Obama busca desmontar el populismo de Trump
El presidente inicia una gira por Estados Unidos con un mensaje optimista y contra la retórica del miedo de algunos republicanos
Marc Bassets
Washington, El País
Barack Obama contra Donald Trump. El aspirante republicano a la Casa Blanca ha sido el protagonista del discurso sobre el estado de la Unión, el último que pronuncia el presidente demócrata antes de abandonar el cargo, en enero de 2017. Con un discurso patriótico y optimista, Obama quiso contrarrestar la retórica del miedo que exhiben Trump y otros candidatos de su partido. La presidencia terminará con un país dividido, pesimista e irritado, sumido en las dudas sobre el mitificado sueño americano.
Trump, el magnate neoyorquino que ha revolucionado la política estadounidense con una campaña xenófoba y populista, no ha encontrado hasta ahora un rival de peso. Los candidatos republicanos que compiten con él por la nominación a las elecciones presidenciales de noviembre son cautos a la hora de atacarlo frontalmente. Temen sus réplicas ofensivas y saben que una parte del electorado en las primarias comparte sus ideas. Los demócratas le atacan pero están ocupados en su propio proceso de nominación.
Trump encabeza los sondeos republicanos desde el verano. El proceso de primarias y caucus (asambleas electivas) comienza el 1 de febrero y culminará con la nominación de los candidatos republicano y demócrata.
En su discurso ante el Congreso y en una gira por Estados tradicionalmente republicanos que comenzó ayer, Obama asume la bandera de principal opositor a Trump y a todo lo que representa. En el discurso del martes por la noche (madrugada del miércoles en España), Obama evitó mencionar a Trump, pero se le entendió bien.
El presidente explicó que no es la primera vez que EE UU vive un momento de transformaciones sociales. En unos años, el matrimonio homosexual ha pasado de ser ilegal y contar con escaso apoyo popular a ser legal en todo el país. En unas décadas, los blancos de origen europeo dejarán de ser mayoría. El terrorismo es un miedo difuso y la inseguridad económica atenaza a las clases medias. Obama recordó que, en momentos similares, siempre han aparecido personas que jugaban la carta del resentimiento, prometían restaurar una incierta gloria pasada y señalaban a grupos étnicos o ideas minoritarias. No citó ejemplos, pero podía referirse a las campañas contra los inmigrantes a finales del siglo XIX y principios del XX, o a la persecución de comunistas, supuestos o reales, tras la Segunda Guerra Mundial, en los años del mccarthysmo. Trump es un caso muy particular en la historia de EE UU —un multimillonario que bebe del antielitismo de las clases trabajadoras blancas— pero tiene rasgos en común con estas tradiciones autóctonas.
Trump ha equiparado a los mexicanos con criminales y ha prometido expulsar a los más de diez millones de inmigrantes indocumentados, la mayoría latinoamericanos. También quiere cerrar las fronteras a los musulmanes. “Debemos rechazar cualquier política que apunte a las personas simplemente por su raza o religión. No es una cuestión de corrección política. Es una cuestión de entender qué nos hace fuertes”, dijo Obama.
Otro argumento de Obama: la retórica de los insultos deteriora la calidad democrática del país. Es hora de que los estadounidenses mantengan debates “racionales, constructivos”. Y aquí es donde la crítica de Obama a Trump conecta con una crítica al Partido Republicano. Que la economía está en crisis y que este país se encamina al declive inexorable, ideas asumidas por muchos en la derecha, es una ficción, dijo. Al apuntar a Trump apuntaba a la oposición y el riesgo de quede apartada de la corriente de la historia. Es más, definió las ideas de Trump, versión grotesca del discurso republicano, como antitéticas al ADN estadounidense.
El discurso pretendía fijar los términos del debate: o los EE UU de Obama, o los de Trump. La campaña para suceder a Obama ha comenzado y el presidente ha dejado claro que participará.
Marc Bassets
Washington, El País
Barack Obama contra Donald Trump. El aspirante republicano a la Casa Blanca ha sido el protagonista del discurso sobre el estado de la Unión, el último que pronuncia el presidente demócrata antes de abandonar el cargo, en enero de 2017. Con un discurso patriótico y optimista, Obama quiso contrarrestar la retórica del miedo que exhiben Trump y otros candidatos de su partido. La presidencia terminará con un país dividido, pesimista e irritado, sumido en las dudas sobre el mitificado sueño americano.
Trump, el magnate neoyorquino que ha revolucionado la política estadounidense con una campaña xenófoba y populista, no ha encontrado hasta ahora un rival de peso. Los candidatos republicanos que compiten con él por la nominación a las elecciones presidenciales de noviembre son cautos a la hora de atacarlo frontalmente. Temen sus réplicas ofensivas y saben que una parte del electorado en las primarias comparte sus ideas. Los demócratas le atacan pero están ocupados en su propio proceso de nominación.
Trump encabeza los sondeos republicanos desde el verano. El proceso de primarias y caucus (asambleas electivas) comienza el 1 de febrero y culminará con la nominación de los candidatos republicano y demócrata.
En su discurso ante el Congreso y en una gira por Estados tradicionalmente republicanos que comenzó ayer, Obama asume la bandera de principal opositor a Trump y a todo lo que representa. En el discurso del martes por la noche (madrugada del miércoles en España), Obama evitó mencionar a Trump, pero se le entendió bien.
El presidente explicó que no es la primera vez que EE UU vive un momento de transformaciones sociales. En unos años, el matrimonio homosexual ha pasado de ser ilegal y contar con escaso apoyo popular a ser legal en todo el país. En unas décadas, los blancos de origen europeo dejarán de ser mayoría. El terrorismo es un miedo difuso y la inseguridad económica atenaza a las clases medias. Obama recordó que, en momentos similares, siempre han aparecido personas que jugaban la carta del resentimiento, prometían restaurar una incierta gloria pasada y señalaban a grupos étnicos o ideas minoritarias. No citó ejemplos, pero podía referirse a las campañas contra los inmigrantes a finales del siglo XIX y principios del XX, o a la persecución de comunistas, supuestos o reales, tras la Segunda Guerra Mundial, en los años del mccarthysmo. Trump es un caso muy particular en la historia de EE UU —un multimillonario que bebe del antielitismo de las clases trabajadoras blancas— pero tiene rasgos en común con estas tradiciones autóctonas.
Trump ha equiparado a los mexicanos con criminales y ha prometido expulsar a los más de diez millones de inmigrantes indocumentados, la mayoría latinoamericanos. También quiere cerrar las fronteras a los musulmanes. “Debemos rechazar cualquier política que apunte a las personas simplemente por su raza o religión. No es una cuestión de corrección política. Es una cuestión de entender qué nos hace fuertes”, dijo Obama.
Otro argumento de Obama: la retórica de los insultos deteriora la calidad democrática del país. Es hora de que los estadounidenses mantengan debates “racionales, constructivos”. Y aquí es donde la crítica de Obama a Trump conecta con una crítica al Partido Republicano. Que la economía está en crisis y que este país se encamina al declive inexorable, ideas asumidas por muchos en la derecha, es una ficción, dijo. Al apuntar a Trump apuntaba a la oposición y el riesgo de quede apartada de la corriente de la historia. Es más, definió las ideas de Trump, versión grotesca del discurso republicano, como antitéticas al ADN estadounidense.
El discurso pretendía fijar los términos del debate: o los EE UU de Obama, o los de Trump. La campaña para suceder a Obama ha comenzado y el presidente ha dejado claro que participará.