LIBIA “Cada día llega más gente a luchar junto al ISIS”
Las familias de Sirte explican que la vida en el feudo libio de los yihadistas se hace insoportable
Francisco Peregil (Enviado Especial)
Abu Grein, El País
Abu Grein es el lugar de Libia más próximo a Sirte, el feudo del Estado Islámico en Libia, al que puede acercarse un no musulmán sin perder la libertad o la cabeza en el intento. Desde ese páramo desértico es donde las milicias de Misrata pretenden iniciar el ataque para recuperar la ciudad donde nació Muamar el Gadafi, perdida por la Brigada 166 hace nueve meses. Y ahí es donde llegan cada día decenas de familias en coche que necesitan salir de Sirte. Unos se marchan para siempre y llevan el coche abarrotado con niños, camisas y colchones. Y otros regresarán a los pocos días.
Los hombres de Mohamed Albaudi, uno de los principales jefes de la Brigada 166, deciden quién puede continuar su camino hacia Misrata y quién se vuelve a Sirte. Las familias deben esperar en fila para que inspeccionen sus coches y después aparcan y revisan sus papeles. Algunas han de esperar más de una hora, con sus familias metidas en el coche, a que les den el permiso para seguir el camino. La misión de Albaudi es proteger Misrata de posibles ataques terroristas. Así que más de un coche se tiene que volver a Sirte. “Solo dejamos pasar a las familias que huyen del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) a los que necesitan ir a un hospital”. Una vez pasado el control de Abu Grein, un pueblo de unos 15.000 habitantes, a la gente de Sirte les queda superar otros tres puestos de control durante una hora de carretera hasta llegar a Misrata.
No es fácil hablar con los que salen. “Aquí todos se conocen”, explica Albaudi. “Los refugiados que huyen de Sirte creen que si les ven los otros hablar con periodistas puede vengarse con las familias que dejan atrás. Y los que piensan volver dentro de unos días temen que los otros los delaten. Nadie se fía de nadie”.
Finalmente, varias personas acceden a contar cómo viven en Sirte a condición de no desvelar sus nombres. “En Sirte no hay vida”, explica un hombre. “Los bancos cerraron cuando entraron ellos. Para sacar dinero tenemos que salir a Misrata o a Trípoli. Y encima, desde hace dos meses han puesto límites para sacar dinero en el banco. Yo solo puedo retirar 300 dinares (unos 78 euros en el mercado negro) al mes. Y cuando ellos quieren le cortan la cabeza a alguien”.
—¿Usted ha visto alguna de esas decapitaciones?
—No, porque yo no disfruto viendo esas cosas.
“Los colegios sí funcionan, pero la universidad, no”, continúa otro vecino de Sirte. “No hay señal de teléfono, no hay apenas alimentos en las tiendas, no hay gasolina, no hay hospitales y solo hay médicos para ellos, los del ISIS”.
“Yo salgo para curar a mi hermano en Misrata y en cuanto se cure nos volvemos”, comenta otra persona. “Las mujeres tienen que salir acompañadas a la calle y deben llevar guantes y todo el rostro tapado”, añade. Casi todas las mujeres que llegaban el jueves a Abu Grein llevaban la cara tapada. “Hay cibers para conectarse a Internet, pero no podemos fumar en ellos. Cortaron la señal de teléfono y solo se puede recibir por satélite. En realidad, los que tienen acceso siempre son ellos, no la gente de Sirte”.
Ante la pregunta de cuántos yihadistas hay en Sirte nadie ofrece una cifra clara, pero todos los consultados coinciden en una cosa: “Cada día llegan más y más. Muchos se han metido en las casas que dejó vacías la gente que se fue”, comenta un joven. Otra persona añade: “En Sirte vivimos ahora unas 20.000 personas nacidas allí. Es probable que se hayan ido otras 20.000. La gente del Estado Islámico la toma contra quienes luchaban al lado de Gadafi y contra quienes estaban en contra de él. Te pueden quitar el coche y la casa con esa excusa”.
Fuerzas extranjeras
La mayoría de los habitantes de Sirte eran gadafistas. Por eso Gadafi eligió Sirte para esconderse en sus últimos días y por eso la gente de Misrata y de Sirte nunca se llevaron bien. Fueron las milicias de Misrata las que capturaron a Gadafi y serán quienes intenten recuperar Sirte. “Para marchar hacia Sirte”, explica Mohamed Albaudi, “necesitamos ayuda aérea y armas de largo alcance. Y también visados para que nuestros heridos puedan curarse en Europa. Ahora solo pueden ir a Túnez y Turquía, pero la sanidad en Europa es mejor. Occidente debería hacer algo. El tiempo corre a favor del ISIS”.
Albaudi tiene claro que no desea presencia de tropas extranjeras sobre el terreno. Solo quiere la ayuda de los aviones, como sucedió en 2011 cuando sucumbió el régimen de Gadafi. No obstante, en Misrata cada vez son más insistentes los rumores sobre la presencia de fuerzas especiales de EE UU y Europa que estarían entrenando a los soldados de Misrata. Cuando se le pregunta al portavoz del Ejército del Gobierno de Trípoli en Misrata, Ibrahim Beatelmal, si hay fuerzas extranjeras en Misrata sonríe y se limita a decir: “Puede ser, puede ser”.
En Sirte, las familias saben que la ciudad podría ser bombardeada de nuevo. Pero aún así, muchas prefieren quedarse. “Al menos tengo mi casa”, explica un padre de familia. “¿Adónde voy, qué hago en otro lugar, sin casa y sin dinero?”.
Francisco Peregil (Enviado Especial)
Abu Grein, El País
Abu Grein es el lugar de Libia más próximo a Sirte, el feudo del Estado Islámico en Libia, al que puede acercarse un no musulmán sin perder la libertad o la cabeza en el intento. Desde ese páramo desértico es donde las milicias de Misrata pretenden iniciar el ataque para recuperar la ciudad donde nació Muamar el Gadafi, perdida por la Brigada 166 hace nueve meses. Y ahí es donde llegan cada día decenas de familias en coche que necesitan salir de Sirte. Unos se marchan para siempre y llevan el coche abarrotado con niños, camisas y colchones. Y otros regresarán a los pocos días.
Los hombres de Mohamed Albaudi, uno de los principales jefes de la Brigada 166, deciden quién puede continuar su camino hacia Misrata y quién se vuelve a Sirte. Las familias deben esperar en fila para que inspeccionen sus coches y después aparcan y revisan sus papeles. Algunas han de esperar más de una hora, con sus familias metidas en el coche, a que les den el permiso para seguir el camino. La misión de Albaudi es proteger Misrata de posibles ataques terroristas. Así que más de un coche se tiene que volver a Sirte. “Solo dejamos pasar a las familias que huyen del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) a los que necesitan ir a un hospital”. Una vez pasado el control de Abu Grein, un pueblo de unos 15.000 habitantes, a la gente de Sirte les queda superar otros tres puestos de control durante una hora de carretera hasta llegar a Misrata.
No es fácil hablar con los que salen. “Aquí todos se conocen”, explica Albaudi. “Los refugiados que huyen de Sirte creen que si les ven los otros hablar con periodistas puede vengarse con las familias que dejan atrás. Y los que piensan volver dentro de unos días temen que los otros los delaten. Nadie se fía de nadie”.
Finalmente, varias personas acceden a contar cómo viven en Sirte a condición de no desvelar sus nombres. “En Sirte no hay vida”, explica un hombre. “Los bancos cerraron cuando entraron ellos. Para sacar dinero tenemos que salir a Misrata o a Trípoli. Y encima, desde hace dos meses han puesto límites para sacar dinero en el banco. Yo solo puedo retirar 300 dinares (unos 78 euros en el mercado negro) al mes. Y cuando ellos quieren le cortan la cabeza a alguien”.
—¿Usted ha visto alguna de esas decapitaciones?
—No, porque yo no disfruto viendo esas cosas.
“Los colegios sí funcionan, pero la universidad, no”, continúa otro vecino de Sirte. “No hay señal de teléfono, no hay apenas alimentos en las tiendas, no hay gasolina, no hay hospitales y solo hay médicos para ellos, los del ISIS”.
“Yo salgo para curar a mi hermano en Misrata y en cuanto se cure nos volvemos”, comenta otra persona. “Las mujeres tienen que salir acompañadas a la calle y deben llevar guantes y todo el rostro tapado”, añade. Casi todas las mujeres que llegaban el jueves a Abu Grein llevaban la cara tapada. “Hay cibers para conectarse a Internet, pero no podemos fumar en ellos. Cortaron la señal de teléfono y solo se puede recibir por satélite. En realidad, los que tienen acceso siempre son ellos, no la gente de Sirte”.
Ante la pregunta de cuántos yihadistas hay en Sirte nadie ofrece una cifra clara, pero todos los consultados coinciden en una cosa: “Cada día llegan más y más. Muchos se han metido en las casas que dejó vacías la gente que se fue”, comenta un joven. Otra persona añade: “En Sirte vivimos ahora unas 20.000 personas nacidas allí. Es probable que se hayan ido otras 20.000. La gente del Estado Islámico la toma contra quienes luchaban al lado de Gadafi y contra quienes estaban en contra de él. Te pueden quitar el coche y la casa con esa excusa”.
Fuerzas extranjeras
La mayoría de los habitantes de Sirte eran gadafistas. Por eso Gadafi eligió Sirte para esconderse en sus últimos días y por eso la gente de Misrata y de Sirte nunca se llevaron bien. Fueron las milicias de Misrata las que capturaron a Gadafi y serán quienes intenten recuperar Sirte. “Para marchar hacia Sirte”, explica Mohamed Albaudi, “necesitamos ayuda aérea y armas de largo alcance. Y también visados para que nuestros heridos puedan curarse en Europa. Ahora solo pueden ir a Túnez y Turquía, pero la sanidad en Europa es mejor. Occidente debería hacer algo. El tiempo corre a favor del ISIS”.
Albaudi tiene claro que no desea presencia de tropas extranjeras sobre el terreno. Solo quiere la ayuda de los aviones, como sucedió en 2011 cuando sucumbió el régimen de Gadafi. No obstante, en Misrata cada vez son más insistentes los rumores sobre la presencia de fuerzas especiales de EE UU y Europa que estarían entrenando a los soldados de Misrata. Cuando se le pregunta al portavoz del Ejército del Gobierno de Trípoli en Misrata, Ibrahim Beatelmal, si hay fuerzas extranjeras en Misrata sonríe y se limita a decir: “Puede ser, puede ser”.
En Sirte, las familias saben que la ciudad podría ser bombardeada de nuevo. Pero aún así, muchas prefieren quedarse. “Al menos tengo mi casa”, explica un padre de familia. “¿Adónde voy, qué hago en otro lugar, sin casa y sin dinero?”.