El ascenso populista golpea a Merkel y a los socialdemócratas alemanes
La crisis de refugiados impulsa al partido antiinmigración AfD, que en dos Estados supera al SPD
Luis Doncel
Berlín, El País
Los 12,7 millones de alemanes llamados el domingo a las urnas en unas elecciones regionales dieron un sonoro toque de atención a la canciller Angela Merkel y a sus socios de Gobierno. El malestar social ante la llegada masiva de refugiados impulsa a los populistas de derechas de Alternativa para Alemania (AfD), que confirman su capacidad para sacudir el sistema político. La humillación es enorme para los socialdemócratas, que en dos de los tres Estados en juego quedan por detrás de AfD. Tras estos resultados, las críticas internas a Merkel y el nerviosismo en las filas democristianas crecerán a un año de las elecciones nacionales.
Alemania acaba de vivir un terremoto político que afecta a todos los partidos. Merkel, que se había esforzado, por ofrecer “una cara amable” a los refugiados que huyen de la guerra o la persecución, ha sido penalizada. Excepto algunos éxitos atribuibles sobre todo a motivos personales, el único gran vencedor es AfD. Se rompe así la excepcionalidad alemana, que a diferencia de sus países vecinos no contaba con una fuerza populista antiinmigración que condicionara la agenda política.
La derrota de la Unión Cristianodemócrata (CDU) no admite paliativos. Hace unos meses, las huestes de Merkel tenían todo a su favor para recuperar los Estados de Baden-Wurtemberg y Renania-Palatinado. En ambos han fracasado; y cada una de las dos derrotas duele por motivos distintos. La primera, porque este rico y poblado land había sido durante 58 años un feudo conservador. Los Verdes, que llegaron al poder en 2011 impulsados por la catástrofe de Fukushima, confirman ahora su fuerza allí y desplazan a la CDU como primera fuerza. El fracaso en Renania-Palatinado es aún más sorprendente. La candidata democristiana, Julia Klöckner, era una de las figuras con más proyección del partido y hace tiempo que daba por descontada la victoria.
Pero el millón de refugiados llegados el año pasado a Alemania han cambiado las reglas de juego. A Merkel solo le queda el consuelo de que los dos derrotados de su partido habían marcado distancias con su política migratoria. Y, paradójicamente, los dos vencedores —un verde y una socialdemócrata— habían defendido la gestión de la crisis de la canciller con mucho más convencimiento que los democristianos. Así, los votantes han premiado en estos dos Estados a los líderes más proasilo; y han castigado a los que parecían distanciarse de la canciller por motivos electoralistas.
Los resultados anticipan futuras turbulencias en la CDU. Sus hermanos bávaros de la CSU, que en los últimos meses han ejercido de oposición dentro del Gobierno, no tardaron en reaccionar, y ya exigen un cambio de política.
Nadie espera que estos comicios tengan un efecto equivalente a los de 2005. Entonces, una derrota regional impulsó al canciller Gerhard Schröder a adelantar las elecciones nacionales, lo que a la postre supuso el fin de su Gobierno y el inicio de la era Merkel. Todo apunta a que la líder aguantará. Pero el golpe sufrido promete convertir en un calvario el año y medio que queda de legislatura.
Los efectos de AfD
La situación es aún más dramática para los socios de Gobierno de Merkel, los socialdemócratas del SPD. En Sajonia-Anhalt y Baden-Wurtemberg quedan ligeramente por encima del 10% y claramente por detrás de AfD, un partido que consideran no democrático. Han logrado salvar los muebles con la victoria en Renania-Palatinado, pero la situación para el líder del partido, Sigmar Gabriel, es de extrema debilidad. Él mismo reconoció que estas elecciones suponen un punto de inflexión. Gabriel pide a los miembros del Gobierno poner fin a las disputas que les han consumido en los últimos meses, que al final solo benefician a AfD.
Una muestra de hasta qué punto estas elecciones cambian el panorama político es que la gran coalición —una fórmula que siempre quedaba como última opción para formar Gobierno— no basta en dos de los tres Estados. La consolidación de AfD —presente ya en ocho de los 16 Parlamentos regionales— complica así la búsqueda de mayorías en un sistema político tan necesitado de pactos como el alemán. El segundo efecto que traerá el éxito de los populistas es la radicalización y polarización del debate público.
Sorprende especialmente el éxito de los radicales en Sajonia-Anhalt. Este pequeño Estado oriental es territorio propicio para los que agitan el miedo a la inmigración. En el este de Alemania nació el movimiento islamófobo de Pegida; y allí son más numerosos los ataques a solicitantes de asilo. Pero ningún sondeo preveía el 24% de votos cosechado por AfD, que le coloca como segunda fuerza regional. El trasvase de votos se explica allí no solo por antiguos democristianos que han abandonado a Merkel por su centrismo. Die Linke (La Izquierda), el partido heredero de los comunistas, también ha sufrido un fuerte desgaste. Se confirma así la experiencia de otros partidos radicales europeos, apoyadas por personas de las más variadas procedencias ideológicas.
Los Verdes, por primera vez los más votados
Al margen de los populistas xenófobos, la noche de ayer deja dos claros vencedores. El primero es Winfried Kretschmann, el presidente de Baden-Wurtemberg que hace cinco años se convirtió en el primer político verde en liderar un Estado federal. Este representante del ala conservadora de los ecologistas logra ahora otro récord: colocar a su partido por primera vez como el más votado en un land.
La segunda triunfadora es la socialdemócrata Malu Dreyer. Con su éxito en Renania-Palatinado evita a su partido la catástrofe total. Los dos líderes, afectados también por el terremoto político en Alemania, lo tendrán difícil para formar Gobierno y es probable que no les quede otra opción que acabar en una coalición con la CDU.
Luis Doncel
Berlín, El País
Los 12,7 millones de alemanes llamados el domingo a las urnas en unas elecciones regionales dieron un sonoro toque de atención a la canciller Angela Merkel y a sus socios de Gobierno. El malestar social ante la llegada masiva de refugiados impulsa a los populistas de derechas de Alternativa para Alemania (AfD), que confirman su capacidad para sacudir el sistema político. La humillación es enorme para los socialdemócratas, que en dos de los tres Estados en juego quedan por detrás de AfD. Tras estos resultados, las críticas internas a Merkel y el nerviosismo en las filas democristianas crecerán a un año de las elecciones nacionales.
Alemania acaba de vivir un terremoto político que afecta a todos los partidos. Merkel, que se había esforzado, por ofrecer “una cara amable” a los refugiados que huyen de la guerra o la persecución, ha sido penalizada. Excepto algunos éxitos atribuibles sobre todo a motivos personales, el único gran vencedor es AfD. Se rompe así la excepcionalidad alemana, que a diferencia de sus países vecinos no contaba con una fuerza populista antiinmigración que condicionara la agenda política.
La derrota de la Unión Cristianodemócrata (CDU) no admite paliativos. Hace unos meses, las huestes de Merkel tenían todo a su favor para recuperar los Estados de Baden-Wurtemberg y Renania-Palatinado. En ambos han fracasado; y cada una de las dos derrotas duele por motivos distintos. La primera, porque este rico y poblado land había sido durante 58 años un feudo conservador. Los Verdes, que llegaron al poder en 2011 impulsados por la catástrofe de Fukushima, confirman ahora su fuerza allí y desplazan a la CDU como primera fuerza. El fracaso en Renania-Palatinado es aún más sorprendente. La candidata democristiana, Julia Klöckner, era una de las figuras con más proyección del partido y hace tiempo que daba por descontada la victoria.
Pero el millón de refugiados llegados el año pasado a Alemania han cambiado las reglas de juego. A Merkel solo le queda el consuelo de que los dos derrotados de su partido habían marcado distancias con su política migratoria. Y, paradójicamente, los dos vencedores —un verde y una socialdemócrata— habían defendido la gestión de la crisis de la canciller con mucho más convencimiento que los democristianos. Así, los votantes han premiado en estos dos Estados a los líderes más proasilo; y han castigado a los que parecían distanciarse de la canciller por motivos electoralistas.
Los resultados anticipan futuras turbulencias en la CDU. Sus hermanos bávaros de la CSU, que en los últimos meses han ejercido de oposición dentro del Gobierno, no tardaron en reaccionar, y ya exigen un cambio de política.
Nadie espera que estos comicios tengan un efecto equivalente a los de 2005. Entonces, una derrota regional impulsó al canciller Gerhard Schröder a adelantar las elecciones nacionales, lo que a la postre supuso el fin de su Gobierno y el inicio de la era Merkel. Todo apunta a que la líder aguantará. Pero el golpe sufrido promete convertir en un calvario el año y medio que queda de legislatura.
Los efectos de AfD
La situación es aún más dramática para los socios de Gobierno de Merkel, los socialdemócratas del SPD. En Sajonia-Anhalt y Baden-Wurtemberg quedan ligeramente por encima del 10% y claramente por detrás de AfD, un partido que consideran no democrático. Han logrado salvar los muebles con la victoria en Renania-Palatinado, pero la situación para el líder del partido, Sigmar Gabriel, es de extrema debilidad. Él mismo reconoció que estas elecciones suponen un punto de inflexión. Gabriel pide a los miembros del Gobierno poner fin a las disputas que les han consumido en los últimos meses, que al final solo benefician a AfD.
Una muestra de hasta qué punto estas elecciones cambian el panorama político es que la gran coalición —una fórmula que siempre quedaba como última opción para formar Gobierno— no basta en dos de los tres Estados. La consolidación de AfD —presente ya en ocho de los 16 Parlamentos regionales— complica así la búsqueda de mayorías en un sistema político tan necesitado de pactos como el alemán. El segundo efecto que traerá el éxito de los populistas es la radicalización y polarización del debate público.
Sorprende especialmente el éxito de los radicales en Sajonia-Anhalt. Este pequeño Estado oriental es territorio propicio para los que agitan el miedo a la inmigración. En el este de Alemania nació el movimiento islamófobo de Pegida; y allí son más numerosos los ataques a solicitantes de asilo. Pero ningún sondeo preveía el 24% de votos cosechado por AfD, que le coloca como segunda fuerza regional. El trasvase de votos se explica allí no solo por antiguos democristianos que han abandonado a Merkel por su centrismo. Die Linke (La Izquierda), el partido heredero de los comunistas, también ha sufrido un fuerte desgaste. Se confirma así la experiencia de otros partidos radicales europeos, apoyadas por personas de las más variadas procedencias ideológicas.
Los Verdes, por primera vez los más votados
Al margen de los populistas xenófobos, la noche de ayer deja dos claros vencedores. El primero es Winfried Kretschmann, el presidente de Baden-Wurtemberg que hace cinco años se convirtió en el primer político verde en liderar un Estado federal. Este representante del ala conservadora de los ecologistas logra ahora otro récord: colocar a su partido por primera vez como el más votado en un land.
La segunda triunfadora es la socialdemócrata Malu Dreyer. Con su éxito en Renania-Palatinado evita a su partido la catástrofe total. Los dos líderes, afectados también por el terremoto político en Alemania, lo tendrán difícil para formar Gobierno y es probable que no les quede otra opción que acabar en una coalición con la CDU.