica uno de los editores del rotativo a EL PAÍS, pidiendo el anonimato por miedo a represalias: “Nos han dicho que la línea editorial cambiará, que quienes la acepten podrán quedarse en el periódico y que a los que no les guste, serán sustituidos por otros periodistas que traerán de fuera”.
Antes de perder el control sobre el diario, la antigua dirección logró publicar una edición especial. La portada del diario, toda de negro, incluye un titular a toda página en el que se lee “Suspendida la Constitución”, seguido del artículo 30 de la Carta Magna turca, el cual establece que “ninguna empresa o equipo de prensa puede ser confiscado o impedida su operación” aunque haya sido “utilizada para cometer un crimen”. La web del diario, en cambio, apenas ha sido actualizada desde ayer por la noche.
El tribunal que ordenó la intervención, a instancia de una Fiscalía fuertemente controlada por el Gobierno, justifica su fallo en que Zaman hacía “propaganda terrorista”, si bien los empleados del diario denuncian que en el escrito del fiscal no se detallan ni se dan ejemplos de esta supuesta propaganda. El diario Zaman está vinculado a la cofradía del clérigo Fethullah Gülen, antaño aliado de Erdogan pero ahora acérrimo rival desde que jueces y policías gülenistas iniciaron una investigación acerca de la corrupción en el entorno del mandatario. Sobre la cofradía hay abierto un proceso en el que se acusa a Gülen de tratar de derribar el Gobierno.
Otro grupo mediático gülenista, el holding Koza-Ipek, fue intervenido unos días antes de las elecciones del pasado 1 de noviembre y al frente de sus dos canales y dos diarios se colocó, por orden de la Justicia, a nuevos directores que inmediatamente cambiaron la línea editorial de estos medios, pasando de ser opositores a aduladores del Gobierno en cuestión de un día.
Los obstáculos a la libertad de prensa en Turquía han aumentado exponencialmente en los últimos años y, de hecho, la Casa Blanca consideró este viernes “muy preocupante” la intervención de Zaman. “Es el último de una serie de acciones judiciales y legales tomadas por el Gobierno contra medios de comunicación e individuos críticos”, lamentó en un comunicado.
La responsable para Turquía de la organización Human Rights Watch (HRW), Emma Sinclair-Webb, acusó a Erdogan de tratar de “erradicar los medios de oposición y el escrutinio a las políticas del Gobierno. Es el último golpe a la libertad de prensa en Turquía”. La pasada semana dos canales opositores de izquierda vieron eliminada su emisión del satélite público Türksat y las páginas web de prácticamente todos los medios pro-kurdos del país están bloqueadas desde hace meses. Al menos una docena de periodistas permanecen entre rejas y cientos están siendo investigados. Según datos del Ministerio de Justicia, 1.845 personas esperan a ser juzgadas por “insultar al presidente” Erdogan.
Además, miles de periodistas críticos han sido despedidos de sus puestos de trabajo por presión del Gobierno, el último de cuyos casos se vivió este mismo viernes, cuando la cadena CNN-Türk decidió eliminar de la parrilla tres de sus programas más conocidos y enviar a casa a sus presentadores. En el índice de Reporteros Sin Fronteras, Turquía se encuentra en el puesto 149 de 180 países.
Andrés Mourenza
Estambul, El País
La Policía turca ha empleado este sábado gases lacrimógenos y cañones de agua contra los manifestantes en apoyo al diario Zaman. Cientos de personas se habían congregado ante el edificio del periódico en Estambul, para protestar contra la medida del Gobierno, que ha decidido poner bajo su control a la publicación crítica. La redacción del Zaman fue ocupada anoche por agentes antidisturbios.
Este sábado, los manifestantes se habían reunido para apoyar a sus trabajadores y denunciar el ataque contra la libertad de expresión. Algunos llevaban el diario, en cuya primera página se podía leer, sobre un fondo negro, la frase La Constitución suspendida.
Anoche, en la sede del diario conservador, el de mayor tirada de Turquía, también se congregaron cientos de manifestantes. Pero no pudieron detener lo irremediable. Los agentes antidisturbios de policía se abrieron paso a través de la muchedumbre utilizando gases lacrimógenos y disparando balas de goma; rompieron las cadenas con las que los empleados del rotativo habían cerrado las verjas del recinto y penetraron en las oficinas para ejecutar la decisión de un tribunal: imponer a un equipo de interventores al frente de las diversas ediciones de Zaman, que se había convertido en una de las voces más críticas con el Gobierno islamista del país y con el presidente Recep Tayyip Erdogan.
“La protesta era pacífica, la gente que nos apoyaba ni siquiera cortó el tráfico. Pero la policía se empleó duramente. Uno de nuestros fotógrafos resultó herido y, a mí, un policía me amenazó con quitarme el teléfono móvil por hacer fotos”, relató a EL PAÍS uno de los trabajadores. Otros empleado, Abdullah Ayasun, de la edición inglesa Today’s Zaman, aseguró en Twitter que los agentes lo echaron de las oficinas. Media docena de personas fueron detenidas, aunque la mayoría han sido liberadas tras pasar la noche en comisaría.
Cuando la policía aseguró la sede de Zaman, pasada la medianoche, el equipo de cinco administradores designados por la Justicia para dirigir el diario tomó el control de las operaciones. “Se reunieron con nosotros y nos prometieron que, de momento, no va a haber despidos, aunque muchos de los trabajadores temen que así sea”, explica uno de los editores del rotativo a EL PAÍS, pidiendo el anonimato por miedo a represalias: “Nos han dicho que la línea editorial cambiará, que quienes la acepten podrán quedarse en el periódico y que a los que no les guste, serán sustituidos por otros periodistas que traerán de fuera”.
Antes de perder el control sobre el diario, la antigua dirección logró publicar una edición especial. La portada del diario, toda de negro, incluye un titular a toda página en el que se lee “Suspendida la Constitución”, seguido del artículo 30 de la Carta Magna turca, el cual establece que “ninguna empresa o equipo de prensa puede ser confiscado o impedida su operación” aunque haya sido “utilizada para cometer un crimen”. La web del diario, en cambio, apenas ha sido actualizada desde ayer por la noche.
El tribunal que ordenó la intervención, a instancia de una Fiscalía fuertemente controlada por el Gobierno, justifica su fallo en que Zaman hacía “propaganda terrorista”, si bien los empleados del diario denuncian que en el escrito del fiscal no se detallan ni se dan ejemplos de esta supuesta propaganda. El diario Zaman está vinculado a la cofradía del clérigo Fethullah Gülen, antaño aliado de Erdogan pero ahora acérrimo rival desde que jueces y policías gülenistas iniciaron una investigación acerca de la corrupción en el entorno del mandatario. Sobre la cofradía hay abierto un proceso en el que se acusa a Gülen de tratar de derribar el Gobierno.
Otro grupo mediático gülenista, el holding Koza-Ipek, fue intervenido unos días antes de las elecciones del pasado 1 de noviembre y al frente de sus dos canales y dos diarios se colocó, por orden de la Justicia, a nuevos directores que inmediatamente cambiaron la línea editorial de estos medios, pasando de ser opositores a aduladores del Gobierno en cuestión de un día.
Los obstáculos a la libertad de prensa en Turquía han aumentado exponencialmente en los últimos años y, de hecho, la Casa Blanca consideró este viernes “muy preocupante” la intervención de Zaman. “Es el último de una serie de acciones judiciales y legales tomadas por el Gobierno contra medios de comunicación e individuos críticos”, lamentó en un comunicado.
La responsable para Turquía de la organización Human Rights Watch (HRW), Emma Sinclair-Webb, acusó a Erdogan de tratar de “erradicar los medios de oposición y el escrutinio a las políticas del Gobierno. Es el último golpe a la libertad de prensa en Turquía”. La pasada semana dos canales opositores de izquierda vieron eliminada su emisión del satélite público Türksat y las páginas web de prácticamente todos los medios pro-kurdos del país están bloqueadas desde hace meses. Al menos una docena de periodistas permanecen entre rejas y cientos están siendo investigados. Según datos del Ministerio de Justicia, 1.845 personas esperan a ser juzgadas por “insultar al presidente” Erdogan.
Además, miles de periodistas críticos han sido despedidos de sus puestos de trabajo por presión del Gobierno, el último de cuyos casos se vivió este mismo viernes, cuando la cadena CNN-Türk decidió eliminar de la parrilla tres de sus programas más conocidos y enviar a casa a sus presentadores. En el índice de Reporteros Sin Fronteras, Turquía se encuentra en el puesto 149 de 180 países.