Al menos 28 muertos en un ataque cerca de instalaciones militares en Ankara
Otras 61 personas han resultado heridas al estallar un coche bomba en el centro de la capital
Andrés Mourenza
Estambul, El País
Sólo cuatro meses después de que un ataque yihadista se cobrase la vida de un centenar de personas en pleno centro de Ankara, la capital turca ha vuelto a vivir un nuevo atentado. En este caso ha sido un coche bomba que hizo explosión, a las 18.31 horas —17.31 en la España peninsular—, junto a varios autobuses estacionados cerca de la Comandancia del Ejército del Aire y de un acuartelamiento militar. Según el Gobierno, al menos 28 personas han muerto, tres de ellas en el hospital, y 61 han resultado heridas.
Tanto el presidente de la República, Recep Tayyip Erdogan, como el primer ministro, Ahmet Davutoglu, han cancelado sus viajes previstos para este jueves y se han reunido de emergencia para evaluar la situación. Ante la ausencia de los líderes turcos, se ha suspendido la cumbre que iba a tener lugar mañana jueves en Bruselas sobre la crisis de refugiados.
“Por el momento no tenemos indicios de quién ha sido el culpable de este ataque terrorista, pero trataremos de resolver este tema lo más pronto posible”, ha afirmado el viceprimer ministro y portavoz del Ejecutivo, Numan Kurtulmus, y ha prometido dilucidar “quién dio la información, las armas y el apoyo político” a los autores del atentado, que ha atribuido a un complot contra Turquía, citando los ataques sufridos por el país en los últimos meses.
Por el momento se desconoce el número de muertos civiles y militares —Kurtulmus ha asegurado que hay ambos—. El analista y exmilitar Metin Gürcan ha explicado en la cadena CNN-Türk que los vehículos atacados son utilizados también por el personal civil que trabaja en las instalaciones militares de la zona, que incluyen el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, situado a sólo 300 metros del lugar de la explosión.
Un gran número de ambulancias se desplazó al lugar de los hechos para transportar a los heridos a los hospitales cercanos. La explosión causó un importante incendio, que calcinó tres autobuses y obligó a los bomberos a emplearse durante un par de horas. También acudieron artificieros de la policía, que hicieron detonar un paquete sospechoso, y el Ejército elevó las medidas de seguridad en torno a sus instalaciones.
El atentado se ha producido en una bocacalle de una de las avenidas más importantes de Ankara, muy cerca también del Parlamento turco y de la oficina del primer ministro, y a la hora en que la mayoría de empleados terminan su horario laboral. “Una bomba cerca de un cruce tan importante y en plena hora punta hace pensar en la suerte que tenemos de estar vivos”, decía en Twitter un vecino de la capital.
“Los servicios de inteligencia del Estado deben ser renovados de la cúpula a la base. ¿Cuántos fallos de seguridad llevamos?”, se ha quejado el columnista Özgür Mumcu. En efecto, en menos de un año se han producido importantes atentados en grandes ciudades turcas, tras los cuales se han criticado los importantes errores de las fuerzas de seguridad turcas a la hora de prevenirlos. Pese a ello, las dimisiones han sido escasas.
El pasado junio, una bomba en un mitin electoral del partido kurdo HDP causó cuatro muertos; poco más de un mes después, un terrorista se hizo estallar en la localidad de Suruç, matando a 33 personas; en octubre, otro atentado acabó con un centenar de vidas en una manifestación pacifista en Ankara, y el pasado enero, otro yihadista se suicidó en la plaza de Sultanahmet de Estambul, llevándose consigo a 11 turistas alemanes. Los autores de los tres primeros atentados pertenecían a una célula local vinculada al Estado Islámico que no había sido convenientemente vigilada por la policía pese a las denuncias presentadas.
Pero en Turquía también operan otras organizaciones armadas a las que se baraja como sospechosas. En el sudeste kurdo del país, las fuerzas de seguridad y jóvenes vinculados al PKK llevan meses enfrentándose, y actualmente cuatro localidades se encuentran en toque de queda y rodeadas por el Ejército. El pasado mes, este grupo armado kurdo atentó contra una casa cuartel de la policía, matando a seis personas. Además, un grupo escindido del PKK, los Halcones para la Libertad del Kurdistán (TAK), que ya en diciembre atacó con proyectiles de mortero el aeropuerto Sabiha Gökçen de Estambul —matando a una empleada y dañando cinco aeronaves—, había amenazado con atentados en venganza por las operaciones militares en las regiones kurdas.
Andrés Mourenza
Estambul, El País
Sólo cuatro meses después de que un ataque yihadista se cobrase la vida de un centenar de personas en pleno centro de Ankara, la capital turca ha vuelto a vivir un nuevo atentado. En este caso ha sido un coche bomba que hizo explosión, a las 18.31 horas —17.31 en la España peninsular—, junto a varios autobuses estacionados cerca de la Comandancia del Ejército del Aire y de un acuartelamiento militar. Según el Gobierno, al menos 28 personas han muerto, tres de ellas en el hospital, y 61 han resultado heridas.
Tanto el presidente de la República, Recep Tayyip Erdogan, como el primer ministro, Ahmet Davutoglu, han cancelado sus viajes previstos para este jueves y se han reunido de emergencia para evaluar la situación. Ante la ausencia de los líderes turcos, se ha suspendido la cumbre que iba a tener lugar mañana jueves en Bruselas sobre la crisis de refugiados.
“Por el momento no tenemos indicios de quién ha sido el culpable de este ataque terrorista, pero trataremos de resolver este tema lo más pronto posible”, ha afirmado el viceprimer ministro y portavoz del Ejecutivo, Numan Kurtulmus, y ha prometido dilucidar “quién dio la información, las armas y el apoyo político” a los autores del atentado, que ha atribuido a un complot contra Turquía, citando los ataques sufridos por el país en los últimos meses.
Por el momento se desconoce el número de muertos civiles y militares —Kurtulmus ha asegurado que hay ambos—. El analista y exmilitar Metin Gürcan ha explicado en la cadena CNN-Türk que los vehículos atacados son utilizados también por el personal civil que trabaja en las instalaciones militares de la zona, que incluyen el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, situado a sólo 300 metros del lugar de la explosión.
Un gran número de ambulancias se desplazó al lugar de los hechos para transportar a los heridos a los hospitales cercanos. La explosión causó un importante incendio, que calcinó tres autobuses y obligó a los bomberos a emplearse durante un par de horas. También acudieron artificieros de la policía, que hicieron detonar un paquete sospechoso, y el Ejército elevó las medidas de seguridad en torno a sus instalaciones.
El atentado se ha producido en una bocacalle de una de las avenidas más importantes de Ankara, muy cerca también del Parlamento turco y de la oficina del primer ministro, y a la hora en que la mayoría de empleados terminan su horario laboral. “Una bomba cerca de un cruce tan importante y en plena hora punta hace pensar en la suerte que tenemos de estar vivos”, decía en Twitter un vecino de la capital.
“Los servicios de inteligencia del Estado deben ser renovados de la cúpula a la base. ¿Cuántos fallos de seguridad llevamos?”, se ha quejado el columnista Özgür Mumcu. En efecto, en menos de un año se han producido importantes atentados en grandes ciudades turcas, tras los cuales se han criticado los importantes errores de las fuerzas de seguridad turcas a la hora de prevenirlos. Pese a ello, las dimisiones han sido escasas.
El pasado junio, una bomba en un mitin electoral del partido kurdo HDP causó cuatro muertos; poco más de un mes después, un terrorista se hizo estallar en la localidad de Suruç, matando a 33 personas; en octubre, otro atentado acabó con un centenar de vidas en una manifestación pacifista en Ankara, y el pasado enero, otro yihadista se suicidó en la plaza de Sultanahmet de Estambul, llevándose consigo a 11 turistas alemanes. Los autores de los tres primeros atentados pertenecían a una célula local vinculada al Estado Islámico que no había sido convenientemente vigilada por la policía pese a las denuncias presentadas.
Pero en Turquía también operan otras organizaciones armadas a las que se baraja como sospechosas. En el sudeste kurdo del país, las fuerzas de seguridad y jóvenes vinculados al PKK llevan meses enfrentándose, y actualmente cuatro localidades se encuentran en toque de queda y rodeadas por el Ejército. El pasado mes, este grupo armado kurdo atentó contra una casa cuartel de la policía, matando a seis personas. Además, un grupo escindido del PKK, los Halcones para la Libertad del Kurdistán (TAK), que ya en diciembre atacó con proyectiles de mortero el aeropuerto Sabiha Gökçen de Estambul —matando a una empleada y dañando cinco aeronaves—, había amenazado con atentados en venganza por las operaciones militares en las regiones kurdas.