La City de Londres, mejor mal acompañada que sola

Proteger al principal centro financiero de Europa es una prioridad británica

Pablo Guimón
Londres, El País
Mejor cambiarla desde dentro que salir. Así podría resumirse, a riesgo de simplificar una postura poliédrica, el sentir general de la City respecto a la Unión Europea. Hay muchas cosas de Bruselas que no gustan en esta milla cuadrada de Londres, pero pocos quieren asumir el riesgo de que Reino Unido camine solo.


La City supone un 14% de la economía británica y es el principal centro financiero de Europa, a pesar de estar situado en un país que no quiso entrar en la moneda única. De ahí que la protección de los intereses de la City, frente a los avances en la integración de la Eurozona, haya sido una de las prioridades del Gobierno en la negociación con sus socios.

“No pedimos un trato especial”, aclara Jeremy Browne, responsable de relaciones internacionales de la corporación de la City, su autoridad administrativa. “Comprendemos la necesidad de una normativa europea amplia, pero no queremos que el exceso de regulación dañe la productividad. Y el asunto del estatus de los países de fuera del euro tiene mucha importancia. El sistema ahora funciona bien, pero a medida que el proyecto crezca se corre el peligro de aislar a los países de fuera del euro. En ese sentido es legítima la preocupación de Reino Unido. No pretendemos decir a la Eurozona cómo debe llevar sus asuntos. Queremos garantías de que el avance de la zona euro no nos perjudicará”.

El documento que discuten desde hoy en Bruselas los líderes europeos incluye una medida encaminada a dicha protección. Un freno de emergencia a disposición de Reino Unido ante medidas regulatorias que puedan amenazar sus intereses.

La propuesta de Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, reconoce que el Banco de Inglaterra es soberano en la regulación financiera en Reino Unido. Y, en el caso de que Londres crea que la Eurozona puede imponer una regulación que no gusta en la City, podría activar el freno de emergencia que devolvería el asunto a los jefes de Gobierno.

Los pormenores del mecanismo están por desarrollar: afinarlo será una de las más peliagudas tareas a las que se enfrenten los líderes europeos estos días. Francia ha expresado ya sus reparos hacia lo que podría verse como un trato privilegiado a Londres que tiene un potencial de entorpecer la toma decisiones en la Eurozona.

En la City la medida ha sido celebrada con cautela. “Aún hay camino por recorrer, pero esto proporciona una buena base”, opina Chris Cumminings, de TheCityUK, lobby que representa a los profesionales de las finanzas. “Me complace saber que en el corazón de la propuesta hay un claro reconocimiento de la necesidad de que la UE sea más competitiva, urgiendo a reducir la carga regulatoria, y que se ha atendido a las propuestas de Cameron sobre la protección de los intereses de los miembros de fuera del euro”.

A los banqueros no les gusta el exceso de regulación europea, sobre todo si se trata de poner límites a los bonus o de gravar las transacciones financieras. Pero un mercado común de casi 14 billones de euros y 500 millones de personas no es algo que estén dispuestos a perder.

El escenario de un Reino Unido tras el Brexit no está claro, y las finanzas son alérgicas a la incertidumbre. Fuera de la UE, el país perdería su capacidad de influir en la legislación financiera europea. El de las finanzas es hoy uno de los pocos terrenos en que Reino Unido sigue siendo líder mundial. Y una cuarta parte de esa actividad financiera se hace en el mercado único.

“Abandonar la UE sería una decisión enorme e irreversible”, concluye Simon Wells, economista jefe para Reino Unido de HSBC. “Dado que la UE es, y seguirá siendo, el principal mercado de las exportaciones británicas, creemos que una salida sería demasiado arriesgada. Sería mejor reformar la UE para hacerla más competitiva y, en particular, avanzar para completar el mercado único de servicios”.

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