El BCE se enzarza con Alemania por el nuevo paquete de estímulo
El vicepresidente Vítor Constancio dice que su intervención ha salvado a la eurozona de una "deflación permanente"
Claudi Pérez
Enrique Müller
Bruselas / Berlín, El País
Berlín contra Fráncfort. Las patronales, los think tanks y la prensa alemana se lanzaron ayer a la yugular de Mario Draghi por el nuevo paquete de estímulo del Banco Central Europeo (BCE) para combatir la anemia de la eurozona. El establishment germano defiende con uñas y dientes a sus ahorradores, y critica unas medidas más acordes con el estancamiento secular de Europa que con el ciclo económico de Alemania, que está disfrutando de una crisis estupenda. El BCE salió a defenderse en un movimiento inhabitual y de una rotundidad infrecuente para los usos de Fráncfort. El vicepresidente Vitor Constancio salió con un alegato a favor del activismo del Eurobanco, y volvió a reclamar una expansión fiscal que apoye la política monetaria. “Hemos evitado una deflación”, dijo.
Draghi respiró ayer tranquilo. Los mercados le estropearon su gran día el jueves, con una sorprendente reacción a la baja después de una primera sacudida esperanzadora: venían a recordar que el banco central no es todopoderoso, venían a decir que puede que haya perdido su magia. Con unas horas de retraso que causaron pavor en Fráncfort, los inversores digirieron por fin ayer el alud de medidas expansivas y cerraron con fuertes alzas en las Bolsas, los bonos, las divisas, el petróleo, prácticamente todo lo que cotiza. Pero Draghi tiene más frentes abiertos: las patronales, los laboratorios de ideas y la prensa alemana, liberal o socialdemócrata, popular o prestigiosa, tomaron el relevo con un ataque furibundo al paquete de medidas para sacar a la economía europea del mar de los sargazos del estancamiento y del riesgo de deflación.
El Bundesbank (el banco central alemán) ya avisó en la reunión del consejo: sigue en contra de cualquier cosa que se parezca a un estímulo. El gobernador Jens Weidmann se expresó con claridad contra la nueva ronda de compra de bonos, tipos negativos y liquidez gratis a la banca. Lo que vino después fue la matraca habitual en Alemania después del más mínimo movimiento en Fráncfort. El IFO cargó con la dureza que acostumbra: desde ese influyente think tank, Hans-Werner Sinn acusó al BCE de “tratar de salvar bancos zombis y Estados al borde de la quiebra”. Las medidas son una buena noticia para los países morosos del Sur, vienen a decir los empresarios. “Pero para los alemanes son una catástrofe. Los ahorradores serán expropiados mediante una redistribución gigantesca del norte hacia el sur de Europa”, señaló Anton Börner, presidente de la patronal BGA.
Constancio salió al hilo de esas críticas, pero también del escepticismo que se ha instalado entre parte de los analistas sobre la efectividad de la política monetaria en medio de un estancamiento que va para largo, con un empacho de deuda y con una política fiscal que no termina de aparecer y que dificulta que la catarata de liquidez pase de los mercados a la economía real. “¿Qué hubiera ocurrido sin esta política monetaria?”, se preguntó. La eurozona “estaría en deflación desde el año pasado”, dijo. “¿Si no aplicamos política monetaria, qué hacemos entonces? Los países que pueden usar la política fiscal no van a hacerlo. Y los que van a hacerlo no deberían”, se quejó.
Ese sigue siendo el nudo gordiano de la eurozona en el octavo año de la Gran Crisis. “Las discusiones sobre política monetaria suelen sonar a teología con un ligero toque cómico”, apunta Paul de Grauwe, de la London School, “pero el BCE lleva razón. Quizá sus políticas no sean ya muy efectivas, pero eso es porque la política fiscal no aparece: Bruselas sigue de perfil; Berlín solo usa el presupuesto obligada por los refugiados. Alemania se queja del BCE, pero si hiciera lo que debe, con menos empacho de ideología, a Europa le iría mucho mejor”.
Claudi Pérez
Enrique Müller
Bruselas / Berlín, El País
Berlín contra Fráncfort. Las patronales, los think tanks y la prensa alemana se lanzaron ayer a la yugular de Mario Draghi por el nuevo paquete de estímulo del Banco Central Europeo (BCE) para combatir la anemia de la eurozona. El establishment germano defiende con uñas y dientes a sus ahorradores, y critica unas medidas más acordes con el estancamiento secular de Europa que con el ciclo económico de Alemania, que está disfrutando de una crisis estupenda. El BCE salió a defenderse en un movimiento inhabitual y de una rotundidad infrecuente para los usos de Fráncfort. El vicepresidente Vitor Constancio salió con un alegato a favor del activismo del Eurobanco, y volvió a reclamar una expansión fiscal que apoye la política monetaria. “Hemos evitado una deflación”, dijo.
Draghi respiró ayer tranquilo. Los mercados le estropearon su gran día el jueves, con una sorprendente reacción a la baja después de una primera sacudida esperanzadora: venían a recordar que el banco central no es todopoderoso, venían a decir que puede que haya perdido su magia. Con unas horas de retraso que causaron pavor en Fráncfort, los inversores digirieron por fin ayer el alud de medidas expansivas y cerraron con fuertes alzas en las Bolsas, los bonos, las divisas, el petróleo, prácticamente todo lo que cotiza. Pero Draghi tiene más frentes abiertos: las patronales, los laboratorios de ideas y la prensa alemana, liberal o socialdemócrata, popular o prestigiosa, tomaron el relevo con un ataque furibundo al paquete de medidas para sacar a la economía europea del mar de los sargazos del estancamiento y del riesgo de deflación.
El Bundesbank (el banco central alemán) ya avisó en la reunión del consejo: sigue en contra de cualquier cosa que se parezca a un estímulo. El gobernador Jens Weidmann se expresó con claridad contra la nueva ronda de compra de bonos, tipos negativos y liquidez gratis a la banca. Lo que vino después fue la matraca habitual en Alemania después del más mínimo movimiento en Fráncfort. El IFO cargó con la dureza que acostumbra: desde ese influyente think tank, Hans-Werner Sinn acusó al BCE de “tratar de salvar bancos zombis y Estados al borde de la quiebra”. Las medidas son una buena noticia para los países morosos del Sur, vienen a decir los empresarios. “Pero para los alemanes son una catástrofe. Los ahorradores serán expropiados mediante una redistribución gigantesca del norte hacia el sur de Europa”, señaló Anton Börner, presidente de la patronal BGA.
Constancio salió al hilo de esas críticas, pero también del escepticismo que se ha instalado entre parte de los analistas sobre la efectividad de la política monetaria en medio de un estancamiento que va para largo, con un empacho de deuda y con una política fiscal que no termina de aparecer y que dificulta que la catarata de liquidez pase de los mercados a la economía real. “¿Qué hubiera ocurrido sin esta política monetaria?”, se preguntó. La eurozona “estaría en deflación desde el año pasado”, dijo. “¿Si no aplicamos política monetaria, qué hacemos entonces? Los países que pueden usar la política fiscal no van a hacerlo. Y los que van a hacerlo no deberían”, se quejó.
Ese sigue siendo el nudo gordiano de la eurozona en el octavo año de la Gran Crisis. “Las discusiones sobre política monetaria suelen sonar a teología con un ligero toque cómico”, apunta Paul de Grauwe, de la London School, “pero el BCE lleva razón. Quizá sus políticas no sean ya muy efectivas, pero eso es porque la política fiscal no aparece: Bruselas sigue de perfil; Berlín solo usa el presupuesto obligada por los refugiados. Alemania se queja del BCE, pero si hiciera lo que debe, con menos empacho de ideología, a Europa le iría mucho mejor”.