El BCE baja el tipo general al 0% y amplía la compra de bonos
El Eurobanco redobla la penalización sobre el dinero que los bancos depositan al instituto emisor y anuncia dos nuevas barras libres de liquidez
Claudi Pérez
Fráncfort, El País
Mario Draghi sometió este jueves a un duro examen la profundidad de su chistera: el jefe del Banco Central Europeo anunció una nueva ronda de estímulo monetario por tierra, mar y aire. El BCE sacó todo el arsenal. Elevó hasta los 80.000 millones mensuales las adquisiciones de activos y amplió el menú de ese bazuca. Volvió a rebajar los tipos de interés, adentrándose aún más en territorio negativo para desesperación del sistema financiero, que ve peligrar la cuenta de resultados. Y anunció una nueva barra libre de liquidez, con la que los bancos podrán acudir a la ventanilla de Fráncfort y llevarse dinero cobrando un pequeño interés por ello: lo nunca visto. Las Bolsas y los mercados de deuda se dieron un festín, aunque el objetivo es otro: afianzar la recuperación y espantar la deflación.
La Gran Crisis ha encerrado a la política europea en una celda, en una camisa de fuerza de la que solo escapa, y solo a veces, Mario Draghi. Consciente de que Alemania no va a activar la expansión fiscal que necesita la eurozona, Draghi convenció este jueves a su consejo para usar toda la artillería en un último intento por sacar a la economía europea del sopor. El BCE va a por todas. Con el paro por las nubes, los precios flirteando con la deflación y un empacho de deuda que se deja notar en el Norte y el Sur, en la banca, los Estados, las empresas y las familias, Draghi desempolvó aquel toque mágico del haré todo lo necesario. Llevaba semanas guardando silencio: el BCE logró así sorprender a los mercados con una sacudida a la altura de la ambición del paquete aprobado.
El BCE llega tarde: ese retraso es casi una marca de fábrica. Pero al final llega: Draghi calificó de “paquete completo” el conjunto de medidas aprobadas para combatir los dos grandes fantasmas que acechan al euro: una recaída en la recesión y un empeoramiento de los precios que pondría al continente a un paso de la temida deflación (una caída sostenida del IPC que retrasa las decisiones de consumo e inversión y de la que es muy difícil salir). “No hay deflación en estos momentos”, dijo el presidente. “Pero el coste de no actuar sería caer en ella”, avisó.
Aburrido, predecible y extremadamente conservador: ese es el talante del BCE. La intensidad de las medidas extraordinarias que aprueba un banquero central está directamente relacionada con el miedo: solo cabe esperar sorpresas cuando hay grandes riesgos al acecho. Y este jueves la sorpresa fue mayúscula, lo que supone que los peligros también lo son. De una tacada, hubo medidas novedosas hasta en tres frentes distintos: las compras de activos, los tipos de interés y las barras libres de liquidez a la banca.
Draghi amplió más de lo esperado, de 60.000 a 80.000 millones mensuales, las compras de activos: la versión europea del QE estadounidense para luchar contra la bajísima inflación. Eso supone elevar en 240.000 millones ese bazuca, hasta 1,74 billones de euros (casi dos veces el tamaño de la economía española) cuando expire ese programa, en marzo de 2017. El BCE amplió el menú de activos que puede comprar para adquirir bonos corporativos, algo que aumenta el riesgo en el balance del banco.
Con ese movimiento, Draghi eleva la potencia de fuego del QE a niveles mensuales parecidos a los que usó la Reserva Federal de EE UU. Y demuestra que no va a rehuir el cuerpo a cuerpo con sus críticos: el ministro alemán de Finanzas, el cada vez más halcón Wolfgang Schäuble, había apuntado en las horas previas que el dinero fácil “lleva a la perdición”.
El QE es el epítome de esas políticas de dinero fácil, pero era tan solo uno de los trucos que aguardaban en la chistera de Draghi. Junto con la artillería pesada, el jefe del BCE rebajó los tipos de interés. Todos ellos: en el caso de la facilidad de depósito, hasta el -0,4%, para tratar de que la banca preste ese dinero. Los bancos pagan así el 0,4% por dejar sus fondos ociosos en la ventanilla del BCE. El Euríbor (el tipo al que se prestan unos bancos a otros) está ya en negativo y puede bajar aún más: buenas noticias para los hipotecados; malas para la banca, que ve peligrar así su cuenta de resultados, según admite el BCE.
La vieja pregunta ciceroniana: cui bono, quién se beneficia. Los mercados descorcharon este jueves el champán y cerraron con fuertes subidas, pero Draghi explicó que los tipos negativos hacen más difícil sostener los niveles de rentabilidad de los bancos, y avanzó que los que hayan dado créditos con bajos diferenciales sobre el Euríbor pueden sufrir. Aún quedaba, sin embargo, una última sorpresa: Draghi cerró con una alegría para el sector financiero, al anunciar varias barras libres de liquidez (TLTRO, en la jerga imposible de la banca central) a cuatro años, que expirarán en 2021. Los bancos podrán acudir a la ventanilla del BCE y pedir prestado al 0%. Si con ese dinero conceden préstamos, incluso podrían cobrar intereses por el dinero que pidan al BCE: eso elimina de un plumazo buena parte de los riesgos de refinanciación del sistema bancario en el próximo lustro.
¿Y la economía real?
Como consecuencia, la banca reaccionó al alza en Bolsa. Todos los mercados lo hicieron: subieron las acciones, se relajaron las primas de riesgo, y el euro se depreció para volver a su nivel inicial cuando Draghi confesó que, de momento, no prevé más rebajas de los tipos de interés: está cerca de sus límites, aunque todavía le queda alguna bala en la recámara. Más allá de los mercados, eso sí, está por ver si la economía real participa de la fiesta. Para ello, en medio de una trampa que deja estancada en el mercado la liquidez del BCE, hace falta una política económica distinta: Draghi asegura ráfagas monetarias ultraexpansivas, pero ni Bruselas ni Berlín terminan de decir esta boca es mía por el lado fiscal.
Claudi Pérez
Fráncfort, El País
Mario Draghi sometió este jueves a un duro examen la profundidad de su chistera: el jefe del Banco Central Europeo anunció una nueva ronda de estímulo monetario por tierra, mar y aire. El BCE sacó todo el arsenal. Elevó hasta los 80.000 millones mensuales las adquisiciones de activos y amplió el menú de ese bazuca. Volvió a rebajar los tipos de interés, adentrándose aún más en territorio negativo para desesperación del sistema financiero, que ve peligrar la cuenta de resultados. Y anunció una nueva barra libre de liquidez, con la que los bancos podrán acudir a la ventanilla de Fráncfort y llevarse dinero cobrando un pequeño interés por ello: lo nunca visto. Las Bolsas y los mercados de deuda se dieron un festín, aunque el objetivo es otro: afianzar la recuperación y espantar la deflación.
La Gran Crisis ha encerrado a la política europea en una celda, en una camisa de fuerza de la que solo escapa, y solo a veces, Mario Draghi. Consciente de que Alemania no va a activar la expansión fiscal que necesita la eurozona, Draghi convenció este jueves a su consejo para usar toda la artillería en un último intento por sacar a la economía europea del sopor. El BCE va a por todas. Con el paro por las nubes, los precios flirteando con la deflación y un empacho de deuda que se deja notar en el Norte y el Sur, en la banca, los Estados, las empresas y las familias, Draghi desempolvó aquel toque mágico del haré todo lo necesario. Llevaba semanas guardando silencio: el BCE logró así sorprender a los mercados con una sacudida a la altura de la ambición del paquete aprobado.
El BCE llega tarde: ese retraso es casi una marca de fábrica. Pero al final llega: Draghi calificó de “paquete completo” el conjunto de medidas aprobadas para combatir los dos grandes fantasmas que acechan al euro: una recaída en la recesión y un empeoramiento de los precios que pondría al continente a un paso de la temida deflación (una caída sostenida del IPC que retrasa las decisiones de consumo e inversión y de la que es muy difícil salir). “No hay deflación en estos momentos”, dijo el presidente. “Pero el coste de no actuar sería caer en ella”, avisó.
Aburrido, predecible y extremadamente conservador: ese es el talante del BCE. La intensidad de las medidas extraordinarias que aprueba un banquero central está directamente relacionada con el miedo: solo cabe esperar sorpresas cuando hay grandes riesgos al acecho. Y este jueves la sorpresa fue mayúscula, lo que supone que los peligros también lo son. De una tacada, hubo medidas novedosas hasta en tres frentes distintos: las compras de activos, los tipos de interés y las barras libres de liquidez a la banca.
Draghi amplió más de lo esperado, de 60.000 a 80.000 millones mensuales, las compras de activos: la versión europea del QE estadounidense para luchar contra la bajísima inflación. Eso supone elevar en 240.000 millones ese bazuca, hasta 1,74 billones de euros (casi dos veces el tamaño de la economía española) cuando expire ese programa, en marzo de 2017. El BCE amplió el menú de activos que puede comprar para adquirir bonos corporativos, algo que aumenta el riesgo en el balance del banco.
Con ese movimiento, Draghi eleva la potencia de fuego del QE a niveles mensuales parecidos a los que usó la Reserva Federal de EE UU. Y demuestra que no va a rehuir el cuerpo a cuerpo con sus críticos: el ministro alemán de Finanzas, el cada vez más halcón Wolfgang Schäuble, había apuntado en las horas previas que el dinero fácil “lleva a la perdición”.
El QE es el epítome de esas políticas de dinero fácil, pero era tan solo uno de los trucos que aguardaban en la chistera de Draghi. Junto con la artillería pesada, el jefe del BCE rebajó los tipos de interés. Todos ellos: en el caso de la facilidad de depósito, hasta el -0,4%, para tratar de que la banca preste ese dinero. Los bancos pagan así el 0,4% por dejar sus fondos ociosos en la ventanilla del BCE. El Euríbor (el tipo al que se prestan unos bancos a otros) está ya en negativo y puede bajar aún más: buenas noticias para los hipotecados; malas para la banca, que ve peligrar así su cuenta de resultados, según admite el BCE.
La vieja pregunta ciceroniana: cui bono, quién se beneficia. Los mercados descorcharon este jueves el champán y cerraron con fuertes subidas, pero Draghi explicó que los tipos negativos hacen más difícil sostener los niveles de rentabilidad de los bancos, y avanzó que los que hayan dado créditos con bajos diferenciales sobre el Euríbor pueden sufrir. Aún quedaba, sin embargo, una última sorpresa: Draghi cerró con una alegría para el sector financiero, al anunciar varias barras libres de liquidez (TLTRO, en la jerga imposible de la banca central) a cuatro años, que expirarán en 2021. Los bancos podrán acudir a la ventanilla del BCE y pedir prestado al 0%. Si con ese dinero conceden préstamos, incluso podrían cobrar intereses por el dinero que pidan al BCE: eso elimina de un plumazo buena parte de los riesgos de refinanciación del sistema bancario en el próximo lustro.
¿Y la economía real?
Como consecuencia, la banca reaccionó al alza en Bolsa. Todos los mercados lo hicieron: subieron las acciones, se relajaron las primas de riesgo, y el euro se depreció para volver a su nivel inicial cuando Draghi confesó que, de momento, no prevé más rebajas de los tipos de interés: está cerca de sus límites, aunque todavía le queda alguna bala en la recámara. Más allá de los mercados, eso sí, está por ver si la economía real participa de la fiesta. Para ello, en medio de una trampa que deja estancada en el mercado la liquidez del BCE, hace falta una política económica distinta: Draghi asegura ráfagas monetarias ultraexpansivas, pero ni Bruselas ni Berlín terminan de decir esta boca es mía por el lado fiscal.